domingo, 19 de enero de 2020

Bases para la transición hacia una sociedad medioambientalmente sostenible. Transporte


Aunque el sector energético sea el que más cambios deba registrar para pasar a una nueva cultura respecto al medio ambiente que sea sostenible a muy largo plazo, la actividad de transporte será probablemente la que más hará cambiar los hábitos de la mayoría de las personas.

Este cambio de hábitos, se enfrentará en un primer periodo a una resistencia pasiva relevante por parte de muchas entidades y personas, por lo que si se quiere llevar a cabo una transición rápida, será necesario que el cambio sea promovido en buena parte por unas nuevas normativas que incentiven el cambio.

Los movimientos de personas y de bienes han cambiado enormemente desde el inicio de la revolución industrial, pero lo han hecho aún más a partir de la segunda mitad del siglo XX: el transporte a pie, o con animales de carga o de tiro fueron durante siglos el medio más usado, y los barcos fueron aumentando su importancia a lo largo de la historia, sobre todo para el transporte de mercancías. El ferrocarril supuso un nuevo avance que se aplicó tanto a personas como a mercancías, aunque poco a poco fuera desplazado en su mayor parte por el transporte por carretera, por su mayor versatilidad para atender desplazamientos desde cualquier origen a cualquier destino. La llegada de la aviación, impulsada como de costumbre por motivos militares, ha supuesto la libertad de poder viajar a muy grandes distancias con costes al alcance de un número creciente de personas, especialmente desde la desaparición de los monopolios de líneas para las empresas de bandera de los países de origen o de destino de los vuelos.

Para transportes de personas a distancias medias (entre 500 y 1000 km) que, en principio, no son asumibles para medios de transporte de tracción animal para la mayor parte de las actividades, el consumo de energía por viajero y kilómetro recorrido de las distintas opciones, siempre que estas sean viables, es, de menor a mayor, el siguiente: barco, autobús, tren de media velocidad (200-250 km/hora) tren de alta velocidad (250-350 km/hora) tren tradicional (60-200 km/hora) turismo con motor eléctrico, turismo con motor diesel, turismo con motor a gasolina y, con un consumo del orden de 5 veces más que en el caso de los turismos, el avión.

Teniendo en cuenta todos los factores adicionales que influirán en la decisión de que medio de transporte usar en cada caso (contaminación adicional a la debida a las emisiones de CO2, tiempo requerido para el desplazamiento desde el punto de origen al de destino, distancia a recorrer, opciones realmente existentes para ese desplazamiento concreto, precio a pagar por el viaje y normativa vigente para cada tipo de opción) es previsible que los distintos medios de transporte tengan la siguiente evolución:

a)  Viajes a pie.-
    En la medida en que el vehículo particular deje de ser un medio de transporte habitual en gran parte de las familias, parece razonable que el viaje a pie, complementado, o no, con algún medio de transporte colectivo se convierta en un hábito para las distancias cortas. Este hábito no solo será muy útil para proteger al medio ambiente, sino que además mejorará la salud y supondrá un importante ahorro para quienes lo practiquen.

b)  Bicicleta y otros sistemas impulsados por el viajero.-
     Para distancias algo más largas y cuando se desee transportar objetos no demasiado pesados, la bicicleta y similares podrían ser un medio que se desarrolleampliamente. En España se usa poco, muy poco, por la escasez de vías adecuadas y seguras para este tipo de transporte, incluso en las zonas llanas o con pendientes suaves.
     Corresponde a las autoridades promover las normativas y la construcción de las infraestructuras que se requieran para que este medio de transporte sea atractivo y seguro. Desgraciadamente, no parece que las autoridades españolas estén demasiado interesadas en ello, seguramente porque no les proporcionan ingresos en forma de impuestos ni tampoco demasiados votos.

c)  Motocicletas y similares.-
      Este medio de transporte podrá ser una solución adecuada cuando se trate de transportar a una o dos personas, con equipaje ligero en aquellos casos en que el transporte público no sea una opción real y la distancia o la orografía hagan poco atractivo el uso de la bicicleta. La incorporación de motores eléctricos permitirá su continuidad cuando el motor de explosión deje de ser una opción válida y la incorporación de motores a las bicicletas harán posible un mayor uso de la tracción humana cuando la orografía sea importante y/o cuando la distancia a recorrer sea excesiva para el usuario.

d)  Camiones.-
    Por el momento no parece viable el uso de motores eléctricos para transportes a larga distancia con cargas de elevado peso. El uso para transportes de cercanía se irá desarrollando y tanto la carga máxima a transportar como la distancia máxima a recorrer estarán en función de la energía que puedan proporcionar las baterías en cada ciclo de carga, medida como autonomía en número de quilómetros por ciclo de carga. En el periodo transitorio, una solución que mitigaría de forma relevante las emisiones de CO2 y de otros contaminantes de las flotas de alto tonelaje y largos recorridos, podría ser el uso del GNL como combustible. La tecnología está disponible y lo único que falta en un país como España, que cuenta con muchas instalaciones de almacenamiento de GNL, es una normativa que regule su distribución y suministro, normativa que no se termina de implantar por la oposición del lobby petrolero, dada la reducción que tendrían sus beneficios si el uso de este combustible se generalizara.

    Otra opción que reduciría de forma muy notable el transporte pesado en camiones sería el desarrollo de las llamadas "autopistas del mar" que consiste en combinar el transporte a muy largas distancias mediante el uso de contenedores de un tamaño adecuado para ser transportados en camión, que realizan un primer viaje en camión, desde el punto de origen hasta el puerto más cercano en que son embarcados un segundo viaje en barco que los  transporte hasta el puerto más cercano al punto de destino, donde de nuevo son cargados en otro camión para realizar por carretera este tercer y último tramo del viaje.

     Las ventajas de este sistema son múltiples: se reduce de forma drástica la ocupación de las carreteras y autopistas por el tráfico pesado, con las consiguientes ventajas en cuanto al mantenimiento de las vías, su nivel de saturación, el ruido, las emisiones y los accidentes. Si la distancia a recorrer es suficientemente larga, el tiempo de transporte será inferior, a pesar de los procesos de carga y descarga de los contenedores en los puertos de origen y destino, y el consumo de energía global, y en consecuencia las emisiones, serán muy inferiores.

    También en este caso, el desarrollo de las autopistas del mar requiere una normativa específica que promueva su desarrollo. En el caso de España, esta normativa, para que su potencial se utilice al máximo, debería ser realizada por la UE, o al menos estar armonizada y, de nuevo, se encuentra con la oposición del lobby petrolero, por la enorme reducción del consumo de gasóleo y de fuel oil que su implantación supondría, acompañadas en este caso por la reducción de los impuestos que gravan al gasóleo, lo que hace que las Haciendas afectadas, en España las de la Administración General del Estado y las Autonómicas, no vean con malos ojos el retraso del desarrollo de este medio de transporte.
     
e)  Trenes y metro.-
      El transporte por ferrocarril (trenes de larga y media distancia, trenes de cercanías y metro), y más concretamente el ligado a máquinas eléctricas, está llamado a tener un desarrollo muy importante gracias a la transición medioambiental, ya que cuando el número de viajeros es suficiente su impacto medioambiental es mínimo en relación al de las otras alternativas, y este número de viajeros está garantizado su viabilidad económica en las áreas metropolitanas (en la doble versión de metro y/o cercanías) y también en la mayoría de los trayectos que unen a ciudades que sin llegar a formar un área metropolitana, son grandes o medianas.

    La reducción drástica del uso del coche particular para los trayectos cotidianos en el interior de las áreas metropolitanas sólo será posible, sin crear problemas enormes a la población afectada, si se lleva previamente a cabo una red de transporte colectivo que permita suplir el uso del vehículo individual. En los grandes corredores, el metro y los trenes de cercanías deben ser el núcleo vertebrador del sistema, complementado por las líneas de autobuses para las partes inicial y/o final del trayecto, para dar un servicio ágil cuando no sea viable la instalación de tramos adicionales de ferrovías.

     En los últimos años se han frenado de forma notable las inversiones en metro y en cercanías, normalmente por la mala relación entre las administraciones autonómicas y municipales entre sí y también por la falta de interés de los políticos, especialmente de los ligados a las comunidades autónomas, seguramente porque piensan que el número de personas que podrían cambiar su voto por este tipo de actuaciones es muy pequeño y también porque su plazo de diseño y ejecución supera los cuatro años de una legislatura, por lo que la alta probabilidad de que sea otra persona (de otro partido político o, lo que es aún más hiriente, del mismo partido) la que se apunte el tanto de la inauguración, se convierte en un elemento disuasorio fundamental.

f)  Barco.-  
     El transporte en barco seguirá siendo muy importante en la mayor parte del transporte internacional de mercancías, especialmente a muy larga distancia, importancia que se aumentará si las autopistas del mar se desarrollan para las distancias ahora asequibles para el transporte en camión de larga distancia. Mientras los combustibles fósiles sean la única alternativa razonable para los barcos, el cambio a GNL de forma masiva, que sólo lo impondrá la estricta regulación de las emisiones de los barcos, será la principal fuente de reducción de emisiones contaminantes con que contará la humanidad.

g)  Avión.-
   El transporte en avión, al margen de las mejoras técnicas que permitan reducciones relevantes de las emisiones, previsiblemente seguirá aumentando durante algunos años y, por tanto, sus emisiones seguirán creciendo. Más pronto o más tarde, la lucha por reducir drásticamente las emisiones contaminantes deberá incluir el pago de unos impuestos medioambientales que supongan un sobrecoste tan relevante para los usuarios que les hagan elegir, casi siempre, el medio de transporte que en conjunto les salga más barato que, a la vez, debería ser el más respetuoso con el medio ambiente.
  
Independientemente de todo lo anterior, parece razonable pensar que la mayoría de las personas optarán por evitar, en la medida de lo posible, los desplazamientos superfluos, tanto de personas como de mercancías, salvo cuando se trate de actividades de ocio y, aún en este caso, el coste total de las distintas alternativas será un elemento a tener en cuenta en la elección.

Los mecanismos para conseguir minimizar los daños al medio ambiente derivados del transporte, son muy variados y casi todos ellos tienen efectos colaterales que pueden generar daños en otras áreas. Los efectos secundarios, directos o indirectos, son muchos y no todos ellos son obvios a priori. Por este motivo, sería muy importante hacer un análisis multisectorial que tuviera como núcleo central la optimización del transporte.

Algunas preguntas que se pueden avanzar son las siguientes:

¿Cómo afectará a las poblaciones que viven en áreas metropolitanas grandes o muy grandes la necesaria reducción drástica del uso de combustibles fósiles?
La primera afección que se ocurre al pensar en ello es la drástica reducción de los trayectos en vehículo privado, que será obligada en algunos casos (cuando se extienda la prohibición de circular con determinados vehículos por determinadas zonas, con o sin discriminación por cuestiones climáticas coyunturales o por horarios) y será promovida en otros (preferiblemente mediante la puesta a disposición de transporte público que de un servicio mejor, aunque también por la elevación del coste derivada por la aplicación de impuestos que lo encarezcan de forma muy relevante). Parece claro que las autoridades competentes deberían solucionar previamente el desarrollo de una red de transporte público de alta eficacia y de calidad, aunque la experiencia nos haga pensar que primero se creará el problema y después se pondrán algunas soluciones por parte del sector público que podrán ser a menudo pequeños parches y se dejará en manos de la iniciativa privada las soluciones más complejas que a la postre serán menos efectivas para buena parte de la población a la vez que mucho más caras.

El análisis previo de las necesidades de transporte en las áreas metropolitanas y la búsqueda de un sistema integrado de transporte público que permita la movilidad adecuado, en tiempos razonables y a un coste al alcance de todas las economía sería una buena manera de abordar el problema.

Los ciudadanos, por nuestra parte, deberemos analizar la mejor manera de realizar los trayectos habituales para lo que en no pocas ocasiones deberemos estar dispuestos a cambiar los trayectos más largos y difíciles por otros más sencillos, aunque ello suponga cambiar algunas costumbres.

¿Se encarecerá de forma muy notable la parte de nuestro gasto familiar que se dedica al transporte?
Parece que sí, que pagaremos bastante más por el transporte basado en energías fósiles, sobre todo si preferimos continuar con nuestras costumbres actuales.

¿Estarán disponibles para la inmensa mayoría de la población, medios de transporte públicos alternativos a los medios privados basados en combustibles fósiles antes de que el aumento de precio o las prohibiciones les dejen sin alternativa razonable?
Lo deseable sería que sí, que primero, o simultáneamente, estuvieran disponibles las alternativas públicas con calidad, rapidez, puntualidad y coste razonable, pero al menos en nuestro país no parece muy probable que eso ocurra, ya que exigiría un trabajo serio, equitativo y global que nuestros políticos no acostumbran a realizar.