El problema estructural del
sistema de pensiones ha vuelto a plantearse, esta vez en el debate de los
Presupuestos de 2016. La realidad machacona es que éste es un grave problema
que tiene que resolver la sociedad española, pero como la solución quitará
muchos votos a quien la ponga en marcha, tanto si es promotor como si se limita
a aceptarla, ningún partido político desea plantearla en sus términos
objetivos.
La principal base
estructural del problema no depende de la política, ya que es la realidad demográfica
de nuestro país que, salvo catástrofe de una magnitud inimaginable, está
abocado a que año tras año aumente de forma relevante el número de
pensionistas.
Este año, llegan a los 65
años los nacidos en 1950, año en el que se inició un crecimiento de los
nacimientos que no dejaría de aumentar hasta finales de los 70 y que en los
años de mayor cuantía se conoce como el baby boom. Además, las condiciones de
alimentación, vivienda y vestido y sanitarias, también fueron mejorando con lo
que la mortalidad infantil cayó en picado y, la mejoría económica hizo que las
mujeres se fueran incorporando de forma progresiva al trabajo fuera del hogar.
El resultado es que cada año, a partir de ahora, crecerá el número de personas
que se incorporan, como nuevos pensionistas con pensión contributiva, al grupo
de los pensionistas y además lo harán con pensiones más elevadas que los que salgan del sistema por fallecimiento. Ese, y no otro, es el motivo por el que en 2016 el importe previsto de las pensiones aumentará el 3,3%, cuando la subida a las existentes será del 0,25%.
Por otra parte, por fortuna,
continúa el progresivo aumento de la vida media, lo que supone que cada nuevo
pensionista, siempre como media, cobrará su pensión un periodo de tiempo mayor.
Pero éste no es el único
problema de nuestro sistema de pensiones, porque resulta que el sistema vigente
ni es justo (una persona que haya cotizado al máximo durante 40 años pierde
totalmente la pensión contributiva si no ha podido cotizar al menos dos años
durante los cinco anteriores a su fecha de jubilación) ni es equitativo
(importa mucho más la cuantía cotizada en los últimos 15-20 años que la cotizada
en los años anteriores) ni tiene en cuenta la cantidad global cotizada (los que
cumplen 35 o más años de cotización, la edad prevista al jubilarse y han
cotizado por las bases máximas, o próximas a ellas, se encuentran con que les
correspondería una pensión mayor que la máxima con lo que automáticamente se
les reduce)
Por otra parte, nuestro
sistema de pensiones es de reparto, lo que supone que las cotizaciones de cada
periodo se emplean en pagar las pensiones de los pensionistas de ese periodo,
lo que en el fondo constituye un sistema piramidal, que sólo funcionaría sin
problemas en la hipótesis de que el número de cotizantes, por una parte, y el
de pensionistas, por otra fuera muy estable, aspecto que en el caso español
está muy lejos de ser así.
Finalmente, en el sistema
español se aprovechó el periodo de cotizaciones elevadas para incluir en los
pagos una parte relevante de las prestaciones no contributivas, lo que ha
adelantado el momento en que las cotizaciones ya no son suficientes para pagar
las pensiones existentes.
Los partidos que tienen
opciones de gobernar en la próxima legislatura son conscientes, aunque no lo
digan, de que el problema de insuficiencia de las cotizaciones se agravará en
los próximos años, en los que casi seguro se agotará la "hucha" de
las pensiones, lo que les obligará a reunir al "Pacto de Toledo" y
hacer una nueva reforma que, con certeza, supondrá una nueva rebaja de las
pensiones futuras, y ya se verá si no afecta también a las que existan en ese
momento, aunque a éstas la reducción les venga, previsiblemente, por el aumento
de los impuestos y tasas (IRPF, IVA, copago sanitario en medicamentos y
prestaciones)
No es fácil que lleguen a
un acuerdo de modificación del sistema para promover las cotizaciones elevadas
que, necesariamente, pasaría por que se tuviera en cuenta, además de la edad,
la historia total de cotización de cada persona para fijar su pensión, como
suma acumulada de las cotizaciones realizadas actualizadas al momento de
definir la pensión con algún mecanismo razonable (el actual, aunque mejorable,
no está tan mal si se pasa a contabilizar toda la vida laboral)
Pero si no lo hacen,
estarán promoviendo la reducción de las bases efectivas de cotización que ya se
están dando y no solamente por la reducción de los salarios nominales, sino
también por la reducción "voluntaria" de las bases cotizadas para
neutralizar en parte el efecto de la subida de las bases de cotización (3%
anual en los últimos años) acompañadas del mantenimiento, o aumento del 0,25%
anual, del importe de la pensión máxima. En 2012, las bases medias de
cotización descendieron, aunque fuera sólo el 0,22%, respecto a las del año
anterior, a pesar del aumento del 3% de las bases máximas.
¿Cómo convencerán a las
nuevas generaciones de que coticen con bases elevadas, sabiendo que difícilmente
podrán tener carreras de cotización ininterrumpidas y que para los pocos que las
tengan la pensión tendrá un límite máximo que se comerá una parte relevante de
lo cotizado?
¿Cómo evitarán que las
empresas desarrollen la contratación de "falsos autónomos" para
reducir de forma muy relevante el peso de las cotizaciones en sus costes
laborales?
¿Se darán cuenta, en un
futuro próximo, de la bondad para el sistema del trabajo voluntario compatible
con la pensión, que para que se desarrolle necesita que se extienda a todos los
pensionistas y que suponga un reparto equilibrado de la cotización a pagar y la
pensión a seguir recibiendo cuando se compaginen trabajo remunerado y pensión?