I
Aquel caluroso primer viernes de
julio de 2015, cuando Antonio estaba terminando su café, sentado en su mesa de
trabajo, vio como se acercaba el teniente Pedro Tabarés Gómez, su jefe, con
cara de encargarle un nuevo trabajo de cierto alcance y a continuación escuchó
su voz, mientras se iba en dirección a la maquina del café, por segunda vez en
la mañana:
- Buenos días Antonio; pase a mi despacho que
tengo un nuevo asunto que quiero que investigue.
- Pase Antonio y siéntese, le volvió a decir
cuando volvía a su despacho con el café en la mano y encontró a Gutiérrez, siguiendo
su costumbre, de pie y junto a la puerta, esperando su llegada.
- Muchas gracias mi teniente. ¿De qué se trata
esta vez?
- La verdad es que todavía no tengo claro si es
un caso menor, de acoso y despido a alguien que no ha colaborado en un asunto
de ofertas poco claras, o de un caso en que alguien a quien han despedido desea
sacar más dinero a la empresa, solicitando un despido nulo.
Me ha llamado la fiscal Pardeza y me ha
pedido que, si era posible, lo estudiara usted porque, en opinión del Juez
Moreno, quizás podríamos estar ante una trama de corrupción más importante de
lo que plantea el pleito presentado, conclusión a la que ha llegado por las
llamadas que ha recibido interesándose por el caso cuando éste todavía está en
su fase más inicial. Y ya sabes (el teniente siempre le hablaba de tú cuando
estaban a solas, aunque nunca cuando había una tercera persona, aunque fueran
compañeros) que al juez Moreno ese tipo de llamadas le pone en guardia y
prefiere seguir una instrucción aún más meticulosa de las que siempre hace.
Aquí tienes el pleito planteado por el
abogado Carlos Delgado, al que no conozco, que tiene pinta de estar bien
estudiado. Todavía no hay alegaciones de la empresa demandada, que es Obras
civiles, así que de momento sólo contarás con la versión de una parte.
Cuando te hayas hecho una idea preliminar, me
lo dices y lo comentamos. ¿Alguna
pregunta?
- No teniente, en cuanto tenga algo te informo.
¿Ordenas alguna cosa más?
- No Antonio, puedes retirarte.
Antonio se fue a su mesa, dedicó
cinco minutos a dejar hilvanado lo que estaba haciendo, guardó los papeles en
el archivo y se puso a leer el pleito que el abogado Delgado, del que él tampoco
había oído hablar nunca, había presentado contra Obras civiles, representando a
Matilde Alcubierre, ingeniera industrial que había sido despedida por
manifiesta deslealtad, aunque en la misma carta de despido la empresa admitía
que se trataba de un despido improcedente, con lo que probablemente lo que intentaba
era ahorrarse los salarios de tramitación, en el caso de que la sentencia fuera,
efectivamente, de despido improcedente.
En el texto de la demanda se
explicaba una historia muy distinta a la motivación dada por la empresa para el
despido, y el hecho de que a la demanda laboral, para solicitar la nulidad del
despido, se uniera una penal contra algunos directivos y empleados de la
empresa, por corrupción, malversación de fondos y estafa, daba pie a pensar que
posiblemente en Obras civiles se estaban haciendo algunas cosas poco claras por
parte de algunas personas.
Lo primero era, por descontado,
hacer una investigación preliminar de los actuantes y los demandados, y Antonio
se puso manos a la obra con escasos resultados, porque ninguno de los
implicados tenía ningún antecedente relevante.
Intentó hablar con Matilde
Alcubierre sin ningún éxito, porque ni ella ni sus hijos estaban desde hacía una
semana en su domicilio, ni su móvil estaba ni siquiera conectado, pero pudo
hacerlo sin ningún problema con Carlos Delgado, su abogado, que vivía en Málaga.
Como Delgado iba a Madrid con cierta frecuencia le propuso al inspector pasarse
por su despacho de Madrid el primer día en que él tuviera previsto viajar allí
que era precisamente el lunes siguiente, por lo que sólo tuvo que esperar el
fin de semana y, cuando se vieron el lunes, la conversación fue larga y
provechosa.
Delgado le explicó los motivos de
la "desaparición" de Matilde Alcubierre y también le explicó con
detalle su versión del despido, las impresiones que tenían él y su representada
sobre las razones reales del mismo, con algunos datos difícilmente rebatibles a
los que se añadían no pocas especulaciones para explicar las lagunas que él
mismo reconocía antes de que Gutiérrez se las hiciera notar. También le explicó
detalladamente el hilo conductor de la demanda penal y finalmente le dijo que
cuando quisiera contactar con su defendida, se lo dijera a él y que no se
preocupara por la distancia porque estaban totalmente dispuestos a colaborar en
todo lo posible. Sólo le pedía la máxima discreción con el paradero de Matilde
y de sus hijos, ya que temía por su seguridad.
Gutiérrez, una vez repasadas las
notas y revisados los textos optó por seguir trabajando, como una de las líneas
de investigación, con la hipótesis de que Delgado era sincero y estaba
convencido de la existencia de la trama en Obras civiles. Preparó la entrevista
con Alcubierre y la mantuvo a la semana siguiente.
II
El día fijado Matilde Alcubierre
llegó al despacho de Gutiérrez con una gran puntualidad, de hecho recibió la
llamada que le anunciaba su llegada dos minutos antes de las doce del mediodía,
hora a la que le había citado.
Se encontró ante una mujer muy guapa,
que aparentaba poco menos de los treinta y cinco años que tenía, con un semblante
amable, aunque se la notaba algo nerviosa; lo normal en cualquier persona que
se enfrentaba por primera vez a una investigación de la policía.
Iba vestida de forma poco
llamativa, pero con gusto y llevaba un bolso grande en el que probablemente
llevaba alguna documentación, pero no demasiada. Se sentó cuando Gutiérrez se
lo pidió y solo aceptó un vaso de agua cuando le ofreció algo para beber.
Gutiérrez le dio una idea del
contenido que tendría la entrevista y le pidió disculpas por adelantado porque
iba a necesitar muchos detalles de su vida privada, aunque le aseguró la máxima
discreción para todo lo que no fuera relevante para el análisis del caso y le
pidió que de una forma libre pero detallada le contara como era ahora su vida
personal.
Matilde empezó por decirle que
estaba divorciada, que tenía dos hijos a los que su padre rara vez veía, aunque
tenía un régimen de vistas amplio y abierto, y en la práctica se limitaba a
pagar puntualmente los 500 euros mensuales de pensión que el juzgado había
fijado.
Había vivido en Majadahonda hasta
poco después del despido cuando decidió trasladarse de forma provisional a
Mijas, inmediatamente después de poner los pleitos, uno laboral y otro penal, cosa
que hizo por consejo de sus abogados para reforzar su seguridad. Por los mismos
motivos había dejado de usar su tarjeta de crédito y su teléfono móvil y en
cuanto a la cuenta corriente los únicos movimientos desde entonces eran los
ingresos del paro y la pensión de alimentos de sus hijos, que juntos ni
siquiera llegaban a cubrir los gastos habituales domiciliados, aunque de
momento contaba con un cierto saldo remanente que le duraría alrededor de un
año.
Dada su situación económica,
había alquilado su piso, lo que le permitía cubrir el resto de sus gastos,
aunque se había visto obligada a apretarse el cinturón y también a reducir
algunos de los gastos de sus hijos, procurando que ellos lo notaran lo menos
posible.
Aunque buscaba trabajo de forma
muy activa, no era nada optimista mientras no hubiera sentencia, al menos en el
pleito laboral, ya que la totalidad de las entrevistas que había hecho
terminaban exactamente en el momento en que contaba el pleito que había
interpuesto.
Una vez terminada esta primera
explicación, el inspector le hizo unas cuantas preguntas de detalles concretos
que abarcaban toda la esfera personal, de las que sólo se podía deducir que la
señora Alcubierre se dedicaba exclusivamente a atender a sus hijos lo mejor que
podía, a buscar trabajo, aunque sin ninguna esperanza, y a seguir los pleitos,
asunto éste último que le llevaba muy poco tiempo.
A continuación, dirigió el
interrogatorio al fondo de los pleitos y escuchó su versión de lo sucedido.
Ella no había incurrido en ninguna contradicción y además se explayó en las
ampliaciones que él iba solicitando.
Cuando le pidió más información
sobre el momento en que ella empezó a estar realmente convencida de que en la
empresa había cosas poco claras, ella le contestó que fue en el momento en que su
jefe, José López de Agulló y García de Muros, le había acusado de tener una
actitud intransigente al no querer admitir la modificación de una oferta, de la
que dijo que era "la que la empresa
había decidido que tenía que ganar" y que ya se podía dar con un canto
en los dientes porque tras no pocos esfuerzos él había conseguido que en la
alta dirección hubieran aceptado cambiar los aspectos técnicos que ella exigía
y que "a pesar de ser
insignificantes, era discutible si en la oferta presentada se cumplía o no lo establecido en el pliego de
condiciones" aspectos técnicos "que
no se sabía por qué razón ni quién los había incluido", porque según
él "era muy discutible que fueran
necesarios o convenientes" frase que su jefe dejó de repetir cuando
ella le recordó que él era en realidad la persona que los había puesto, que lo
había hecho en presencia de otras diez personas y que ella le había dado la
razón cuando cuatro de los presentes en aquella reunión habían comentado el
exceso de trabajo, y posiblemente de coste, que supondría su inclusión en el
pliego de condiciones.
Gutiérrez le pidió que le diera los nombres de los
presentes en la reunión y que identificara a las personas que ella recordara
que se habían puesto, desde el primer momento, a favor o en contra, de la
inclusión de esos requisitos en el pliego. Matilde le dio los nombres de los
que habían apoyado la inclusión desde el primer momento, su jefe, otro
compañero y ella, de los cuatro que habían optado por defender la no inclusión
y del resto del grupo, cinco en total, que no se habían decantado en ningún
momento ya que siguiendo su costumbre, su jefe había escuchado a todos los que
quisieron dar su opinión, después volvió a explicar los motivos de su inclusión
y dio por zanjada la cuestión diciendo que se añadían los requisitos sin ningún
cambio respecto al texto que había repartido al convocar la reunión.
Finalmente le dijo algo que él no
conocía, ya que no estaba en los textos aportados a los juzgados. Un par de
días después de aquella conversación con su jefe, había ocurrido algo que le
había hecho pensar que no era su jefe el único implicado en el asunto. Le
proporcionó a Gutiérrez una fotocopia con una serie de datos que tenían toda la
pinta de ser números de cuentas bancarias, a veces con 24 dígitos y otras sólo
con 20, y en el caso de los de 24 la mayoría debían corresponder a cuentas
españolas porque empezaban por ES. A continuación de los números presuntamente de
cuenta, había siempre unas iniciales y ella le dio los nombres que, en su
opinión, podrían responder a las mismas, siempre que la persona asociada a la
cuenta trabajara en Obras civiles, aunque también podrían corresponder a
personas que no trabajaran en ella y que tuvieran las mismas iniciales. También
había algunas iniciales que no le decían nada, por lo que ella pensaba que
podrían ser de personas ajenas a la empresa.
Le contó cómo había obtenido esa
página que, por descuido, su jefe había olvidado en la fotocopiadora, durante
la hora de la comida del día en que ella la encontró. Cuando, justo antes de
irse a comer, Matilde fue a hacer unas fotocopias, se encontró con que había un
atasco. Vio que la hoja responsable era la página con los supuestos números de
cuenta bancaria, cada uno precedido de unas iniciales, y le entró la sospecha
de que pudieran ser cuentas a las que fuera a parar dinero pagado por algunas
empresas contratistas. Hizo una fotocopia de la página con los números, después
las suyas y finalmente colocó la página en la fotocopiadora, poco más o menos
como se la había encontrado.
Se llevó todo al coche, se fue a
comer y después pasó por su casa para dejar allí la página antes de volver al
trabajo. Al llegar notó que había pasado algo raro y esperó a escuchar los
comentarios en la máquina del café. Efectivamente, la gente estaba extrañada de
que su jefe hubiera vuelto de comer mucho antes de lo habitual y que hubiera
ido directamente a la fotocopiadora antes de ir a su despacho. Nadie supo
explicar lo ocurrido, pero las compañeras que le habían visto entrar decían que
parecía nervioso, aunque cuando volvió de la fotocopiadora ya parecía más
tranquilo.
Al final alguien dio una posible
explicación un poco chusca, atribuyendo el episodio a alguna bronca que habría
recibido de su mujer mientras comían y que él habría finalizado volviendo al
trabajo de forma precipitada, como si tuviera alguna cosa muy importante que
resolver, pero ella pensó que volvió apresuradamente cuando se dio cuenta del
olvido y que el gesto de menor preocupación sería la consecuencia de haber
encontrado la página donde la había dejado y donde había estado un periodo de
tiempo que coincidía con la hora de comer, motivo por el que era fácil que
nadie hubiera ido a la fotocopiadora.
Al terminar esta parte de la
entrevista el inspector pensó que sería conveniente parar para comer, ya que la
señora Alcubierre estaba colaborando de forma muy notable, y no le gustaba
dejar la impresión de tratar a la gente con poca consideración. De todas
maneras Gutiérrez no quería ninguna presencia extraña ni conversaciones con sus
abogados a mitad del interrogatorio, por lo que decidió pedirle que comieran
juntos, adelantando, para tranquilizarla, que no hablarían de nada del caso que
les ocupaba. Le preguntó que donde quería comer y ella se dejó llevar a donde
el prefiriera, aunque le sugirió que fuera un lugar con un menú del día
asequible y le adelantó que ella pagaría su parte.
Durante la comida, sacó el tema
del cambio de tipo de vida entre Mijas y en el paro respecto a Majadahonda y trabajando.
Pudo comprobar que era una persona optimista, porque a pesar de sus
contrariedades, siempre salía a relucir lo contenta que estaba de poder estar a
todas horas con sus hijos. De forma sutil, le indujo a hablar de su ex marido y
se pudo enterar de que el motivo de la separación había sido la aparición de otra
mujer en la vida de él. Le sorprendió que él hubiera optado por irse cuando
ella aportaba la mayor parte de las entradas de dinero, pero pronto entendió
que él ganaba bastante más de lo que declaraba, por lo que pensó que tenía que
investigar también esa vía, no fuera a ser que el ex marido estuviera conectado
con la trama, porque a esas alturas, el inspector Gutiérrez estaba convencido
de que trama, había. Todavía desconocía como de importante era ni quiénes eran
sus cabecillas y sus componentes, pero intuía que ahora tenía material
suficiente para empezar a desenredar la madeja.
Después de comer volvieron al
despacho y Gutiérrez se dedicó a apuntar todas las conexiones que Alcubierre
deducía e imaginaba, aunque probablemente lo que ella le dijera no sería más
que una parte, quizás bastante pequeña, del conjunto. Terminaron a la hora límite que
ella había anunciado para llegar sin agobios a Atocha para tomar el tren de
vuelta. Gutiérrez había prolongado la entrevista para ver si al acercarse la
hora límite ella se ponía nerviosa y cometía algún error, pero nada de eso
sucedió. Cinco minutos antes de la hora le sonó una alarma en su teléfono y
ella le dijo que en cinco minutos tenía que irse sin falta, pero que si quería
seguir hablando podía hacerlo hasta cinco minutos antes de la salida del tren
si la acompañaba a la estación.
Nunca antes nadie había actuado así en una
situación similar y pensó que o se encontraba ante una persona sincera y realmente
dispuesta a colaborar o ante una consumada actriz con el papel muy bien
aprendido, pero este aspecto no le preocupaba porque estaba seguro de que a no
mucho tardar, el sabría cual de las dos opciones era la real. Pero su instinto le decía que era
más probable lo primero. Su relato seguía siempre el hilo del pleito y a las
preguntas respondía ampliando la información, separando claramente los hechos
reales de las conclusiones razonables y de las meras hipótesis que le permitían
explicar las lagunas que tenía; además ella respondía clara y escuetamente con
un "no lo sé" en las ocasiones en que, siempre según ella, desconocía
la respuesta.
III
Al día siguiente Gutiérrez dejó a su jefe
una escueta nota:
"Mi teniente, tengo
comentarios sobre el caso Alcubierre. A partir de las doce los tendré escritos
y razonados, aunque todavía poco documentados"
A las doce y media -el teniente
siempre que podía les dejaba media hora más antes de llamarles- recibió el
aviso de ir a verle y acudió de inmediato con sus notas. Le hizo un breve
resumen después de haberle dejado la copia de sus notas y cuando terminó
recibió la respuesta que esperaba:
- Gutiérrez, parece que vamos por buen camino.
¿Qué necesitas que yo haga?
- Lo ideal sería contar con la autorización del
juez para investigar las cuentas, si es que lo son, de la página que me entregó
Alcubierre, de momento sólo las españolas, así como los teléfonos y cuentas
electrónicas de Alcubierre, de su ex marido, de sus abogados y de todos los
empleados de Obras civiles que están en mi escrito. ¿Crees que lo podrás
conseguir?
- No creo que el juez Moreno ponga ninguna pega
y estoy casi seguro de que tu amiga, la fiscal Pardeza, apoyará la petición.
- Teniente, qué más quisiera yo que Pardeza me
tuviera entre sus amigos más cercanos, pero me temo que de mí sólo le interesa
que le dé los casos bien mascados.
- Sigue trabajando en todo y ya te avisaré
cuando tenga los permisos.
- A tus órdenes teniente -dijo Gutiérrez
mientras se levantaba sonriente y se iba a su mesa-
En
cuanto llegó a ella, llamó a la fiscal por teléfono y le preguntó:
- Hola Vanessa, ¿Cómo estás?
- Hola Gutiérrez, yo estoy bien ¿y tú?
- Bien también gracias. Me preguntaba si hoy
tendré la suerte de que me puedas dedicar un rato de tu tiempo libre.
- ¿De mi tiempo libre? ¿Quieres hablar de
trabajo o de otras cosas?
- Especialmente de otras cosas, pero también, si
tu quieres, te puedo comentar algunas cosas del trabajo, extraoficialmente
claro, porque si no te lo pediría en horas de trabajo.
- ¡Uf! en horas de trabajo hasta dentro de diez
o quince días ni lo sueñes, pero en mi tiempo libre ¿qué me propones?
- Como tengo muchas ganas de verte, te dejo que
elijas todo: hora, lugar, actividad, o actividades, y duración. Por supuesto te
paso a recoger y te dejo después donde me digas.
- ¡Vaya morro que tienes! pero ya que me lo
pones tan fácil, pásame a buscar a la fiscalía a las siete y media, luego me
llevas a casa y te esperas a que me arregle y después ya te diré el resto. No
es necesario que traigas corbata si no quieres, aunque ya sabes que me gusta
verte con ella.
- ¡Hasta luego Vanessa!
- Hasta luego Gutiérrez
El inspector se puso de nuevo a
la tarea y decidió planificar los siguientes pasos. Dando por supuesto que el
juez daría las autorizaciones:
- Lo primero sería comprobar los titulares de las
cuentas y los movimientos, con especial atención a los eventuales traspasos a
los titulares, reales o escondidos, de las otras cuentas y de la empresa en
general.
- Lo segundo, iniciar los contactos con las
personas aparentemente implicadas, empezando por las cuatro que se habían
opuesto a incluir los criterios que faltaban en el pliego de condiciones. Tres
trabajaban bajo el mismo jefe que Alcubierre, así que empezaría por la cuarta.
En función de los resultados que obtuviera, iría ampliando la lista, empezando
por los hombres y mujeres de paja que pudieran ir apareciendo.
- Lo tercero, en su caso, ampliar la solicitud
de permisos a otras personas que se fueran sumando a la lista de sospechosos o
de personas que pudieran aportar información.
- Finalmente, en paralelo, continuar la
investigación de las personas conectadas a Alcubierre, sus abogados y su ex
marido y de ella misma.
A las siete de la tarde se fue a
su casa, se duchó y se puso la ropa que le pareció más adecuada para ir con
Vanessa que incluía, como no, la odiada corbata, ya que estaba visto que sin
ella no tenía la menor posibilidad de ligar con ella. A las siete y veintiocho
estaba parado frente a la puerta de la fiscalía y cuatro minutos más tarde
apareció Vanessa, a la que le surgió una sonrisa de oreja a oreja cuando
reconoció el coche y a su encorbatado conductor, que salía del mismo para
abrirle la puerta después de haberle alargado la mano para saludarla como
correspondía en el ámbito profesional.
- Gracias Gutiérrez -le dijo ella- ¿me puedes
llevar a casa por favor?
- Claro que sí Vanessa -respondió él- salvo que
quieras pasar antes por algún otro sitio.
- No, gracias, directos a mi casa.
Cuando llegaron, ella se bajó del
coche y le avisó que tardaría una media hora en volver. El inspector le dijo
que de acuerdo y cuando ella abrió el portal y entró, puso la radio para
escuchar las noticias de la tarde. Al cabo de algo más de media hora, Vanessa
apareció con su mejor sonrisa y con un vestido que le caía muy bien. Era la
primera vez que ella se ponía tan guapa para ir con él y, además, en esta
ocasión estarían a solas, lo que le dio alguna esperanza de que iba avanzando en
su deseada relación aunque fuera a paso de tortuga.
- Gutiérrez, he pensado que lo mejor es que
primero tengamos la charla profesional, aunque totalmente extraoficial, para ello
podemos ir a una cafetería tranquila que hay a diez minutos andando de aquí. Si
encuentras algún sitio, ya puedes aparcar, aunque me imagino que siendo guardia
civil tendrás bula de aparcamiento indebido.
- Sólo cuando no queda otro remedio y siempre en
acto de servicio, así que ahora me toca aparcar correctamente.
Antes de decir esto ya había
avistado un lugar apropiado para aparcar correctamente y no estaba seguro de si
ella lo había visto o no. Aparcó,
salieron y Vanessa le dirigió el poco trecho que quedaba hasta la cafetería.
Cuando entraron, Antonio se dio cuenta de que ella era cliente habitual, así
que cuando ella pidió un café con leche él lo hizo también, pensando que,
quizás, habría encontrado una cafetería de las pocas que sirven buen café.
- Bueno, Gutiérrez, ya puedes empezar a soltar
por esa boquita. Me imagino que se trata del caso Obras civiles ¿no?
- Si Vanessa, se trata de ese caso al que, como
supongo que sabes, me han puesto en exclusiva a petición de tu juez.
El inspector le puso al día de
una forma breve, pero completa, de lo realizado hasta el momento, sin darle
ninguna impresión personal, para que no pensara que la quería llevar a su
terreno. Mientras hablaba, pudo comprobar que, efectivamente, el café era muy
bueno y cuando terminó ella le preguntó.
- Supongo que ahora falta que me digas que
deseas que apoye las autorizaciones que tu jefe ya habrá mandado, o estará a
punto de mandar al juez Montero para continuar profundizando ¿me equivoco
mucho?
- Sólo en un pequeño matiz, Vanessa. Es cierto
que mi jefe ha pedido, o estará a punto de hacerlo, una serie de permisos para
investigar las cuentas corrientes, si es que lo son, las correspondientes cuentas
electrónicas y para pinchar los teléfonos, y también es cierto que me gustaría
que apoyaras esas solicitudes. El matiz está en que no te pediré que lo hagas
en aquellos casos en que consideres que no se justifica el control; lo que si
te pediré, y te pido, es que si tienes alguna duda, me lo digas para que yo
pueda darte la información adicional de que disponga y que te pueda servir para
que tomes tu decisión con mayor tranquilidad.
Por eso he pensado que quizás ahora
quieras preguntarme algo, aunque también lo hagas cuando te lleguen las
solicitudes y toda la documentación anexa.
- Muy seguro te veo de que lo que hayáis pedido
esté más que justificado.
- Creo que la petición es adecuada, porque la he
redactado yo y si no lo pensara no lo habría pedido, pero el motivo fundamental
es otro. Me gusta hacer bien mi trabajo y pienso que a ti también te gusta
hacer bien el tuyo; por otra parte, creo que en todos los casos la máxima
colaboración entre la fiscalía y la investigación es la mejor garantía de
actuar bien y rápido. Pero en este caso en particular estoy convencido, además,
de que no es fácil que surja ningún escollo entre las dos instituciones, aunque
me da en la nariz que tanto tu juez como mi jefe se verán obligados a lidiar
con unas cuantas presiones, cada uno por su lado.
- Bueno Gutiérrez, creo que es mejor dejar aquí
la conversación profesional. Te agradezco toda la información y la disposición
a colaborar y si tengo alguna duda o veo algún problema, te llamaré. Así que
ahora te llevaré a un restaurante cercano que me gusta bastante y espero que
también te guste a ti. Eso sí, a partir de ahora ni una palabra de cosas
profesionales.
- De acuerdo Vanessa. Seguro que me gustará,
como me ha gustado esta cafetería que, con tu permiso, anotaré en el reducido
grupo de las que sirven un buen café y visitaré de vez en cuando, espero que algunas
veces también en tu agradable compañía.
Se levantaron y el inspector fue
a pagar, Salieron a la calle y Vanessa le condujo a un restaurante con nombre
portugués "O Fado da Coimbra" en el que según Vanessa hacían muy bien
el bacalao. Pidieron la carta y él se dejo guiar por ella, que propuso pedir
dos platos para compartir. Cuando trajeron el primero y lo empezaron a comer,
Antonio le dijo a su compañera que tenía muy buen gusto y que aquel restaurante
también lo anotaría.
- No me hagas la pelota, Gutiérrez, por favor.
- Te estoy diciendo simplemente lo que pienso
Vanessa y me parece que ya hemos hablado suficientes veces para que te hayas
dado cuenta de que, siempre que puedo, digo lo que pienso. Por cierto, te
querría pedir un favor, si me lo permites.
- ¿Qué favor es ese que me quieres pedir?
- Me gustaría mucho que me llames Gutiérrez sólo
cuando haya otras personas y la conversación sea de asuntos profesionales y que
en el resto de las ocasiones me llames Antonio, por favor.
- Eso que pides, lo encuentro no adecuado, sino
obligado cuando se trata de amigos y yo, la verdad, no estoy segura de que
entre nosotros haya amistad, aunque la relación profesional sea, como es, muy
cordial.
- Quizás entonces deba cambiar mi petición por
otra. Vanessa, yo sí que te considero mi amiga, quizás porque en el aspecto
profesional tu eres casi siempre la que hace los favores, y me gustaría mucho
que tú también me consideraras tu amigo.
- Eres hábil hablando y me temo que me has
desarmado totalmente. Te llamaré Antonio, como me has pedido, pero te pido que
me des algo de tiempo para responder a tu solicitud de amistad. ¿Sabes que eres
el primer tío que me pide sólo amistad desde que terminé la primaria?
- Vale Vanessa, espero tu respuesta y si dentro
de un plazo razonable no me dices nada, te lo volveré a pedir como se hacía en
primaria.
La cena continuó en un ambiente
distendido y cuando terminaron Vanessa le dijo que quería ir a casa porque la
noche anterior había dormido poco. Fueron juntos hasta su portal y cuando Antonio
le alargó la mano para despedirse, ella se acercó para hacerlo con dos besos
mientras le decía:
- La mano es para Gutiérrez, pero para Antonio
los saludos y despedidas son con un par de besos. Gracias por tu compañía, lo
he pasado muy bien. Ya hablaremos.
- Gracias a ti Vanessa. Buenas noches princesa,
que descanses.
V
El lunes siguiente Vanessa llamó
por teléfono al inspector:
- Buenos días Antonio, ¿cómo estás? ¿tendrías
unos minutos para hablar en persona?
- Buenos días Vanessa. Claro que tengo el tiempo
que tú desees para hablar contigo. ¿Dónde y a qué hora nos vemos?
- ¿Te puedo invitar a café, en la cafetería de
al lado de casa, a las tres y media?
- Allí estaré, como un clavo. Hasta luego
Vanessa.
- Hasta luego Antonio.
Poco rato después despachó con su
jefe, al que ya le había puesto al día de la conversación previa, y le comentó
la llamada de la fiscal.
- Bueno muchacho, se ve que vas progresando con
Pardeza. La llamada será profesional, pero si el café se prolonga por los otros
motivos que tú y yo sabemos, no la dejes con la palabra en la boca; tómate tu
tiempo, pero sin pasarte.
- Gracias teniente, así lo haré.
- Si las noticias de los permisos son buenas,
ponme al corriente en cuanto llegues. Si estoy ocupado te plantas frente a mi
puerta y te haré pasar lo antes posible.
- ¿Ordenas alguna cosa más, teniente?
- No, sigue con tu tarea, que no te falta.
A las tres y cuarto Antonio estaba
sentado en la cafetería degustando el café de después de comer que no había
tomado, para sorpresa del camarero, en el sitio en que solía comer. Dos minutos
antes de la media apareció Vanessa, con una sonrisa algo más alegre de lo
habitual que compensaba la seria vestimenta que solía llevar al trabajo.Antonio se levantó para recibirla
y para disfrutar de los dos besos que se dieron y pensó que sólo por eso valía
la pena el paseo en coche, que había ido acompañado de un tráfico bastante
pesado.
- Buenas tardes Antonio. Veo que te has
adelantado a pedir el café.
- Buenas tardes Vanessa. Ahora pedimos los cafés
para los dos y no te preocupes que no me pondré más nervioso por tomar dos
después de comer.
Se sentaron y pidieron los cafés
y cuando se fue el camarero, Vanessa fue directamente al grano:
- Antonio, tengo buenas noticias. El juez está
encantado con la petición, sobre todo porque el informe es muy completo y
convincente, y la fiscalía comparte el criterio. Mejor dicho, antes de que el
juez dijera nada, la fiscalía ya estaba convencida de lo mismo.
Creo que mañana tendréis las autorizaciones,
pero ya te puedes dar prisa en adelantar algún resultado, porque el juez está
en ascuas. Creo que piensa que este caso tendrá mucho más calado que el del
pleito planteado, y está deseando conocer si hay más ramificaciones.
Finalmente, te quiero comentar que Obras
civiles todavía no ha presentado ningún escrito, lo que es poco frecuente, así
que no estaría de más que intentaras averiguar las razones.
- Muchas gracias Vanessa. Si algún día decides
que somos amigos, no sé cómo vas a poder tratarme mejor desde el punto de vista
profesional.
- De nada Antonio. Es poco frecuente tanta
coincidencia en un caso, pero no creas que la amistad, si existiera, cambiaría
nada relevante en la relación profesional. Sólo una mayor confianza en tu bien
hacer, pero no mucha porque tienes la fama ganada a pulso desde hace años.
- ¿Me permites que te pregunte si tienes algún
hueco durante el próximo fin de semana?
- Ya lo has hecho y la respuesta es que sí,
tengo algunos huecos que si siguen vacíos rellenaré avanzando algo la tarea de
la fiscalía, que me tiene desbordada. ¿Tienes alguna propuesta interesante que
hacer?
- Propuestas sí que tengo, y varias. Pero como
no conozco tus gustos te las diré todas y espero que alguna de ellas te
apetezca. Si tienes hueco el viernes por la noche, te propongo ir a cenar
juntos y luego a una discoteca tranquila, en la que además de bailar se pueda
hablar sin tener que gritar. Si tienes
hueco el sábado por la mañana y te apetece pasear, te propongo ir al Retiro a
pegar la hebra y luego podemos ir a tomar el aperitivo a una terraza de la
Castellana. Si tienes hueco en la comida, podríamos ir a la Cava Baja y después
venir aquí a tomar uno o varios cafés. Si prefieres el sábado por la tarde,
podríamos ir al cine, no he pensado a cual porque antes te tendría que preguntar
los tipos de películas que te gustan, y luego podríamos ir a cenar al
restaurante del otro día, que sé que a ti te gusta y a mí también, y luego
podríamos ir a un café típico que hay al lado de la Plaza de Lavapiés. Si
quisieras que nos veamos el domingo, te propondría ir a Segovia a pasear, a
tomar el aperitivo y a comer en uno de los asadores. Para la vuelta creo que
deberíamos salir o pronto o tarde, para que la caravana de la A1 no nos
estropee la tarde. Por último, plagiando a Groucho, quiero añadir que si esas
posibilidades no te atraen, rápidamente las retiro y te presento otras nuevas
que te gusten más.
- ¡Para, Antonio, por dios para! que no tengo
capacidad para asimilar tanta propuesta en tan poco tiempo. Por cierto, ¿las
propuestas son para que elija una, o hay posibilidad de hacer más de una?
- Vanessa, como tú quieras. Por mí pasaría todo
el fin de semana contigo, aún a riesgo de que te hartaras de mí y no quisieras
repetir, pero como tú eres la más reticente de los dos, creo que es mejor que
pongas tú el ritmo, al menos hasta que te decidas a aceptarme como amigo.
- Te voy a proponer una variante. ¿Te parecería
bien ir a Segovia, pero el sábado y en tren?
- Me parece estupendo. ¿A qué hora quieres que
quedemos?
- ¿Te parece bien a las diez aquí a desayunar?
- Me parece muy bien. A las diez estaré aquí.
- Una última cosa, Antonio. Como no quiero
discusiones sobre quien paga qué, ¿te parece que hagamos una bolsa común antes
de desayunar?
- De acuerdo Vanessa.
- Ahora me tengo que ir a la fiscalía. Recuerda
que yo pago estos cafés.
- Yo también me voy a currar, pero los cafés me
parece que ya están pagados.
- Me temo que la bolsa común la tendremos que
hacer siempre, aunque la próxima vez que te invite, espero que me lo respetes.
Salieron de la cafetería, se
despidieron y Antonio se fue feliz a su trabajo. Al llegar fue al despacho de
su jefe, que estaba hablando por teléfono y se plantó delante de su puerta.
Tabarés le vio y en menos de un minuto terminó la conversación y le hizo pasar.
- Antonio, veo por tu cara que los dos aspectos
de tu misión han ido bien, así que cuéntame lo que me interesa, que tengo
bastante tajo.
Gutiérrez le contó las novedades
del juzgado, sin sentarse porque cuando el teniente decía que tenía mucho tajo,
quería brevedad y concisión. Cuando terminó le dijo que fuera preparando todo
para ponerse en marcha en cuanto llegaran los permisos, y dio por sentado que
lo primero sería el análisis de las cuentas corrientes. Antonio se despidió
como de costumbre aunque añadió una última pregunta:
- ¿Tanto se me nota, teniente?
- ¡Ni te lo imaginas! -fue la escueta respuesta
que recibió-
Al llegar a su mesa, sacó la
lista de las cuentas, que ya tenía ordenadas por bancos y llamó a sus contactos
en ellos para avisarles que en breve recibirían su visita, con una orden para
obtener datos de algunas cuentas y que esperaba la máxima colaboración en puntualidad,
discreción (nada de hacerle trabajar con colaboradores, por si las
filtraciones) y resultados en hoja de cálculo para cada una de las cuentas
investigadas. La ronda le fue bien y pensó que si a primera hora le llegaban
los permisos, a lo largo del día siguiente habría recogido toda la información,
lo que supondría que su jornada se prolongaría hasta la madrugada, a poco que
las cuentas tuvieran múltiples asientos.
VI
Aquella mañana de martes, el
teniente Tabarés esperaba la llegada del inspector Gutiérrez, que entró puntual
como casi siempre, le hizo una seña y se dirigió a su despacho, seguido de
Antonio que ni siquiera pasó por su mesa.
- Buenos días teniente, ¿tenemos buenas
noticias?
- Las mejores Gutiérrez. Lo que te dijo Pardeza
se ha cumplido punto por punto y, por si fuera poco, he tenido una llamada del
juez que me ha pedido que acelerara todo lo posible, pero sin dejar ningún cabo
suelto. Le he dicho que estabas a tiempo completo y esperando los permisos para
avanzar rápido, así que, ya sabes, manos a la obra.
- Sólo necesito los permisos y las copias para
entregar y quedarme con el recibí. ya sabes que en algunos bancos son muy
reticentes, pero tras tener la copia y firmar el recibí se ponen las pilas.
¿Ordenas alguna cosa más?
- No Antonio. Cuando tengas datos relevantes me
avisas sin demora.
Antonio cogió los papeles, hizo
las fotocopias, pasó por su mesa para llamar al contacto del banco que más
cuentas tenía, cuatro en total, para avisarle que salía para allí, preparó su
cartera con los papeles y con unas cuantas memorias USB para grabar los datos,
una por cada cuenta. Como el contacto le dijo que iba a desayunar en ese
momento, quedaron en el bar para entrar juntos al banco, lo que facilitaría la
entrada.
En efecto, al ir acompañado por
una persona del banco, le bastó con enseñar el DNI y ni siquiera le hicieron
fotocopia, lo que permitía una discreción máxima.
La colaboración fue total,
Antonio entró en el despacho, entregó las dos copias del permiso para las
cuentas de ese banco (el juzgado había tenido a bien hacer un permiso para cada
banco, lo que aumentaba la discreción de la operación) hizo ademán de mostrar
el original, pero su interlocutor le indicó que no hacía falta, mientras
firmaba el recibí, y empezó a introducir una por una todas las cuentas. Sacó en
hoja de cálculo todos los datos, que incluían los datos de la cuenta y todos
los movimientos de los últimos cinco años. Sólo una de las cuentas había sido
cancelada hacía poco y el resto seguían activas.
En menos de media hora el
inspector Gutiérrez tenía toda la información y se dispuso a salir, no sin
antes pedir a su contacto que demorara todo lo posible la noticia a sus
superiores y que, por favor, le hiciera una perdida en cuanto lo hubiera hecho.
Su interlocutor le acompañó hasta la salida, con lo que no tuvo que volver a
mostrar su DNI y cuando estuvo fuera llamó al contacto del siguiente banco.
Todo fue muy rápido y antes de la
hora de comer volvió a su oficina con toda la información en su cartera. Se
dirigió directamente al despacho de su jefe, que le hizo entrar sin demora.
- Teniente, aquí te dejo los originales y los
recibí de todos los permisos. Ya tengo toda la información y salvo que ordenes
otra cosa me pondré inmediatamente a recopilar la información y a documentar
primero las titularidades, después las eventuales conexiones y finalmente los
importes de las transacciones más relevantes.
- De acuerdo Gutiérrez, pero no te olvides de
darme también, y enseguida, todos los USB debidamente etiquetados, para que los
guarde junto a los permisos en lugar seguro para que sirvan como prueba.
- ¿Ordenas alguna cosa más?
- No, ya puedes empezar el trabajo y no te vayas
más tarde de las once.
Antonio guardó en el ordenador,
con todas las garantías de confidencialidad, los datos, entregó los USB a su
jefe y empezó a mirar las titularidades. La primera cuenta que miró fue la que
había sido cancelada recientemente, comprobó la fecha de cancelación y se dio
cuenta de que había sido siete días después de la presentación del pleito.
Salvo casualidad, de las que nunca se daban en este tipo de investigaciones, la
persona que la manejaba debía tener fácil conocimiento de los asuntos legales
de Obras civiles.
Investigó el DNI de la titular y
se encontró ante una segura persona interpuesta. Era Doña Consuelo Cortés
Fernández, mujer de ochenta y cinco años, viuda, con una pensión de poco más de
600 euros y que vivía en un pueblecito de Jaén. La cuenta estaba, sin embargo,
en la misma oficina de Madrid en que estaba su interlocutor, motivo por el que
le llamó para verse a tomar un café después de comer. El interlocutor le
propuso comer juntos en donde él quisiera, pero Gutiérrez prefirió que sólo
tomaran juntos el café, le dio el nombre y la dirección y quedaron a las tres y
cuarto. Una vez en el bar, se sentó en la mesa en que estaba Antonio, pidieron
los cafés y escuchó la petición de información que se limitaba a identificar a
la persona que firmaba, o entregaba, las órdenes de la cuenta.
El interlocutor le dijo que lo
haría aquella misma tarde, ya que por las tardes había muy poca gente y eso
aumentaría la discreción, porque no era extraño que los jefes entraran
personalmente en los datos a esas horas, y quedaron al día siguiente a la misma
hora y en el mismo lugar.
El inspector llamó por teléfono a
Vanessa para darle las gracias y decirle que ya habían recibido las
autorizaciones.
- ¿Cómo es que has tardado tanto en llamarme?
¿no será que cuando ya tienes lo que quieres te olvidas de las amigas?
-respondió Vanessa-
- No pienses eso por favor. No me gusta hablar
de estas cosas por teléfono y, además, hoy tengo trabajo a destajo. De hecho no
lo podré terminar, aunque saldré como muy tarde a las once por orden del jefe.
Si no te parece una hora intempestiva podríamos vernos a esa hora.
- Vale Antonio, vale. Entiendo tus precauciones.
Esa hora es muy tarde para mí, si estabas pensando en cenar, pero si te
atreves, puedes venir a casa y podrás tomar algo, aunque te aviso que yo ya
habré cenado.
- ¡Que cosas dices! Estaré encantado. ¿En qué
piso y puerta vives?
- ¿De verdad no lo sabes? ¡Vaya inspector estás
tú hecho! es el sexto derecha.
- Supongo que llegaré sobre las once y cuarto.
Muchas gracias por la confianza. Hasta luego.
- No me hagas esperar demasiado o me quedaré
dormida.
Antonio pasó el resto de la tarde
analizando datos y coincidencias, y empezó a creer que desde la cuenta
cancelada se había realizado la distribución final de buena parte del dinero
cobrado por la trama por los contratos de Obras civiles, aunque habría que
esperar porque no tenía permiso, todavía, para investigar las cuentas origen de
las transferencias recibidas en la cuenta de marras.
Comprobó que en cinco cuentas,
las pocas que estaban en la lista y en las que coincidía la titularidad con las
iniciales, recibían una transferencia periódica de 2500 euros mensuales, en
todas la misma cantidad y las mismas fechas, el quince de cada mes. Todas ellas
eran de empleados de Obras civiles y tenían también domiciliada la nómina en la
misma cuenta. Finalmente pudo comprobar que los titulares eran los cuatro que
en la reunión se habían opuesto a poner condiciones adicionales a la oferta y
uno de los que no dijo nada. Propondría a su jefe empezar por éste último,
Anselmo Peral Caso, de la Dirección de Proyectos, seguir con Olga Magro Antich
de la Dirección de Construcción y terminar con los otros tres que estaban en la
Dirección de Análisis Económico.
Al hacer el cruce de cuentas pudo
comprobar que todas ellas recibían ingresos de la cuenta cancelada, a la que
bautizó como cuenta madre, pero quedaba por investigar un buen número de
cuentas que, o bien entregaban dinero o bien lo recibían pero en ningún caso
las dos cosas, y también tenía que proseguir con la identificación de los
titulares efectivos del resto de las cuentas.
También puso en marcha la
investigación de Alcubierre y sus personas próximas, empezando por el ex marido
y pidió audiencia a su jefe, lo que este entendería como que todavía no había
avances relevantes, pero que quería comentarle alguna posible estratégica, de
modo que le hizo un hueco la misma tarde, y le llamó:
- Gutiérrez, ven ahora si puedes y me consultas
lo que quieras.
- Ya voy jefe -respondió el inspector y se fue
hacia su despacho-
- ¿Das tu permiso, teniente?
- Pasa Gutiérrez, siéntate y cuenta lo que
tengas.
Antonio le hizo un resumen de lo
que había visto hasta entonces y le planteó la estrategia que había pensado
para empezar a tirar del hilo.
- Me parece bien la estrategia y el orden que
has pensado. Lo más importante es que seas capaz de intuir cuando hayan
empezado las conversaciones entre ellos, para intentar conocer las
complicidades que existen. Por supuesto, ya sabes que con moderación podrás
ofrecer echar una mano a los más infelices si colaboran y son más que
discretos, aunque no estaría de más que hablaras de ello con Pardeza antes de
comprometer nada, más que nada para que no quedes mal con nadie.
- De acuerdo teniente, lo hablaré con ella esta
misma noche.
- Si te ayuda en algo, puedes adelantar la
salida a las diez y media.
- Así lo haré teniente. ¿Ordenas algo más?
- Sí, que te sea provechosa la velada.
- Se hará lo que se pueda, teniente -respondió
Antonio mientras se levantaba y salía-
Continuó el trabajo y salió a la
hora pactada, se fue a su casa, se duchó, se cambió y cogió una botella de vino
del bueno, un reserva de Ribera del Duero del año 2008, que esperaba que
gustara a Vanessa. Llegó a su casa a las once y cinco y Vanessa le abrió la
puerta desde arriba. Cuando llegó y tocó el timbre, notó como ella comprobaba
por la mirilla que quién llamaba era la persona que esperaba y abrió la puerta
que estaba cerrada por tres sitios diferentes-
- Hola Princesa, espero que no sea demasiado
tarde para ti.
- Vanessa, y no princesa.
- Pero rima y además me gusta como suena. Pero
si no te gusta, evitaré decírtelo.
- No está mal como piropo, pero dilo sólo cuando
no haya nadie delante ¿vale?
- De acuerdo, así lo haré. No temas, que no lo
diría nunca en la fiscalía, ¡menudo pitorreo se montaría si lo hiciera!
Vanessa le hizo pasar al comedor,
donde tenía preparado el plato, y le dijo que iba a la cocina a por la cena,
pero que fuera también él para coger el sacacorchos y abrir la botella.
- Espero que te guste, es sencilla pero todo es
natural, sin nada precocinado. Por cierto ¿cómo sabías que me gusta el Ribera?
- No lo sabía, pero como para mí es el mejor
vino, tenía bastante claro que no te desagradaría, salvo que no te gustara el
vino, claro, en cuyo caso me la tendría que envainar.
Empezó a comer el primer plato,
judías verdes rehogadas con unas pocas patatas, ajo picado y sofrito, y virutas
de jamón. Es verdad que era un plato sencillo, pero estaba casi recién hecho y
en su punto, como a él le gustaba, así que tras comer un par de bocados le
dijo:
- Gracias Vanessa, están riquísimas. Mira acabo
de conocer dos aspectos más que reforzarán mi amistad: eres muy buena cocinera
y te gusta el ribera.
- No seas pelota Antonio, pero me alegro de que
te gusten. La próxima vez te tocará a ti, a ver si también me parece a mí que
cocinas bien.
- Cuando quieras. ¿Qué te parece el próximo fin
de semana?
- ¿En tu casa?
- Sí, claro, si quieres probar mi cocina lo
lógico es que sea en mi casa.
- Me lo pensaré y te contesto mañana ¿te parece?
- De acuerdo.
Antonio, mientras hablaban,
sirvió vino en las dos copas y acercó la suya para brindar mientras decía:
- Por ti, Princesa.
- Por nosotros Antonio
El inspector siguió cenando y se
tomó después una tortilla francesa. Terminó pronto y le preguntó si quería que
le contara lo que había hecho desde que llegaron los permisos.
- Para eso has venido ¿no? Pues adelante
Le hizo un resumen completo que
ella le agradeció, diciéndole que estaba segura de que formarían un buen
equipo. Le comentó que le parecía muy bien su estrategia y le recomendó que
estuviera atento al momento en que, inevitablemente y por muy hábil que él
fuera, las noticias empezaran a correr entre los implicados.
- Vanessa, yo también estoy de acuerdo en eso y
estaba pensando si sería posible, razonable y conveniente ofrecer alguna
pequeña ayuda a los peones más débiles, a cambio de información completa y de colaboración
total.
- Vaya, ya empezamos con los favores. Al juez no
le gusta nada eso y difícilmente aceptará rebajar el grado, pero sí que sería
posible rebajar las penas a algo muy cercano al mínimo. Cuento con tu habilidad
para sacar el máximo provecho de esta ayuda y te pido que cada vez que lo
ofrezcas con éxito, me informes lo antes posible.
- Cuenta con ello y estate tranquila, porque no
lo usaré más de lo debido sólo para tener más ocasiones de hablar contigo,
porque esa sería la única razón de que yo hiciera algo así.
- No te quejarás de verme poco, un poco más y me
tendrías hasta en la sopa.
- Bueno Vanessa, hasta aquí el informe
profesional. Estás muy cansada para aceptarme una copa.
- La verdad es que no me apetece salir, pero ya
que estás aquí, si te portas bien nos la podemos tomar aquí. Pero dentro de
media hora me quiero ir a dormir ¿vale?
- Como quieras.
Vanessa se levantó mientras le
preguntaba si le apetecía tomar un ron que tenía -bastante bueno, que conste- y
tras la respuesta afirmativa, volvió con la botella y dos copas. Mientras se
tomaban el ron, que efectivamente Antonio encontró de primera, Vanessa le pidió
que le contara cosas de su vida anterior a la entrada en la Guardia Civil y él
empezó por la infancia, esperando que pronto pasara la media hora y le mandara
a casa. Le había pillado desprevenido y, aunque no le gustaba nada contar sus
cosas personales, tampoco le parecía bien negarse, ya que estaba empezando a
pensar que le gustaría mucho tener una relación más íntima con ella, y si
escondía su pasado seguramente no avanzarían mucho.
Vanessa se dio cuenta de que no se
encontraba cómodo hablando de su pasado, así que a los pocos minutos le
comentó:
- Antonio, creo que por hoy ya me has contado
mucho más de lo que tenías previsto, así que si te parece lo dejamos aquí y en
la próxima ocasión seré yo la que te cuente cosas de mi pasado, nada especial
ya lo verás, y tú podrás retomar tu relato cuando a ti te apetezca.
Antonio acusó el golpe, aunque
ella había sido muy suave, y le dijo:
- Perdona Vanessa, no creas que tengo nada raro
que ocultar, es solo que soy bastante tímido y me cuesta hablar de mí. La
próxima vez estaré mejor preparado y ya verás como poco a poco me saldrá todo.
Te agradezco que me hayas recibido en tu casa, que me hayas preparado una cena
tan rica y que, después de tu ayuda en los temas profesionales, hayas aceptado
que sigamos juntos un rato más. Espero que mi timidez no te eche para atrás y
aceptes la comida en mi casa algún sábado o domingo y, si lo haces, espero
estar a tu altura o, al menos, acercarme.
- No te preocupes Antonio y dame un abrazo además
de los dos besos habituales, que poco a poco me estás convenciendo de que
seamos amigos.
VII
Al día siguiente Antonio recibió
información sobre dos personas, Genaro Encinas, el ex marido de Alcubierre, que
resultó tener dos cuentas una para su trabajo como autónomo y otra para sus
gastos domiciliados, pero de las que no se desprendía ningún ingreso adicional
a los 15000 euros anuales. Decidió enviar a tres de sus colaboradores, para que
turnándose le siguieran a todas partes durante unos días y averiguaran si su
ritmo de vida se adecuaba a los 9000 euros anuales que supuestamente le
quedaban después de pagar las pensiones a sus hijos. La segunda información
provino del banco en que estaba la cuenta madre, y Antonio se asombró de la
eficiencia de su interlocutor, que le entregó, con la discreción habitual, no
sólo el nombre y el NIF de la persona que siempre entregaba las órdenes de las
operaciones, que en el caso de las de salida de fondos siempre eran
transferencias como él mismo había podido comprobar al analizar los datos que
obtuvo en su primera visita, sino que, además, le proporcionó un video de la
cámara de seguridad en la que se veía perfectamente a la persona que estaba
ordenando la última transferencia, por el importe del saldo de cierre y la cancelación
de la cuenta. Resultó ser Quico del Jazmín, y cuando comprobó que era ni más ni
menos que el Director de Proyectos de Obras civiles, empezó a pensar que la
trama empezaba a aclararse.
Llamó por teléfono a Matilde
Alcubierre, que ya le había dado el número actual al que sólo tenían acceso
unas pocas personas, para preguntarle si tenía información del organigrama de
detalle de Obras civiles y ella le contestó que sí, que en su ordenador tenía
una copia del documento en el que, por orden alfabético, estaban todos los
trabajadores de la empresa a 31 de marzo de 2015, con una serie de datos entre
los que estaban su titulación, su puesto, el cargo de su superior jerárquico,
sus teléfonos de contacto en la empresa, fijo y móvil, si lo tenían, y su
correo electrónico.
Le pidió que buscara el archivo y
que lo pusiera en una dirección de la nube que le dio, que solo duraría una hora
por lo que le preguntó a qué hora lo podría poner. Ella le dijo que a partir de
dos horas después y él le contestó que lo pusiera a las doce del mediodía. Él
la volvería a llamar en cuanto lo tuviera. A las doce y cinco minutos entró en
la nube y ahí estaba el documento, lo bajó, lo comprobó y anuló la dirección
que sólo había estado siete minutos y medio disponible para colgar y/o descargar.
Por fortuna, la autorización del
juzgado permitía pinchar los teléfonos de las personas titulares de las
cuentas, aunque sólo para grabar conversaciones relacionadas con el caso. Puso
en marcha el dispositivo para vigilar los teléfonos que cumplían esos
requisitos y preparó el suyo propio para recibir la señal del GPS con la
situación del Móvil de Anselmo Peral, el primero que iba a ser investigado.
Tuvo suerte, porque Peral salió
del trabajo a las cinco y se dirigió al que seguramente era su domicilio, al
que llegó poco después de las cinco y media. Cuando iba a entrar en el portal
se dirigió a él, preguntándole si era Anselmo Peral, el hombre se asustó,
aunque asintió con la cabeza. Antonio se identificó como guardia civil y le
preguntó si ese era su domicilio. La respuesta fue también afirmativa y le
preguntó entonces si le esperaba alguien en su casa. La respuesta fue que no,
porque él vivía solo desde que se separó de su mujer, y le preguntó si su
visita tenía algo que ver con ella o con sus hijos. El inspector le tranquilizó
diciéndole que no temiera por ellos, que la visita tenía que ver con la empresa
en la que trabajaba, porque estaba siendo investigada, y añadió:
- Señor Peral, mi intención es que esta
conversación sea todo lo discreta posible, por lo que si usted lo permite, creo
que lo mejor es que la tengamos en su casa. Si no lo considera oportuno,
podemos ir a cualquier cafetería tranquila para hablar allí.
- Por mi parte no hay problema en que la
tengamos en mi casa. Sólo que está muy desordenada y no demasiado limpia y no
le podré ofrecer más que agua, porque en ella no tengo otra cosa para beber.
- No se preocupe por esos detalles. De modo que
si le parece, le sigo.
Entraron en el piso, que
efectivamente era un pequeño desastre en lo que a orden y limpieza se refiere,
se dirigieron al salón y se sentaron en la mesa del comedor. Antonio había
notado que Peral estaba asustado, muy asustado, y decidió que podría sacar
partido de ello:
- Señor Peral, no le voy a ocultar que creo que
tiene usted un problema, que podría ser bastante serio, y cuya gravedad podría
mitigarse algo si usted colaborara al cien por cien en la investigación.
- Señor agente, yo no soy consciente de haber
cometido ningún delito.
- ¿Declara usted a Hacienda los 2500 euros
mensuales que recibe además de su nómina?
- La verdad es que no los declaro, pero eso no
es un delito ¿verdad?
- Efectivamente, sólo eso no es delito aunque le
podría costar una multa bastante grande, además de tener que pagar todo lo que
no pagó y un recargo e intereses. Pero dependiendo de la causa por la que le
pagan esa cantidad, si que podría haber algún delito penado hasta con pena de
cárcel.
- Entiendo. ¿Cómo podría yo colaborar para
reducir mi responsabilidad?
- Muy sencillo, contándome todo lo que sepa de
este asunto, incluyendo todos los nombres de las personas implicadas que usted
conozca y no diciendo ni media palabra a nadie de lo que usted y yo hablemos.
Tenga en cuenta que un solo olvido de alguien implicado o una sola palabra a
cualquier persona anularían la posibilidad de mitigar su responsabilidad en
este asunto.
- Entonces estoy dispuesto a colaborar. ¿Qué
quiere que le cuente?
- Quiero que me diga por qué razón le pagan a
usted esas cantidades, quien lo hace, desde cuándo y qué otras personas, sean
de su empresa o no, están involucradas en ello, tanto si pagan dinero como si
lo reciben, pero también si ni pagan ni reciben.
- A mí me pagan ese dinero casi siempre por no
hacer nada, lo que implica mirar para otro lado cuando por mi trabajo me entero
de que hay algunas cosas que se hacen para favorecer a determinados
contratistas.
- ¿Podría ser algo más explícito, por favor?
- La mayor parte de las veces, lo que ocurre es
que una vez recibidas las ofertas y analizadas técnicamente, hay personas, por
arriba, que quieren que se sustituyan una o varias hojas de una oferta por
otras en las que esa oferta cambia algún aspecto que le permite seguir adelante
en el proceso, las menos de las veces, o mejorar su puntuación. Yo, por mi
trabajo, solo examino la documentación técnica, pero el resultado es siempre el
mismo: la empresa a cuya oferta se han modificado esos pocos datos, siempre
resulta ser la que gana ese contrato.
- ¿Una vez realizado el cambio, hay forma de
detectar que éste se ha llevado a cabo?.
- No, sinceramente no lo creo, porque las
páginas cambiadas van firmadas por las mismas personas y las firmas están
exactamente en el mismo lugar. Es verdad que hay varias copias, pero si las
firmas son originales, las pequeñas diferencias en el lugar, tamaño y rasgos de
la firma son las que siempre se producen.
- ¿Ha habido algún caso en el que ese cambio de
páginas no haya tenido éxito?
- Que yo sepa solo uno, hace unos cuantos meses.
Una ingeniera, que hacía pocos meses que era una de las personas que ponía su
muesca en todas las páginas de todas las copias de las ofertas, al parecer se
negó a firmar las hojas cambiadas, y por lo tanto al final el cambio no se
llevó a cabo, y la oferta fue rechazada por no cumplir todos los requisitos
técnicos.
- Esta situación tuvo alguna otra consecuencia.
- Sí, claro, poco después de una reunión en la
que estuvimos todos los que habíamos visto las páginas a cambiar, en la que se
intentó, sin conseguirlo, que la ingeniera firmara las hojas nuevas, ella fue
despedida, con un despido improcedente, según he oído.
- ¿Podría usted decirme el nombre de esa
ingeniera?
- Sí, Matilde Alburquerque. Lo siento pero no
recuerdo el segundo apellido.
- ¿Podría ese apellido ser Eresma?
- Sí, exacto, ese es el segundo apellido.
- Luego me contará usted lo que recuerde de esa
reunión, pero antes dígame, por favor, quien le captó a usted y quien le paga.
- En ambos casos fue, y es, Quico del Jazmín,
Director de Proyectos.
- ¿Podría contarme como le captó?
- El señor del Jazmín es, aparentemente, una
persona muy abierta y simpática, y en una ocasión, cuando yo estaba en pleno
proceso de divorcio, me pidió que comiéramos juntos en un restaurante de su
elección, que el pagó, en el que nos sentamos en una mesa muy discreta. Me
preguntó por mi divorcio y cuando se lo conté, me pidió detalles sobre las
repercusiones económicas que tendría
para mí. Yo se lo conté con bastante precisión y él me preguntó si un ingreso
mensual de 2500 euros, libres de impuestos, me serviría para compensar las consecuencias
económicas. Yo le dije que sí, que de sobra y él se ofreció a proporcionarme
ese dinero y, cuando le pregunté a cambio de que trabajo, el me dijo que era a
cambio de una gran discreción en algunos pequeños cambios en las ofertas. Yo me
lo pensé unas pocas semanas y al final accedí, porque la alternativa sería para
mi quedarme con menos de 1000 euros netos al mes, con lo que apenas podría
pagarme una habitación compartida y sobrevivir a duras penas.
- ¿Cómo sabe usted con que cambios hacer, digamos,
la vista gorda?
- Muy sencillo, todos ellos me son siempre
presentados, aunque no sea mi jefe, por el Director de Análisis Económico y Contratos,
que sin decirme media palabra me deja en mi mesa, pero siempre en persona y en
mi presencia, las páginas a sustituir en mi fotocopia de la oferta, con lo que
yo me limito, a menudo, a cambiar las hojas recibidas, aunque en algunas ocasiones
debo introducir los cambios correspondientes en mi evaluación.
- ¿Puede usted darme los nombres de otras
personas implicadas?
- Con seguridad, además de los dos directores
que ya he nombrado, que no sé si cobran o no, estoy seguro de que también
cobran Olga Magro Antich, de la Dirección de Construcción y Goyo Cabezas Alonso,
Javier García Pérez y Chema Del Río Mela, de la Dirección de Análisis Económico
y Contratos. Seguramente hay más gente implicada, pero en esto del cambio de
páginas no creo que haya nadie más, porque nadie más trabaja con las ofertas
para evaluarlas.
- Aunque no lo sepa con seguridad ¿Opina usted
que Don José López de Agulló y García de Muros pueda estar cobrando por su
participación?
- La verdad es que no lo sé, aunque no me
extrañaría nada que no cobrara, ya que en realidad estaría recibiendo lo suyo,
y muy bien pagado, por estar en el puesto que está. Toda la empresa sabe que es
un inepto total y se dice que está como director gracias a la influencia de su
familia, muy poderosa tanto por parte de padre como de madre. Es despreciado
por todos y es conocido en la empresa como Pepito Cebollo, hasta el punto de
que Quico del Jazmín también le llama así cuando está a solas con cualquiera de
nosotros.
- Pasando a otro asunto, ¿Cual es, en su
opinión, el orden de implicación de las personas que no son los directores?
- De más a menos implicados, el orden en que le
he dado los nombres, aunque creo que Olga Magro está mucho más implicada que el
resto, incluso más implicada que Pepito Cebollo.
A continuación, el Inspector
Gutiérrez le pidió que le contara la reunión en que Matilde Alcubierre no
aceptó el cambio de páginas en la oferta y la versión que le dio fue, salvando
las inevitables diferencias entre personas distintas, totalmente compatible con
la que ya conocía por parte de Alcubierre. Una vez terminado el relato, dijo al
más que preocupado Peral que por el momento era todo, que recordara su
compromiso de no decir ni una palabra a nadie si quería reducir en algo la pena
que con toda probabilidad le caería y que dejara de gastar los ingresos extra,
si es que durante un tiempo los seguía recibiendo, porque en un plazo no muy
largo, ya no podría contar con ellos.
VIII
Antonio esperó al día siguiente
para poner al día a la fiscal, porque antes de nada debía informar a su jefe y
definir las nuevas líneas de actuación, así que decidió hablar por la mañana
con el teniente Tabarés y en función de lo que ocurriera intentar quedar con
Vanessa, para darle un tinte más informal a sus confidencias.
La entrevista con Tabarés no se
prolongó mucho, pero el teniente le dejó claras tres cosas: Cada vez parecía
más claro que la demanda de Alcubierre tenía bases muy sólidas, parecía lo más
razonable seguir el orden Chema Del Río, Javier García Pérez, Goyo Cabezas y
Pepito Cebollo. Una vez tomadas estas declaraciones volverían a hablar y
seguramente continuarían con Olga Magro y con Quico del Jazmín, momento en el
que pedirían al Juez Moreno permiso para investigar todas las cuentas de los
implicados, añadiendo en su caso, los nombres que hiciera falta y, finalmente,
no olvidar totalmente la investigación de los demandantes, por si las moscas.
También le dijo, antes de que
Gutiérrez le dijera nada, que no sería mala idea que siguiera con su
acercamiento a la fiscal, siempre que fuera discreto en las cosas que le
contaba.
- Así, por lo menos tendrás algún rato más
agradable durante las horas extra que tendrás que seguir dedicando a este caso,
que cada día promete nuevas sorpresas. Ahora, ¡manos a la obra! que se están
acumulando los casos y se echa en falta tu ayuda.
Al llegar a su mesa, Antonio
llamó a Vanessa y le propuso quedar a la salida del trabajo para contarle el
resultado de su charla con el primer peón. Ella le dijo que no sabía a qué hora
saldría y él le propuso que le llamara cuando fuera a salir y entonces podrían
quedar en algún lugar conveniente, en función de la hora. A continuación habló con el único
de los colaboradores que investigaban a Encinas que estaba en la oficina en
aquel momento. Le adelantó que por lo visto hasta entonces era imposible que
viviera con el salario mínimo, ni aunque tuviera el piso totalmente pagado.
Además su actual pareja no trabajaba ni parecía tener ingreso alguno, por lo
que sólo quedaba esperar a ver qué hacían los fines de semana para tener un
informe previo. Gutiérrez le dijo que intentaría que después del fin de semana
no fuera necesario seguir el seguimiento y quedaran liberados de esa tarea.
A las cinco de la tarde aparcó
cerca de la puerta de Obras civiles y esperó la salida de Chema del Río y
siguió un procedimiento similar al realizado con Peral, ya que del Río también
llevaba el móvil abierto. En esta ocasión la colaboración no fue aceptada tan
pronto y sólo cuando el inspector le indicó algunos de los viajes que había
pagado y que no podría justificar con su sueldo, aceptó colaborar después de
intentar negociar el alcance de la rebaja de cargos. Antonio se mostró más duro
y le dijo que de rebaja de cargos nada, si acaso reducción de la pena y sólo en
el caso de una franca colaboración acompañada de la más total discreción.
La conversación no le añadió nada
nuevo, aunque no era desdeñable la coincidencia absoluta de la información
recibida respecto a las obtenidas de Alcubierre y de Peral. De todas maneras,
tuvo la sensación de que del Río no le había dicho todo lo que sabía, por lo
que pensó que seguramente acabaría quedándose sin reducción alguna de la pena,
lo que a él le dejaría más tranquilo. También pensó que tendría que estar
atento porque en cualquier momento empezarían las filtraciones.
Cerca de las ocho y media recibió
la llamada de Vanessa y pasó a buscarla a su casa a las nueve y media, para ir
a tomar algo a "O Fado da Coímbra" unas cervezas y algo para picar.
Vanessa le hizo formar el fondo común y también le hizo saber que su
presupuesto mensual para salidas era relativamente reducido, porque después de
hacer frente a todos los demás gastos no le quedaba demasiado dinero
disponible. Antonio, como ya era casi una costumbre, empezó por contarle los
aspectos del caso y la impresión que había sacado de la conversación con del
Río y, cuando hubo terminado, Vanessa se dedicó a contarle algunas cosas de su
vida anterior a la fiscalía, que no incluían nada especial para una mujer de su
tiempo.
Antonio había meditado bastante
sobre el asunto y estaba dispuesto a hacer lo propio a la primera ocasión, así
que cuando ella hubo terminado le propuso que le invitara a tomar una copa de
ron en su casa, con la condición de que cuando se acabara la botella él la
repondría, y que él continuaría con el relato interrumpido de las cosas que le
habían pasado antes de entrar en la Guardia civil. Pero Vanessa le dijo que no,
que prefería irse a dormir no muy tarde, porque seguía teniendo sueño atrasado,
y que si le parecía podría contarle todo lo que quisiera el sábado durante la
salida a Segovia.
IX
Antonio dedicó la mañana del
viernes a seguir el análisis de los datos que tenía. había avanzado bastante,
pero tenía la sensación de que había entrado en una etapa de progreso lento o
lentísimo, porque se temía que la entrevista que esperaba tener con Javier
García no le daría mucha más luz que las anteriores. A media mañana se pasó por
su mesa el teniente Tabarés y sólo con verle la cara pensó que quizás sería
buena una pequeña charla. No lo dudó y, como tantas otras veces, pasó de
refilón por su mesa y le dijo que fuera a su despacho para hablar unos minutos
y como iba a la máquina del café le preguntó si quería uno. Antonio se levantó
y le acompañó a la maquina, sabiendo que la conversación podría ser algo más
larga de lo habitual, salvo llamadas inoportunas.
- Antonio -le dijo cuando ambos ya estaban
sentados y tomándose el café- ¿qué te preocupa del caso?
- Teniente, me preocupa que aunque los indicios
sean muy claros me temo que vamos a entrar en una de esas etapas en las que no
se moverá nada, o casi nada, y de la que sólo podremos salir cuando tengamos
permisos para controlar las cuentas, llamadas y contactos electrónicos de todas
las personas que se vayan añadiendo a la trama, pero no estoy nada seguro de
que el juez Moreno nos vaya a dar tantos permisos con lo que ahora tenemos. por
otra parte, me temo que Chema del Río, el segundo implicado de Obras civiles al
que he contactado ya se haya ido de la boca, con lo que nos podríamos perder
unas cuantas comunicaciones que podrían aportar no poca luz y acelerar el
proceso.
- A parte de los de Obras civiles, ¿cómo llevas
el resto?
- Espero que este fin de semana terminemos de
investigar a Genaro Encinas, el marido de Alcubierre, pero todo apunta a que no
tiene nada que ver en el asunto. En cuanto al resto, los abogados y la propia
Alcubierre están prácticamente descartados como miembros de la trama, ya que
los intentos de Obras civiles para llegar a un acuerdo no prosperan en
absoluto, lo que en principio supondría que están dispuestos a llegar al fondo
para proteger los intereses, y sobre todo el buen nombre de Alcubierre.
- ¿Cuando contactarás al siguiente de la lista?
- Esta tarde si todo va bien, aunque es de
esperar que, a partir de ahora si es cierto lo que me temo, algunos de los
implicados dejarán de tener el móvil encendido cuando salgan del trabajo. Si te
parece oportuno, teniente, podríamos investigar cuáles de los móviles que
podemos seguir se apagan al salir de las oficinas, porque podrían ser un buen
indicador de los que están más involucrados.
- Ya estás tardando en hacer eso Antonio. Salvo
que tengas novedades importantes en la entrevista de hoy, hablaremos el lunes
poco antes de la hora de comer, pero si las tuvieras, me llamas a cualquier
hora. por otra parte, si tienes oportunidad de hablar con Pardeza, no estaría
de más que la tantearas respecto a los nuevos permisos.
- ¿Ordenas algo más, teniente?
- No, ponte a lo tuyo y no seas tan pesimista,
que la cosa no va tan mal.
A los pocos minutos de que
Antonio saliera del despacho, Tabarés recibió una llamada del juez Moreno, cosa
harto inusual. Le puso al día en términos generales y le sugirió que si quería
más detalles se vieran donde y cuando él pudiera, porque había algunos aspectos
delicados que le quería consultar personalmente. El juez Moreno le dijo que
fuera a su despacho después de comer ya que siendo viernes habría algo más de
tranquilidad y a las cuatro en punto, hora a la que habían quedado, entró en el
despacho del juez que propuso tomar un café allí mismo.
- Tabarés, gracias por venir tan rápido y, por
favor, cuénteme lo que sabe y lo que le preocupa.
El teniente le puso al día, con
todo lujo de detalles, de cómo iba la investigación y le comentó la
preocupación de Gutiérrez respecto a la fase plana en la que pensaba que podría
haber entrado la investigación.
- Bueno, Tabarés, todos conocemos a Gutiérrez y
sabemos que cuando las cosas no le van rápidas y en el sentido que él quiere se
vuelve un tanto pesimista.
- Señoría, en este caso yo comparto la
preocupación de Gutiérrez en lo que se refiere a la potencial pérdida de
conocimiento de las comunicaciones si, como él se teme, el tal del Río ha
levantado el proceso de investigación y por ese motivo quería consultarle cual
es el ritmo de solicitud de permisos que a usted le parece adecuado.
- Tabarés, viniendo de quienes viene esta preocupación,
puede estar seguro de que voy a resolver con la máxima diligencia todas las
peticiones, pero tendrán que venir de forma individualizada aunque me pidan
unas cuantas a la vez. También ayudará a agilizar los trámites que la fiscal
Pardeza conozca las peticiones lo antes posible, cosa que no resultará muy
complicada si mantiene la relación tan estrecha que ha desarrollado últimamente
con Gutiérrez.
- Señoría, ¿habría alguna posibilidad de que si
encontramos alguna conexión muy relevante pudiéramos iniciar los pinchazos nada
más presentar la solicitud?
- Creo que podría autorizar esa posibilidad para
un máximo de cinco personas, para las que bastaría la entrega a Pardeza de toda
la documentación provisional y que ella dé por su parte vía libre para la tramitación.
Obviamente esa documentación provisional tendrá que ser complementada con la
máxima urgencia por la nueva información que pueda existir, incluyendo copia de
toda la información obtenida durante el periodo de autorización provisional.
- Muchas gracias Señoría. Esa autorización nos
permitirá ir mucho más rápido y hacer una investigación más certera.
- Tabarés ¿no me ha traído ningún escrito
aprovechando el viaje?
- Si Señoría, como me parece que ha intuido,
aquí le traigo unas solicitudes para investigar a algunas personas, cuyo nombre
todavía no podemos conocer, que son los titulares, o las personas de las que
los titulares sean testaferros, de las cuentas que aparecen repitas veces y con
importes relevantes en las cuentas investigadas y, en particular, en la que
llamamos la "cuenta madre" que como usted sabe ha sido recientemente
cancelada por uno de los directivos de Obras civiles. Además le he traído otra
solicitud que sin poner exactamente lo que usted ha sugerido creo que podría
ser respondido por usted en los términos que me ha comentado.
- Ya me parecía a mí que vendría usted cargado
con toda su artillería. deme esos escritos, empezando por el último, porque me
imagino que para los primeros el lunes o el martes serían buenas fechas para
recibir respuesta ¿me equivoco?
- No Señoría, esos permisos pueden esperar unos
días para iniciar la investigación, pero si me pudiera llevar el permiso
especial ya concedido, creo que este fin de semana podría ser muy productivo.
- Tendrá que esperar un rato, porque he de
llamar a Pardeza para que dé su dictamen y si éste es positivo se llevará el
permiso vigente.
- Pues aquí fuera me esperaré. Muchas gracias
Señoría, todo esto será de gran ayuda.
- Por cierto Tabarés ¿no le parece a usted que
la relación entre Pardeza y Gutiérrez tiene visos de superar con creces la
relación de excelente colaboración profesional e incluso la de fuerte amistad?
- En lo que se refiere a Gutiérrez no me cabe la
menor duda. Nunca le he visto tan entusiasmado.
- Pues me parece que si eso sigue así, dentro de
unas semanas nos tendremos que volver a reunir.
- Cuando usted quiera Señoría.
- Hasta la vista Tabarés. Gracias de nuevo por
haber venido.
- Hasta la vista Señoría. El agradecido soy yo.
Tres cuartos de hora más tarde,
Pardeza salió del despacho del juez y entregó al teniente la autorización
especial para investigaciones durante la fase de autorización. Tabarés le dio
las gracias y le aseguró que Gutiérrez la mantendría puntualmente informada.
- Más le valdrá teniente, porque si no lo
hiciera se las tendría que ver conmigo.
- No creo que eso ocurra, Gutiérrez es muy
cumplidor. Hasta la vista fiscal, voy directamente a iniciar este proceso esta
misma tarde.
Llamó por teléfono a Gutiérrez y
le dio la orden de empezar ya mismo los seguimientos. Los detalles se los daría
en cuanto llegara al despacho. Antonio se puso manos a la obra y el equipo de
escuchas se centró especialmente en el seguimiento de todas las comunicaciones
de Quico del Jazmín, de Pepito Cebollo, de Chema del Río y de Olga Magro, ya
que para todos ellos tenían autorización desde la primera oleada de
autorizaciones. Como Antonio se había adelantado a ello desde que hablara con
del Río, ya tenía constancia de que del Río había comentado su charla con del
Jazmín y con Magro, pero no con Pepito Cebollo.
Antonio era consciente de que
cinco personas no eran muchas y que tendría que medir muy bien a quien elegía
para ser investigado. De momento eligió a dos directivos de dos empresas
constructoras, uno de ellos era Antonio Ferrandis, precisamente Director de Contratación de la empresa que había presentado la oferta que provocó el
conflicto y la segunda era Antonio González Mendiluce, Director de Contratos de
otra empresa que nada tenía que ver, al menos aparentemente, con Obras civiles,
pero que había recibido, con gran preocupación, la llamada de Chanquete, que
así llamaban los próximos a Ferrandis por la igualdad del nombre con el
protagonista de "Verano Azul", aunque como pudo comprobar el equipo
de Gutiérrez semanas más tarde no tuvieran nada que ver desde el punto de vista
familiar. Esta llamada fue conocida porque González Mendiluce había llamado
inmediatamente, a través de sus secretarias, a del Jazmín, para comprobar que
la noticia era cierta y, aunque ambos intentaron disimular, no consiguieron
engañar a los escuchas. Preparó la documentación para la solicitud provisional
que debía dar lo antes posible a Vanessa, a la que había llamado previamente, y
se fue a la fiscalía para obtener el permiso provisional que Vanessa le
concedió de acuerdo con el escrito del juez.
- Vaya
Antonio, si que van rápidas las cosas. No me extraña que la justicia llegue
tantas veces tarde, porque los malos van a toda pastilla. Pero esta vez habéis
estado muy al loro y me parece que sí, que este fin de semana será muy
provechoso. ¿Tendremos que anular lo de mañana?
- No Vanessa, en absoluto, aunque sí que tendrás
que estar preparada para conocer en vivo y en directo algunas de las cosas que
hacemos en nuestro "tiempo libre"
Cuando salió de la fiscalía y
comunicó al equipo de escuchas los nuevos investigados, se dio cuenta de que ya
eran las siete y no había podido dedicarse a Javier Pérez. Miró su situación
de GPS y comprobó que casi seguro estaba en su casa, así que se dirigió a ella
a toda pastilla. En el camino pidió confirmación de los móviles que habían
caído y comprobó que eran todos excepto los de Pepito Cebollo, Anselmo Peral y
Javier Pérez, además, como todos esperaban, de los de Alcubierre, sus abogados
y su ex marido que seguían encendidos.
Javier Pérez estaba en su casa
con su mujer y con sus hijos. De hecho le abrió su mujer y él se presentó como
un colega del trabajo. Cuando apareció Javier, todo extrañado, le dijo:
- Javier, ya sé que no son horas, pero estoy
aquí por un asunto de Quico del Jazmín que es posible que hayas conocido hoy y
si no lo has conocido yo te pondré al día. Como no quiero molestar a tu
familia, creo que es mejor que vayamos a alguna cafetería para hablar con
tranquilidad.
Mientras le decía ésto le enseñó
su identificación de guardia civil y García, con una enorme cara de susto, le
dijo que sí, que lo mejor era salir fuera para hablar con tranquilidad. Le dijo
a su mujer que salía un rato y se fueron a una cafetería cercana en la que
tuvieron una conversación similar a la que había tenido con Peral. García le
dijo que él empleaba todo el dinero extra en reducir la hipoteca que ya
quedaría pagada ese mismo mes con el recibo habitual, de manera que el fin de
la recepción del dinero no supondría ninguna variación en su nivel de vida.
Además, su mujer había encontrado trabajo recientemente y eso ayudaría a sus
finanzas. Gutiérrez le aconsejó que hablara con algún fiscalista para que
pudiera arreglar las cosas con Hacienda antes de que ellos le llamaran, lo que
le ahorraría la multa y le haría más fácil el proceso. Por descontado García se
mostró dispuesto a la máxima colaboración y le contó que Del Río había reunido
a los otros cuatro técnicos que cobraban para decirles que la Guardia civil les
estaba investigando. Nadie sabía nada, por lo que todos creían que del Río
había sido el primer contactado. Por otra parte, Quico del Jazmín se había
pasado por su mesa para decirle, a solas, que a partir de ese momento siempre
que saliera de la oficina, excepto si era por trabajo, tenía que apagar el
móvil y sacar la pila y la tarjeta Sim, pero él no lo había hecho porque se
imaginaba que más tarde o más temprano también le tocaría a él tener la
entrevista y prefirió estar localizable. Antonio le dijo que el lunes podía
comentar al resto que habían hablado y que dijera que había mantenido una
postura similar a la de Del Río, aunque si seguía cumpliendo su compromiso de
colaboración y discreción, él mantendría su palabra de reducir la pena al
mínimo posible.
X
A las diez menos cuarto del
sábado, Antonio ya estaba en la cafetería, sentado y esperando la llegada de
Vanessa que llegó a los pocos minutos.
- ¿Que tal has descansado, Antonio? ¿vienes
preparado para un día de muchos paseos?
- Muy bien Vanessa, después de todo el ajetreo
de ayer me fui a dormir a las once y me he levantado a las nueve, gracias a que
puse el despertador, porque he dormido como un bebé, diez horas de un tirón.
Sí, vengo preparado para que nos recorramos toda Segovia. ¿has desayunado ya?
- No, recuerda que quedamos que el día empezaba
desayunando aquí ¿y tú?
- No, que va, todavía no he tomado nada.
- Pues de momento acoquina la pasta para el
fondo común ¿o prefieres que te la dé yo y tu lo manejas?
- No, mejor lo llevas tú en el bolso, que yo soy
un desastre para eso ¿cuánto ponemos?
- Yo creo que con setenta euros cada uno
tendremos ¿no?
- Por mi parte bien pero ¿no es demasiado para
tu presupuesto?
- Creo que está claro que ni tú ni yo podemos
gastarnos setenta euros cada día de fin de semana, pero por ser la primera vez,
creo que podemos hacer una excepción ¿no?
- De acuerdo, aquí tienes mis setenta pavos
-respondió Antonio dándole tres billetes de veinte y uno de diez-
Vanessa cogió el dinero, añadió
su parte y lo metió todo en una bolsita que llevaba preparada. A continuación
llamó al camarero, le pidió los dos desayunos, se los tomaron mientras Antonio
le comentaba su charla con Javier García, pagó Vanessa y se fueron hacia la
estación de Atocha, donde cogieron el tren hasta Segovia. Ya sentados en el
tren, Vanessa empezó por decirle que esperaba que hiciera su trabajo con toda
libertad y tranquilidad y que entendería que en algún momento se apartara para
que ella no se enterara de lo que hablara, pero que esperaba que el resto del
tiempo hablaran los amigos y no los colegas.
- Así que ¿ya me consideras un amigo?
- Sí, claro, si no fuera así no te habría
sugerido ir a pasar el día juntos a Segovia.
- Pues muchas gracias por la amistad y también
por la confianza de pasar el día conmigo. Creo que ha llegado el momento de
contarte muchas más cosas de mi vida, salvo que tú prefieras empezar con otro
tema.
- Me parece bien, soy toda oídos -respondió
Vanessa-
Antonio se pasó todo el viaje
contándole su infancia primero, la adolescencia después y cuando estaba
terminando la etapa de la juventud hasta la entrada en la Academia, llegaron a
Segovia.
- Has
medido muy bien el tiempo, para terminar justo al llegar. Se nota que tienes
oficio en esto de hablar. La verdad es que me has dado una perspectiva muy
completa y creo que ahora te conozco bastante mejor y entiendo algunas de tus
facetas más especiales, pero o bien nunca has salido con ninguna chica, ni te
has enamorado de nadie a distancia, o has preferido no tratar el tema de tus
amores.
- Sí, tienes razón. No te he dicho nada de mis
amores. Sí que me he enamorado algunas veces y he salido con chicas muchas más,
pero es un tema que llevará más tiempo y si te parece te lo podré contar
durante el viaje de vuelta.
- ¿Todo ese tiempo vas a hablarme de ese tema?
No te sientas obligado a contarme más allá de lo que te apetezca, pero estaré
encantada de oír todas tus andanzas.
- Tampoco son tantas, ni tan complejas. pero ya
lo escucharás esta tarde.
Comenzaron a pasear por Segovia y
al poco rato empezaron las llamadas telefónicas. Del Jazmín, Magro, Mendiluce y
Chanquete no paraban de hablar, entre sí y con otras personas. Estaba claro que
no usaban sus teléfonos móviles del trabajo, pero como habían empezado a hablar
desde sus respectivos domicilios se fueron conociendo sucesivamente los números
de los distintos móviles que usaban fuera del trabajo y aunque se habían
perdido un par de conversaciones, luego las pudieron recuperar. También estaba
claro que no se imaginaban que tenían controladas todas las comunicaciones,
situación que ni Antonio ni Vanessa pensaban que duraría mucho, porque a lo más
tardar a lo largo del lunes seguro que habría alguna filtración.
La organización, que tenía muchos
más miembros de lo que podían imaginar, se había tomado muy en serio la
investigación y había puesto en marcha todo un proceso para destruir pruebas en
una docena de empresas y en varias dependencias de un par de ministerios y de
una docena de consejerías en distintas comunidades autónomas. Por suerte en los
organismos públicos sería difícil que intentaran algo durante el fin de semana,
aunque por si acaso Antonio, tras hablar un momento con su jefe, consiguió que
se personara un guardia civil en cada una de las dependencias públicas para
acompañar en todo momento a cualquier persona que intentara acceder a las
oficinas fuera del horario de trabajo. En cuanto a las empresas privadas,
Vanessa hizo el trabajo para que otros tantos guardias civiles, actuando de
policía judicial, hicieran lo mismo, personados con el correspondiente mandato
judicial.
En todo el fin de semana sólo se
dieron tres casos, dos en sendas consejerías autonómicas y una en una empresa
constructora que no era ni la de Chanquete ni la de Mendiluce. Los dos funcionarios y el
directivo que intentaron acceder, aunque al final optaron por irse como si nada
hubiera pasado, pasaron a engrosar la lista de los investigados, gracias a las
autorizaciones que Vanessa consiguió de la juez de guardia tras la
correspondiente charla telefónica.
- Antonio, me vas a tener que ayudar a preparar
toda la información, ya que la juez me ha pedido que mañana antes de las diez
le lleve toda la documentación.
- No te preocupes Vanessa que eso está hecho.
Ahora mismo llamo al equipo y cuando volvamos a Madrid, pasaremos a recoger los
borradores y los corregiremos donde tu prefieras para que, si es posible, los
lleves al juzgado de guardia antes de ir a dormir.
- ¿De verdad crees que lo conseguiremos?
- No lo dudes fiscal. Ni te imaginas la cantidad
de guardias civiles que se lo están currando.
- Y tú mientras tan tranquilo, ¡visitando
Segovia con tu amiga la fiscal!
- Sí, Vanessa, pero haciendo mi papel. No me
extrañaría que nos estuvieran vigilando, de hecho estoy casi seguro de ello. Y
me parece que lo mejor que podemos hacer es que crean que estamos de fin de
semana, pasándolo bien.
- ¿Por eso me has hecho ir al baño para llamar a
la juez?
- Sí señorita, y he aplicado el inhibidor
selectivo para que no pudieran intervenir tu llamada, y como los que nos siguen
son varones, dudo mucho que se atrevan a entrar a los lavabos de señoras. Pero
ahora que ya está todo organizado, tenemos que hacer el papel de turistas
domingueros y ayudaría un montón que después de comer paseáramos más juntitos,
para que piensen que estamos ligando.
- ¡Vaya morro que tienes, Antonio! Por favor no
te aproveches del caso para hacerme hacer algo que no quiera.
- No Vanessa, por favor no hagas nada que no
quieras. Yo sólo te he puesto al corriente de la situación y tú haz lo que te
apetezca, porque si te notaran que actúas forzada, empezarían a sospechar.
- Y tú ¿no actuarías forzado si anduviéramos
"más juntitos" como tú dices?
- No Vanessa, en absoluto, no me costaría nada.
- ¿Tan buen actor eres?
- Si fuera necesario, estoy entrenado para ello
y sería capaz de engañar al más pintado con la tía más fea o que peor me caiga
de todas las que haya conocido. Pero contigo no, primero porque si alguna vez
tuviera que actuar, tú lo sabrías antes y segundo porque, al margen de los
aspectos profesionales, me gustas de verdad. Mucho más de lo que te puedas
imaginar.
- Vale, pero para el carro. Sólo una pregunta
más ¿cómo sabré yo que estás actuando?
- A partir de ahora, si eso ocurriera y no te lo
hubiera podido comentar, sacaré en la conversación esta visita a Segovia sin
mencionarla explícitamente; sin que venga a cuento te preguntaré ¿Vanessa,
recuerdas lo bien que lo pasamos en la primera visita a Segovia? y cuando
escuches eso, sabrás que estaré obligado a actuar.
- ¡Si que sois especiales los picoletos!, ¡nunca
me lo hubiera imaginado!
- Pero no te preocupes, porque dudo mucho que
eso vaya a ocurrir.
Continuaron su visita a Segovia y
Vanessa, aunque puso los cinco sentidos fue incapaz de descubrir que personas
les vigilaban. Por la tarde notó que Antonio le cogía la mano y tras unos
segundos ella se soltó, pero lo hizo riendo y con cara de pícara, como si
estuviera jugando con él. Más tarde, fue ella la que le cogió la mano y se
juntó a él, induciéndole a que la cogiera por el talle, de forma que al cabo de
un rato cualquiera que les viera les tomaría por una pareja. De vuelta a Madrid, Antonio se
puso a contarle sus amores y desamores, pero cuando apenas llevaban cinco
minutos de viaje, de repente le dijo:
- ¿Vanessa, recuerdas lo bien que lo pasamos en
la primera visita a Segovia?
Vanessa recordó lo que unas horas
antes le había dicho Antonio, le guiñó un ojo para que notara que lo había
captado y le respondió:
- Sí Antonio, lo recuerdo muy bien. Lo pasamos
estupendo, como hoy. Bueno, hoy quizás un poco menos, porque todavía no me has
dado ningún beso.
Antonio se volvió hacia ella y le
dio un beso prolongado que ella le aceptó cariñosa y cuando lo terminaron le
dijo:
- Ahora sí que está claro que hoy lo hemos
pasado igual de bien que aquella primera vez.
Continuaron el viaje y Antonio le
siguió contando sus experiencias con otras chicas. Vanessa supuso que le estaba
contando la verdad, pero pensó que era mejor esperar para preguntárselo cuando
no hubiera testigos presentes u ocultos. Cuando se montaron en el coche de
Antonio éste hizo una llamada diciendo unos números en clave y la llevó a su
oficina por un camino más que raro y cuando llegaron le dijo que había costado
un poco pero que al final habían despistado a los que les seguían.
Tal como Antonio le había dicho, su
equipo ya tenía preparados los borradores con la información; los comentaron y
Vanessa hizo algunos cambios para dejar su impronta en los textos. Los copió en
una memoria USB y le pidió a Antonio que la dejara en la fiscalía y que él se
fuera a su casa y la esperara allí.
- Ten, las llaves, pero recuerda que luego me
tienes que abrir y si tienes ganas puedes prepararnos algo de cena. Cuando
llegue ya te contaré como ha ido todo.
Antonio hizo lo que Vanessa le
había pedido y, ya en casa de ella, decidió preparar la misma cena que ella le
había hecho la primera vez y, como ella hiciera entonces, esperó a que llegara
para hacer las tortillas. Como se imaginó que la cosa iría para largo, había
pasado antes por su casa para ducharse, cambiarse y coger una botella de Ribera
del bueno y otra de ron, de la misma marca del que Vanessa tenía, que había
comprado para reponérsela .
A las once y media Vanessa llamó
al timbre y él bajó a buscarla. Se la veía contenta, así que prefirió no
preguntarle nada.
- Vaya, parece que te has esmerado preparando
todo - dijo al entrar y ver la mesa preparada- Aunque está claro que eres un
copiota y un segurola. Supongo que de segundo harás unas tortillas ¿no?
- Sí, por supuesto. reconozco que soy un copiota
y un segurola y espero que me lo perdones. La verdad es que no estaba preparado
para investigar y cuando he visto que tenías todos los ingredientes, no lo he
dudado.
- Pero ya lo tenías pensado, porque también has
traído el vino.
- Sí, en eso también tienes razón. ¿Nos sentamos
a cenar en cuanto traiga las tortillas?
- Vale, pero tarda un poquito, que me voy a
duchar.
Cuando Vanessa salió de la ducha,
se presentó en el comedor en pijama, lo que era una señal inequívoca de las
ganas que tenía de salir después. Cenaron mientras Vanessa le contaba lo bien
que había ido con la juez de guardia, que estaba asombrada de lo rápido que
había preparado todo, ya que sabía que había pasado el día en Segovia con
Gutiérrez y no perdió la oportunidad para comentarle que ya corrían voces del
equipo tan bueno que hacían y rumores de que la relación era algo más que de
equipo de trabajo. Ella le dijo, en plan confidencial, que también eran buenos
amigos, con lo que consiguió zanjar el tema. Al despedirse la juez le dio las
gracias, porque se iría a dormir tranquila, aunque le pidió que estuviera
atenta a su llamada, por si necesitaba algo más.
Cuando terminaron la cena,
Vanessa le ofreció el ron y cuando volvió con las copas y la botella le dijo
que no hacía falta que hubiera traído una de repuesto, porque sólo tomarían una
copa cada uno ya que no tenía ganas de trasnochar, aunque eso sí le agradecería
que le explicara lo de la actuación en el tren y le dijera lo que había de
verdad en lo que le había contado.
- Te dije que debía actuar sólo para que fueras
consciente de que teníamos al lado a los espías, tan al lado que seguro que
escucharían cada palabra, aunque te las hubiera dicho al oído, y por eso se me
ocurrió comentarte lo bien que lo habíamos pasado en nuestra primera visita a
Segovia. Por cierto, muchas gracias por decirme lo del beso y por permitirme
que te lo diera, de esa manera creo que se habrán creído que hemos pasado el
día de ligoteo. A estas horas me imagino que sabrán que estoy aquí, porque
casualmente me he dejado el teléfono encendido al bajar a abrirte, y espero que
eso sea suficiente para que los que les han contratado duerman esta noche
tranquilos, sin saber que ya están pinchados con todos los permisos.
Pero todo lo que te he contado es lo mismo
que te habría contado de no estar ellos al lado. Créeme que no hay mejor
actuación que cuando haces de ti mismo y lo haces sinceramente. Y el beso, que
seguramente no nos habríamos dado sin su indeseada presencia, también ha sido
totalmente sincero.
- Así me lo ha parecido y estoy contenta de que
todo haya sido sincero. Respecto al beso ya hablaremos, no porque no haya sido
sincero también por mi parte, sino porque me lo tengo que pensar. La verdad es
que no tenía previsto que la relación entre nosotros avanzara tan rápido en ese
sentido y antes de consolidar este avance tengo que estar segura de que yo
también lo quiero así. No sé si me explico, pero tengo la sensación de que las
circunstancias nos han empujado hacia un tipo de relación que normalmente
habría tardado más en llegar, si es que al final hubiera llegado. No creas que
soy una mojigata, algún día te contaré más detalles de mis amores y verás que
no lo soy, ni que me arrepiento de que nos hayamos besado, porque estoy
contenta de que lo hayamos hecho, sólo que prefiero ser yo la que decida si hay
próximo beso, y cuándo y cómo, si es que lo hay. No hace falta que me digas que
por tu parte estarías encantado de que ya lo asumiéramos como normal, porque ya
lo sé. Sólo te pido un poco de tiempo.
- Como tú quieras Vanessa. Supongo que con estas
últimas palabras me estás invitando a que me vaya a mi casa, y así lo haré,
salvo que tú me digas que estoy equivocado.
- No Antonio, no te equivocas. Muchas gracias
por el día, tanto en la parte profesional como en la personal. Que descanses y
hasta mañana.
- ¿Hasta mañana? ¿Dónde y a qué hora, princesa?
- Ya te llamaré. Perdona que no sea más
explícita.
-
Que descanses Vanessa. Hasta mañana.
XI
Antonio no había puesto el
despertador, para dormir hasta donde el cuerpo le pidiera, pero no contaba con
que a las ocho y media sonara su móvil. Era Vanessa quien llamaba y él no se lo
esperaba, al menos tan temprano.
- Buenos días Vanessa ¿que se te ofrece en esta
mañana dominguera?
- Buenos días Antonio. Espero que hayas
descansado bien, porque me da que tendremos un día movidito. Siento haberte
despertado, porque eso significa que hubieras dormido más, pero tenemos que
estar dentro de una hora en el juzgado de guardia, porque así me lo pidió ayer
la juez al darme las autorizaciones.
- ¿Tenemos? ¿Desde cuándo los jueces piden
simultáneamente a los representantes de la fiscalía y de la policía judicial
que comparezcan juntos, salvo en las vistas orales?
- Sí, Antonio. Tenemos, pero no es una
comparecencia sino un quid pro quo. Y
no creo que nos podamos quejar después de lo que aprobó ayer a toda prisa. Lo
que quiere es saber los resultados obtenidos a la hora de dejar la guardia,
para anotarlo en sus notas por si después le preguntan, que ya verás cómo lo
harán.
- Bueno, voy a buscarte lo antes posible. por
cierto ¿cómo voy, en ayunas o desayunado?
- Vente en ayunas y no tardes porque ya estoy
poniendo la cafetera.
- Vale, estaré allí antes de lo que te esperas.
Se duchó en un pis pas, se vistió
con ropa limpia y llegó a casa de Vanessa en cosa de veinte minutos. Vanessa
había comprado churros y el café estaba humeante cuando llegó. Se sentaron a
desayunar con cierta tranquilidad, porque disponían de casi media hora antes de
salir, y Vanessa se volvió a disculpar y le explicó que era bueno tratar bien a
todo el mundo, pero especialmente a los que lo hacen contigo, y estaba segura
de que más de la mitad de los jueces hubieran pasado de perfil ante la
situación del día anterior.
- Vanessa, estoy totalmente de acuerdo contigo
en todo lo que me has dicho, lo único que me ha extrañado es que esa juez, o
cualquier otra persona en su misma situación, te haya pedido que vayamos los
dos. ¿Es posible que todos los jueces sepan que estamos juntos en este caso? y
aunque lo sepan ¿qué sentido tiene que nos quieran a los dos para dar el
informe oral de lo ocurrido ayer?
- La juez lo sabe porque yo se lo expliqué y,
para que lo sepas, se lo dije porque era un argumento más a favor de que
considerara positivamente la petición. Por otra parte, ella no ha pedido que
vayamos los dos, sino que ha sido idea mía que vengas y estés fuera como ayer,
por si decide preguntar algo que yo no sepa. ¿Conforme?
- Conforme Vanessa. Si tú lo ves adecuado, yo
encantado de acompañarte a donde quieras. Además, si nos siguen espiando
Hernández y Fernández, haremos que sigan pensando que continuamos el ligoteo.
- Por cierto Pardeza, quiero que sepas que desde
que me fui a casa ayer hasta que he llegado hoy no se ha movido ni una mosca,
lo que significa que todos los nuevos vigilados piensan que por el momento
están libres de vigilancia. De todas formas me imagino que a partir de las diez
o diez y media comenzará de nuevo el baile de llamadas, mensajes y encuentros
discretos.
A las nueve y veinticinco la
fiscal Pardeza entraba en el juzgado y diez minutos después salía con la cara
sonriente, señal de que todo había ido bien. Antonio propuso a Vanessa que
volvieran a su casa y allí decidieran el programa dominical. Cuando llegaron,
Vanessa se extrañó de que aparcara un poco alejado y, además, dejando mucho
espacio con el coche de delante, pero insuficiente para que pudiera aparcar ni
un Smart y le preguntó la razón.
- Es para que Hernández y Fernández, que más
pronto que tarde reanudarán el espionaje, crean que he pasado la noche en tu
casa.
- Ya me puedes explicar eso. Primero quiénes son
esos Hernández y Fernández, y no me digas que son los dos espías de ayer que
eso ya me lo imagino, y después por qué razón quieres que alguien piense que
has pasado la noche en mi casa.
- No te sulfures Vanessa, que todo está previsto
y si me equivoco entonaré el mea culpa. Los hermanos Hernández y Fernández son
dos detectives privados de los mejores de Madrid y trabajan casi siempre para
una agencia muy famosa, aunque cuando pueden también actúan por su cuenta, para
sacar más dinero cuando la ocasión lo permite; y creo que ésta es una de esas
ocasiones, porque mucho me temo que detrás de este caso hay gente muy
importante que intentará que termine lo más enterrado posible. Quiero que
piensen que he dormido en tu casa porque si se lo tragan dispondremos de
algunas horas más de exceso de confianza por parte de los malos que ahora
vigilamos, lo que con un poco de suerte nos dará unos cuantos nombres más, o
sea más trabajo y más facilidades para documentar el caso ¿conforme?
- Ya, son dos hermanos y tienen apellidos
diferentes ¿no?
- Sí, de verdad son dos hermanos que, como
notarás cuando los veas, se parecen bastante y además siempre van vestidos
igual, pero sus apellidos reales son Valcarcel Llorente.
- Entonces ¿por qué les llamas Hernández y
Fernández?
- Pero Vanessa ¿no has leído nunca las aventuras
de Tin Tin?
- No, no las conozco ¿debería haberlas leído?
- ¿Tampoco has visto nunca ninguna película de
dibujos animados de esas aventuras?
- No que yo recuerde ¿por qué?
- Porque si las hubieras visto o leído,
seguramente recordarías que Hernández y Fernández son dos detectives que casi
todo el mundo cree que son hermanos gemelos, hasta que alguien le hace notar
que los apellidos son distintos. Dicen que el bigote es un poco distinto, pero
yo nunca he sabido notar la diferencia. En cualquier caso los de Tin Tin son el
desastre personificado, pero estos dos son, como te he dicho, lo mejor de lo
mejor, a pesar de lo cual todo el mundo les llama así, incluso en su presencia,
y ellos se divierten al oírlo.
- ¿Qué planes tienes para ellos?
- Como te puedes imaginar están siendo, a su
vez, vigilados, pero de forma que espero que no se den cuenta hasta que decida
darles esquinazo de forma que dejen el caso inmediatamente, lo que con un poco
de suerte nos permitirá saber quien les ha contratado. Y ahora, vamos rápido a
tu casa que en menos de diez minutos habrán llegado aquí.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque me acaba de llegar el aviso.
Subieron de nuevo a casa de
Vanessa y Antonio le hizo hacer el paripé de que estaban terminando de
desayunar y de preparar el domingo, por descontado hablando sólo de las
actividades lúdicas. Vanessa le pidió explicaciones y él le rogó que le
permitiera dejarlas para más tarde, cuando ya no estuvieran al alcance de
Hernández y Fernández, y cerró el asunto diciendo:
- Piensa que a partir de uno o dos minutos lo
más probable es que escuchen y graben todo lo que digamos, así que dejamos por
ahora el asunto y hasta que yo te diga que estamos libres, si hay algo que
quieres preguntarme o decirme, lo haces escribiendo en este pequeño bloc ¿Vale?
- Entendido Antonio.
Bueno Antonio -añadió Vanessa iniciando el
papel que tocaba hacer en aquel momento- ¿te parece que vayamos recogiendo el
desayuno?
- Claro Vanessa, que si no se nos hará tarde y
perderemos media mañana. ¿Te apetece que vayamos a pasear al Retiro hasta que
empiece a apretar el calor?
- Vale, pero luego ¿qué quieres que hagamos?
- Podríamos ir a tomar el aperitivo a algún bar
de los típicos que todavía ponen vermut de cuba.
- Y luego ¿donde podríamos comer? En tu casa o
en la mía, donde prefieras, que tenemos que mirar un poco lo que gastamos.
- Mejor en la tuya.
- Bueno, pues comeremos aquí algo rápido de
hacer.
- Vale, Vanessa, y si quieres luego nos podemos
echar una siestecilla juntos.
- Eso ya lo veremos, que te estás acostumbrando
mal.
- De acuerdo, si te parece lo podemos hablar en
la comida.
Hicieron todo lo planeado y por
más que Vanessa intentaba estar muy atenta, no consiguió ver a nadie que
pudiera ser Hernández o Fernández y mucho menos a los dos juntos. Sólo en una
ocasión Antonio se metió en el servicio, en el bar del vermut en el que, según
le contó después, sólo cabía una persona, lo que le permitió, mientras orinaba
de verdad, echar un vistazo a los mensajes y mandar un par de ellos super
cortos.l cabo de un rato Antonio le
hizo salir y pasaron por delante de los que debían ser Hernández y Fernández,
que estaban hablando con otra persona y que parecieron ignorar que tenían
delante a Antonio, al que sin duda conocían. Se fueron a casa de Vanessa y al
llegar, después de pasar un aparato por todas las estancias de la casa, le dijo
que ya eran libres de hablar lo que quisieran, aunque lo más probable es que el
movimiento aumentara al cabo de una hora. Vanessa le preguntó si aquellos dos
eran Hernández y Fernández y Antonio le dijo que sí y que el tercero era un
guardia civil recién llegado de la academia y que empezaría sus prácticas,
oficialmente, al día siguiente, aunque hoy había hecho su primer servicio a la
perfección, anulando a los mismísimos Hernández y Fernández sin que ellos
pudieran hacer nada por evitarlo.
- ¿Me puedes decir cómo lo ha hecho?
- Sólo en términos generales, y eso porque eres
fiscal, que si no, ni eso te podría decir. Cuando ha recibido una señal que yo
le he mandado, se ha acercado a ellos, que estaban en la barra perfectamente
apostados, y les ha llamado por su nombre de guerra y, a continuación se ha
presentado, ya que ellos no podían conocerle. Ellos han intentado una maniobra
evasiva, pero el agente Cárdenas, que así se llama el novato, les ha dicho que
si salían en aquel momento era para ir al cuartel, andando, esposados y
custodiados por cuatro guardias civiles. Como era de esperar han preferido
permanecer allí y cuando tú y yo nos hemos levantado para irnos, ellos han
pedido a Cárdenas permiso para llamar a su jefe, para que él pudiera a su vez
llamar a quien corresponda para acabar esa situación tan desagradable. Entonces
él les ha dicho que sería él el que llamara al dueño de su empresa para darle la
noticia del trabajo por libre que estaban haciendo y ellos han claudicado. Han
preguntado cuál era la solución y han recibido como respuesta que comerían los
tres juntos, él custodiaría todos sus elementos electrónicos y cuando acabaran
de comer se los devolvería. Eso sí, si la primera llamada que hacían no era a
la persona que les había contratado para decirle que habían sido detectados y,
en consecuencia, abandonaban la tarea, entonces volverían a la primera casilla
y serían detenidos, esposados y conducidos al cuartel. El final lo conoceremos
más tarde, pero conociéndolos, estoy seguro de que harán lo que Cárdenas les
diga.
- Y nosotros ¿qué haremos ahora?
- Lo que te había dicho antes, pero con una
modificación. Si te parece iremos a comer a tu casa, pero la supuesta siesta,
que no lo iba a ser en ningún caso porque lo dije para que lo escucharan los
espías como supongo qué habrás imaginado, se convertirá en una sesión de
trabajo para tratar los pinchazos que vayan llegando, que espero que sean
muchos y muy interesantes y, si no tienes inconveniente lo haremos desde tu
casa.
- Veo que lo tenías todo previsto.
- La verdad es que las cosas están saliendo
hasta ahora como las había imaginado, pero a partir de ahora me parece que nos
llevaremos unas cuantas sorpresas, porque creo que aparecerán nuevos actores
con ideas que difícilmente podemos adivinar por el momento. Por todo ello creo
que lo mejor es que esta tarde trabajemos juntos y a ser posible en tu casa,
por lo menos durante unas horas.
- ¿Temes algún problema?
- Te lo diré cuando sepa a quien llaman
Hernández y Fernández. Pero estoy convencido de que, más pronto que tarde, no
solo nosotros sino también nuestros jefes seremos objeto de maniobras para
quitarnos del caso.
La pareja se dirigió a casa de Vanessa,
comieron y se pusieron a charlar para rehacer la conversación de la tarde
anterior, cuando volvían en el tren y quitar todas las cosas que se dijeron
porque sabían que estaban siendo escuchados. No les llevó mucho tiempo, pero
pronto empezaron a llegar los mensajes de los escuchas. El primero fue el del
destinatario de la primera llamada de Hernández y Fernández, que tuvieron la
gentileza de dejar que Cárdenas escuchara, habiéndole dicho antes su identidad,
que no era otra que Gregorio Martínez Miranda, el presidente de la patronal de
la construcción, un directivo que la patronal había contratado aunque no tenía
la menor experiencia en el sector, porque su habilidad fundamental era la de
tener una completísima agenda de contactos en las administraciones contratantes
y en las empresas que contratan obra civil por cuantías importantes y una
capacidad de convencimiento poco común. En cuanto Antonio lo supo le dijo a la
fiscal:
- Vanessa, éste es el tercero para el que pido
la aplicación del permiso provisional. Dentro de cinco minutos me llegará el
borrador con la justificación, lo veremos a la vez, lo retocaré con los
comentarios que puedas tener y espero tener la autorización tan rápido como sea
posible.
- De acuerdo Antonio. En cuanto lo haya leído,
si es de la calidad habitual, tendrás el permiso, aunque a continuación se
hagan los retoques que convengan. No tengo ninguna duda de la importancia de la
rapidez en este caso.
Un cuarto de hora después, el
equipo de escucha ya tenía pinchado el teléfono y en menos de dos horas ya
habían grabado varias conversaciones en las que intervenían, como segundo
interlocutor, varios directivos de empresas contratantes, de empresas
constructoras y altos funcionarios de varias consejerías de una docena de
comunidades autónomas.
Sin embargo, Antonio recibió una
grabación mucho más importante, ya que en ella Martínez Miranda se puso en
contacto con Eloy Chinarro Gandía, conocido en el hampa como "Rompepiernas",
para pedirle que diera un susto contundente, pero que no dejara secuelas
físicas, a la fiscal Pardeza. Acordaron el precio, 3000 euros que recibiría
aquella misma tarde y 12000 más al terminar el trabajo.
Antonio llamó inmediatamente al
teniente Tabarés, que le dio el visto bueno para montar el dispositivo
correspondiente que constaba de cuatro piezas fundamentales: la grabación del
pago del adelanto, la protección de la fiscal que, al menos durante los tres
días siguientes estaría a cargo de cuatro agentes de paisano, el seguimiento de
El Rompepiernas y de los esbirros que dedicara al asunto y el plan de aborto
del secuestro que, casi con garantía, intentarían a la mañana siguiente cuando
ella saliera de casa.
Una vez montado todo, puso a
Vanessa al corriente, a la vez que Tabarés se fue a hacer el encontradizo con el
juez Moreno para hacer lo propio, pero en persona, aplicando un protocolo de
seguridad que tenían pactado.
Vanessa se quedó muy sorprendida,
tanto por el giro que iban tomando las cosas como por la rapidez de la
respuesta de la trama corrupta y la asombrosa eficacia de la Guardia civil para
prevenir todos los flancos.
- Vanessa, quiero proponerte una cosa que quizás
no te guste, pero que creo muy conveniente para tu seguridad. Piénsalo bien,
pregúntame lo que quieras y toma tu decisión, que será clave para determinar
algunos de los aspectos de tu protección durante el intento de secuestro.
Creo que lo más prudente es que me permitas
pasar esta noche en tu casa, en el segundo dormitorio. Haremos creer a los
malos que yo duermo en mi casa y que me habré ido a la oficina a las cinco de
la mañana. De esta manera estaré aquí para protegerte, aunque saldré después de
ti y no te preocupes que no pasaré la noche en blanco. Otros compañeros lo
harán por mi y tu estarás monitorizada, si es que nos lo permites, todo el
tiempo, lo que supondrá que en cuanto alguien se acerque a ti, yo lo sabré al
instante. Cuando te secuestren, no te resistas y deja que te quiten la cartera
y el bolso, en el que no llevarás más que el móvil, las llaves y cuatro cosas
que tu uses habitualmente. En la cartera pondrás datos de algún caso ya
juzgado, y cuando te digan que entres en un coche, hazlo sin temor, porque los
dos ocupantes que habrá en él, además del conductor, serán agentes y el
conductor estará esposado. En cuanto entres, el agente que estará a tu lado
saldrá y te pedirá que lo hagas tú también. Acompáñale, porque te pondrá a
resguardo, y antes de que te des cuenta yo estaré a tu lado.
- ¿Crees que es la mejor manera de actuar?
- No lo dudes. Si ellos actúan como pensamos,
los ocho implicados directamente serán detenidos y acusados, con todas las
pruebas, no de intento de secuestro, sino de secuestro ya que te habrán
obligado a entrar en su coche tras haberte quitado tu cartera y tu bolso. Eso
no hace falta que te lo explique porque tú eres fiscal. Pero también nos
permitirá incluir en el paquete a Rompepiernas por haber participado en él,
gracias a la conversación telefónica y, cómo no, a Martínez Miranda como
inductor, lo que creo que nos dará vía libre para completar el organigrama de
la red.
- ¿Corro algún riesgo?
- Sí Vanessa, siempre hay algún riesgo. Pero no creo que
sea relevante. Primero porque Rompepiernas ha recibido el encargo de que no
sufras ninguna consecuencia física, y si su banda decide tomarse la revancha,
lo hará contra Martínez Miranda, porque ese es su estilo; y segundo porque no
se esperarán que estemos enterados, ya que si tuvieran la más mínima sospecha,
abortarían la operación y se quedarían con los tres mil euros por las
molestias, eso si no le obligan a pagar el resto de todas maneras.
- Y después, ¿qué pasará?
- No lo sé Vanessa. El caso se resolverá con
mayor facilidad, de eso estoy seguro, pero las presiones para sacarnos de él a
ti y a mí serán enormes y no sé si tendrán algún éxito. Por descontado
mantendremos una vigilancia sutil, para que siempre estés segura, hasta que
estemos completamente seguros de que la trama ha dejado de actuar.
- Bien, de acuerdo acepto tu plan.
- Entonces, déjame unas llaves del piso, ya que
me voy a casa y volveré al cabo de un rato. Cuando llegue y me hayas visto,
para lo que lo mejor es que estés en el comedor, no me digas nada y yo me iré
directamente al dormitorio. La siguiente conversación la tendremos mañana,
cuando todo haya acabado. procura dormir y estate tranquila, que todo está
controlado.
- Bueno, entonces hasta mañana Antonio.
- Hasta mañana Vanessa. ¡Eres un sol!
Ella se acercó y le dio un
abrazo, él le dio dos besos en la cara y pensó que hasta el día siguiente no
sabría si todo este ajetreo les uniría más o les alejaría. Actuó como le había
contado a Vanessa y al llegar a casa le dio al agente que le suplantaría a la
mañana siguiente las llaves de la casa y del coche y el móvil habitual y le
dijo donde había aparcado. Un rato después recibió el aviso del compañero que
le devolvería a casa de Vanessa, pero entrando por otro edificio contiguo, y
cuando entró en la casa de Vanessa se miraron, ella le mandó un beso por el
aire y cada uno se fue a su dormitorio.
XII
El lunes a las cinco de la
mañana, el agente que suplantaba a Gutiérrez se levantó e hizo todo lo que Gutiérrez
habría hecho si se hubiera levantado a esa hora para ir al trabajo. Cuando
llegó a la oficina dejó todas las cosas de Gutiérrez en su mesa, le mandó a
Gutiérrez la señal convenida que le indicaba que todo había ido según lo
previsto, y se fue a su puesto de
trabajo, ya que para él la jornada oficial empezaba en ese momento.
A las siete y media Vanessa se
levantó como todos los días, e hizo lo mismo que hacía cada día antes de ir a
trabajar. La noche antes había preparado el bolso y la cartera con lo que
Antonio le había indicado y salió a la hora habitual de su piso. Bajó, como
siempre en el ascensor, y cuando ya estaba a punto de llegar a la puerta del
edificio, alguien la cogió por detrás, le tapó los ojos con una cinta elástica
que no le permitía ver nada y escuchó cómo le decía en voz baja pero firme:
- Señora fiscal, esto es un secuestro, déjeme
coger su cartera y su bolso y siga caminando con las manos por delante para
abrir el portal. Cuando abra la puerta salga y siga caminando hasta que yo le
avise. entonces entrará en un coche, en la parte trasera y no se preocupe que
yo le ayudaré a entrar sin que se golpee. Haga todo lo que yo le diga y, si lo
hace, esta tarde estará de nuevo en su casa sana y salva. En el coche iremos
cinco personas y usted estará en medio. No diga nada hasta que yo se lo ordene.
Ni se le ocurra gritar, porque si lo hace se despertará con un cierto malestar
donde corresponda.
- Vanessa hizo lo que le dijo aquel hombre y
aunque se tropezó un par de veces, en unos segundos se encontró dentro del
coche, pero no notó que entrara el secuestrador con ella. Notó que la persona
que tenía a su derecha le quitaba la cinta mientras le decía:
- Tranquila señora Pardeza, soy el agente
Cordero de la guardia civil y ahora saldré del coche y usted me acompañará a un
lugar seguro.
Así lo hizo Vanessa y apenas tuvo
tiempo para ver lo que pasaba. El conductor estaba esposado con ambas manos por
delante y unidas al volante. Otra persona, sin duda otro agente, estaba sentado
delante. Fuera otros dos agentes se llevaban, también esposado, al que
seguramente fuera su secuestrador. Delante del coche había dos coches y otro
más detrás que sin duda habían servido para evitar la posible huida. Más atrás
había más coches que seguramente ocupaban más agentes y fuera le pareció ver a
algunos otros detenidos.
Cuando hubo cruzado la calle y
caminado en el sentido de la marcha de los vehículos, de repente se encontró
ante Antonio que la abrazó mientras le decía:
- Ya está Vanessa, se acabó el mal trago. Todo
ha salido a la perfección. Bueno sólo falta un detalle, el aviso de que
Rompepiernas y Martínez Miranda hayan sido también detenidos, aunque ellos en
sus respectivos domicilios. ¿Dónde quieres que te lleve?
- Me gustaría subir a casa, coger los papeles
que me quiero llevar al trabajo e irme a trabajar como todos los días.
- ¿Te puedo acompañar?
- Si, claro, pero te bajas antes de que entre en
el garaje ¿Vale?
- De acuerdo.
Cuando llegaron a la puerta del
garaje Vanessa, contenta porque llegaba a una hora que entraba dentro de lo
normal, se despidió:
- Te llamaré a lo largo del día ¿podremos cenar
juntos?
- Por supuesto, aunque ya veremos quién marca la
hora.
- Seguro que es tu jefe el que la marca.
- No me extrañaría -respondió Antonio mientras
se bajaba del coche y se dirigía al vehículo que le esperaba para llevarle al
cuartel-
Cuando llegó, su jefe le estaba
esperando y le dijo:
- Gutiérrez, buenos días y excelente trabajo.
¿Le ha dado tiempo a desayunar?
- No mi teniente, aun no he tomado nada.
- Pues vamos a mi cafetería habitual y mientras
desayunamos me cuenta todo lo ocurrido en este fin de semana tan movidito.
En la cafetería, Antonio le contó
todos los detalles que todavía no sabía el teniente, que eran solo detalles
secundarios porque estaba al cabo de la calle de lo ocurrido aquella mañana y,
en contrapartida, le comentó los detalles de las detenciones de Rompepiernas y
Martínez Miranda.
Rompepiernas se había imaginado
todo en cuanto los agentes entraron en su casa y le comunicaron los motivos de
la detención. Se limitó a decir que colaboraría en la investigación sin ningún
problema, pero que lo haría en presencia de su abogado, al que llamó desde su
casa y le dijo el lugar al que le llevarían detenido. Todos sabían lo que
ocurriría, porque Rompepiernas tenía muy claros sus criterios: reducir su pena
y las de sus colaboradores al mínimo posible y fastidiar al máximo a quienes le
habían metido en el follón, esto es a Martínez Miranda y a sus allegados, tarea
de la que se encargaría su equipo en cuanto el abogado lo permitiera.
Martínez Miranda, por el
contrario, puso todas las pegas que se le ocurrieron y se encontró con que
cuando llegó su abogado le comunicaron los cargos y las pruebas existentes
contra él, sólo en lo que se refería al secuestro de la fiscal, y le pasaron a
disposición judicial. Antes de una hora estaba en prisión preventiva, sin
fianza, no comunicada y bajo secreto de sumario, acusado de promover el
secuestro de la fiscal Pardeza.
A media tarde, el teniente
Tabarés recibió un mensaje del juez Moreno, que tenía un gran interés en que
hablaran un rato, en privado. Poco después, fue llamado al despacho de su jefe
que, con cara de un enorme disgusto, le comunicó que a partir del día siguiente
el equipo dedicado al caso de la corrupción en las actividades de las
constructoras estaría limitado a cuatro personas, ninguna de las cuales podría
ser el cabo primero Gutiérrez. Esta orden no se refería ni al caso del
secuestro de la fiscal Pardeza, ni tampoco al caso inicial de Obras civiles, en
los que podría disponer de los efectivos que necesitara, incluido Gutiérrez. Cuando Tabarés se interesó por
los detalles, recibió por respuesta que no le podía responder y cuando insistió
en conocer si había habido algún aspecto que necesitara ser investigado por
medios internos, el capitán le dijo:
- Teniente, no le puedo dar detalles, pero esté
tranquilo en lo que a su gente se refiere. Su trabajo ha sido excelente y su
dedicación encomiable. Nadie tendrá un borrón en su expediente por este caso y,
por el contrario, más de uno tendrá menciones de aprecio por el trabajo
realizado.
- ¿Ordena usted alguna cosa más, mi capitán?
- No, ya puede retirarse.
Más tarde, supo por el juez que
algo estaba pasando también en la judicatura. Le habían sugerido que dividiera
el caso en piezas y, como se imaginaba que el motivo era ralentizar el de la
trama de corrupción, idea que le corroboraba la orden recibida por Tabarés, decidió
proponer la división en tres piezas, una para el caso original, limitada a la
acusación de Alcubierre contra Obras civiles, otra, a la que daría prioridad
absoluta, para el secuestro de Pardeza y una tercera para el resto. La propuesta del juez Moreno fue
aceptada y le pidieron que diera una prioridad absoluta al secuestro y que
pensara que quizás no podría tener tantos agentes de la policía judicial para
el caso de la trama general de corrupción en la construcción. También recibió
algunos elogios e incluso algunas invitaciones a presentar su candidatura para
un puesto de Magistrado en la Audiencia Nacional.
Cuando Tabarés volvió a su
despacho, vio que Antonio todavía estaba en su mesa, se acercó y le dijo que
antes de irse pasara por su despacho. Antonio sabía que eso quería decir que
terminara lo que tuviera entre manos y luego fuera a hablar y por la cara que
tenía, no le parecía que las noticias fueran especialmente buenas. Terminó uno de los cuadros del
organigrama de la trama, que era completamente nuevo y tenía algunos pesos
pesados, guardó todos los papeles, como si estuviera recogiendo para irse y fue
al despacho de Tabarés.
- Buenas tardes mi teniente, estoy a lo que
quieras que haga.
- No tan buenas Antonio, siéntate, escucha y,
por favor, no me lo pongas difícil.
- A tus órdenes mi teniente, siempre a tus
órdenes.
- Hay novedades en el caso. La primera es que ya
no es un caso, sino tres. Uno el pleito puesto por Alcubierre, pero limitado a
lo que pone en los papeles entregados por la denunciante. El segundo el
secuestro de tu amiga la fiscal Pardeza y el tercero el resto de la trama de
corrupción.
La segunda es que tú seguirás al cargo de los
dos primeros y Pardeza seguirá representando a la fiscalía en el primero y en
el tercero, aunque en el segundo no, por motivos obvios. Pero tú no seguirás en
el tercero, y no es porque lo hayas hecho mal. En realidad la superioridad me
ha pedido que os haga saber a todo el equipo que el trabajo ha sido excelente y
que ninguno de vosotros merece el menor pero. Cuando sepas a cuantas personas
se reducirá el equipo de esa tercera pieza, me parece que preferirás estar
fuera, pero eso será mañana por la mañana. Si tienes algo importante que hacer
respecto a esa tercera pieza, tienes hasta medianoche. A partir de esa hora
asegúrate de que nadie trabaja en ello hasta que mañana os reúna.
La tercera, como te puedes imaginar es que a
partir de ahora se reducirán tus reuniones de trabajo con la fiscal, pero
espero que eso no suponga ninguna traba en vuestras relaciones, ni
profesionales ni personales. Hacéis muy buen equipo y quiero pensar que
tendréis más oportunidades en el futuro.
Por hoy eso es todo, no espero ningún
comentario ni pregunta por tu parte, y ahora haz lo que más convenga, terminar
algún fleco o recoger e irte para casa. Gutiérrez, has hecho un excelente
trabajo.
- A sus órdenes mi teniente. Siempre a sus
órdenes.
Antonio se fue a su mesa y se
puso a rellenar el último cuadro que le faltaba por elaborar. Después revisó
todo el organigrama disponible hasta el momento y pensó que le sería de gran
ayuda a quien retomara la tarea a partir de la mañana siguiente. Cuando quedó
satisfecho por el análisis de coherencia, llamó uno por uno a los miembros del
equipo y les dijo que a las doce menos un minuto tenía que cesar el trabajo
hasta que por la mañana el teniente diera nuevas instrucciones, les dio las
gracias por el excelente trabajo y les dijo que él daba por concluida su
jornada laboral. Eran las nueve y cinco y llamó a
Vanessa para preguntarle si estaba libre. Ella le dijo que estaba en casa y
quedaron en verse en cuanto él llegara.
- No te preocupes por la cena, que estará lista
cuando llegues -se despidió Vanessa-
- Pasaré por casa para coger el vino -respondió
Antonio, que pensó que había un tono de amargura en la voz de la fiscal-
Efectivamente fue a su casa, se
duchó y se cambió de ropa, cogió el vino y poco antes de las diez estaba
llamando al timbre de su amiga. Ella le abrió la puerta y él notó una sonrisa
franca que no era suficiente para ocultar una gran tristeza. se acercó para besarla
en la mejilla y ella continuó con un sentido abrazo.
- Antonio -le susurró- lo siento mucho. No hay
derecho a que te traten así. Esta decisión hará mella en la fiscalía, y creo
que también en la judicatura. Nadie la puede entender.
- Vanessa, por favor no te preocupes por mí. Son
gajes del oficio. En la Guardia civil es más sencillo: es una orden de la
superioridad y la superioridad siempre tiene razones para decidir lo que
decide, aunque a los de abajo nos cueste entenderlo; pero eso es porque no
tenemos toda la información.
Alegra esa cara, por favor. Yo me temía que
estuvieras afectada por lo de esta mañana, y si lo has encajado medianamente
bien, estaré más que contento. Te pasará factura, antes o después, y cuando eso
ocurra, si quieres hablarlo conmigo, siempre que quieras me tendrás a tu lado,
pero creo que deberías considerar hablar también con algún especialista que te
ayude a pasar página; los hay francamente buenos.
Le hizo pasar al comedor y le
preguntó si tenía sentido tomar vino en esa situación. La respuesta de Antonio,
dada mientras le ofrecía la copa a medio llenar, fue sencilla aunque escueta:
- Sí Vanessa, siempre tiene sentido que dos
amigos brinden con una copita de buen vino para celebrar que han superado una
experiencia muy difícil, como ha sido hoy nuestro caso.
¡Por nosotros Vanessa!
- ¡Por nosotros Antonio!
Se sentaron y empezaron a cenar.
Comprobaron que les habían dado las mismas informaciones y que les habían
negado la menor explicación. Como todavía no eran las doce, Antonio le puso al
día de los avances en la investigación y le dio un USB con el organigrama hasta
donde se conocía entonces. Vanessa echó de menos que no le entregara ninguna
petición adicional de investigación de contactos y Antonio se excusó diciéndole
que eso ya era tarea de quien le sucediera. Después Vanessa quiso hablar de
lo ocurrido por la mañana y Antonio se convenció aún más de que ella tenía la
cabeza muy bien amueblada y al final de la conversación volvió a sugerirle que
visitara a alguien experto. Ella no conocía a nadie que le ofreciera confianza
y Antonio le dejó tres nombres, con sus teléfonos y le dijo que eligiera a uno
de los tres, al azar o como quisiera, porque todos eran muy buenos. Ella se
decidió por una de las dos mujeres y le dijo que a la mañana siguiente la
llamaría. Terminaron la cena y ninguno
quiso proponer tomarse una copa. Siguieron hablando sentados en el sofá y
Vanessa le cogió la mano y le dijo:
- Antonio, quiero que sepas que no tengo ninguna
duda: eres mi amigo y estoy encantada de tu amistad. Lo de hoy ha sido tremendo,
pero creo que ha creado entre nosotros unos lazos aún más fuertes. En cuanto a
la amistad, aunque lo de hoy no hubiera pasado te lo estaría diciendo igual,
porque ya hace días que lo pienso.
- Y esta noticia ¿cómo la celebramos? Porque
este día que para mí pintaba tan mal desde media tarde, creo que terminará muy
bien.
- La celebraremos como tú quieras. Hoy estoy
dispuesta a hacer lo que prefieras, aunque sé que serás prudente.
- Yo estoy muy cansado y tú estarás reventada,
así que te propongo irnos a dormir juntos ahora mismo. Me gustará ver cómo será
el despertar mañana.
- Entonces, ayúdame a recoger y nos vamos a la
cama.
XIII
A las siete y media sonó el
despertador de Antonio y se llevó una grata sorpresa cuando Vanessa le pasó el
brazo por encima y le dio los buenos días con dos besos en las mejillas y uno
en los labios.
- Gracias Antonio, porque gracias a ti ha sido una noche tranquila. He dormido profundamente y aunque me he despertado un par de
veces, todavía afectada por el secuestro, cuando he notado tu presencia me he
vuelto a dormir llena de paz. Espero que podamos repetirlo de vez en cuando.
- No lo dudes princesa, pero ahora toca
levantarse. No estaría bien que hoy llegara tarde a la reunión en que
oficialmente me comunicarán que estoy fuera del caso principal. Por suerte me
quedarán los otros dos, aunque tendré que preguntar hasta que punto tengo que
poner la muralla china entre tú y yo en el del secuestro. Espero que sean
condescendientes dada tu condición de fiscal y de testigo principal.
Desayunaron y se fueron cada uno
en su coche a su trabajo. Antonio se fue pensando a que dedicarse antes, si al
secuestro o al caso Alcubierre, que había quedado temporalmente tapado por el
resto de sucesos. Al final decidió pedirle consejo a Tabarés, con lo que,
además, le aumentaría un poco el sentimiento de culpabilidad por la
destitución.
Llegó a su hora habitual y, por
primera vez en muchas semanas, sintió un poco de vacío por la falta de la
actividad frenética habitual. No podía hablar con Tabarés hasta después de la
reunión, y prefería no empezar nada en ninguno de los dos casos antes de ella.
Al final decidió llamar a Genaro Encinas, el ex de Alcubierre, porque era algo
que antes o después debería hacer y en nada afectaría al trabajo, al margen de
lo que Tabarés le indicara. Le dijo que quería verle y que, a poder ser,
estaría bien que fuera esa tarde. Encinas se excusó diciendo que no terminaría
hasta las siete y media porque tenía mucho trabajo y Antonio le dijo que podían
quedar a las ocho donde él le dijera; Encinas le sugirió una cafetería que no
le iba mal si después se acercaba a casa de Vanessa.
A las diez de la mañana el
teniente Tabarés reunió a todos los del equipo del caso que estaban presentes.
Les dijo que sería una reunión breve, ya que se trataba de informarles de una
serie de cambios que afectaban a la organización del caso. Les comunicó la
división judicial en tres piezas separadas y las personas asignadas a cada una.
Cuando todos conocían ya su función a partir de ese momento, llamó a su
despacho a los cuatro componentes del equipo reducido del caso general y a
Antonio, para asegurarse de que el traspaso de información se hacía rápido y
completo y también de que todos supieran de primera mano que lo realizado hasta
entonces había sido de excelente calidad en opinión de la superioridad y, por
descontado, en la suya propia. Le pidió a Antonio que pasara al nuevo
responsable toda la información y que estuviera un par de días a su disposición
para consultas sobre lo realizado hasta el día anterior, y le invitó a quedarse
unos minutos más, ya a solas, para hablar de sus tareas.
- Antonio -le dijo Tabarés cuando se quedaron
solos en su despacho- veo que te has tomado con deportividad el cambio y estoy
seguro de que apoyarás a tus compañeros en lo que puedas, pero recuerda que tu
colaboración se tiene que limitar a lo realizado hasta ayer. No me extrañaría
que medios internos realice una investigación detallada para asegurarse de que
todos cumplimos esa orden de forma milimétrica.
Ahora tenemos que hablar un par de minutos
sobre cómo enfocar las dos piezas de las que sigues siendo responsable. ¿Qué
propones?
- Propongo seguir el plan establecido, limitado
al nuevo alcance de cada pieza, pero tengo dos dudas que me gustaría
consultarte. La primera es cómo manejar el trato con Pardeza en lo del
secuestro. Es lógico que otro fiscal lo lleve, pero ella es la testigo
principal además de la víctima y yo, que soy el responsable de la
investigación, también soy testigo directo. ¿Hasta qué punto puedo contarle los
avances de la investigación sin perjudicar al caso? y la segunda es que no
tengo claro a cuál de las dos piezas dar prioridad.
- Vamos Antonio, no te hagas el novato para
pasarme factura, que la decisión no ha sido mía. Sabes muy bien que la
investigación la tienes que comentar con el fiscal que lleve el caso, y que
nadie de la policía judicial se meterá en lo que la fiscalía quiera comentar o
no con la víctima. En cuanto a la segunda duda, la respuesta está implícita en
tu forma de plantearla: lleva los dos casos en paralelo y si en algún momento
tienes que elegir, porque no puedas hacer dos cosas distintas en lugares
distintos y al mismo tiempo, elige lo que permita que vaya más rápido el caso
del secuestro. La policía judicial tiene tanto interés como el que más en que
el secuestro de una fiscal, por motivo de sus actuaciones profesionales, sea
tramitado de forma impecable y que los tribunales puedan juzgarlo lo antes
posible e imponer las condenas que correspondan a los responsables de la
tropelía.
Ahora ya te puedes poner manos a la obra.
- ¿Ordenas alguna cosa más, teniente?
- Sí Gutiérrez, que no uses el planteamiento de
supuestas dudas para tocarme las narices.
- A tus órdenes teniente. Siempre a tus órdenes.
Antonio se fue a su sitio de
trabajo, cogió el USB en que estaba toda la información del caso e hizo tres
copias del mismo, preparó el formulario de entrega de información correspondiente
y se fue hacia el nuevo equipo, que ya estaba tratando de la mejor manera de
hincarle el diente. Entregó dos de las copias al
nuevo responsable, el cabo Maroto, y se ofreció para darles su visión resumida
del organigrama tal como se conocía al terminar el día anterior.
Maroto tenía muchas ganas de
ejercer el mando, pero Antonio le inspiraba mucho respeto, así que decidió
dejarle hablar con la idea de no plantearle ninguna pregunta y tomar las
riendas cuando él se hubiera marchado. Los cuatro componentes del equipo,
que habían colaborado en las escuchas, se quedaron maravillados cuando vieron
la agrupación que había hecho Gutiérrez y los canales de relación, tanto los
seguros, porque las escuchas así lo demostraban, como los hipotéticos, que
tendrían que ser verificados aunque todos sabían que en la inmensa mayoría de
los casos terminarían siendo evidentes.
Antonio se sorprendió solo parcialmente de la total
ausencia de preguntas y pensó, para sí, que los que querían echar tierra sobre
el caso ya habían ganado su primera batalla, porque con sólo cuatro personas y Maroto
de responsable, la lentitud del proceso estaba más que garantizada. Una vez terminada la reunión
volvió a su sitio y se puso a pensar qué hacer para el caso del secuestro. La
situación le resultaba extraña, porque los principales responsables estaban en
prisión preventiva, pero las pruebas eran contundentes a más no poder y a los
delincuentes les podía caer una buena con el juez Moreno instruyendo el caso
del secuestro de una fiscal, secuestro que se había decidido precisamente por
haber ayudado a instruir, con rapidez y precisión, un caso del propio juez que,
además, era un caso de corrupción.
Pero la fiscal, de la que tenía
que reconocer que estaba enamorado aunque no se lo hubiera dicho a nadie
todavía, no podría instruir el caso a pesar de conocerlo al dedillo, y eso le
obligaría a él a empezar desde el principio con otro, u otra, fiscal. Lo único
que le quedaba por hacer era intentar sacarle a Gregorio Martínez Miranda toda
la información que pudiera sobre las personas de la trama con las que él
trataba y especialmente de aquellas que eventualmente hubieran apoyado el
secuestro de la fiscal Pardeza. Estaba seguro de que su jefe estaría de
acuerdo, pero la realidad era que si lo intentaba y se hacía público, su salida
del caso estaría cantada. Tampoco podía pedírselo directamente al juez Moreno
ni indirectamente a través de la fiscalía, de modo que sólo quedaba una vía,
compleja y complicada, que era hacerlo a través de la propia víctima,
procurando que su presencia y actuación quedara totalmente en la sombra.
Llamó a Vanessa para interesarse
por su estado y ella le sugirió que lo comprobara en persona, cuando el trabajo
se lo permitiera, pero sin quedar en nada concreto. Pero su olfato le decía que
era una maniobra de distracción dirigida a no sabía quién y se lo tomó como una
invitación a presentarse en su casa sobre las nueve. Como había quedado a las
ocho con Encinas, pasó antes por su casa para ducharse y cambiarse y, de esa
forma, ganar un tiempo precioso para no llegar demasiado tarde a casa de
Vanessa.
La entrevista con Encinas fue un
poco tensa, pero él no estaba de humos para aguantar mentiras y le hizo un
marcaje propio de un partido de rugby. En cuanto empezó a desarrollar la excusa
de la escasez de trabajo, le sacó las actividades que había realizado la última
semana y cuando se quejó de lo bajos que estaban los precios de la competencia,
le sacó el importe que se había gastado en salir el fin de semana anterior. Al
poco tiempo, Encinas claudicó y dijo:
- Vale, de acuerdo, las cosas me van mejor y
ahora dispongo de algo más de dinero.
- Veo que por fin está usted entrando en razón,
motivo por el que me permito recordarle que esa mejora la tiene que compartir
de forma compensada con sus hijos.
- Perdone inspector -respondió Encinas un tanto
descolocado- que quiere usted decir con eso de que "la tengo que compartir
de forma compensada con mis hijos"
- Muy sencillo, que usted tiene que tratar de
forma aproximadamente igual a cada uno de sus hijos, en los aspectos
económicos, ya que es obvio que por ejemplo en el tiempo que pasa junto a ellos
sería un objetivo imposible de alcanzar.
- ¿Me está sugiriendo usted que aumente la
pensión de alimentos a los dos que no viven conmigo?
- Exactamente, ha entendido usted muy bien el
mensaje.
- ¿Y en cuanto piensa usted que debería
aumentarla?
- Creo que sería razonable multiplicarla por
cuatro.
- Pero ¿se da cuenta usted de lo gravoso que
será para mí?
- Sí, a grosso modo, unos tres mil quinientos
euros al mes, de los que unos setecientos cincuenta ya se los está gastando
usted en la criatura más pequeña.
- Perdone, pero no me salen las cuentas.
- Pregúntele usted a su gestor cuanto tendrá que
pagar de más por IVA e IRPF y verá que lo más probable es que yo me haya
quedado algo corto. Pero no se queje, hombre, porque con la crisis que hay
tendría que estar usted más que contento de que le vaya tan bien el trabajo.
- ¿Y si yo prefiriera esperar a que mi ex mujer
pida el aumento y consiga que se lo conceda el juzgado?
- No se lo recomiendo señor Encinas, porque sólo
conseguiría que usted y su familia biológica vivieran bastante peor y al final,
aunque más tarde, acabaría teniendo que pagar pensiones más altas.
- ¿Cuando debería empezar?
- Como usted paga a su ex a mes vencido, más le
vale hacerlo en el próximo pago. De esta manera usted podría cambiar la
cantidad declarada a partir del tercer trimestre y, si tiene mucha suerte, no
se verá obligado a hacer complementarias por los años anteriores.
-
¿Me lo puedo pensar?
- Sí que puede, pero recuerde que si no aumenta
el pago a sus hijos de forma inmediata, antes de que acabe agosto recibirá la
primera comunicación de Hacienda, porque yo me encargaré de que así sea.
- De todas formas me lo pensaré.
- Me parece bien que lo haga, pero no se olvide
de consultar con su abogado del divorcio y con su fiscalista. No hace falta que
me comunique su decisión, porque yo me enteraré antes de lo que se imagina. Y
ahora, permítame que me retire porque tengo otras cosas urgentes que resolver.
Tenga usted buenas tardes señor Encinas.
- Lo mismo le deseo inspector. Buenas tardes.
Antonio se dirigió a continuación
a casa de Vanessa, a la que llegó poco antes de las nueve. Llamó al timbre,
cuando se identificó Vanessa le abrió y cuando llegó al piso ella le esperaba
en la puerta. Le dio los dos besos habituales y le dijo:
- Date prisa que la cena se enfría, que hoy es
plato de cuchara.
Efectivamente, al llegar Antonio
comprobó que la mesa estaba puesta para dos y había una cazuela de lentejas
humeantes de la que dieron buena cuenta sin parar de reír.
- Hoy me has sorprendido Vanessa. ¿tan segura
estabas de que vendría?
- Se ve que voy aprendiendo cosas de ti, y ya sé
decirte por teléfono lo que quiero que entiendas sin que nadie más lo pueda
intuir fácilmente.
- ¿Cómo te encuentras Vanessa? ¿has pensado en
lo que te dije? ¿has movido algún hilo?
- Anda, deja ya de ejercer tu oficio, que ahora
no estamos trabajando, porque sólo nos queda en común el caso Obras civiles y
lo resolverás en menos que canta un gallo.
- Pues ya que lo sacas, hoy he charlado con
Encinas, el ex de Alcubierre.
- ¿Ya se le puede descartar?
- Sí, Vanessa, sólo es un cara con sus hijos, en
realidad sólo lo es con los que tuvo con Alcubierre, y también está en falso
con Hacienda. Pero me parece que va a dejar de portarse como un padre mezquino
de forma inmediata y que Hacienda también recibirá bastante más.
- Bueno inspector, este tema lo dejamos para las
horas de trabajo, que si no lo mismo nos lo quitan también, y, a partir de
ahora, dedicaremos el tiempo libre que pasemos juntos a nuestras cosas
particulares.
-
Me parece muy bien, y espero que sea mucho tiempo el que pasemos juntos y,
porfa, no te escabullas y cuéntame cómo lo llevas.
- Vale, pesado, no creas que no lo quiero
compartir contigo. Mientras estoy con gente, lo llevo de forma más o menos aceptable,
pero cuando me quedo sola empiezo a darle vueltas a la cabeza y no consigo
entender por qué me querían secuestrar. He llamado a la profesional que te dije
que llamaría y he quedado con ella mañana. Me ha preguntado quién me había dado
sus datos y le he dicho la verdad. Me ha preguntado por el tipo de relación que
tenemos tú y yo, y cuando se lo he contado, por encima no creas, me ha dicho
que tengo buen tino para seleccionar a mis íntimos, o quizás mucha suerte en
este caso. Así que, mira por donde, hay gente que te valora muy bien.
- Si que me aprecia, ya lo sé, y quizás algún
día te cuente lo mucho que me ayudó hace unos años, pero no me pidas que lo
haga ahora, porque estoy en fase baja, seguramente por cómo nos han tratado las
respectivas superioridades.
Terminaron la cena y aquella
noche decidieron compartir una copa de ron mientras seguían charlando de las
experiencias de uno y otro a lo largo de la vida. Cuando llegó la hora de ir a dormir
habitual para Vanessa, ésta le dijo:
- Antonio, me harías un gran favor si te
quedaras como ayer, y si te parece bien este tipo de relación, creo que sería
bueno que te trajeras a mi casa algunas de tus cosas.
- Vanessa, estaré encantado de repetir la
experiencia tantas noches como tú quieras y mañana apareceré con una bolsa con lo
mínimo para que los dos estemos más cómodos.
XIV
Cuando sonó el despertador,
Antonio apenas tuvo tiempo de abrir los ojos antes de notar el abrazo de
Vanessa y cuando él se giró un poco para devolvérselo, Vanessa se acercó mucho
más para darle un beso por primera vez, exceptuando el del tren de vuelta desde
Segovia, en la boca. Después se levantó y le hizo una señal con el dedo en los
labios para que no preguntara nada. Empezaron a desayunar y ella,
riendo, le dijo:
-
Inspector, tiene usted todo el día para descubrir
el significado de ese beso. Lo hablaremos esta noche al cenar.
-
A sus órdenes mi fiscal. Siempre a sus órdenes.
Después de desayunar cada uno
marchó a su trabajo, Vanessa para hacer frente a un montón de asuntos de la fiscalía
y Antonio para pasar un día tranquilo, salvo que hubiera alguna novedad en el
caso del secuestro. Antonio empleó buena parte de la
mañana en darle vueltas a la manera de conseguir que Vanessa intentara
indirectamente sonsacar a Martínez Miranda quienes eran sus socios en la red de
corrupción, y llegó a la conclusión de que no tenía mucho sentido planificar
nada mientras no se supiera quién sería el responsable del caso por parte de la
fiscalía. Así que cogió el teléfono y llamó a la fiscalía, preguntando
directamente por la persona responsable del caso del secuestro de la fiscal
Pardeza, pero no tuvo suerte, ya que no se había hecho público, lo que
probablemente significaba que la decisión todavía no estaba tomada. Pensó en
hablar con Vanessa, pero creyó más conveniente esperar a verla en su casa,
porque seguro que quedaría rastro de su llamada y, de esta manera, colaría que
la intención era ponerse en contacto para avanzar con el caso lo más rápido
posible.
Vanessa, por su parte, le
preguntó al juez Moreno si se sabía algo y la respuesta fue que él no sabía
nada.
- Pero no te preocupes, porque seguro que
pondrán a uno de los mejores, porque la
fiscalía, y también la judicatura, quieren que se marque un precedente que
quite de la cabeza a todos los mafiosos el llevar a cabo este tipo de
aventuras. En cuanto sepa algo, rumor o noticia, te lo diré y ahora ponte a lo
tuyo que tenemos un montón de tajo.
- Gracias señoría. Se lo agradeceré enormemente.
Pocos minutos después, Moreno
recibió una llamada del juez Enrique Castejón, compañero de la época en que ambos
preparaban las oposiciones y del que lo último que sabía es que estaba en un
tribunal de lo social. Se imaginó que le llamaría para saber algo del secuestro
de Vanessa, pero quería volver a hablar con él y se puso inmediatamente.
- Buenos
días Enrique, que alegría escucharte. ¿Cómo te va la vida?
- Buenos
días Eladio, la alegría es compartida. No me puedo quejar, mucho trabajo pero
contento. Y tú ¿cómo estás?
- También
bien, pero preocupado por un suceso que supongo que conoces.
- Sí,
claro. Es tremendo que haya gente supuestamente honorable que crea que se puede
influir en la justicia acojonando a los funcionarios. De todas formas me ha parecido
impresionante la respuesta de la policía judicial. Si tienes un minuto, quería
consultarte algo relacionado con ese asunto, aunque indirectamente y que no
tiene nada que ver con el secuestro.
- Pregunta,
que si puedo ayudarte, lo haré encantado.
- La
cuestión es que ha caído en mi juzgado la demanda por despido de Matilde
Alcubierre, que ella solicita que sea declarado nulo y basa la demanda de
nulidad en que el despido se habría producido por haberse negado ella a admitir
la modificación de una oferta en pleno proceso de evaluación.
- Estoy
enterado de ello, Enrique, porque ese argumento, todavía supuesto intento de
modificación de la oferta, es también la base de la demanda penal que ha
puesto, como me imagino que sabes. ¿Cuál es tu consulta?
- Mi
consulta te la hago porque estoy pensando en posponer la decisión en lo laboral
hasta que salga la primera sentencia en lo penal y me quedaría más tranquilo si
tú me pudieras dar tu opinión, sin que esa opinión prejuzgue en absoluto el
sentido de la sentencia que en su día salga de tu juzgado.
- Pues sin
entrar en detalles, porque sabes que no debo, lo que si te puedo decir es que
si yo estuviera en tu caso, pospondría la decisión hasta conocer la primera sentencia
de la demanda penal.
- Con eso
me basta, Eladio. Muchas gracias por tu opinión y mucha suerte con este asunto.
- Ya
hablaremos cuando todo acabe, Enrique. Un abrazo.
- Otro para
ti y recuerdos a la familia.
Antonio tenía previsto salir a
las seis y por poco tuvo que retrasar la salida, ya que esa tarde recibió dos
llamadas, una de Alcubierre a primera hora, y la otra, cerca de las seis de
Encinas, el ex marido de Alcubierre.
A finales de julio, Matilde
Alcubierre se encontró en Benalmádena con Loli, una de las secretarias que
trabajaban en la Dirección de Ingeniería de Obras civiles; siempre habían
tenido buena relación y se fueron a tomar un café en una terraza. Después de
preguntarle cómo les iba y de comentar por qué estaban allí de vacaciones, Loli
le puso al día de las novedades en la empresa. Hizo hincapié, sobre todo, en
una serie de cambios que se estaban produciendo en las áreas de Proyectos y de
Construcción. Parecía que estaban
experimentando alguna nueva técnica de reorganización que empezaba por los
puestos de menor categoría, pero siempre en el ámbito de los titulados
superiores, y que afectaba sobre todo a las personas que llevaban más años y
que hasta entonces todos habían pensado que estaban en una posición muy sólida,
porque eran muy fieles a sus jefes y que siempre estaban en las quinielas de
ascensos que nunca se llegaban a efectuar. Un buen día llegaba un nuevo empleado,
joven aunque con algunos años de experiencia, se sentaba al lado de uno de
ellos y al cabo de un mes aproximadamente ocupaba sus funciones y al antiguo le
trasladaban a un puesto de otra dirección que, curiosamente siempre le suponía
ir a trabajar a otro edificio nada cercano y en ocasiones en otra provincia.
Teóricamente no suponía ninguna rebaja pero era evidente que les sentaba muy
mal. Loli se explayó contándole todos los casos y Matilde tomó nota mentalmente
y cuando llegó a casa escribió todos los nombres y rápidamente llegó a la
conclusión de que los trasladados o respondían a las iniciales de la página de
cuentas corrientes o eran colaboradores directos de alguien que respondía a las
mismas.
Como consecuencia de esa
conversación, y tras comentarlo con su abogado penalista, Matilde se puso en
contacto con Gutiérrez por iniciativa propia por primera vez desde que empezó
el procedimiento, y le llamó para tener
una entrevista con él a ser posible el lunes siguiente, aprovechando un viaje
que tenía previsto a Madrid.
En cuanto a la llamada de
Encinas, por fortuna para Antonio fue muy escueto y se limitó a decirle:
- Buenas tardes inspector y gracias por
atenderme. Seré muy breve, simplemente quería decirle que me he pensado lo que
hablamos en la última ocasión y que he decidido hacerle caso, de forma que a
partir del próximo pago mi mujer recibirá mensualmente 2000 euros en vez de
quinientos y que mi gestor hará las cuentas de manera que esa cantidad se
justifique.
- Buenas tardes señor Encinas, yo también seré
muy breve. Gracias por informarme. Creo que ha tomado la decisión que más le
conviene. Hasta la próxima.
- Hasta la próxima inspector.
De manera que Antonio, después de
sopesar las probabilidades de que las dos llamadas la misma tarde fueran realmente
una casualidad, salió a las seis, prueba de que no tenía mucho que hacer, y se
imaginó que Tabarés tardaría poco en darle algún nuevo caso, pero aprovechó
para ir a casa y preparar la bolsa con las cosas imprescindibles para no andar
todo el día con la bolsa a cuestas. Le encantaba la idea de dormir a menudo con
Vanessa, pero no quería perder su independencia.
Le dio vueltas al enigma del beso
y no encontró ninguna respuesta razonable, más allá de que a Vanessa le
apeteciera avanzar en la relación. No creía que fuera consecuencia directa del
secuestro aunque estaba bastante convencido de que había supuesto un incentivo
para adelantar los acontecimientos y al final prefirió dar una respuesta
predecible, pero que le dejara a ella varias salidas, porque todavía no conocía
sus sentimientos. Cuando terminó cogió la bolsa y una caja de seis botellas de
vino del bueno y se fue a casa de Vanessa. Como todavía tenía las llaves entró
y dejó las cosas a la vista y después se fue a tomar un café a la espera de que
Vanessa le llamara, cosa que suponía que haría en cuanto llegara y viera las
cosas. Antonio estaba pensando si pedir
otro café cuando sonó el móvil:
- Hola inspector ¿dónde estás ahora?
- Muy cerca de tu casa fiscal, en la cafetería
que se ha convertido en mi preferida, especialmente cuando estamos juntos.
- Pues cuando termines el café, porque supongo
que habrás pedido un café, vente por aquí y me ayudas a preparar la cena ¿vale?
- Enseguida llego, porque ya me lo había
terminado.
Cuando llegó al edificio, llamó
por el interfono como hacía siempre que ella estaba y cuando salió del
ascensor, ella le estaba esperando con una sonrisa más amplia que la del día
anterior. Le dio un piquito antes de que entraran, le cogió de la mano y le
preguntó:
- ¿Qué, inspector, ya has averiguado el
significado del beso?
- La verdad es que no, Vanessa, más allá de la
obviedad de que ha sido una muestra de afecto.
- ¿Prefieres que lo hablemos ahora o mientras
cenamos?
- Mientras cenamos, que así tendremos más tiempo
para prolongar la conversación.
Prepararon la cena, frugal y
sencilla como de costumbre, y cuando terminaron Antonio le preguntó:
- Vanessa, ¿abrimos una botella de vino del
bueno?
- Sí, ya que lo has traído y que ninguno de los
dos tiene que conducir después, daremos buena cuenta de ella. Pero en cuanto la
hayas abierto y le hayamos dado un primer tiento, espero que empieces a decirme
lo que has pensado del beso.
Antonio abrió la botella y esperó
unos minutos para que el vino se aireara mientras terminaban de poner la mesa.
Lo sirvió, brindaron y se sentaron y mientras Vanessa empezaba a servir la
crema de calabaza que había de primero, Antonio empezó a decir su opinión sobre
el significado del beso:
- Vanessa, antes de empezar a responder a tu
pregunta quiero decirte que tu beso ha sido para mí una sorpresa muy agradable
que, sea cual sea su significado, me gustaría que se repitiera con frecuencia.
Muchas gracias por tu afecto, por el cariño con que me lo has dado y por haber
tomado esta iniciativa.
El significado que más me gustaría que
tuviera es que hayas llegado a la conclusión de que te gustaría que empezáramos
a ser una pareja, con el proyecto de en un futuro cercano ser una pareja
estable. No sé si es el momento adecuado para decírtelo, pero la realidad es
que estoy profundamente enamorado de ti.
Ya sé que existe la posibilidad de que tus
sentimientos no sean del mismo estilo, en cuyo caso el significado del beso
será otro. Si tus sentimientos fueran de amistad, también sería un honor para
mí que me cuentes entre tus amigos de verdad, y en ese caso el beso quizás
sería el resultado del final de la tensión que hemos vivido juntos durante los
últimos días.
En medio de
esas dos posibilidades estaría la opción de que tú fueras partidaria de que
empezáramos una relación de amigos con derecho a roce y que ese beso fuera una
forma de empezar a plantear esa posibilidad. Como te puedes imaginar, si ese
fuera el significado también estaré encantado de iniciar contigo una relación
de ese estilo.
En
resumen, como estoy tan enamorado de ti aceptaré el tipo de relación que tu
prefieras aunque, como ya te he dicho, me encantaría que el significado del
beso fuera el inicio de un proyecto de pareja estable. No sé si con eso
respondo a tu pregunta de esta mañana y espero tus comentarios.
- Antonio, no quiero aprovecharme de la oferta
tan abierta que me has hecho y empezar a analizar las distintas posibilidades
empezando por la más lejana a mis deseos y acabando por decirte mi opinión. Así
que te diré que tu vas más rápido que yo, pero que estoy dispuesta a intentar que
nuestra relación sea un proyecto de pareja estable.
No creo que todavía esté enamorada de ti,
pero además de ser un buen amigo físicamente también me gustas mucho, por lo
que si quieres podrá haber muchos más besos como el de esta mañana. Pero el
significado del de esta mañana, yo tampoco lo tengo claro. Creo que tiene algo
del final de la tensión del secuestro, pero también algo de agradecimiento por
la seguridad que me has aportado durante ese proceso y muy especialmente durante
las dos últimas noches. Además, sin duda alguna tiene mucho de atracción física
y, para terminar, también tiene algo de intento de experimentar una relación
más íntima.
De manera que si te parece bien, te propongo
que esta noche también la pases junto a mí, pero en esta ocasión sin compromiso
de castidad. Ya veremos lo que surge.
- Vanessa, me hace muy feliz lo que me has dicho
y por descontado estoy de acuerdo en tu planteamiento. Sólo te pido que si
alguna vez voy demasiado deprisa en algo, me lo digas para acomodarme a tu
ritmo y si en el futuro se produce lo contrario, dímelo también para no mantener
el freno pisado en exceso.
- Pero antes de irnos a la cama, me gustaría
hablar un rato con el inspector, porque espero que el inicio de esta relación
no suponga que me apartes del conocimiento del caso que me afecta. ¿Puedes
decirme algo de cómo va el caso del secuestro?
- La verdad es que del caso propiamente dicho no
hay ninguna novedad, pero no te negaré que estoy preocupado por algunos
aspectos de nuestra relación, que si no andamos con cuidado nos podría suponer
que me aparten también de este caso.
Como sabes, yo no puedo hablar directamente
contigo más que en relación a tu papel de víctima, pero por otra parte me
encuentro con que no tengo con quien hablar del caso en la fiscalía. Y tengo la
intuición de que la fiscalía podría ser muy útil para conseguir que Martínez
Miranda declare quienes han sido sus colaboradores en la idea del secuestro.
Yo, desde luego, no tengo nada que hacer en ese aspecto y tú, obviamente,
tienes que estar fuera, pero el colega que te sustituya podría aportar
muchísimo y tú quizás podrías darme algo de luz al respecto.
- No será un colega, sino una colega, con la que
además me llevo bien. Ya he despachado con ella para ponerle al día y
traspasarle el caso y, mira por donde, tiene una idea parecida a la tuya
respecto a Martínez Miranda. Yo no podré darte informaciones que ella no decida
proporcionarte, pero procura leer entre líneas y lo mismo te llega algún rayo
de luz. Al margen de que me parece que os llevareis bien y ahora, volvamos a
ser la pareja de novios que inician su relación ¿vale?
- De acuerdo Princesa. Además hoy es viernes,
así que tenemos por delante todo un fin de semana para pelar la pava tanto como
tú quieras.
- O como tu aguantes. Eso ya lo veremos -añadió
riendo Vanessa-
XV
El lunes siguiente, cuando
Antonio llegó al trabajo, Tabarés le hizo una seña para que fuera a su
despacho, después de ir a coger un café si así lo deseaba:
- Das tu permiso mi teniente.
- Claro Gutiérrez, por algo te he indicado que
vinieras. Siéntate y ponme al día de los dos casos.
Antonio le contó las escasas
novedades, le dijo que esa mañana tendría una entrevista con Alcubierre y le
preguntó si sabía algo sobre quien sustituiría a Pardeza en el caso del
secuestro.
- Antonio, ya sé que te han obligado a poner el
freno, aunque seguramente sin quererlo, pero no puedes estar mano sobre mano.
De manera que mientras entrevistas a Alcubierre intentaré saber si ya han decidido
quien será tu contraparte en la fiscalía y si no lo han hecho, te encargaré un
par de trabajitos para que no te aburras.
- De acuerdo teniente. Ya sabes que a mí tampoco
me gusta estar a ritmo bajo. A ver si hay suerte con lo de la fiscalía.
- Seguro que sabes más que yo de eso. No hay más
que verte la cara. Más vale que no te vean tan contento por arriba, porque me
temo que querrán que baje tu grado de felicidad. Ahora a lo tuyo.
- ¿Ordenas alguna cosa más, teniente?
- No, de momento nada más.
A las once en punto, la hora
concertada, Matilde Alcubierre se presentó en la oficina para hablar con el
inspector Gutiérrez.
- Buenos días señora Alcubierre. Supongo que hay
un motivo para la llamada que me hizo el viernes y me gustaría que me lo
dijera.
- Buenos días inspector. Espero que lo que le
voy a contar le parezca suficientemente importante, aunque es posible que usted
ya lo sepa, pero he preferido avisarle por si acaso no fuera así. El jueves
pasado me encontré casualmente en la playa con una secretaria de Obras civiles
que me contó la serie de cambios que se están produciendo en las áreas de
proyectos y construcción, y me ha parecido que hay una relación muy estrecha
con las personas que podrían responder a las iniciales que acompañaban a los
números de cuenta.
- No le negaré que estoy al cabo de los cambios
organizativos, pero le agradeceré que me exponga las relaciones que usted ve.
Matilde le explicó las relaciones
que había encontrado y le entregó un esquema con las mismas. El inspector
propuso tomar algo en una cafetería tranquila y aprovechó para tomar algunas
notas. Cuando hubo terminado su tarea, se despidió de Matilde:
- Muchas gracias señora. Ha hecho bien en
llamarme, porque su información me permite ampliar la valoración de los cambios
que ya conocía. Si en alguna ocasión tiene más información de este estilo, no
dude en llamarme, porque a veces algún pequeño detalle que a usted le pueda
parecer insignificante puede permitir avances importantes en la resolución del
caso. Cambiando de tema, ¿Ha habido algún cambio relevante en su situación en
los últimos meses?
- Si inspector, mi situación económica ha
mejorado, porque de golpe y sin previo aviso, mi ex marido ha aumentado en 1500
euros al mes la pensión de alimentos para mis hijos y, como se puede imaginar,
ese aumento me permitirá terminar con las estrecheces que, muy a mi pesar, me
he visto obligada a hacer extensivas a ellos, aunque siempre he procurado que
lo notaran lo menos posible.
- Me alegro de que eso sea así y espero que su
vida transcurra con la máxima tranquilidad. Pase usted un buen día.
- Lo mismo le deseo, inspector, y gracias
también a usted por su interés en este caso, que para mí es tan importante.
- Es mi trabajo, señora, y procuro hacerlo lo
mejor posible. ¡Hasta la próxima!
De vuelta a la oficina, Antonio
fue a hablar directamente con Tabarés, seguro de que le interesaría la
información aportada por Alcubierre. Le contó también su intuición inicial de que
lo más probable era que la coincidencia en el tiempo de las dos llamadas
recibidas de los dos ex cónyuges realmente hubiera sido fruto de la casualidad,
intuición que se había reforzado mucho al conocer los motivos de la entrevista
con Alcubierre.
- Lo mismo había una relación, aunque indirecta,
ya que quizás Alcubierre haya venido a Madrid para hablar con su abogado del
cambio de valor de la pensión.
- Pues habrá sido una suerte, porque imagínate
lo que nos habríamos perdido si no me hubiera llamado porque no tuviera
previsto ningún viaje.
- Sí, estoy de acuerdo, pero creo que a la vez
te debería servir para reflexionar sobre la importancia de mantener el contacto
fluido con los testigos que son realmente colaboradores.
- Como de costumbre tienes mucha razón, teniente.
No lo olvidaré.
- Pues para empatarte en buenas informaciones,
yo también tengo una buena noticia para ti. Ya hay sustituta de Pardeza en el
caso del secuestro. Se trata de Diana López Ovejero, buena fiscal y a lo que
parece buena amiga de tu novia.
- ¿Cómo dices teniente?
- Antonio, digo que parece buena amiga de tu
novia. No hace falta que me des detalles, pero como puedes imaginar no se nos
pasa nada.
- ¿Debemos hablar de eso?
- No por el momento. Si lo hiciéramos lo mismo
pegaríamos otro frenazo al caso del secuestro y eso no lo quiere nadie. Pero
recuerda comentármelo cuando el caso esté cerrado por nuestra parte.
- De acuerdo teniente. Ahora mismo intentaré
ponerme en contacto con la nueva fiscal.
- Sí, más te vale avanzar también en ese caso si
no quieres verte involucrado en otros.
- ¿Ordenas algo más teniente?
- No Antonio, ponte al curro.
Antonio llamó inmediatamente a
Diana, a la que no conocía, pero se encontró con una respuesta más que amistosa
y quedaron a comer al día siguiente para hablar informalmente de cómo llevar el
caso.
Ya por la noche, Vanessa le
comentó mientras cenaban que había contado a Diana la relación que les unía y
que, sin que ninguna de las dos hubiera dicho ni media palabra, ella entendía
que colaboraría en todo lo que fuera razonable. Sin duda Diana también quería
dar una solución al caso rápida, profesional y ejemplar. Antonio también le comentó lo que
su jefe le había dicho respecto a la relación de los dos y Vanessa le dio poca
importancia:
- Así que ahora, para la Guardia Civil, somos
novios ¿no?
- Eso es lo que dice Tabarés, y aunque me
fastidie reconocerlo, en esas cosas, al margen de la opinión oficial del
Cuerpo, rara vez se equivoca.
- Así que tú no quieres que seamos novios en la
realidad, ¿no es eso?
- No me tomes el pelo Vanessa. Sabes que eso no
es ningún problema para mí. Si nuestra pareja sale bien estaré más contento que
si no lo hace, y te dejo a ti que decidas en qué momento nosotros mismos pasamos
a considerarnos novios. Lo que me fastidia es que él lo vea tan claro antes que
nosotros, o al menos que yo, porque lo mismo tú también lo piensas, pero
prefieres no decirlo todavía.
- Vale, no te preocupes; en realidad yo no sé
todavía lo que pienso al respecto, pero cuando lo tenga claro y considere que
es el momento adecuado, te lo haré saber. Pero dime ¿no hay algo más de esa
conversación que te preocupa?
- Sí que lo hay, porque me temo que cuando acabe
el caso del secuestro Tabarés se empeñe en que se lo diga directamente, lo que
supondrá que él tendrá que informar oficialmente y por arriba no faltará quien
proponga que tú y yo no volvamos a trabajar en un mismo caso.
- Así que te gusta trabajar conmigo, y no
querrías que dejáramos de acerlo ¿no?
- Sí Vanessa, me gustaba trabajar contigo antes
de que me enamorara de ti y me sigue gustando después.
- Si te hicieran elegir ¿qué preferirías?
- Seguir contigo de pareja, aunque eso suponga
estar menos tiempo juntos.
- Pues entonces no te preocupes. Yo pienso lo
mismo que tú y aunque todavía no te he dicho nada, me parece que mi juez está
intentando hablarme de lo mismo pero, como no es mi jefe, no sabe cómo plantearlo.
Me da que los dos han hablado de esto y me parece que se resistirán a que los
de arriba les impongan nuestra separación profesional; creo que a los dos les
gusta que trabajemos con ellos y al juez le encanta que tú lleves los asuntos
complejos. No conozco apenas a Tabarés, pero me parece que a él también le
gusta mucho que la fiscalía no le ponga pegas a los permisos y eso los retrase,
al menos en determinados casos, así que creo que los dos preferirán que oficialmente,
o más bien oficiosamente, se sepa que somos pareja y que no se decida nada
respecto a nuestro trabajo, como si estuviéramos destinados en dos lugares muy
distantes.
- Espero que tu intuición también sea buena en
esta ocasión, pero yo no estoy tan seguro. O dicho de otra manera, no creo que
Tabarés esté tan seguro, porque si no, me lo habría dicho de otra manera.
- Tú no sabes lo que mandan los jueces en estas
cosas. Parece que nunca hacen nada, pero no dan puntada sin hilo, te lo
aseguro.
Al día siguiente Antonio se
presentó en la fiscalía a las diez en punto, hora en que oficialmente le había
citado Diana López Ovejero, la nueva fiscal del caso del secuestro de Vanessa.
Las formas habían sido las habituales en estos casos, pero él esperaba que las
formas fueran mucho más amigables.
- Buenos días inspector. Le agradezco la
puntualidad y el tiempo que va a dedicar a explicarme su opinión sobre el caso
que nos ocupa. No nos conocemos, pero he oído hablar de usted tanto en la
fiscalía como a su señoría y, a poco que sea cierto lo que se dice, estoy
segura de su colaboración. No se le escapará que aquí todo el mundo desea una
solución rápida pero muy bien documentada y razonada en derecho, por muchas
razones pero una de las cuales, y no poco importante, es el deseo de dar una
señal muy clara a los delincuentes de lo que les espera si deciden atentar
contra miembros de la judicatura o de la fiscalía.
Pasaron un buen rato hablando del
caso y, como le había dicho Vanessa, la nueva fiscal también pensaba que el eslabón
fundamental para resolver el caso de la mejor manera era Martínez Miranda,
porque no sólo era un actor fundamental, ya que a todas luces había sido él quien
había contratado al mafioso Chinarro Gandía, pero era muy difícil de creer que
el secuestro hubiera sido idea sólo suya y llevada a cabo por su cuenta.
Además, como él no participaba en los negocios de la construcción, todo hacía
pensar que sólo recibía su sueldo de presidente de la patronal, quizás algún
sobre más de vez en cuando, pero nada muy relevante según se desprendía del
análisis de sus gastos controlados y de su nivel de vida; y en esa situación,
tras el juicio y la más que segura condena, se iba a quedar con una mano
delante y otra detrás y sin nadie que le quisiera contratar y menos aún ayudar,
de manera que no sería difícil contar con su colaboración. Además, el secreto
del sumario y su prisión provisional e incomunicada impediría que nadie del
entorno se pudiera poner en contacto con él y, en este caso en particular, estaba
segura de que se habían tomado todas las medidas para que ésto fuera así, al
menos hasta que él proporcionara nombres importantes, si es que los había, y
esos nombres trascendieran.
Ambos creían, y sus jefes y el
juez lo compartían, que lo mejor era que Diana llevara a cabo la conversación,
pero con Antonio viendo y escuchando todo sin que Martínez Miranda lo supiera.
También acordaron que no estarían en contacto, salvo cuando Martínez Miranda
pidiera ir al servicio, cosa que ocurriría a poco que la entrevista se prolongara,
especialmente si se le ponía a su alcance una cantidad de bebida relevante,
dada su edad y la frecuencia con la que iba a orinar, y la fiscal le dejó muy
claro que escucharía con atención sus comentarios, pero que la que dirigiría
las entrevistas sería ella y que en caso de discrepancia, se haría lo que ella
decidiera.
Como ya tenía todo previsto, le
dijo que esa tarde a las tres tendría la primera reunión con Martínez Miranda
en una sala de la prisión en que él estaba, que reunía todas las condiciones
necesarias, lo que facilitaría que apenas nadie pudiera darse cuenta de que se
llevaba a cabo. Por descontado, él iría antes para tener una entrevista en
formato habitual con otro preso, lo que en principio debería evitar sospechas.
Tabarés se había encargado de elegir con que persona se debía entrevistar y lo
había hecho de manera que no tenía que decirle a Antonio el tema a tratar ni
cómo hacerlo, ya que se trataba de proponer una aceleración del tercer grado a
cambio de algunas informaciones del pasado.
Antonio se fue a su trabajo y en
cuanto llegó, Tabarés le llamó a su despacho para encargarle oficialmente la
visita a la prisión, sin darle ninguna instrucción nueva, ya que era algo que
tenían previsto para más tarde, pero le recordó que no tenían ninguna prisa y
que a la menor pega por parte del preso diera la entrevista por terminada.
Después se fue a comer algo rápido y se trasladó a la prisión, con tiempo
suficiente para terminar antes de las tres la entrevista que le serviría de
pantalla.
Efectivamente, la entrevista fue
bastante corta ya que el preso pensó que la Guardia Civil tenía mucho interés
en su colaboración, ya que apenas habían pasado dos meses desde el momento en
que podía acceder al tercer grado y Antonio zanjó el asunto en cuanto el preso
sugirió que ellos eran los que tenían interés, diciéndole que era cosa suya si
prefería retrasar el tercer grado para eliminar cualquier sospecha, como había
decidido hacer, a ver lo antes posible y de forma cotidiana a su mujer y a sus
hijos. Se levantó y se fue diciéndole que de esa manera no debía tener ningún
temor a represalias, porque la falta de acuerdo sería obvia para todos.
A continuación se trasladó a la
sala contigua a la de la declaración de Martínez Miranda, con tiempo de sobra
para comprobar que todo funcionaba correctamente y de tomarse un café con la
fiscal López Ovejero, que en esta ocasión estuvo mucho más amigable, dejándole
claro que la pose de la mañana sería la pose oficial, destinada, sobre todo, a
acallar rumores. Cuando Martínez Miranda ya llevaba cinco minutos sentado,
Diana entró en la sala y empezó el interrogatorio. Ella mantuvo una actitud
bastante dura, que justificó ante el interrogado, aunque no hacía ninguna falta
que lo hiciera, por la gravedad del delito cometido contra una compañera,
aunque a continuación le aseguró que, como siempre hacían, se respetarían todos
sus derechos y que incluso le permitiría beber agua, de la que había unas
cuantas botellas de cuarto de litro sin abrir, o café que había en un termo, y
que si necesitaba cualquier otra cosa, que la pidiera porque si ella la
consideraba necesaria o conveniente, se la facilitaría.
Empezó una larga charla
explicándole la gravedad de los delitos cometidos y las penas previstas en la
Ley para ellos. Una vez terminada esta parte de la entrevista le preguntó, para
cada una de las acciones en que, según los datos en poder de la fiscalía, él
había participado sin lugar a dudas, si las había realizado sólo o en compañía
de otras personas y también quién, o quiénes, se las habían ordenado o
encargado y de donde provenía la financiación. Inicialmente, la actitud de
Martínez Miranda fue la de negar todo y cuando Diana le hizo escuchar algunas
pruebas sonoras, optó por asumir en solitario la autoría y la realización.
Diana le dio algunas vueltas de tuerca adicionales, poniéndole contra la pared
con sus propias contradicciones, como por ejemplo al decirle que cómo podía
haber localizado el teléfono de Rompepiernas y conseguir que hablara con él y
que aceptara el encargo que le hizo, si no fue a través de alguien de su entera
confianza.
A continuación pasó a preguntarle
por otras posibles actuaciones que presumía que podría haber realizado, aunque para
ellas todavía no tenía todas las pruebas judicialmente suficientes, y notó que
su nerviosismo aumentaba. En esta situación, le pidió a la fiscal permiso para
ir al baño, ya que no podría aguantar mucho más tiempo las ganas de orinar, y
Diana llamó a los agentes para que le acompañaran. Mientras estuvo fuera tuvo
una breve conversación con Gutiérrez y éste le dijo que lo veía muy maduro para
empezar a cantar y le sugirió que le explicara lo que le podía ocurrir a él y a
su familia si se mantenía en la postura de no colaborar.
Cuando volvió del baño, Diana
inició el argumento sugerido por el inspector contándole la pena total que muy
probablemente le caería por los delitos ya comprobados, simplemente para
hacerle entender que, dada su edad, lo más probable sería que muriera en la
cárcel. A continuación le explicó como la fiscalía podría mover los hilos para
que él tuviera una pensión algo más reducida y que, en cualquier caso, sólo
cobraría el salario mínimo, dadas las elevadas indemnizaciones que tendría que
afrontar. Por si fuera poco, su mujer acabaría por perder la casa, ya que no
podría hacer frente a la elevada hipoteca que tenía que pagar ni se le
permitiría que la vendiera salvo que el importe íntegro de la venta fuera
empleado para pagar las indemnizaciones. Le dijo que se lo pensara bien y
que al cabo de unos días volverían a hablar si es que él decidía colaborar.
Entretanto, ella empezaría a trabajar en la cuantificación de las indemnizaciones
a proponer al tribunal que le juzgaría. Tal y cómo se lo planteó, a Martínez
Miranda no le quedó claro si era ella la que tenía que decidir cuándo sería la
reunión, o si él también la podía proponer.
En la reunión posterior el
inspector se permitió aventurar que no pasarían ni tres días antes de que
Martínez Miranda pidiera hablar y Diana respondió que ojalá tuviera razón.
XVI
El jueves por la mañana Antonio
recibió la llamada de la fiscal López Ovejero que, tras darle los buenos días,
le felicitó por su buen ojo ya que el día antes, a última hora de la tarde,
recibió el aviso de que Martínez Miranda quería colaborar. Había tenido que hacer unas
cuantas llamadas, pero al final había conseguido montar una buena pantalla para
la entrevista, que sería en el mismo lugar que la primera, sólo que apenas
dispondrían de algo más de media hora ya que la tapadera estaba en que Martínez
Miranda iría a la enfermería, donde le darían una botella de agua para que
bebiera y cuando tuviera ganas de orinar volvería para hacerse una ecografía de
la próstata. Y ese plazo de tiempo sería el que tendrían disponible para el
interrogatorio.
- De manera que a las doce hay que estar allí
-continuó Diana- y lo mejor es que vayamos juntos en mi coche, para que no
tengas que buscarte otra excusa.
Entraremos por el mismo camino que el
Director de la prisión, que nos recibirá en el aparcamiento y nos evitará los
controles rutinarios. Pero no vayas armado, para evitar papeleo inútil y que
además deja rastro.
- ¿A qué hora me paso por la fiscalía?
- Mejor te paso a recoger yo, en la puerta de la
cafetería en que sueles tomar café, y lo haré a las once y cuarto, para ir con
tiempo para hablar antes a solas unos minutos.
- Tengo un dato que quizás te interese para
usarlo ante Martínez Miranda, pero no me llevará ni dos minutos dártelo.
- De acuerdo. Por favor se puntual.
- No te preocupes, que lo seré.
Tras haber comentado la operación
con su jefe, Antonio se fue a tomar el café con tiempo y salió de la cafetería
tres minutos antes de menos cuarto. Un minuto antes de esa hora, Diana estaba
parada en el semáforo en rojo de la esquina de enfrente y vio como tras hacerle
una seña que ella respondió, Antonio estaba sentado en su coche y con el
cinturón de seguridad abrochado algunos segundos antes de que el verde les
permitiera continuar la marcha.
- Desde luego has sido puntual y rápido como el
rayo. No creo que nadie te haya visto entrar. ¿Cuál es ese dato que me puede
interesar utilizar?
- Los nombres de los dos pájaros que le
proporcionaron el contacto con Rompepiernas. Son Antonio González Mendiluce,
director de contratos de Construcciones Mendiluce y Antonio Ferrandis, alias
"Chanquete" director de Contratación de Construcciones Asturianas. El
primero fue el que le dio el contacto a Fernández Miranda tras pedirle al
segundo que hablara con Rompepiernas para que le atendiera bien.
- No está nada mal, creo que será muy útil. Si
no es secreto ¿de dónde proviene la información?
- Del mismísimo Rompepiernas, directamente. Así
que, casi con certeza, es totalmente fiable.
Siguieron comentando las
novedades del caso y todo fue como estaba previsto. Diana empezó el
interrogatorio preguntándole por los dos personajes que le habían facilitado el
contacto y cuando notó que Fernández Miranda no quería descubrirlos, fue ella
la que le dio los nombres y el papel de cada uno. Fernández Miranda,
sorprendido, le preguntó para qué quería que le dijera lo que ya sabía y ella
le respondió que eran preguntas de control y que si en adelante remoloneaba o
daba alguna información falsa o inexacta, ella se encargaría de que él y su
familia sufrieran el máximo rigor previsto en la Ley. A partir de ese momento,
Fernández Miranda dio un montón de información que, en todo lo que conocían
hasta entonces la fiscalía y la policía judicial, era veraz y en cuanto al
resto, no tardarían mucho en poder comprobarlo. Cuando Fernández Miranda dijo
que debía ir enseguida a hacerse la ecografía, la fiscal se despidió, no sin
antes decirle que si recordaba algún nombre más o algún detalle, aunque no le
parecieran importantes, que volviera a ponerse en contacto con ella para
facilitar la máxima benevolencia en la condena, siempre dentro de los límites
legales.
A la vuelta, comentaron las
impresiones y Diana le dejó a un paseíto de diez minutos del trabajo. Cuando
llegó, pudo hablar enseguida con Tabarés que le aprobó sin ningún pero el plan
de actuaciones que había pensado. Lo primero era conseguir los permisos para
pinchar a todos los que estaban en la lista facilitada por Fernández Miranda y
también para escudriñar las cuentas en que estuvieran como titulares o
autorizados, y esa parte sería, con toda probabilidad, la más sencilla, aunque
habría que separar la información del caso que llevaba Maroto, para evitar que la
misma apareciera en ninguno de los dos sumarios que seguían bajo la
responsabilidad de Antonio. Después habría que investigar las responsabilidades
en el secuestro de Vanessa y simplemente comprobar si aportaban algo las nuevas
informaciones al caso Alcubierre, aunque esa posibilidad no parecía que tuviera
muchas probabilidades de darse.
A las nueve Vanessa le llamó para
preguntarle si tardaría mucho y la respuesta fue que sería mejor que él se
fuera a dormir a su casa, salvo que ella prefiriera que apareciera entre las
doce y la una, porque la entrevista de su amiga Diana había dado muy buenos
resultados, lo que equivalía a un montón de trabajo, que retrasaría su salida.
- Pues si no te importa, ven de todas maneras.
Así mañana, mientras desayunamos, me pondrás al día en lo que puedas, porque
estoy en ascuas. ¡¡¡Ah!!! y vete pensando en una comida que tendrás que
preparar para tres el sábado y que tiene que salirte muy buena porque no puedo
quedar mal.
- ¿Quieres que te despierte cuando llegue?
- No hagas nada por despertarme y si me
despierto y tengo ganas de hablar, ya te lo haré notar.
- Hasta mañana en el desayuno, entonces.
- Hasta mañana. No te canses mucho.
A la mañana siguiente Vanessa le
contó todo lo que sabía por Diana, que era la persona invitada a comer el
sábado, y Antonio le dijo que él solo podía añadir que la investigación de la
nueva información empezaría ese mismo día, en cuanto el juzgado concediera los
permisos que le llegarían al juez antes de las diez, porque en esos momentos él
debería tener ya todos los borradores en su cuenta de intranet y sería lo
primero que haría nada más llegar.
- Pues ya estás tardando en ponerte al tajo. Yo
no sabré nada, porque nada me pueden decir oficialmente, pero a media mañana
iré con Diana y otros fiscales a tomar café y según le vea la cara de ella me
imaginaré si has hecho un buen trabajo o no.
- Yo ya he terminado, así que si tú también lo
has hecho, recogemos y nos vamos.
- Deja, que me quiero tomar otro café. Deja tus
cosas en la pila y ya lo termino yo.
- Hasta la noche entonces.
- A ver si hoy puedes terminar a una hora
decente.
- Lo procuraré Vanessa. ¡No sabes que ganas de
fin de semana tengo!
- No seas rollo, que seguro que no tienes más
que yo.
A las nueve y media ya estaban terminadas
las solicitudes de permiso para controlar las comunicaciones de todos los
nuevos nombres aportados por Fernández Miranda y a las doce, más o menos,
Tabarés recibió la llamada del juez
Moreno para decirle que ya estaban firmados los permisos y que podían pasar a
recogerlos cuando quisieran, disculpándose por no poder enviárselos él
inmediatamente como le habría gustado. Al despedirse le comentó que sería bueno
que coincidieran al día siguiente a la hora del aperitivo, para poder darle las
gracias personalmente. Inmediatamente mandó un agente
para que recogiera los permisos y Antonio fue preparando todos los controles de
manera que en cuanto comprobaron que todos los nombres tenían su autorización,
el equipo correspondiente empezó su trabajo. El inspector estaba convencido de
que aquel fin de semana, que prácticamente acababa de comenzar, conocerían un
montón de datos interesantes y se preparó para estar listo para lo que surgiera
a cualquier hora.
A fin de evitar posibles fugas,
tras una breve consulta con Tabarés, su equipo procedió a la detención
simultánea de González Mendiluce y de Chanquete en sus respectivas empresas, de
las que salieron esposados ante el asombro de los presentes. Procedió a su interrogatorio y
llegó a la conclusión inicial de que ellos habían sido los responsables de
idear el secuestro de Vanessa y que Fernández Miranda había aceptado ponerlo en
marcha.
No descartaba todavía la posibilidad de que hubiera algún otro
implicado, por acción o por encubrimiento, entre el nutrido grupo de directivos
de empresas constructoras que formaban el núcleo de la red de corrupción que se
había destapado a raíz del despido de Matilde Alcubierre, por lo que volvió a
hablar con Tabarés, para pedirle instrucciones más que consejo, ya que era
evidente la coincidencia con el caso que ahora llevaba Maroto.
- Gutiérrez, has hecho un excelente trabajo y
creo que lo más adecuado será pasar a disposición judicial a los tres
implicados de los que estamos seguros este mismo fin de semana. Es evidente la
coincidencia necesaria de los demás posibles implicados con el caso de Maroto,
pero no lo es menos el interés prioritario de que todos los que tengan alguna
responsabilidad en el secuestro pasen a disposición del juzgado competente. De
modo que haré la llamada reglamentaria que permita que tú dirijas los
interrogatorios, en compañía de Maroto, y que te apartes de cada uno de ellos
en el momento en que tengáis claro que la persona interrogada no ha tenido nada
que ver con el secuestro, de manera que sea el equipo de Maroto el que continúe
con los aspectos del caso que tiene encargado. Sabrás cuando actuar en cuanto
Maroto se ponga a tu disposición para iniciar los interrogatorios al ritmo que
prefieras, incluido este fin de semana, por supuesto.
Media hora más tarde, Maroto le
invitó a tomar un café, seguramente porque no le apetecía que nadie pudiera
escuchar lo que hablaban. Como esperaba le comentó la orden recibida de Tabarés
y le preguntó si podría esperar dos semanas, ya que esa misma tarde, en cuanto
saliera, tenía previsto irse de vacaciones a la playa.
- Maroto, lo siento en el alma pero esto es
urgente. Debemos investigar rápidamente las posibles conexiones con el
secuestro y no pasarán muchas horas antes de que toda la red se entere de las
detenciones que acabamos de hacer, especialmente los miembros que eventualmente
estén implicados también en el secuestro. Para ir lo más rápido posible, te
propongo que nuestros equipos vigilen a aquellos que salgan precipitadamente de
vacaciones y se enteren de sus destinos. Si alguno pretende salir al
extranjero, se lo impediremos y los que viajen por España recibirán nuestra
visita cuando hayan llegado a su destino. Este fin de semana interrogaremos al
resto, a fin de ir descartando a los que corresponda y procuraré que la última
visita sea la más próxima a tu destino de vacaciones, si es que después de lo
que encontremos sigues pensando en hacerlas.
- Ya veo que mis planes se han ido al traste.
¿Qué orden prefieres para los interrogatorios?
- El que tú propongas, ya que eres el que mejor
sabe quiénes son los más sospechosos de estar también implicados. En cuanto
acabemos el café, prepara la lista con los que deban vigilar los de mi equipo y
los del tuyo y se la enseñamos a Tabarés, para que sepa cómo lo estamos
haciendo.
- Como quieras. En cuanto la tenga paso a
recogerte.
Maroto fue rápido, por una vez en
su vida, tanto que el inspector pensó que la lista que le entregó la había
hecho a boleo, seguramente porque no tenía ni idea de quienes estaban más
implicados en la red. Pero le dejó que hiciera su papel y salieron del despacho
de Tabarés con el plan aprobado. Los equipos hicieron rápido su trabajo
con unos resultados que fueron poco más o menos los esperados. Más de la mitad de
los implicados estaban ya de vacaciones, todos localizables en distintos
lugares de España ya que, por fortuna, ninguno había ido al extranjero. El
resto tenían previstas las vacaciones con salida en los próximos días, de
manera que decidieron empezar por los que tenían previsto irse ese mismo día.
Eran dos y ambos habían decidido irse poco antes de la hora de comer, de forma
que cuando salieron en su coche de sus respectivas oficinas, se encontraron con
la sorpresa de que un vehículo de la Guardia Civil les paraba, a una distancia
prudencial de su empresa, y les invitaba a acompañarles en calidad de
detenidos.
Ninguno de los dos tuvo la
oportunidad de ver al otro en ningún momento y, gracias a que decidieron
colaborar, pudieron salir al cabo de pocas horas. El interrogatorio de
Gutiérrez les dejó bastante confusos, ya que sus preguntas parecían no tener
mucho sentido. Los dos entendieron rápidamente las que se referían a la trama
de corrupción, y tras unos breves momentos de intento de negarlo todo, ambos
optaron por colaborar para poder salir de vacaciones sólo con un cierto retraso,
que ante sus familias podrían achacar a una cuestión de trabajo muy urgente
aparecida a última hora. Para Gutiérrez quedo bastante claro que no sabían de
que les hablaba cuando las preguntas iban dirigidas a determinar sus contactos
en las horas previas al secuestro y la aceptación del registro de las llamadas
de sus móviles para acelerar su salida facilitó mucho las comprobaciones. Los
equipos de Gutiérrez y Maroto hicieron un excelente trabajo que les permitió
detectar las llamadas que habían borrado de los móviles, presuntamente borradas
después de que se hiciera público el secuestro de Vanessa pero todas ellas
ligadas a la trama de corrupción, lo que proporcionó una información que
reduciría el trabajo del equipo de Maroto para encontrar las tramas más
importantes de aquellas en que estaban implicados.
Una vez terminado cada uno de los
interrogatorios, los dos inspectores decidieron dejarles marchar no sin antes
recibir por parte de Maroto el mensaje de que volverían a verse cuando la
investigación hubiera avanzado más, aunque todo apuntaba a que serían imputados
en el caso. Gutiérrez le dijo a Maroto,
cuando los dos pájaros ya se habían ido a pasar las que probablemente serían
sus últimas vacaciones antes de ser oficialmente imputados y, con toda
probabilidad, juzgados y condenados por sus actuaciones en la trama de
corrupción, que eran todos suyos salvo que surgiera algo nuevo que les
relacionara con el secuestro. Antes de despedirse por aquel día
acordaron el orden en que irían interrogando al resto y Antonio disfrutó viendo
a Maroto muy interesado en hacer todo el trabajo rápido y bien, única manera de
que sus vacaciones pudieran empezar lo antes posible.
Antonio llegó a casa De Vanessa a una hora
prudente y tuvo que decirle a Vanessa que tenía mucho trabajo para el fin de
semana, aunque ya tenía previsto como cumplir el encargo de la comida del día
siguiente. Haría la paella, como estaba previsto, ya que Maroto se lo había
puesto en bandeja pidiéndole por favor cuatro horas de descanso precisamente a
la hora de comer del sábado y se hizo el magnánimo ampliándolas a cinco, como
premio a su diligencia en todas las operaciones de aquel día. Dejaría preparado todo lo posible
entre aquella noche y la mañana siguiente, ya que habían decidido empezar a las
nueve y media con el primero de la lista, a fin de que nadie recibiera la
inesperada visita de la Guardia Civil antes de las nueve de la mañana, y
llegaría a casa de Vanessa con tiempo suficiente para preparar la paella para
que estuviera lista a las dos y media, las tres como muy tarde.
La comida fue un éxito y apenas
comentaron nada del caso del secuestro. Sólo un comentario sutil de Diana comentándole
a Antonio que corría el rumor por la fiscalía de que el caso del secuestro
podría quedar muy pronto cerrado por parte de la Guardia Civil, comentario que
tuvo una respuesta en tono de broma, que dejó muy tranquilas a las dos
fiscales, ya que les dijo que en su cuartel corría exactamente el mismo rumor y
se preguntó cuál de los dos rumores se habría corrido primero.
Llegada la hora más o menos
prevista, Antonio recibió la llamada que le anunciaba la próxima llegada del
siguiente de la lista a la sala de interrogatorios y se despidió de las dos
amigas diciéndolas:
- Lo
siento princesas pero el deber me llama. Ha sido un placer compartir esta
comida con vosotras y espero que se repita en un futuro no muy lejano. Ahora
podéis continuar charlando de lo que queráis y espero que si es de mí no me
dejéis demasiado mal. ¡Ciao!
XVII
El secuestro de Vanessa quedó
cerrado, por parte de la Guardia Civil, un par de semanas después, ya que
ninguna otra persona se añadió al grupo de los implicados. Tabarés estaba
radiante, sobre todo después de una comida que tuvo con el juez Moreno, en un
paréntesis que éste hizo de sus vacaciones, en la que ambos se congratularon de
la rapidez y meticulosidad de la investigación. Moreno, por su parte, que por
descontado había seguido al detalle el progreso de la investigación desde su
lugar de vacaciones, pensaba terminar la instrucción a lo largo de septiembre
y, con toda probabilidad, el caso quedaría visto para sentencia antes de
Navidad, salvo que desde arriba se deseara retrasarlo, cosa que no parecía que
fuera a ocurrir dada la cantidad de llamadas que iba recibiendo para asegurarse
de que la investigación avanzaba a buen ritmo.
El caso Alcubierre también tuvo
un desarrollo relativamente rápido, ya que a mediados de noviembre la empresa
Obras Civiles llegó a un acuerdo con ella para terminar el asunto laboral, que
suponía su readmisión inmediata por la aceptación de la nulidad del despido. En
cuanto a la demanda penal siguió su curso como una pieza separada de la trama
que investigaba Maroto, ya que aunque hubiera servido para iniciar las
investigaciones, las conexiones eran muy tenues y, sobre todo, porque su alcance
era mucho más limitado.
Antes de Navidad, cuando efectivamente
el juicio del secuestro había quedado
visto para sentencia, Antonio y Vanessa comunicaron a sus respectivos jefes,
por el conducto reglamentario, que eran una pareja estable y estuvieron unas
semanas expectantes por las posibles reacciones, ya que ambos jefes habían
recibido la comunicación con una total indiferencia aparente, pero no hubo
ninguna señal, ni entonces ni después. Nadie les dijo nada, ni siquiera el juez
Moreno a ella o Tabarés a él, de manera que nada les impedía seguir trabajando
juntos en los casos que correspondiera, aunque ambos estaban seguros de que en
cualquier momento podría volver a suceder que no les permitieran colaborar en
alguno especialmente delicado.
Decidieron vivir juntos a partir
de entonces, pero prefirieron que Antonio mantuviera su casa al menos durante
unos meses y pasaron unas Navidades casi de luna de miel, el casi se refería a
que seguían estando en Madrid, en casa de Vanessa y a que continuaban
trabajando aunque, por fortuna para ellos, sin tener que prolongar la jornada
más allá del horario habitual cuando no había ningún marrón pendiente.
Después de Reyes, Vanessa quiso
tener una larga conversación con Antonio para poner en común todo lo sucedido
durante los meses anteriores pero, sobre todo, para que él se diera cuenta de
que el miedo que ella había pasado a raíz del secuestro había desaparecido, o
al menos así lo percibía ella. Una vez terminada, sus conversaciones
pasaron a ser sobre ellos como pareja,
dejando de lado tanto como podían sus actividades profesionales, ya que
llegaron a la conclusión de que no sería bueno que cada uno conociera al
detalle los casos en que el otro estaba implicado.
Evidentemente sería una excepción
el caso que llevaba Maroto, pero aparentemente faltaban muchos meses para que
se notara algún avance.