El ministro Sebastián ha presentado un nuevo Plan de Ahorro y Eficiencia Energética 2008-2011, cuyo principal objetivo es conseguir un ahorro de energía equivalente a 44 millones de barriles de petróleo anuales.
En realidad se trata de una puesta al día del plan elaborado primero por el ministro Montilla y revisado, después, por el ministro Clos, siempre con el mismo horizonte de 2011 y siempre con los mismos objetivos finales, aunque cada vez más ambiciosos en los próximos años ya que se acumulan para el tiempo que queda los objetivos iniciales y la recuperación de lo no realizado en el tiempo transcurrido.
El plan cuenta con 31 medidas, muchas de las cuales se han introducido para sumar número, como por ejemplo la garantía de la seguridad jurídica de las empresas de servicios energéticos ¿carecen estas empresas en la actualidad de la seguridad jurídica que tienen las demás empresas?
Cada una de las medidas es en si misma buena, aunque no se puede deducir de ellas que el ahorro global a obtener sea de 44 millones de barriles, igualmente se podría haber cifrado en 10 millones o en 100, porque las medidas no cuantifican una a una el ahorro potencial perseguido.
En este plan se da mucho énfasis a las medidas destinadas al transporte, algo muy lógico ya que el 40% del consumo final de energía se realiza en el transporte.
Se propone la reducción del 20% en la velocidad máxima permitida en las carreteras de alta capacidad y en las entradas a las grandes ciudades, con el triple objeto de reducir los accidentes, el consumo de productos petrolíferos y las emisiones de CO2.
Se propone la promoción del transporte urbano en bicicleta.
En el ámbito de los edificios ¡se extiende a los nuevos edificios públicos la exigencia de eficiencia energética!
También se propone la aceleración del cambio de bombillas incandescentes por bombillas de bajo consumo.
En realidad se trata de una puesta al día del plan elaborado primero por el ministro Montilla y revisado, después, por el ministro Clos, siempre con el mismo horizonte de 2011 y siempre con los mismos objetivos finales, aunque cada vez más ambiciosos en los próximos años ya que se acumulan para el tiempo que queda los objetivos iniciales y la recuperación de lo no realizado en el tiempo transcurrido.
El plan cuenta con 31 medidas, muchas de las cuales se han introducido para sumar número, como por ejemplo la garantía de la seguridad jurídica de las empresas de servicios energéticos ¿carecen estas empresas en la actualidad de la seguridad jurídica que tienen las demás empresas?
Cada una de las medidas es en si misma buena, aunque no se puede deducir de ellas que el ahorro global a obtener sea de 44 millones de barriles, igualmente se podría haber cifrado en 10 millones o en 100, porque las medidas no cuantifican una a una el ahorro potencial perseguido.
En este plan se da mucho énfasis a las medidas destinadas al transporte, algo muy lógico ya que el 40% del consumo final de energía se realiza en el transporte.
Se propone la reducción del 20% en la velocidad máxima permitida en las carreteras de alta capacidad y en las entradas a las grandes ciudades, con el triple objeto de reducir los accidentes, el consumo de productos petrolíferos y las emisiones de CO2.
Se propone la promoción del transporte urbano en bicicleta.
En el ámbito de los edificios ¡se extiende a los nuevos edificios públicos la exigencia de eficiencia energética!
También se propone la aceleración del cambio de bombillas incandescentes por bombillas de bajo consumo.
Se limitan las temperaturas máxima en invierno a 21 ºC y mínima en verano a 26 ºC en los edificios no residenciales (excepto hospitales)
No parece fácil estar en contra de las medidas anunciadas, más bien al contrario sería importante conseguir que en los planes futuros no se tengan que volver a repetir porque no se hayan llevado a cabo.
Lo que sí se echa en falta es un Plan Energético global, con horizonte de al menos 30 años de duración, que analice de forma integral el cambio de modelo energético que se necesita para que el progreso económico y social sea continuo y sostenible. Desgraciadamente no parece que el ministro Sebastián y su equipo tengan la intención de hacerlo, quizás porque estimen que su presencia al frente del ministerio responsable de la energía se prolongue el tiempo necesario para elaborarlo y, en consecuencia, no puedan sacar el rédito político personal de un esfuerzo tan importante.