jueves, 30 de septiembre de 2010

Huelga general: Fracaso Global

Ayer tuvo lugar en España la Huelga General convocada fundamentalmente por los dos principales sindicatos CCOO y UGT. La prensa de hoy califica el resultado, en general, de fracaso de la convocatoria, basándose en los datos, más o menos objetivos, del escaso seguimiento que tuvo la huelga. Pero lo que no se dice es que el fracaso lo ha sido de todos, porque la huelga de ayer no habrá servido para nada para casi nadie.

Mucha gente usa el consumo de energía eléctrica como indicador del alcance de la huelga. Afortunadamente, Red Eléctrica proporciona a todo el que quiera verlo en Internet los datos desglosados y, como es habitual, cada estamento los interpreta para defender sus tesis. Yo he realizado un ejercicio que me parece bastante objetivo, a partir de los datos, también creo que objetivos, del distinto seguimiento por sectores. Parece claro que en la gran industria el paro ha sido muy elevado (cosa que beneficia a las empresas, ya que se habrán ahorrado unos cuantos salarios y si les hace falta, ya recuperarán la producción perdida en las próximas semanas) Esas empresas son grandes consumidoras de electricidad y trabajan las 24 horas del día a ritmo muy regular, por lo que he calculado cuanta energía eléctrica se ha dejado de consumir en las primeras seis horas del día y he supuesto que esa misma cantidad es la que han dejado de consumir esas mismas empresas las otras dieciocho horas restantes. Después he calculado cuanto ha descendido la demanda de electricidad en el resto de la economía durante las veinticuatro horas, y la cifra que resulta es un descenso del 7,3%. Teniendo en cuenta que hay bastante relación entre actividad económica y consumo de electricidad y que lógicamente hay que sumar las personas que trabajan en las industrias de trabajo continuo, y sin pretender que el resultado sea algo más que una mera aproximación, considero que la repercusión efectiva de la huelga debió ser del orden del 10%, cifra que además parece congruente con los datos facilitados por empresas y organismos públicos, aunque se aleje mucho de la cifra del 70% que dan los sindicatos convocantes.

Los sindicatos han perdido una porción más de la escasa imagen que tenían antes ante la sociedad, por su empeño en calificar de éxito innegable lo que a todas luces ha sido un fracaso importante, por su objetivo principal de seguir viviendo de la sopa boba y por su falta de autocrítica al analizar los comportamientos inaceptables de determinados piquetes, llegando a decir que en caso de huelga, el derecho a la huelga es más importante que el derecho al trabajo, lo que sería absurdo (ya que el derecho fundamental, que corresponde a cada una de las personas por separado, es el de poder decidir libremente si desea hacer huelga o desea trabajar) si no fuera porque lo que en realidad están diciendo es que en caso de huelga ellos tienen el derecho de impedir, incluso por la fuerza, que aquellas personas que deseen trabajar puedan hacerlo, esto es que las personas que no les siguen pierden por ese motivo uno de sus derechos fundamentales.

Los empresarios que no respetan el derecho a la huelga, y que impiden a sus empleados que lo hagan por medios más sutiles que el uso de los piquetes coactivos, habrán conseguido que las personas que hubieran deseado hacer huelga hayan cedido a la presión subliminal de “si haces huelga, allá tú, porque antes o después perderás parte de tu retribución, en el mejor de los casos, o el trabajo si tienes peor suerte” por descontado también habrán conseguido desmotivar a muchos empleados, incluida buena parte de los que no deseaban hacer huelga. Tengo la impresión, aunque no esté basada en datos contrastables, de que el número de personas que han visto violentada su libertad de elección por parte de los empresarios supera en varias veces al número de personas que no han podido trabajar por la presión sindical.

Los gobernantes, a todos los niveles, que en su afán de no perder votos se niegan a denunciar y rechazar públicamente todas las actuaciones contra la libertad (tanto de hacer huelga como de no hacerla) y al margen de que hayan podido salvar algunos votos, también han conseguido erosionar aún más la ya menguada credibilidad de los políticos.

La población en general, porque al margen de la actitud tomada ante la huelga respecto a hacerla o no, y dejando al margen a los violentos que no han dudado en quitar la libertad a personas que no conocen y que probablemente no volverán a ver en su vida, no ha sido capaz de dar el mensaje de rechazo a las actitudes inaceptables de sindicatos, empresarios y políticos, lo que llevará a una sensación de impotencia que hará aún más difícil la salida de la crisis.

Y es que para solucionar la crisis actual, como muestra la viñeta gentilmente cedida por su autor, más que hacer una Huelga General para que el Gobierno cambie algunas de sus políticas económicas, el conjunto de la sociedad debería expresar su rechazo a que los hilos de la economía, y en consecuencia de la política social, sigan siendo movidos por los que, siendo desconocidos, tienen el poder de hacer que políticos, sindicatos y empresarios actúen según sus órdenes.
Ayer tuvo lugar en España la Huelga General convocada fundamentalmente por los dos principales sindicatos CCOO y UGT. La prensa de hoy califica el resultado, en general, de fracaso de la convocatoria, basándose en los datos, más o menos objetivos, del escaso seguimiento que tuvo la huelga. Pero lo que no se dice es que el fracaso lo ha sido de todos, porque la huelga de ayer no habrá servido para nada para casi nadie.

Mucha gente usa el consumo de energía eléctrica como indicador del alcance de la huelga. Afortunadamente, Red Eléctrica proporciona a todo el que quiera verlo en Internet los datos desglosados y, como es habitual, cada estamento los interpreta para defender sus tesis. Yo he realizado un ejercicio que me parece bastante objetivo, a partir de los datos, también creo que objetivos, del distinto seguimiento por sectores. Parece claro que en la gran industria el paro ha sido muy elevado (cosa que beneficia a las empresas, ya que se habrán ahorrado unos cuantos salarios y si les hace falta, ya recuperarán la producción perdida en las próximas semanas) Esas empresas son grandes consumidoras de electricidad y trabajan las 24 horas del día a ritmo muy regular, por lo que he calculado cuanta energía eléctrica se ha dejado de consumir en las primeras seis horas del día y he supuesto que esa misma cantidad es la que han dejado de consumir esas mismas empresas las otras dieciocho horas restantes. Después he calculado cuanto ha descendido la demanda de electricidad en el resto de la economía durante las veinticuatro horas, y la cifra que resulta es un descenso del 7,3%. Teniendo en cuenta que hay bastante relación entre actividad económica y consumo de electricidad y que lógicamente hay que sumar las personas que trabajan en las industrias de trabajo continuo, y sin pretender que el resultado sea algo más que una mera aproximación, considero que la repercusión efectiva de la huelga debió ser del orden del 10%, cifra que además parece congruente con los datos facilitados por empresas y organismos públicos, aunque se aleje mucho de la cifra del 70% que dan los sindicatos convocantes.

Los sindicatos han perdido una porción más de la escasa imagen que tenían antes ante la sociedad, por su empeño en calificar de éxito innegable lo que a todas luces ha sido un fracaso importante, por su falta de autocrítica al analizar los comportamientos inaceptables de determinados piquetes, llegando a decir que en caso de huelga, el derecho a la huelga es más importante que el derecho al trabajo, lo que sería absurdo (ya que el derecho fundamental, que corresponde a cada una de las personas por separado, es el de poder decidir libremente si desea hacer huelga o desea trabajar) si no fuera porque lo que en realidad están diciendo es que en caso de huelga ellos tienen el derecho de impedir, incluso por la fuerza, que aquellas personas que deseen trabajar puedan hacerlo, esto es que las personas que no les siguen pierden por ese motivo uno de sus derechos fundamentales.

Los empresarios que no respetan el derecho a la huelga, y que impiden a sus empleados que lo hagan por medios más sutiles que el uso de los piquetes coactivos, habrán conseguido que las personas que hubieran deseado hacer huelga hayan cedido a la presión subliminal de “si haces huelga, allá tú, porque antes o después perderás parte de tu retribución, en el mejor de los casos, o el trabajo si no tienes suerte” por descontado también habrán conseguido desmotivar a muchos empleados, incluida buena parte de los que no deseaban hacer huelga. Tengo la impresión, aunque no esté basada en datos contrastables, de que el número de personas que han visto violentada su libertad de elección por parte de los empresarios supera en varias veces al número de personas que no han podido trabajar por la presión sindical.

Los gobernantes, a todos los niveles, que en su afán de no perder votos se niegan a denunciar y rechazar públicamente todas las actuaciones contra la libertad (tanto de hacer huelga como de no hacerla) y al margen de que hayan podido salvar algunos votos, también han conseguido erosionar aún más la ya menguada credibilidad de los políticos.

La población en general, porque al margen de la actitud tomada ante la huelga respecto a hacerla o no, y dejando al margen a los violentos que no han dudado en quitar la libertad a personas que no conocen y que probablemente no volverán a ver en su vida, no ha sido capaz de dar el mensaje de rechazo a las actitudes inaceptables de sindicatos, empresarios y políticos, lo que llevará a una sensación de impotencia que hará aún más difícil la salida de la crisis.

Y es que para solucionar la crisis actual, como muestra la viñeta gentilmente cedida por su autor, más que hacer una Huelga General para que el Gobierno cambie algunas de sus políticas económicas, el conjunto de la sociedad debería expresar su rechazo a que los hilos de la economía, y en consecuencia de la política social, sigan siendo movidos por los que, siendo desconocidos, tienen el poder de hacer que políticos, sindicatos y empresarios actúen según sus órdenes.

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