sábado, 5 de marzo de 2016

El caso de la ingeniera honrada



I

Aquel caluroso primer viernes de julio de 2015, cuando Antonio estaba terminando su café, sentado en su mesa de trabajo, vio como se acercaba el teniente Pedro Tabarés Gómez, su jefe, con cara de encargarle un nuevo trabajo de cierto alcance y a continuación escuchó su voz, mientras se iba en dirección a la maquina del café, por segunda vez en la mañana:
-  Buenos días Antonio; pase a mi despacho que tengo un nuevo asunto que quiero que investigue.
-  Pase Antonio y siéntese, le volvió a decir cuando volvía a su despacho con el café en la mano y encontró a Gutiérrez, siguiendo su costumbre, de pie y junto a la puerta, esperando su llegada.
-  Muchas gracias mi teniente. ¿De qué se trata esta vez?
-  La verdad es que todavía no tengo claro si es un caso menor, de acoso y despido a alguien que no ha colaborado en un asunto de ofertas poco claras, o de un caso en que alguien a quien han despedido desea sacar más dinero a la empresa, solicitando un despido nulo.
   Me ha llamado la fiscal Pardeza y me ha pedido que, si era posible, lo estudiara usted porque, en opinión del Juez Moreno, quizás podríamos estar ante una trama de corrupción más importante de lo que plantea el pleito presentado, conclusión a la que ha llegado por las llamadas que ha recibido interesándose por el caso cuando éste todavía está en su fase más inicial. Y ya sabes (el teniente siempre le hablaba de tú cuando estaban a solas, aunque nunca cuando había una tercera persona, aunque fueran compañeros) que al juez Moreno ese tipo de llamadas le pone en guardia y prefiere seguir una instrucción aún más meticulosa de las que siempre hace.
   Aquí tienes el pleito planteado por el abogado Carlos Delgado, al que no conozco, que tiene pinta de estar bien estudiado. Todavía no hay alegaciones de la empresa demandada, que es Obras civiles, así que de momento sólo contarás con la versión de una parte.
   Cuando te hayas hecho una idea preliminar, me lo dices y lo comentamos.   ¿Alguna pregunta?
-  No teniente, en cuanto tenga algo te informo.
   ¿Ordenas alguna cosa más?
-  No Antonio, puedes retirarte.

Antonio se fue a su mesa, dedicó cinco minutos a dejar hilvanado lo que estaba haciendo, guardó los papeles en el archivo y se puso a leer el pleito que el abogado Delgado, del que él tampoco había oído hablar nunca, había presentado contra Obras civiles, representando a Matilde Alcubierre, ingeniera industrial que había sido despedida por manifiesta deslealtad, aunque en la misma carta de despido la empresa admitía que se trataba de un despido improcedente, con lo que probablemente lo que intentaba era ahorrarse los salarios de tramitación, en el caso de que la sentencia fuera, efectivamente, de despido improcedente.

En el texto de la demanda se explicaba una historia muy distinta a la motivación dada por la empresa para el despido, y el hecho de que a la demanda laboral, para solicitar la nulidad del despido, se uniera una penal contra algunos directivos y empleados de la empresa, por corrupción, malversación de fondos y estafa, daba pie a pensar que posiblemente en Obras civiles se estaban haciendo algunas cosas poco claras por parte de algunas personas.

Lo primero era, por descontado, hacer una investigación preliminar de los actuantes y los demandados, y Antonio se puso manos a la obra con escasos resultados, porque ninguno de los implicados tenía ningún antecedente relevante.

Intentó hablar con Matilde Alcubierre sin ningún éxito, porque ni ella ni sus hijos estaban desde hacía una semana en su domicilio, ni su móvil estaba ni siquiera conectado, pero pudo hacerlo sin ningún problema con Carlos Delgado, su abogado, que vivía en Málaga. Como Delgado iba a Madrid con cierta frecuencia le propuso al inspector pasarse por su despacho de Madrid el primer día en que él tuviera previsto viajar allí que era precisamente el lunes siguiente, por lo que sólo tuvo que esperar el fin de semana y, cuando se vieron el lunes, la conversación fue larga y provechosa.
Delgado le explicó los motivos de la "desaparición" de Matilde Alcubierre y también le explicó con detalle su versión del despido, las impresiones que tenían él y su representada sobre las razones reales del mismo, con algunos datos difícilmente rebatibles a los que se añadían no pocas especulaciones para explicar las lagunas que él mismo reconocía antes de que Gutiérrez se las hiciera notar. También le explicó detalladamente el hilo conductor de la demanda penal y finalmente le dijo que cuando quisiera contactar con su defendida, se lo dijera a él y que no se preocupara por la distancia porque estaban totalmente dispuestos a colaborar en todo lo posible. Sólo le pedía la máxima discreción con el paradero de Matilde y de sus hijos, ya que temía por su seguridad.

Gutiérrez, una vez repasadas las notas y revisados los textos optó por seguir trabajando, como una de las líneas de investigación, con la hipótesis de que Delgado era sincero y estaba convencido de la existencia de la trama en Obras civiles. Preparó la entrevista con Alcubierre y la mantuvo a la semana siguiente.


II
El día fijado Matilde Alcubierre llegó al despacho de Gutiérrez con una gran puntualidad, de hecho recibió la llamada que le anunciaba su llegada dos minutos antes de las doce del mediodía, hora a la que le había citado.

Se encontró ante una mujer muy guapa, que aparentaba poco menos de los treinta y cinco años que tenía, con un semblante amable, aunque se la notaba algo nerviosa; lo normal en cualquier persona que se enfrentaba por primera vez a una investigación de la policía.

Iba vestida de forma poco llamativa, pero con gusto y llevaba un bolso grande en el que probablemente llevaba alguna documentación, pero no demasiada. Se sentó cuando Gutiérrez se lo pidió y solo aceptó un vaso de agua cuando le ofreció algo para beber.

Gutiérrez le dio una idea del contenido que tendría la entrevista y le pidió disculpas por adelantado porque iba a necesitar muchos detalles de su vida privada, aunque le aseguró la máxima discreción para todo lo que no fuera relevante para el análisis del caso y le pidió que de una forma libre pero detallada le contara como era ahora su vida personal.

Matilde empezó por decirle que estaba divorciada, que tenía dos hijos a los que su padre rara vez veía, aunque tenía un régimen de vistas amplio y abierto, y en la práctica se limitaba a pagar puntualmente los 500 euros mensuales de pensión que el juzgado había fijado.

Había vivido en Majadahonda hasta poco después del despido cuando decidió trasladarse de forma provisional a Mijas, inmediatamente después de poner los pleitos, uno laboral y otro penal, cosa que hizo por consejo de sus abogados para reforzar su seguridad. Por los mismos motivos había dejado de usar su tarjeta de crédito y su teléfono móvil y en cuanto a la cuenta corriente los únicos movimientos desde entonces eran los ingresos del paro y la pensión de alimentos de sus hijos, que juntos ni siquiera llegaban a cubrir los gastos habituales domiciliados, aunque de momento contaba con un cierto saldo remanente que le duraría alrededor de un año.

Dada su situación económica, había alquilado su piso, lo que le permitía cubrir el resto de sus gastos, aunque se había visto obligada a apretarse el cinturón y también a reducir algunos de los gastos de sus hijos, procurando que ellos lo notaran lo menos posible.

Aunque buscaba trabajo de forma muy activa, no era nada optimista mientras no hubiera sentencia, al menos en el pleito laboral, ya que la totalidad de las entrevistas que había hecho terminaban exactamente en el momento en que contaba el pleito que había interpuesto.

Una vez terminada esta primera explicación, el inspector le hizo unas cuantas preguntas de detalles concretos que abarcaban toda la esfera personal, de las que sólo se podía deducir que la señora Alcubierre se dedicaba exclusivamente a atender a sus hijos lo mejor que podía, a buscar trabajo, aunque sin ninguna esperanza, y a seguir los pleitos, asunto éste último que le llevaba muy poco tiempo.

A continuación, dirigió el interrogatorio al fondo de los pleitos y escuchó su versión de lo sucedido. Ella no había incurrido en ninguna contradicción y además se explayó en las ampliaciones que él iba solicitando.
 
Cuando le pidió más información sobre el momento en que ella empezó a estar realmente convencida de que en la empresa había cosas poco claras, ella le contestó que fue en el momento en que su jefe, José López de Agulló y García de Muros, le había acusado de tener una actitud intransigente al no querer admitir la modificación de una oferta, de la que dijo que era "la que la empresa había decidido que tenía que ganar" y que ya se podía dar con un canto en los dientes porque tras no pocos esfuerzos él había conseguido que en la alta dirección hubieran aceptado cambiar los aspectos técnicos que ella exigía y que "a pesar de ser insignificantes, era discutible si en la oferta presentada se cumplía o no lo establecido en el pliego de condiciones" aspectos técnicos "que no se sabía por qué razón ni quién los había incluido", porque según él "era muy discutible que fueran necesarios o convenientes" frase que su jefe dejó de repetir cuando ella le recordó que él era en realidad la persona que los había puesto, que lo había hecho en presencia de otras diez personas y que ella le había dado la razón cuando cuatro de los presentes en aquella reunión habían comentado el exceso de trabajo, y posiblemente de coste, que supondría su inclusión en el pliego de condiciones. 

Gutiérrez le pidió que le diera los nombres de los presentes en la reunión y que identificara a las personas que ella recordara que se habían puesto, desde el primer momento, a favor o en contra, de la inclusión de esos requisitos en el pliego. Matilde le dio los nombres de los que habían apoyado la inclusión desde el primer momento, su jefe, otro compañero y ella, de los cuatro que habían optado por defender la no inclusión y del resto del grupo, cinco en total, que no se habían decantado en ningún momento ya que siguiendo su costumbre, su jefe había escuchado a todos los que quisieron dar su opinión, después volvió a explicar los motivos de su inclusión y dio por zanjada la cuestión diciendo que se añadían los requisitos sin ningún cambio respecto al texto que había repartido al convocar la reunión.  

Finalmente le dijo algo que él no conocía, ya que no estaba en los textos aportados a los juzgados. Un par de días después de aquella conversación con su jefe, había ocurrido algo que le había hecho pensar que no era su jefe el único implicado en el asunto. Le proporcionó a Gutiérrez una fotocopia con una serie de datos que tenían toda la pinta de ser números de cuentas bancarias, a veces con 24 dígitos y otras sólo con 20, y en el caso de los de 24 la mayoría debían corresponder a cuentas españolas porque empezaban por ES. A continuación de los números presuntamente de cuenta, había siempre unas iniciales y ella le dio los nombres que, en su opinión, podrían responder a las mismas, siempre que la persona asociada a la cuenta trabajara en Obras civiles, aunque también podrían corresponder a personas que no trabajaran en ella y que tuvieran las mismas iniciales. También había algunas iniciales que no le decían nada, por lo que ella pensaba que podrían ser de personas ajenas a la empresa.

Le contó cómo había obtenido esa página que, por descuido, su jefe había olvidado en la fotocopiadora, durante la hora de la comida del día en que ella la encontró. Cuando, justo antes de irse a comer, Matilde fue a hacer unas fotocopias, se encontró con que había un atasco. Vio que la hoja responsable era la página con los supuestos números de cuenta bancaria, cada uno precedido de unas iniciales, y le entró la sospecha de que pudieran ser cuentas a las que fuera a parar dinero pagado por algunas empresas contratistas. Hizo una fotocopia de la página con los números, después las suyas y finalmente colocó la página en la fotocopiadora, poco más o menos como se la había encontrado.

Se llevó todo al coche, se fue a comer y después pasó por su casa para dejar allí la página antes de volver al trabajo. Al llegar notó que había pasado algo raro y esperó a escuchar los comentarios en la máquina del café. Efectivamente, la gente estaba extrañada de que su jefe hubiera vuelto de comer mucho antes de lo habitual y que hubiera ido directamente a la fotocopiadora antes de ir a su despacho. Nadie supo explicar lo ocurrido, pero las compañeras que le habían visto entrar decían que parecía nervioso, aunque cuando volvió de la fotocopiadora ya parecía más tranquilo.

Al final alguien dio una posible explicación un poco chusca, atribuyendo el episodio a alguna bronca que habría recibido de su mujer mientras comían y que él habría finalizado volviendo al trabajo de forma precipitada, como si tuviera alguna cosa muy importante que resolver, pero ella pensó que volvió apresuradamente cuando se dio cuenta del olvido y que el gesto de menor preocupación sería la consecuencia de haber encontrado la página donde la había dejado y donde había estado un periodo de tiempo que coincidía con la hora de comer, motivo por el que era fácil que nadie hubiera ido a la fotocopiadora.

Al terminar esta parte de la entrevista el inspector pensó que sería conveniente parar para comer, ya que la señora Alcubierre estaba colaborando de forma muy notable, y no le gustaba dejar la impresión de tratar a la gente con poca consideración. De todas maneras Gutiérrez no quería ninguna presencia extraña ni conversaciones con sus abogados a mitad del interrogatorio, por lo que decidió pedirle que comieran juntos, adelantando, para tranquilizarla, que no hablarían de nada del caso que les ocupaba. Le preguntó que donde quería comer y ella se dejó llevar a donde el prefiriera, aunque le sugirió que fuera un lugar con un menú del día asequible y le adelantó que ella pagaría su parte.

Durante la comida, sacó el tema del cambio de tipo de vida entre Mijas y en el paro respecto a Majadahonda y trabajando. Pudo comprobar que era una persona optimista, porque a pesar de sus contrariedades, siempre salía a relucir lo contenta que estaba de poder estar a todas horas con sus hijos. De forma sutil, le indujo a hablar de su ex marido y se pudo enterar de que el motivo de la separación había sido la aparición de otra mujer en la vida de él. Le sorprendió que él hubiera optado por irse cuando ella aportaba la mayor parte de las entradas de dinero, pero pronto entendió que él ganaba bastante más de lo que declaraba, por lo que pensó que tenía que investigar también esa vía, no fuera a ser que el ex marido estuviera conectado con la trama, porque a esas alturas, el inspector Gutiérrez estaba convencido de que trama, había. Todavía desconocía como de importante era ni quiénes eran sus cabecillas y sus componentes, pero intuía que ahora tenía material suficiente para empezar a desenredar la madeja.

Después de comer volvieron al despacho y Gutiérrez se dedicó a apuntar todas las conexiones que Alcubierre deducía e imaginaba, aunque probablemente lo que ella le dijera no sería más que una parte, quizás bastante pequeña, del conjunto. Terminaron a la hora límite que ella había anunciado para llegar sin agobios a Atocha para tomar el tren de vuelta. Gutiérrez había prolongado la entrevista para ver si al acercarse la hora límite ella se ponía nerviosa y cometía algún error, pero nada de eso sucedió. Cinco minutos antes de la hora le sonó una alarma en su teléfono y ella le dijo que en cinco minutos tenía que irse sin falta, pero que si quería seguir hablando podía hacerlo hasta cinco minutos antes de la salida del tren si la acompañaba a la estación. 

Nunca antes nadie había actuado así en una situación similar y pensó que o se encontraba ante una persona sincera y realmente dispuesta a colaborar o ante una consumada actriz con el papel muy bien aprendido, pero este aspecto no le preocupaba porque estaba seguro de que a no mucho tardar, el sabría cual de las dos opciones era la real. Pero su instinto le decía que era más probable lo primero. Su relato seguía siempre el hilo del pleito y a las preguntas respondía ampliando la información, separando claramente los hechos reales de las conclusiones razonables y de las meras hipótesis que le permitían explicar las lagunas que tenía; además ella respondía clara y escuetamente con un "no lo sé" en las ocasiones en que, siempre según ella, desconocía la respuesta.


III

Al día siguiente Gutiérrez dejó a su jefe una escueta nota:
"Mi teniente, tengo comentarios sobre el caso Alcubierre. A partir de las doce los tendré escritos y razonados, aunque todavía poco  documentados"

A las doce y media -el teniente siempre que podía les dejaba media hora más antes de llamarles- recibió el aviso de ir a verle y acudió de inmediato con sus notas. Le hizo un breve resumen después de haberle dejado la copia de sus notas y cuando terminó recibió la respuesta que esperaba:
-  Gutiérrez, parece que vamos por buen camino. ¿Qué necesitas que yo haga?
-  Lo ideal sería contar con la autorización del juez para investigar las cuentas, si es que lo son, de la página que me entregó Alcubierre, de momento sólo las españolas, así como los teléfonos y cuentas electrónicas de Alcubierre, de su ex marido, de sus abogados y de todos los empleados de Obras civiles que están en mi escrito. ¿Crees que lo podrás conseguir?
-  No creo que el juez Moreno ponga ninguna pega y estoy casi seguro de que tu amiga, la fiscal Pardeza, apoyará la petición.
-  Teniente, qué más quisiera yo que Pardeza me tuviera entre sus amigos más cercanos, pero me temo que de mí sólo le interesa que le dé los casos bien mascados.
-  Sigue trabajando en todo y ya te avisaré cuando tenga los permisos.
-  A tus órdenes teniente -dijo Gutiérrez mientras se levantaba sonriente y se iba a su mesa-

En cuanto llegó a ella, llamó a la fiscal por teléfono y le preguntó:
-  Hola Vanessa, ¿Cómo estás?
-  Hola Gutiérrez, yo estoy bien ¿y tú?
-  Bien también gracias. Me preguntaba si hoy tendré la suerte de que me puedas dedicar un rato de tu tiempo libre.
-  ¿De mi tiempo libre? ¿Quieres hablar de trabajo o de otras cosas?
-  Especialmente de otras cosas, pero también, si tu quieres, te puedo comentar algunas cosas del trabajo, extraoficialmente claro, porque si no te lo pediría en horas de trabajo.
-  ¡Uf! en horas de trabajo hasta dentro de diez o quince días ni lo sueñes, pero en mi tiempo libre ¿qué me propones?
-  Como tengo muchas ganas de verte, te dejo que elijas todo: hora, lugar, actividad, o actividades, y duración. Por supuesto te paso a recoger y te dejo después donde me digas.
-  ¡Vaya morro que tienes! pero ya que me lo pones tan fácil, pásame a buscar a la fiscalía a las siete y media, luego me llevas a casa y te esperas a que me arregle y después ya te diré el resto. No es necesario que traigas corbata si no quieres, aunque ya sabes que me gusta verte con ella.
-  ¡Hasta luego Vanessa!
-  Hasta luego Gutiérrez

El inspector se puso de nuevo a la tarea y decidió planificar los siguientes pasos. Dando por supuesto que el juez daría las autorizaciones:
- Lo primero sería comprobar los titulares de las cuentas y los movimientos, con especial atención a los eventuales traspasos a los titulares, reales o escondidos, de las otras cuentas y de la empresa en general.
- Lo segundo, iniciar los contactos con las personas aparentemente implicadas, empezando por las cuatro que se habían opuesto a incluir los criterios que faltaban en el pliego de condiciones. Tres trabajaban bajo el mismo jefe que Alcubierre, así que empezaría por la cuarta. En función de los resultados que obtuviera, iría ampliando la lista, empezando por los hombres y mujeres de paja que pudieran ir apareciendo.
-  Lo tercero, en su caso, ampliar la solicitud de permisos a otras personas que se fueran sumando a la lista de sospechosos o de personas que pudieran aportar información.
- Finalmente, en paralelo, continuar la investigación de las personas conectadas a Alcubierre, sus abogados y su ex marido y de ella misma.

A las siete de la tarde se fue a su casa, se duchó y se puso la ropa que le pareció más adecuada para ir con Vanessa que incluía, como no, la odiada corbata, ya que estaba visto que sin ella no tenía la menor posibilidad de ligar con ella. A las siete y veintiocho estaba parado frente a la puerta de la fiscalía y cuatro minutos más tarde apareció Vanessa, a la que le surgió una sonrisa de oreja a oreja cuando reconoció el coche y a su encorbatado conductor, que salía del mismo para abrirle la puerta después de haberle alargado la mano para saludarla como correspondía en el ámbito profesional.
-  Gracias Gutiérrez -le dijo ella- ¿me puedes llevar a casa por favor?
-  Claro que sí Vanessa -respondió él- salvo que quieras pasar antes por algún otro sitio.
-  No, gracias, directos a mi casa.

Cuando llegaron, ella se bajó del coche y le avisó que tardaría una media hora en volver. El inspector le dijo que de acuerdo y cuando ella abrió el portal y entró, puso la radio para escuchar las noticias de la tarde. Al cabo de algo más de media hora, Vanessa apareció con su mejor sonrisa y con un vestido que le caía muy bien. Era la primera vez que ella se ponía tan guapa para ir con él y, además, en esta ocasión estarían a solas, lo que le dio alguna esperanza de que iba avanzando en su deseada relación aunque fuera a paso de tortuga.
- Gutiérrez, he pensado que lo mejor es que primero tengamos la charla profesional, aunque totalmente extraoficial, para ello podemos ir a una cafetería tranquila que hay a diez minutos andando de aquí. Si encuentras algún sitio, ya puedes aparcar, aunque me imagino que siendo guardia civil tendrás bula de aparcamiento indebido.
-  Sólo cuando no queda otro remedio y siempre en acto de servicio, así que ahora me toca aparcar correctamente.

Antes de decir esto ya había avistado un lugar apropiado para aparcar correctamente y no estaba seguro de si ella lo había visto o no.  Aparcó, salieron y Vanessa le dirigió el poco trecho que quedaba hasta la cafetería. Cuando entraron, Antonio se dio cuenta de que ella era cliente habitual, así que cuando ella pidió un café con leche él lo hizo también, pensando que, quizás, habría encontrado una cafetería de las pocas que sirven buen café.
- Bueno, Gutiérrez, ya puedes empezar a soltar por esa boquita. Me imagino que se trata del caso Obras civiles ¿no?
-  Si Vanessa, se trata de ese caso al que, como supongo que sabes, me han puesto en exclusiva a petición de tu juez.

El inspector le puso al día de una forma breve, pero completa, de lo realizado hasta el momento, sin darle ninguna impresión personal, para que no pensara que la quería llevar a su terreno. Mientras hablaba, pudo comprobar que, efectivamente, el café era muy bueno y cuando terminó ella le preguntó.
- Supongo que ahora falta que me digas que deseas que apoye las autorizaciones que tu jefe ya habrá mandado, o estará a punto de mandar al juez Montero para continuar profundizando ¿me equivoco mucho?
-  Sólo en un pequeño matiz, Vanessa. Es cierto que mi jefe ha pedido, o estará a punto de hacerlo, una serie de permisos para investigar las cuentas corrientes, si es que lo son, las correspondientes cuentas electrónicas y para pinchar los teléfonos, y también es cierto que me gustaría que apoyaras esas solicitudes. El matiz está en que no te pediré que lo hagas en aquellos casos en que consideres que no se justifica el control; lo que si te pediré, y te pido, es que si tienes alguna duda, me lo digas para que yo pueda darte la información adicional de que disponga y que te pueda servir para que tomes tu decisión con mayor tranquilidad.  Por eso he pensado que quizás ahora  quieras preguntarme algo, aunque también lo hagas cuando te lleguen las solicitudes y toda la documentación anexa.
-  Muy seguro te veo de que lo que hayáis pedido esté más que justificado.
-  Creo que la petición es adecuada, porque la he redactado yo y si no lo pensara no lo habría pedido, pero el motivo fundamental es otro. Me gusta hacer bien mi trabajo y pienso que a ti también te gusta hacer bien el tuyo; por otra parte, creo que en todos los casos la máxima colaboración entre la fiscalía y la investigación es la mejor garantía de actuar bien y rápido. Pero en este caso en particular estoy convencido, además, de que no es fácil que surja ningún escollo entre las dos instituciones, aunque me da en la nariz que tanto tu juez como mi jefe se verán obligados a lidiar con unas cuantas presiones, cada uno por su lado.
- Bueno Gutiérrez, creo que es mejor dejar aquí la conversación profesional. Te agradezco toda la información y la disposición a colaborar y si tengo alguna duda o veo algún problema, te llamaré. Así que ahora te llevaré a un restaurante cercano que me gusta bastante y espero que también te guste a ti. Eso sí, a partir de ahora ni una palabra de cosas profesionales.
-  De acuerdo Vanessa. Seguro que me gustará, como me ha gustado esta cafetería que, con tu permiso, anotaré en el reducido grupo de las que sirven un buen café y visitaré de vez en cuando, espero que algunas veces también en tu agradable compañía.

Se levantaron y el inspector fue a pagar, Salieron a la calle y Vanessa le condujo a un restaurante con nombre portugués "O Fado da Coimbra" en el que según Vanessa hacían muy bien el bacalao. Pidieron la carta y él se dejo guiar por ella, que propuso pedir dos platos para compartir. Cuando trajeron el primero y lo empezaron a comer, Antonio le dijo a su compañera que tenía muy buen gusto y que aquel restaurante también lo anotaría.
-  No me hagas la pelota, Gutiérrez, por favor.
-  Te estoy diciendo simplemente lo que pienso Vanessa y me parece que ya hemos hablado suficientes veces para que te hayas dado cuenta de que, siempre que puedo, digo lo que pienso. Por cierto, te querría pedir un favor, si me lo permites.
-  ¿Qué favor es ese que me quieres pedir?
- Me gustaría mucho que me llames Gutiérrez sólo cuando haya otras personas y la conversación sea de asuntos profesionales y que en el resto de las ocasiones me llames Antonio, por favor.
-  Eso que pides, lo encuentro no adecuado, sino obligado cuando se trata de amigos y yo, la verdad, no estoy segura de que entre nosotros haya amistad, aunque la relación profesional sea, como es, muy cordial.
-  Quizás entonces deba cambiar mi petición por otra. Vanessa, yo sí que te considero mi amiga, quizás porque en el aspecto profesional tu eres casi siempre la que hace los favores, y me gustaría mucho que tú también me consideraras tu amigo.
-  Eres hábil hablando y me temo que me has desarmado totalmente. Te llamaré Antonio, como me has pedido, pero te pido que me des algo de tiempo para responder a tu solicitud de amistad. ¿Sabes que eres el primer tío que me pide sólo amistad desde que terminé la primaria?
-  Vale Vanessa, espero tu respuesta y si dentro de un plazo razonable no me dices nada, te lo volveré a pedir como se hacía en primaria.

La cena continuó en un ambiente distendido y cuando terminaron Vanessa le dijo que quería ir a casa porque la noche anterior había dormido poco. Fueron juntos hasta su portal y cuando Antonio le alargó la mano para despedirse, ella se acercó para hacerlo con dos besos mientras le decía:
-  La mano es para Gutiérrez, pero para Antonio los saludos y despedidas son con un par de besos. Gracias por tu compañía, lo he pasado muy bien. Ya hablaremos.
-  Gracias a ti Vanessa. Buenas noches princesa, que descanses.


V
El lunes siguiente Vanessa llamó por teléfono al inspector:
-  Buenos días Antonio, ¿cómo estás? ¿tendrías unos minutos para hablar en persona?
-  Buenos días Vanessa. Claro que tengo el tiempo que tú desees para hablar contigo. ¿Dónde y a qué hora nos vemos?
-  ¿Te puedo invitar a café, en la cafetería de al lado de casa, a las tres y media?
-  Allí estaré, como un clavo. Hasta luego Vanessa.
-  Hasta luego Antonio.

Poco rato después despachó con su jefe, al que ya le había puesto al día de la conversación previa, y le comentó la llamada de la fiscal.
-  Bueno muchacho, se ve que vas progresando con Pardeza. La llamada será profesional, pero si el café se prolonga por los otros motivos que tú y yo sabemos, no la dejes con la palabra en la boca; tómate tu tiempo, pero sin pasarte.
-  Gracias teniente, así lo haré.
-  Si las noticias de los permisos son buenas, ponme al corriente en cuanto llegues. Si estoy ocupado te plantas frente a mi puerta y te haré pasar lo antes posible.
-  ¿Ordenas alguna cosa más, teniente?
-  No, sigue con tu tarea, que no te falta.

A las tres y cuarto Antonio estaba sentado en la cafetería degustando el café de después de comer que no había tomado, para sorpresa del camarero, en el sitio en que solía comer. Dos minutos antes de la media apareció Vanessa, con una sonrisa algo más alegre de lo habitual que compensaba la seria vestimenta que solía llevar al trabajo.Antonio se levantó para recibirla y para disfrutar de los dos besos que se dieron y pensó que sólo por eso valía la pena el paseo en coche, que había ido acompañado de un tráfico bastante pesado.
-  Buenas tardes Antonio. Veo que te has adelantado a pedir el café.
- Buenas tardes Vanessa. Ahora pedimos los cafés para los dos y no te preocupes que no me pondré más nervioso por tomar dos después de comer.

Se sentaron y pidieron los cafés y cuando se fue el camarero, Vanessa fue directamente al grano:
-  Antonio, tengo buenas noticias. El juez está encantado con la petición, sobre todo porque el informe es muy completo y convincente, y la fiscalía comparte el criterio. Mejor dicho, antes de que el juez dijera nada, la fiscalía ya estaba convencida de lo mismo.
   Creo que mañana tendréis las autorizaciones, pero ya te puedes dar prisa en adelantar algún resultado, porque el juez está en ascuas. Creo que piensa que este caso tendrá mucho más calado que el del pleito planteado, y está deseando conocer si hay más ramificaciones.
  Finalmente, te quiero comentar que Obras civiles todavía no ha presentado ningún escrito, lo que es poco frecuente, así que no estaría de más que intentaras averiguar las razones.
-  Muchas gracias Vanessa. Si algún día decides que somos amigos, no sé cómo vas a poder tratarme mejor desde el punto de vista profesional.
-  De nada Antonio. Es poco frecuente tanta coincidencia en un caso, pero no creas que la amistad, si existiera, cambiaría nada relevante en la relación profesional. Sólo una mayor confianza en tu bien hacer, pero no mucha porque tienes la fama ganada a pulso desde hace años.
-  ¿Me permites que te pregunte si tienes algún hueco durante el próximo fin de semana?
-  Ya lo has hecho y la respuesta es que sí, tengo algunos huecos que si siguen vacíos rellenaré avanzando algo la tarea de la fiscalía, que me tiene desbordada. ¿Tienes alguna propuesta interesante que hacer?
-  Propuestas sí que tengo, y varias. Pero como no conozco tus gustos te las diré todas y espero que alguna de ellas te apetezca. Si tienes hueco el viernes por la noche, te propongo ir a cenar juntos y luego a una discoteca tranquila, en la que además de bailar se pueda hablar sin tener que  gritar. Si tienes hueco el sábado por la mañana y te apetece pasear, te propongo ir al Retiro a pegar la hebra y luego podemos ir a tomar el aperitivo a una terraza de la Castellana. Si tienes hueco en la comida, podríamos ir a la Cava Baja y después venir aquí a tomar uno o varios cafés. Si prefieres el sábado por la tarde, podríamos ir al cine, no he pensado a cual porque antes te tendría que preguntar los tipos de películas que te gustan, y luego podríamos ir a cenar al restaurante del otro día, que sé que a ti te gusta y a mí también, y luego podríamos ir a un café típico que hay al lado de la Plaza de Lavapiés. Si quisieras que nos veamos el domingo, te propondría ir a Segovia a pasear, a tomar el aperitivo y a comer en uno de los asadores. Para la vuelta creo que deberíamos salir o pronto o tarde, para que la caravana de la A1 no nos estropee la tarde. Por último, plagiando a Groucho, quiero añadir que si esas posibilidades no te atraen, rápidamente las retiro y te presento otras nuevas que te gusten más.
-  ¡Para, Antonio, por dios para! que no tengo capacidad para asimilar tanta propuesta en tan poco tiempo. Por cierto, ¿las propuestas son para que elija una, o hay posibilidad de hacer más de una?
-  Vanessa, como tú quieras. Por mí pasaría todo el fin de semana contigo, aún a riesgo de que te hartaras de mí y no quisieras repetir, pero como tú eres la más reticente de los dos, creo que es mejor que pongas tú el ritmo, al menos hasta que te decidas a aceptarme como amigo.
-  Te voy a proponer una variante. ¿Te parecería bien ir a Segovia, pero el sábado y en tren?
-  Me parece estupendo. ¿A qué hora quieres que quedemos?
-  ¿Te parece bien a las diez aquí a desayunar?
-  Me parece muy bien. A las diez estaré aquí.
-  Una última cosa, Antonio. Como no quiero discusiones sobre quien paga qué, ¿te parece que hagamos una bolsa común antes de desayunar?
-  De acuerdo Vanessa.
-  Ahora me tengo que ir a la fiscalía. Recuerda que yo pago estos cafés.
- Yo también me voy a currar, pero los cafés me parece que ya están pagados.
-  Me temo que la bolsa común la tendremos que hacer siempre, aunque la próxima vez que te invite, espero que me lo respetes.

Salieron de la cafetería, se despidieron y Antonio se fue feliz a su trabajo. Al llegar fue al despacho de su jefe, que estaba hablando por teléfono y se plantó delante de su puerta. Tabarés le vio y en menos de un minuto terminó la conversación y le hizo pasar.
-  Antonio, veo por tu cara que los dos aspectos de tu misión han ido bien, así que cuéntame lo que me interesa, que tengo bastante tajo.

Gutiérrez le contó las novedades del juzgado, sin sentarse porque cuando el teniente decía que tenía mucho tajo, quería brevedad y concisión. Cuando terminó le dijo que fuera preparando todo para ponerse en marcha en cuanto llegaran los permisos, y dio por sentado que lo primero sería el análisis de las cuentas corrientes. Antonio se despidió como de costumbre aunque añadió una última pregunta:
-  ¿Tanto se me nota, teniente?
-  ¡Ni te lo imaginas! -fue la escueta respuesta que recibió-

Al llegar a su mesa, sacó la lista de las cuentas, que ya tenía ordenadas por bancos y llamó a sus contactos en ellos para avisarles que en breve recibirían su visita, con una orden para obtener datos de algunas cuentas y que esperaba la máxima colaboración en puntualidad, discreción (nada de hacerle trabajar con colaboradores, por si las filtraciones) y resultados en hoja de cálculo para cada una de las cuentas investigadas. La ronda le fue bien y pensó que si a primera hora le llegaban los permisos, a lo largo del día siguiente habría recogido toda la información, lo que supondría que su jornada se prolongaría hasta la madrugada, a poco que las cuentas tuvieran múltiples asientos.


VI
Aquella mañana de martes, el teniente Tabarés esperaba la llegada del inspector Gutiérrez, que entró puntual como casi siempre, le hizo una seña y se dirigió a su despacho, seguido de Antonio que ni siquiera pasó por su mesa.
-  Buenos días teniente, ¿tenemos buenas noticias?
-  Las mejores Gutiérrez. Lo que te dijo Pardeza se ha cumplido punto por punto y, por si fuera poco, he tenido una llamada del juez que me ha pedido que acelerara todo lo posible, pero sin dejar ningún cabo suelto. Le he dicho que estabas a tiempo completo y esperando los permisos para avanzar rápido, así que, ya sabes, manos a la obra.
-  Sólo necesito los permisos y las copias para entregar y quedarme con el recibí. ya sabes que en algunos bancos son muy reticentes, pero tras tener la copia y firmar el recibí se ponen las pilas.
   ¿Ordenas alguna cosa más?
-  No Antonio. Cuando tengas datos relevantes me avisas sin demora.

Antonio cogió los papeles, hizo las fotocopias, pasó por su mesa para llamar al contacto del banco que más cuentas tenía, cuatro en total, para avisarle que salía para allí, preparó su cartera con los papeles y con unas cuantas memorias USB para grabar los datos, una por cada cuenta. Como el contacto le dijo que iba a desayunar en ese momento, quedaron en el bar para entrar juntos al banco, lo que facilitaría la entrada.

En efecto, al ir acompañado por una persona del banco, le bastó con enseñar el DNI y ni siquiera le hicieron fotocopia, lo que permitía una discreción máxima.
La colaboración fue total, Antonio entró en el despacho, entregó las dos copias del permiso para las cuentas de ese banco (el juzgado había tenido a bien hacer un permiso para cada banco, lo que aumentaba la discreción de la operación) hizo ademán de mostrar el original, pero su interlocutor le indicó que no hacía falta, mientras firmaba el recibí, y empezó a introducir una por una todas las cuentas. Sacó en hoja de cálculo todos los datos, que incluían los datos de la cuenta y todos los movimientos de los últimos cinco años. Sólo una de las cuentas había sido cancelada hacía poco y el resto seguían activas. 

En menos de media hora el inspector Gutiérrez tenía toda la información y se dispuso a salir, no sin antes pedir a su contacto que demorara todo lo posible la noticia a sus superiores y que, por favor, le hiciera una perdida en cuanto lo hubiera hecho. Su interlocutor le acompañó hasta la salida, con lo que no tuvo que volver a mostrar su DNI y cuando estuvo fuera llamó al contacto del siguiente banco.

Todo fue muy rápido y antes de la hora de comer volvió a su oficina con toda la información en su cartera. Se dirigió directamente al despacho de su jefe, que le hizo entrar sin demora.
- Teniente, aquí te dejo los originales y los recibí de todos los permisos. Ya tengo toda la información y salvo que ordenes otra cosa me pondré inmediatamente a recopilar la información y a documentar primero las titularidades, después las eventuales conexiones y finalmente los importes de las transacciones más relevantes.
-  De acuerdo Gutiérrez, pero no te olvides de darme también, y enseguida, todos los USB debidamente etiquetados, para que los guarde junto a los permisos en lugar seguro para que sirvan como prueba.
-  ¿Ordenas alguna cosa más?
-  No, ya puedes empezar el trabajo y no te vayas más tarde de las once.

Antonio guardó en el ordenador, con todas las garantías de confidencialidad, los datos, entregó los USB a su jefe y empezó a mirar las titularidades. La primera cuenta que miró fue la que había sido cancelada recientemente, comprobó la fecha de cancelación y se dio cuenta de que había sido siete días después de la presentación del pleito. Salvo casualidad, de las que nunca se daban en este tipo de investigaciones, la persona que la manejaba debía tener fácil conocimiento de los asuntos legales de Obras civiles.

Investigó el DNI de la titular y se encontró ante una segura persona interpuesta. Era Doña Consuelo Cortés Fernández, mujer de ochenta y cinco años, viuda, con una pensión de poco más de 600 euros y que vivía en un pueblecito de Jaén. La cuenta estaba, sin embargo, en la misma oficina de Madrid en que estaba su interlocutor, motivo por el que le llamó para verse a tomar un café después de comer. El interlocutor le propuso comer juntos en donde él quisiera, pero Gutiérrez prefirió que sólo tomaran juntos el café, le dio el nombre y la dirección y quedaron a las tres y cuarto. Una vez en el bar, se sentó en la mesa en que estaba Antonio, pidieron los cafés y escuchó la petición de información que se limitaba a identificar a la persona que firmaba, o entregaba, las órdenes de la cuenta.

El interlocutor le dijo que lo haría aquella misma tarde, ya que por las tardes había muy poca gente y eso aumentaría la discreción, porque no era extraño que los jefes entraran personalmente en los datos a esas horas, y quedaron al día siguiente a la misma hora y en el mismo lugar.

El inspector llamó por teléfono a Vanessa para darle las gracias y decirle que ya habían recibido las autorizaciones.
-  ¿Cómo es que has tardado tanto en llamarme? ¿no será que cuando ya tienes lo que quieres te olvidas de las amigas? -respondió Vanessa-
- No pienses eso por favor. No me gusta hablar de estas cosas por teléfono y, además, hoy tengo trabajo a destajo. De hecho no lo podré terminar, aunque saldré como muy tarde a las once por orden del jefe. Si no te parece una hora intempestiva podríamos vernos a esa hora.
- Vale Antonio, vale. Entiendo tus precauciones. Esa hora es muy tarde para mí, si estabas pensando en cenar, pero si te atreves, puedes venir a casa y podrás tomar algo, aunque te aviso que yo ya habré cenado.
-  ¡Que cosas dices! Estaré encantado. ¿En qué piso y puerta vives?
-  ¿De verdad no lo sabes? ¡Vaya inspector estás tú hecho! es el sexto derecha.
-  Supongo que llegaré sobre las once y cuarto. Muchas gracias por la confianza. Hasta luego.
-  No me hagas esperar demasiado o me quedaré dormida.

Antonio pasó el resto de la tarde analizando datos y coincidencias, y empezó a creer que desde la cuenta cancelada se había realizado la distribución final de buena parte del dinero cobrado por la trama por los contratos de Obras civiles, aunque habría que esperar porque no tenía permiso, todavía, para investigar las cuentas origen de las transferencias recibidas en la cuenta de marras.

Comprobó que en cinco cuentas, las pocas que estaban en la lista y en las que coincidía la titularidad con las iniciales, recibían una transferencia periódica de 2500 euros mensuales, en todas la misma cantidad y las mismas fechas, el quince de cada mes. Todas ellas eran de empleados de Obras civiles y tenían también domiciliada la nómina en la misma cuenta. Finalmente pudo comprobar que los titulares eran los cuatro que en la reunión se habían opuesto a poner condiciones adicionales a la oferta y uno de los que no dijo nada. Propondría a su jefe empezar por éste último, Anselmo Peral Caso, de la Dirección de Proyectos, seguir con Olga Magro Antich de la Dirección de Construcción y terminar con los otros tres que estaban en la Dirección de Análisis Económico.

Al hacer el cruce de cuentas pudo comprobar que todas ellas recibían ingresos de la cuenta cancelada, a la que bautizó como cuenta madre, pero quedaba por investigar un buen número de cuentas que, o bien entregaban dinero o bien lo recibían pero en ningún caso las dos cosas, y también tenía que proseguir con la identificación de los titulares efectivos del resto de las cuentas. 

También puso en marcha la investigación de Alcubierre y sus personas próximas, empezando por el ex marido y pidió audiencia a su jefe, lo que este entendería como que todavía no había avances relevantes, pero que quería comentarle alguna posible estratégica, de modo que le hizo un hueco la misma tarde, y le llamó:
-  Gutiérrez, ven ahora si puedes y me consultas lo que quieras.
-  Ya voy jefe -respondió el inspector y se fue hacia su despacho-
-  ¿Das tu permiso, teniente?
-  Pasa Gutiérrez, siéntate y cuenta lo que tengas.

Antonio le hizo un resumen de lo que había visto hasta entonces y le planteó la estrategia que había pensado para empezar a tirar del hilo.
-  Me parece bien la estrategia y el orden que has pensado. Lo más importante es que seas capaz de intuir cuando hayan empezado las conversaciones entre ellos, para intentar conocer las complicidades que existen. Por supuesto, ya sabes que con moderación podrás ofrecer echar una mano a los más infelices si colaboran y son más que discretos, aunque no estaría de más que hablaras de ello con Pardeza antes de comprometer nada, más que nada para que no quedes mal con nadie.
-  De acuerdo teniente, lo hablaré con ella esta misma noche.
-  Si te ayuda en algo, puedes adelantar la salida a las diez y media.
-  Así lo haré teniente. ¿Ordenas algo más?
-  Sí, que te sea provechosa la velada.
- Se hará lo que se pueda, teniente -respondió Antonio mientras se levantaba y salía-

Continuó el trabajo y salió a la hora pactada, se fue a su casa, se duchó, se cambió y cogió una botella de vino del bueno, un reserva de Ribera del Duero del año 2008, que esperaba que gustara a Vanessa. Llegó a su casa a las once y cinco y Vanessa le abrió la puerta desde arriba. Cuando llegó y tocó el timbre, notó como ella comprobaba por la mirilla que quién llamaba era la persona que esperaba y abrió la puerta que estaba cerrada por tres sitios diferentes-
-  Hola Princesa, espero que no sea demasiado tarde  para ti.
-  Vanessa, y no princesa.
-  Pero rima y además me gusta como suena. Pero si no te gusta, evitaré decírtelo.
-  No está mal como piropo, pero dilo sólo cuando no haya nadie delante ¿vale?
-  De acuerdo, así lo haré. No temas, que no lo diría nunca en la fiscalía, ¡menudo pitorreo se montaría si lo hiciera!

Vanessa le hizo pasar al comedor, donde tenía preparado el plato, y le dijo que iba a la cocina a por la cena, pero que fuera también él para coger el sacacorchos y abrir la botella.
- Espero que te guste, es sencilla pero todo es natural, sin nada precocinado. Por cierto ¿cómo sabías que me gusta el Ribera?
-  No lo sabía, pero como para mí es el mejor vino, tenía bastante claro que no te desagradaría, salvo que no te gustara el vino, claro, en cuyo caso me la tendría que envainar.

Empezó a comer el primer plato, judías verdes rehogadas con unas pocas patatas, ajo picado y sofrito, y virutas de jamón. Es verdad que era un plato sencillo, pero estaba casi recién hecho y en su punto, como a él le gustaba, así que tras comer un par de bocados le dijo:
-  Gracias Vanessa, están riquísimas. Mira acabo de conocer dos aspectos más que reforzarán mi amistad: eres muy buena cocinera y te gusta el ribera.
-  No seas pelota Antonio, pero me alegro de que te gusten. La próxima vez te tocará a ti, a ver si también me parece a mí que cocinas bien.
-  Cuando quieras. ¿Qué te parece el próximo fin de semana?
-  ¿En tu casa?
-  Sí, claro, si quieres probar mi cocina lo lógico es que sea en mi casa.
-  Me lo pensaré y te contesto mañana ¿te parece?
-  De acuerdo.

Antonio, mientras hablaban, sirvió vino en las dos copas y acercó la suya para brindar mientras decía:
-  Por ti, Princesa.
-  Por nosotros Antonio

El inspector siguió cenando y se tomó después una tortilla francesa. Terminó pronto y le preguntó si quería que le contara lo que había hecho desde que llegaron los permisos.
-  Para eso has venido ¿no? Pues adelante

Le hizo un resumen completo que ella le agradeció, diciéndole que estaba segura de que formarían un buen equipo. Le comentó que le parecía muy bien su estrategia y le recomendó que estuviera atento al momento en que, inevitablemente y por muy hábil que él fuera, las noticias empezaran a correr entre los implicados.
-  Vanessa, yo también estoy de acuerdo en eso y estaba pensando si sería posible, razonable y conveniente ofrecer alguna pequeña ayuda a los peones más débiles, a cambio de información completa y de colaboración total.
- Vaya, ya empezamos con los favores. Al juez no le gusta nada eso y difícilmente aceptará rebajar el grado, pero sí que sería posible rebajar las penas a algo muy cercano al mínimo. Cuento con tu habilidad para sacar el máximo provecho de esta ayuda y te pido que cada vez que lo ofrezcas con éxito, me informes lo antes posible.
-  Cuenta con ello y estate tranquila, porque no lo usaré más de lo debido sólo para tener más ocasiones de hablar contigo, porque esa sería la única razón de que yo hiciera algo así.
-  No te quejarás de verme poco, un poco más y me tendrías hasta en la sopa.
-  Bueno Vanessa, hasta aquí el informe profesional. Estás muy cansada para aceptarme una copa.
-  La verdad es que no me apetece salir, pero ya que estás aquí, si te portas bien nos la podemos tomar aquí. Pero dentro de media hora me quiero ir a dormir ¿vale?
-  Como quieras.

Vanessa se levantó mientras le preguntaba si le apetecía tomar un ron que tenía -bastante bueno, que conste- y tras la respuesta afirmativa, volvió con la botella y dos copas. Mientras se tomaban el ron, que efectivamente Antonio encontró de primera, Vanessa le pidió que le contara cosas de su vida anterior a la entrada en la Guardia Civil y él empezó por la infancia, esperando que pronto pasara la media hora y le mandara a casa. Le había pillado desprevenido y, aunque no le gustaba nada contar sus cosas personales, tampoco le parecía bien negarse, ya que estaba empezando a pensar que le gustaría mucho tener una relación más íntima con ella, y si escondía su pasado seguramente no avanzarían mucho.

Vanessa se dio cuenta de que no se encontraba cómodo hablando de su pasado, así que a los pocos minutos le comentó:
-  Antonio, creo que por hoy ya me has contado mucho más de lo que tenías previsto, así que si te parece lo dejamos aquí y en la próxima ocasión seré yo la que te cuente cosas de mi pasado, nada especial ya lo verás, y tú podrás retomar tu relato cuando a ti te apetezca.

Antonio acusó el golpe, aunque ella había sido muy suave, y le dijo:
-  Perdona Vanessa, no creas que tengo nada raro que ocultar, es solo que soy bastante tímido y me cuesta hablar de mí. La próxima vez estaré mejor preparado y ya verás como poco a poco me saldrá todo. Te agradezco que me hayas recibido en tu casa, que me hayas preparado una cena tan rica y que, después de tu ayuda en los temas profesionales, hayas aceptado que sigamos juntos un rato más. Espero que mi timidez no te eche para atrás y aceptes la comida en mi casa algún sábado o domingo y, si lo haces, espero estar a tu altura o, al menos, acercarme.
- No te preocupes Antonio y dame un abrazo además de los dos besos habituales, que poco a poco me estás convenciendo de que seamos amigos.


VII
Al día siguiente Antonio recibió información sobre dos personas, Genaro Encinas, el ex marido de Alcubierre, que resultó tener dos cuentas una para su trabajo como autónomo y otra para sus gastos domiciliados, pero de las que no se desprendía ningún ingreso adicional a los 15000 euros anuales. Decidió enviar a tres de sus colaboradores, para que turnándose le siguieran a todas partes durante unos días y averiguaran si su ritmo de vida se adecuaba a los 9000 euros anuales que supuestamente le quedaban después de pagar las pensiones a sus hijos. La segunda información provino del banco en que estaba la cuenta madre, y Antonio se asombró de la eficiencia de su interlocutor, que le entregó, con la discreción habitual, no sólo el nombre y el NIF de la persona que siempre entregaba las órdenes de las operaciones, que en el caso de las de salida de fondos siempre eran transferencias como él mismo había podido comprobar al analizar los datos que obtuvo en su primera visita, sino que, además, le proporcionó un video de la cámara de seguridad en la que se veía perfectamente a la persona que estaba ordenando la última transferencia, por el importe del saldo de cierre y la cancelación de la cuenta. Resultó ser Quico del Jazmín, y cuando comprobó que era ni más ni menos que el Director de Proyectos de Obras civiles, empezó a pensar que la trama empezaba a aclararse.

Llamó por teléfono a Matilde Alcubierre, que ya le había dado el número actual al que sólo tenían acceso unas pocas personas, para preguntarle si tenía información del organigrama de detalle de Obras civiles y ella le contestó que sí, que en su ordenador tenía una copia del documento en el que, por orden alfabético, estaban todos los trabajadores de la empresa a 31 de marzo de 2015, con una serie de datos entre los que estaban su titulación, su puesto, el cargo de su superior jerárquico, sus teléfonos de contacto en la empresa, fijo y móvil, si lo tenían, y su correo electrónico.

Le pidió que buscara el archivo y que lo pusiera en una dirección de la nube que le dio, que solo duraría una hora por lo que le preguntó a qué hora lo podría poner. Ella le dijo que a partir de dos horas después y él le contestó que lo pusiera a las doce del mediodía. Él la volvería a llamar en cuanto lo tuviera. A las doce y cinco minutos entró en la nube y ahí estaba el documento, lo bajó, lo comprobó y anuló la dirección que sólo había estado siete minutos y medio disponible para colgar y/o descargar.

Por fortuna, la autorización del juzgado permitía pinchar los teléfonos de las personas titulares de las cuentas, aunque sólo para grabar conversaciones relacionadas con el caso. Puso en marcha el dispositivo para vigilar los teléfonos que cumplían esos requisitos y preparó el suyo propio para recibir la señal del GPS con la situación del Móvil de Anselmo Peral, el primero que iba a ser investigado.

Tuvo suerte, porque Peral salió del trabajo a las cinco y se dirigió al que seguramente era su domicilio, al que llegó poco después de las cinco y media. Cuando iba a entrar en el portal se dirigió a él, preguntándole si era Anselmo Peral, el hombre se asustó, aunque asintió con la cabeza. Antonio se identificó como guardia civil y le preguntó si ese era su domicilio. La respuesta fue también afirmativa y le preguntó entonces si le esperaba alguien en su casa. La respuesta fue que no, porque él vivía solo desde que se separó de su mujer, y le preguntó si su visita tenía algo que ver con ella o con sus hijos. El inspector le tranquilizó diciéndole que no temiera por ellos, que la visita tenía que ver con la empresa en la que trabajaba, porque estaba siendo investigada, y añadió:
-  Señor Peral, mi intención es que esta conversación sea todo lo discreta posible, por lo que si usted lo permite, creo que lo mejor es que la tengamos en su casa. Si no lo considera oportuno, podemos ir a cualquier cafetería tranquila para hablar allí.
-  Por mi parte no hay problema en que la tengamos en mi casa. Sólo que está muy desordenada y no demasiado limpia y no le podré ofrecer más que agua, porque en ella no tengo otra cosa para beber.
-  No se preocupe por esos detalles. De modo que si le parece, le sigo.

Entraron en el piso, que efectivamente era un pequeño desastre en lo que a orden y limpieza se refiere, se dirigieron al salón y se sentaron en la mesa del comedor. Antonio había notado que Peral estaba asustado, muy asustado, y decidió que podría sacar partido de ello:
-  Señor Peral, no le voy a ocultar que creo que tiene usted un problema, que podría ser bastante serio, y cuya gravedad podría mitigarse algo si usted colaborara al cien por cien en la investigación.
-  Señor agente, yo no soy consciente de haber cometido ningún delito.
-  ¿Declara usted a Hacienda los 2500 euros mensuales que recibe además de su nómina?
-  La verdad es que no los declaro, pero eso no es un delito ¿verdad?
-  Efectivamente, sólo eso no es delito aunque le podría costar una multa bastante grande, además de tener que pagar todo lo que no pagó y un recargo e intereses. Pero dependiendo de la causa por la que le pagan esa cantidad, si que podría haber algún delito penado hasta con pena de cárcel.
-  Entiendo. ¿Cómo podría yo colaborar para reducir mi responsabilidad?
-  Muy sencillo, contándome todo lo que sepa de este asunto, incluyendo todos los nombres de las personas implicadas que usted conozca y no diciendo ni media palabra a nadie de lo que usted y yo hablemos. Tenga en cuenta que un solo olvido de alguien implicado o una sola palabra a cualquier persona anularían la posibilidad de mitigar su responsabilidad en este asunto.
-  Entonces estoy dispuesto a colaborar. ¿Qué quiere que le cuente?
-  Quiero que me diga por qué razón le pagan a usted esas cantidades, quien lo hace, desde cuándo y qué otras personas, sean de su empresa o no, están involucradas en ello, tanto si pagan dinero como si lo reciben, pero también si ni pagan ni reciben.
-  A mí me pagan ese dinero casi siempre por no hacer nada, lo que implica mirar para otro lado cuando por mi trabajo me entero de que hay algunas cosas que se hacen para favorecer a determinados contratistas.
-  ¿Podría ser algo más explícito, por favor?
-  La mayor parte de las veces, lo que ocurre es que una vez recibidas las ofertas y analizadas técnicamente, hay personas, por arriba, que quieren que se sustituyan una o varias hojas de una oferta por otras en las que esa oferta cambia algún aspecto que le permite seguir adelante en el proceso, las menos de las veces, o mejorar su puntuación. Yo, por mi trabajo, solo examino la documentación técnica, pero el resultado es siempre el mismo: la empresa a cuya oferta se han modificado esos pocos datos, siempre resulta ser la que gana ese contrato.
-  ¿Una vez realizado el cambio, hay forma de detectar que éste se ha llevado a cabo?.
-  No, sinceramente no lo creo, porque las páginas cambiadas van firmadas por las mismas personas y las firmas están exactamente en el mismo lugar. Es verdad que hay varias copias, pero si las firmas son originales, las pequeñas diferencias en el lugar, tamaño y rasgos de la firma son las que siempre se producen.
-  ¿Ha habido algún caso en el que ese cambio de páginas no haya tenido éxito?
-  Que yo sepa solo uno, hace unos cuantos meses. Una ingeniera, que hacía pocos meses que era una de las personas que ponía su muesca en todas las páginas de todas las copias de las ofertas, al parecer se negó a firmar las hojas cambiadas, y por lo tanto al final el cambio no se llevó a cabo, y la oferta fue rechazada por no cumplir todos los requisitos técnicos.
-  Esta situación tuvo alguna otra consecuencia.
-  Sí, claro, poco después de una reunión en la que estuvimos todos los que habíamos visto las páginas a cambiar, en la que se intentó, sin conseguirlo, que la ingeniera firmara las hojas nuevas, ella fue despedida, con un despido improcedente, según he oído.
-  ¿Podría usted decirme el nombre de esa ingeniera?
-  Sí, Matilde Alburquerque. Lo siento pero no recuerdo el segundo apellido.
-  ¿Podría ese apellido ser Eresma?
-  Sí, exacto, ese es el segundo apellido.
-  Luego me contará usted lo que recuerde de esa reunión, pero antes dígame, por favor, quien le captó a usted y quien le paga.
-  En ambos casos fue, y es, Quico del Jazmín, Director de Proyectos.
-  ¿Podría contarme como le captó?
-  El señor del Jazmín es, aparentemente, una persona muy abierta y simpática, y en una ocasión, cuando yo estaba en pleno proceso de divorcio, me pidió que comiéramos juntos en un restaurante de su elección, que el pagó, en el que nos sentamos en una mesa muy discreta. Me preguntó por mi divorcio y cuando se lo conté, me pidió detalles sobre las repercusiones económicas  que tendría para mí. Yo se lo conté con bastante precisión y él me preguntó si un ingreso mensual de 2500 euros, libres de impuestos, me serviría para compensar las consecuencias económicas. Yo le dije que sí, que de sobra y él se ofreció a proporcionarme ese dinero y, cuando le pregunté a cambio de que trabajo, el me dijo que era a cambio de una gran discreción en algunos pequeños cambios en las ofertas. Yo me lo pensé unas pocas semanas y al final accedí, porque la alternativa sería para mi quedarme con menos de 1000 euros netos al mes, con lo que apenas podría pagarme una habitación compartida y sobrevivir a duras penas.
-  ¿Cómo sabe usted con que cambios hacer, digamos, la vista gorda?
-  Muy sencillo, todos ellos me son siempre presentados, aunque no sea mi jefe, por el Director de Análisis Económico y Contratos, que sin decirme media palabra me deja en mi mesa, pero siempre en persona y en mi presencia, las páginas a sustituir en mi fotocopia de la oferta, con lo que yo me limito, a menudo, a cambiar las hojas recibidas, aunque en algunas ocasiones debo introducir los cambios correspondientes en mi evaluación.
-  ¿Puede usted darme los nombres de otras personas implicadas?
-  Con seguridad, además de los dos directores que ya he nombrado, que no sé si cobran o no, estoy seguro de que también cobran Olga Magro Antich, de la Dirección de Construcción y Goyo Cabezas Alonso, Javier García Pérez y Chema Del Río Mela, de la Dirección de Análisis Económico y Contratos. Seguramente hay más gente implicada, pero en esto del cambio de páginas no creo que haya nadie más, porque nadie más trabaja con las ofertas para evaluarlas.
-  Aunque no lo sepa con seguridad ¿Opina usted que Don José López de Agulló y García de Muros pueda estar cobrando por su participación?
-  La verdad es que no lo sé, aunque no me extrañaría nada que no cobrara, ya que en realidad estaría recibiendo lo suyo, y muy bien pagado, por estar en el puesto que está. Toda la empresa sabe que es un inepto total y se dice que está como director gracias a la influencia de su familia, muy poderosa tanto por parte de padre como de madre. Es despreciado por todos y es conocido en la empresa como Pepito Cebollo, hasta el punto de que Quico del Jazmín también le llama así cuando está a solas con cualquiera de nosotros.
-  Pasando a otro asunto, ¿Cual es, en su opinión, el orden de implicación de las personas que no son los directores?
-  De más a menos implicados, el orden en que le he dado los nombres, aunque creo que Olga Magro está mucho más implicada que el resto, incluso más implicada que Pepito Cebollo.

A continuación, el Inspector Gutiérrez le pidió que le contara la reunión en que Matilde Alcubierre no aceptó el cambio de páginas en la oferta y la versión que le dio fue, salvando las inevitables diferencias entre personas distintas, totalmente compatible con la que ya conocía por parte de Alcubierre. Una vez terminado el relato, dijo al más que preocupado Peral que por el momento era todo, que recordara su compromiso de no decir ni una palabra a nadie si quería reducir en algo la pena que con toda probabilidad le caería y que dejara de gastar los ingresos extra, si es que durante un tiempo los seguía recibiendo, porque en un plazo no muy largo, ya no podría contar con ellos.


VIII
Antonio esperó al día siguiente para poner al día a la fiscal, porque antes de nada debía informar a su jefe y definir las nuevas líneas de actuación, así que decidió hablar por la mañana con el teniente Tabarés y en función de lo que ocurriera intentar quedar con Vanessa, para darle un tinte más informal a sus confidencias.

La entrevista con Tabarés no se prolongó mucho, pero el teniente le dejó claras tres cosas: Cada vez parecía más claro que la demanda de Alcubierre tenía bases muy sólidas, parecía lo más razonable seguir el orden Chema Del Río, Javier García Pérez, Goyo Cabezas y Pepito Cebollo. Una vez tomadas estas declaraciones volverían a hablar y seguramente continuarían con Olga Magro y con Quico del Jazmín, momento en el que pedirían al Juez Moreno permiso para investigar todas las cuentas de los implicados, añadiendo en su caso, los nombres que hiciera falta y, finalmente, no olvidar totalmente la investigación de los demandantes, por si las moscas.
También le dijo, antes de que Gutiérrez le dijera nada, que no sería mala idea que siguiera con su acercamiento a la fiscal, siempre que fuera discreto en las cosas que le contaba.
-  Así, por lo menos tendrás algún rato más agradable durante las horas extra que tendrás que seguir dedicando a este caso, que cada día promete nuevas sorpresas. Ahora, ¡manos a la obra! que se están acumulando los casos y se echa en falta tu ayuda.

Al llegar a su mesa, Antonio llamó a Vanessa y le propuso quedar a la salida del trabajo para contarle el resultado de su charla con el primer peón. Ella le dijo que no sabía a qué hora saldría y él le propuso que le llamara cuando fuera a salir y entonces podrían quedar en algún lugar conveniente, en función de la hora. A continuación habló con el único de los colaboradores que investigaban a Encinas que estaba en la oficina en aquel momento. Le adelantó que por lo visto hasta entonces era imposible que viviera con el salario mínimo, ni aunque tuviera el piso totalmente pagado. Además su actual pareja no trabajaba ni parecía tener ingreso alguno, por lo que sólo quedaba esperar a ver qué hacían los fines de semana para tener un informe previo. Gutiérrez le dijo que intentaría que después del fin de semana no fuera necesario seguir el seguimiento y quedaran liberados de esa tarea.

A las cinco de la tarde aparcó cerca de la puerta de Obras civiles y esperó la salida de Chema del Río y siguió un procedimiento similar al realizado con Peral, ya que del Río también llevaba el móvil abierto. En esta ocasión la colaboración no fue aceptada tan pronto y sólo cuando el inspector le indicó algunos de los viajes que había pagado y que no podría justificar con su sueldo, aceptó colaborar después de intentar negociar el alcance de la rebaja de cargos. Antonio se mostró más duro y le dijo que de rebaja de cargos nada, si acaso reducción de la pena y sólo en el caso de una franca colaboración acompañada de la más total discreción.

La conversación no le añadió nada nuevo, aunque no era desdeñable la coincidencia absoluta de la información recibida respecto a las obtenidas de Alcubierre y de Peral. De todas maneras, tuvo la sensación de que del Río no le había dicho todo lo que sabía, por lo que pensó que seguramente acabaría quedándose sin reducción alguna de la pena, lo que a él le dejaría más tranquilo. También pensó que tendría que estar atento porque en cualquier momento empezarían las filtraciones.

Cerca de las ocho y media recibió la llamada de Vanessa y pasó a buscarla a su casa a las nueve y media, para ir a tomar algo a "O Fado da Coímbra" unas cervezas y algo para picar. Vanessa le hizo formar el fondo común y también le hizo saber que su presupuesto mensual para salidas era relativamente reducido, porque después de hacer frente a todos los demás gastos no le quedaba demasiado dinero disponible. Antonio, como ya era casi una costumbre, empezó por contarle los aspectos del caso y la impresión que había sacado de la conversación con del Río y, cuando hubo terminado, Vanessa se dedicó a contarle algunas cosas de su vida anterior a la fiscalía, que no incluían nada especial para una mujer de su tiempo.
Antonio había meditado bastante sobre el asunto y estaba dispuesto a hacer lo propio a la primera ocasión, así que cuando ella hubo terminado le propuso que le invitara a tomar una copa de ron en su casa, con la condición de que cuando se acabara la botella él la repondría, y que él continuaría con el relato interrumpido de las cosas que le habían pasado antes de entrar en la Guardia civil. Pero Vanessa le dijo que no, que prefería irse a dormir no muy tarde, porque seguía teniendo sueño atrasado, y que si le parecía podría contarle todo lo que quisiera el sábado durante la salida a Segovia.


IX
Antonio dedicó la mañana del viernes a seguir el análisis de los datos que tenía. había avanzado bastante, pero tenía la sensación de que había entrado en una etapa de progreso lento o lentísimo, porque se temía que la entrevista que esperaba tener con Javier García no le daría mucha más luz que las anteriores. A media mañana se pasó por su mesa el teniente Tabarés y sólo con verle la cara pensó que quizás sería buena una pequeña charla. No lo dudó y, como tantas otras veces, pasó de refilón por su mesa y le dijo que fuera a su despacho para hablar unos minutos y como iba a la máquina del café le preguntó si quería uno. Antonio se levantó y le acompañó a la maquina, sabiendo que la conversación podría ser algo más larga de lo habitual, salvo llamadas inoportunas.
-  Antonio -le dijo cuando ambos ya estaban sentados y tomándose el café- ¿qué te preocupa del caso?
-  Teniente, me preocupa que aunque los indicios sean muy claros me temo que vamos a entrar en una de esas etapas en las que no se moverá nada, o casi nada, y de la que sólo podremos salir cuando tengamos permisos para controlar las cuentas, llamadas y contactos electrónicos de todas las personas que se vayan añadiendo a la trama, pero no estoy nada seguro de que el juez Moreno nos vaya a dar tantos permisos con lo que ahora tenemos. por otra parte, me temo que Chema del Río, el segundo implicado de Obras civiles al que he contactado ya se haya ido de la boca, con lo que nos podríamos perder unas cuantas comunicaciones que podrían aportar no poca luz y acelerar el proceso.
-  A parte de los de Obras civiles, ¿cómo llevas el resto?
- Espero que este fin de semana terminemos de investigar a Genaro Encinas, el marido de Alcubierre, pero todo apunta a que no tiene nada que ver en el asunto. En cuanto al resto, los abogados y la propia Alcubierre están prácticamente descartados como miembros de la trama, ya que los intentos de Obras civiles para llegar a un acuerdo no prosperan en absoluto, lo que en principio supondría que están dispuestos a llegar al fondo para proteger los intereses, y sobre todo el buen nombre de Alcubierre.
-  ¿Cuando contactarás al siguiente de la lista?
-  Esta tarde si todo va bien, aunque es de esperar que, a partir de ahora si es cierto lo que me temo, algunos de los implicados dejarán de tener el móvil encendido cuando salgan del trabajo. Si te parece oportuno, teniente, podríamos investigar cuáles de los móviles que podemos seguir se apagan al salir de las oficinas, porque podrían ser un buen indicador de los que están más involucrados.
-  Ya estás tardando en hacer eso Antonio. Salvo que tengas novedades importantes en la entrevista de hoy, hablaremos el lunes poco antes de la hora de comer, pero si las tuvieras, me llamas a cualquier hora. por otra parte, si tienes oportunidad de hablar con Pardeza, no estaría de más que la tantearas respecto a los nuevos permisos.
-  ¿Ordenas algo más, teniente?
-  No, ponte a lo tuyo y no seas tan pesimista, que la cosa no va tan mal.

A los pocos minutos de que Antonio saliera del despacho, Tabarés recibió una llamada del juez Moreno, cosa harto inusual. Le puso al día en términos generales y le sugirió que si quería más detalles se vieran donde y cuando él pudiera, porque había algunos aspectos delicados que le quería consultar personalmente. El juez Moreno le dijo que fuera a su despacho después de comer ya que siendo viernes habría algo más de tranquilidad y a las cuatro en punto, hora a la que habían quedado, entró en el despacho del juez que propuso tomar un café allí mismo.
-  Tabarés, gracias por venir tan rápido y, por favor, cuénteme lo que sabe y lo que le preocupa.

El teniente le puso al día, con todo lujo de detalles, de cómo iba la investigación y le comentó la preocupación de Gutiérrez respecto a la fase plana en la que pensaba que podría haber entrado la investigación.
-  Bueno, Tabarés, todos conocemos a Gutiérrez y sabemos que cuando las cosas no le van rápidas y en el sentido que él quiere se vuelve un tanto pesimista.
-  Señoría, en este caso yo comparto la preocupación de Gutiérrez en lo que se refiere a la potencial pérdida de conocimiento de las comunicaciones si, como él se teme, el tal del Río ha levantado el proceso de investigación y por ese motivo quería consultarle cual es el ritmo de solicitud de permisos que a usted le parece adecuado.
- Tabarés, viniendo de quienes viene esta preocupación, puede estar seguro de que voy a resolver con la máxima diligencia todas las peticiones, pero tendrán que venir de forma individualizada aunque me pidan unas cuantas a la vez. También ayudará a agilizar los trámites que la fiscal Pardeza conozca las peticiones lo antes posible, cosa que no resultará muy complicada si mantiene la relación tan estrecha que ha desarrollado últimamente con Gutiérrez.
-  Señoría, ¿habría alguna posibilidad de que si encontramos alguna conexión muy relevante pudiéramos iniciar los pinchazos nada más presentar la solicitud?
- Creo que podría autorizar esa posibilidad para un máximo de cinco personas, para las que bastaría la entrega a Pardeza de toda la documentación provisional y que ella dé por su parte vía libre para la tramitación. Obviamente esa documentación provisional tendrá que ser complementada con la máxima urgencia por la nueva información que pueda existir, incluyendo copia de toda la información obtenida durante el periodo de autorización provisional.
-  Muchas gracias Señoría. Esa autorización nos permitirá ir mucho más rápido y hacer una investigación más certera.
-  Tabarés ¿no me ha traído ningún escrito aprovechando el viaje?
-  Si Señoría, como me parece que ha intuido, aquí le traigo unas solicitudes para investigar a algunas personas, cuyo nombre todavía no podemos conocer, que son los titulares, o las personas de las que los titulares sean testaferros, de las cuentas que aparecen repitas veces y con importes relevantes en las cuentas investigadas y, en particular, en la que llamamos la "cuenta madre" que como usted sabe ha sido recientemente cancelada por uno de los directivos de Obras civiles. Además le he traído otra solicitud que sin poner exactamente lo que usted ha sugerido creo que podría ser respondido por usted en los términos que me ha comentado.
-  Ya me parecía a mí que vendría usted cargado con toda su artillería. deme esos escritos, empezando por el último, porque me imagino que para los primeros el lunes o el martes serían buenas fechas para recibir respuesta ¿me equivoco?
-  No Señoría, esos permisos pueden esperar unos días para iniciar la investigación, pero si me pudiera llevar el permiso especial ya concedido, creo que este fin de semana podría ser muy productivo.
-  Tendrá que esperar un rato, porque he de llamar a Pardeza para que dé su dictamen y si éste es positivo se llevará el permiso vigente.
-  Pues aquí fuera me esperaré. Muchas gracias Señoría, todo esto será de gran ayuda.
-  Por cierto Tabarés ¿no le parece a usted que la relación entre Pardeza y Gutiérrez tiene visos de superar con creces la relación de excelente colaboración profesional e incluso la de fuerte amistad?
-  En lo que se refiere a Gutiérrez no me cabe la menor duda. Nunca le he visto tan entusiasmado.
-  Pues me parece que si eso sigue así, dentro de unas semanas nos tendremos que volver a reunir.
-  Cuando usted quiera Señoría.
-  Hasta la vista Tabarés. Gracias de nuevo por haber venido.
-  Hasta la vista Señoría. El agradecido soy yo.

Tres cuartos de hora más tarde, Pardeza salió del despacho del juez y entregó al teniente la autorización especial para investigaciones durante la fase de autorización. Tabarés le dio las gracias y le aseguró que Gutiérrez la mantendría puntualmente informada.
-  Más le valdrá teniente, porque si no lo hiciera se las tendría que ver conmigo.
-  No creo que eso ocurra, Gutiérrez es muy cumplidor. Hasta la vista fiscal, voy directamente a iniciar este proceso esta misma tarde.

Llamó por teléfono a Gutiérrez y le dio la orden de empezar ya mismo los seguimientos. Los detalles se los daría en cuanto llegara al despacho. Antonio se puso manos a la obra y el equipo de escuchas se centró especialmente en el seguimiento de todas las comunicaciones de Quico del Jazmín, de Pepito Cebollo, de Chema del Río y de Olga Magro, ya que para todos ellos tenían autorización desde la primera oleada de autorizaciones. Como Antonio se había adelantado a ello desde que hablara con del Río, ya tenía constancia de que del Río había comentado su charla con del Jazmín y con Magro, pero no con Pepito Cebollo.

Antonio era consciente de que cinco personas no eran muchas y que tendría que medir muy bien a quien elegía para ser investigado. De momento eligió a dos directivos de dos empresas constructoras, uno de ellos era Antonio Ferrandis, precisamente Director de Contratación de la empresa que había presentado la oferta que provocó el conflicto y la segunda era Antonio González Mendiluce, Director de Contratos de otra empresa que nada tenía que ver, al menos aparentemente, con Obras civiles, pero que había recibido, con gran preocupación, la llamada de Chanquete, que así llamaban los próximos a Ferrandis por la igualdad del nombre con el protagonista de "Verano Azul", aunque como pudo comprobar el equipo de Gutiérrez semanas más tarde no tuvieran nada que ver desde el punto de vista familiar. Esta llamada fue conocida porque González Mendiluce había llamado inmediatamente, a través de sus secretarias, a del Jazmín, para comprobar que la noticia era cierta y, aunque ambos intentaron disimular, no consiguieron engañar a los escuchas. Preparó la documentación para la solicitud provisional que debía dar lo antes posible a Vanessa, a la que había llamado previamente, y se fue a la fiscalía para obtener el permiso provisional que Vanessa le concedió de acuerdo con el escrito del juez.
 - Vaya Antonio, si que van rápidas las cosas. No me extraña que la justicia llegue tantas veces tarde, porque los malos van a toda pastilla. Pero esta vez habéis estado muy al loro y me parece que sí, que este fin de semana será muy provechoso. ¿Tendremos que anular lo de mañana?
-  No Vanessa, en absoluto, aunque sí que tendrás que estar preparada para conocer en vivo y en directo algunas de las cosas que hacemos en nuestro "tiempo libre"

Cuando salió de la fiscalía y comunicó al equipo de escuchas los nuevos investigados, se dio cuenta de que ya eran las siete y no había podido dedicarse a Javier Pérez. Miró su situación de GPS y comprobó que casi seguro estaba en su casa, así que se dirigió a ella a toda pastilla. En el camino pidió confirmación de los móviles que habían caído y comprobó que eran todos excepto los de Pepito Cebollo, Anselmo Peral y Javier Pérez, además, como todos esperaban, de los de Alcubierre, sus abogados y su ex marido que seguían encendidos.

Javier Pérez estaba en su casa con su mujer y con sus hijos. De hecho le abrió su mujer y él se presentó como un colega del trabajo. Cuando apareció Javier, todo extrañado, le dijo:
-  Javier, ya sé que no son horas, pero estoy aquí por un asunto de Quico del Jazmín que es posible que hayas conocido hoy y si no lo has conocido yo te pondré al día. Como no quiero molestar a tu familia, creo que es mejor que vayamos a alguna cafetería para hablar con tranquilidad.

Mientras le decía ésto le enseñó su identificación de guardia civil y García, con una enorme cara de susto, le dijo que sí, que lo mejor era salir fuera para hablar con tranquilidad. Le dijo a su mujer que salía un rato y se fueron a una cafetería cercana en la que tuvieron una conversación similar a la que había tenido con Peral. García le dijo que él empleaba todo el dinero extra en reducir la hipoteca que ya quedaría pagada ese mismo mes con el recibo habitual, de manera que el fin de la recepción del dinero no supondría ninguna variación en su nivel de vida. Además, su mujer había encontrado trabajo recientemente y eso ayudaría a sus finanzas. Gutiérrez le aconsejó que hablara con algún fiscalista para que pudiera arreglar las cosas con Hacienda antes de que ellos le llamaran, lo que le ahorraría la multa y le haría más fácil el proceso. Por descontado García se mostró dispuesto a la máxima colaboración y le contó que Del Río había reunido a los otros cuatro técnicos que cobraban para decirles que la Guardia civil les estaba investigando. Nadie sabía nada, por lo que todos creían que del Río había sido el primer contactado. Por otra parte, Quico del Jazmín se había pasado por su mesa para decirle, a solas, que a partir de ese momento siempre que saliera de la oficina, excepto si era por trabajo, tenía que apagar el móvil y sacar la pila y la tarjeta Sim, pero él no lo había hecho porque se imaginaba que más tarde o más temprano también le tocaría a él tener la entrevista y prefirió estar localizable. Antonio le dijo que el lunes podía comentar al resto que habían hablado y que dijera que había mantenido una postura similar a la de Del Río, aunque si seguía cumpliendo su compromiso de colaboración y discreción, él mantendría su palabra de reducir la pena al mínimo posible.


X
A las diez menos cuarto del sábado, Antonio ya estaba en la cafetería, sentado y esperando la llegada de Vanessa que llegó a los pocos minutos.
-  ¿Que tal has descansado, Antonio? ¿vienes preparado para un día de muchos paseos?
-  Muy bien Vanessa, después de todo el ajetreo de ayer me fui a dormir a las once y me he levantado a las nueve, gracias a que puse el despertador, porque he dormido como un bebé, diez horas de un tirón. Sí, vengo preparado para que nos recorramos toda Segovia. ¿has desayunado ya?
-  No, recuerda que quedamos que el día empezaba desayunando aquí ¿y tú?
-  No, que va, todavía no he tomado nada.
-  Pues de momento acoquina la pasta para el fondo común ¿o prefieres que te la dé yo y tu lo manejas?
-  No, mejor lo llevas tú en el bolso, que yo soy un desastre para eso ¿cuánto ponemos?
-  Yo creo que con setenta euros cada uno tendremos ¿no?
-  Por mi parte bien pero ¿no es demasiado para tu presupuesto?
-  Creo que está claro que ni tú ni yo podemos gastarnos setenta euros cada día de fin de semana, pero por ser la primera vez, creo que podemos hacer una excepción ¿no?
-  De acuerdo, aquí tienes mis setenta pavos -respondió Antonio dándole tres billetes de veinte y uno de diez-

Vanessa cogió el dinero, añadió su parte y lo metió todo en una bolsita que llevaba preparada. A continuación llamó al camarero, le pidió los dos desayunos, se los tomaron mientras Antonio le comentaba su charla con Javier García, pagó Vanessa y se fueron hacia la estación de Atocha, donde cogieron el tren hasta Segovia. Ya sentados en el tren, Vanessa empezó por decirle que esperaba que hiciera su trabajo con toda libertad y tranquilidad y que entendería que en algún momento se apartara para que ella no se enterara de lo que hablara, pero que esperaba que el resto del tiempo hablaran los amigos y no los colegas.
-  Así que ¿ya me consideras un amigo?
-  Sí, claro, si no fuera así no te habría sugerido ir a pasar el día juntos a Segovia.
-  Pues muchas gracias por la amistad y también por la confianza de pasar el día conmigo. Creo que ha llegado el momento de contarte muchas más cosas de mi vida, salvo que tú prefieras empezar con otro tema.
-  Me parece bien, soy toda oídos -respondió Vanessa-

Antonio se pasó todo el viaje contándole su infancia primero, la adolescencia después y cuando estaba terminando la etapa de la juventud hasta la entrada en la Academia, llegaron a Segovia.
 - Has medido muy bien el tiempo, para terminar justo al llegar. Se nota que tienes oficio en esto de hablar. La verdad es que me has dado una perspectiva muy completa y creo que ahora te conozco bastante mejor y entiendo algunas de tus facetas más especiales, pero o bien nunca has salido con ninguna chica, ni te has enamorado de nadie a distancia, o has preferido no tratar el tema de tus amores.
- Sí, tienes razón. No te he dicho nada de mis amores. Sí que me he enamorado algunas veces y he salido con chicas muchas más, pero es un tema que llevará más tiempo y si te parece te lo podré contar durante el viaje de vuelta.
-  ¿Todo ese tiempo vas a hablarme de ese tema? No te sientas obligado a contarme más allá de lo que te apetezca, pero estaré encantada de oír todas tus andanzas.
-  Tampoco son tantas, ni tan complejas. pero ya lo escucharás esta tarde.

Comenzaron a pasear por Segovia y al poco rato empezaron las llamadas telefónicas. Del Jazmín, Magro, Mendiluce y Chanquete no paraban de hablar, entre sí y con otras personas. Estaba claro que no usaban sus teléfonos móviles del trabajo, pero como habían empezado a hablar desde sus respectivos domicilios se fueron conociendo sucesivamente los números de los distintos móviles que usaban fuera del trabajo y aunque se habían perdido un par de conversaciones, luego las pudieron recuperar. También estaba claro que no se imaginaban que tenían controladas todas las comunicaciones, situación que ni Antonio ni Vanessa pensaban que duraría mucho, porque a lo más tardar a lo largo del lunes seguro que habría alguna filtración.

La organización, que tenía muchos más miembros de lo que podían imaginar, se había tomado muy en serio la investigación y había puesto en marcha todo un proceso para destruir pruebas en una docena de empresas y en varias dependencias de un par de ministerios y de una docena de consejerías en distintas comunidades autónomas. Por suerte en los organismos públicos sería difícil que intentaran algo durante el fin de semana, aunque por si acaso Antonio, tras hablar un momento con su jefe, consiguió que se personara un guardia civil en cada una de las dependencias públicas para acompañar en todo momento a cualquier persona que intentara acceder a las oficinas fuera del horario de trabajo. En cuanto a las empresas privadas, Vanessa hizo el trabajo para que otros tantos guardias civiles, actuando de policía judicial, hicieran lo mismo, personados con el correspondiente mandato judicial.

En todo el fin de semana sólo se dieron tres casos, dos en sendas consejerías autonómicas y una en una empresa constructora que no era ni la de Chanquete ni la de Mendiluce. Los dos funcionarios y el directivo que intentaron acceder, aunque al final optaron por irse como si nada hubiera pasado, pasaron a engrosar la lista de los investigados, gracias a las autorizaciones que Vanessa consiguió de la juez de guardia tras la correspondiente charla telefónica.
-  Antonio, me vas a tener que ayudar a preparar toda la información, ya que la juez me ha pedido que mañana antes de las diez le lleve toda la documentación.
-  No te preocupes Vanessa que eso está hecho. Ahora mismo llamo al equipo y cuando volvamos a Madrid, pasaremos a recoger los borradores y los corregiremos donde tu prefieras para que, si es posible, los lleves al juzgado de guardia antes de ir a dormir.
-  ¿De verdad crees que lo conseguiremos?
-  No lo dudes fiscal. Ni te imaginas la cantidad de guardias civiles que se lo están currando.
-  Y tú mientras tan tranquilo, ¡visitando Segovia con tu amiga la fiscal!
-  Sí, Vanessa, pero haciendo mi papel. No me extrañaría que nos estuvieran vigilando, de hecho estoy casi seguro de ello. Y me parece que lo mejor que podemos hacer es que crean que estamos de fin de semana, pasándolo bien.
-  ¿Por eso me has hecho ir al baño para llamar a la juez?
-  Sí señorita, y he aplicado el inhibidor selectivo para que no pudieran intervenir tu llamada, y como los que nos siguen son varones, dudo mucho que se atrevan a entrar a los lavabos de señoras. Pero ahora que ya está todo organizado, tenemos que hacer el papel de turistas domingueros y ayudaría un montón que después de comer paseáramos más juntitos, para que piensen que estamos ligando.
-  ¡Vaya morro que tienes, Antonio! Por favor no te aproveches del caso para hacerme hacer algo que no quiera.
-  No Vanessa, por favor no hagas nada que no quieras. Yo sólo te he puesto al corriente de la situación y tú haz lo que te apetezca, porque si te notaran que actúas forzada, empezarían a sospechar.
-  Y tú ¿no actuarías forzado si anduviéramos "más juntitos" como tú dices?
-  No Vanessa, en absoluto, no me costaría nada.
-  ¿Tan buen actor eres?
-  Si fuera necesario, estoy entrenado para ello y sería capaz de engañar al más pintado con la tía más fea o que peor me caiga de todas las que haya conocido. Pero contigo no, primero porque si alguna vez tuviera que actuar, tú lo sabrías antes y segundo porque, al margen de los aspectos profesionales, me gustas de verdad. Mucho más de lo que te puedas imaginar.
-  Vale, pero para el carro. Sólo una pregunta más ¿cómo sabré yo que estás actuando?
-  A partir de ahora, si eso ocurriera y no te lo hubiera podido comentar, sacaré en la conversación esta visita a Segovia sin mencionarla explícitamente; sin que venga a cuento te preguntaré ¿Vanessa, recuerdas lo bien que lo pasamos en la primera visita a Segovia? y cuando escuches eso, sabrás que estaré obligado a actuar.
-  ¡Si que sois especiales los picoletos!, ¡nunca me lo hubiera imaginado!
-  Pero no te preocupes, porque dudo mucho que eso vaya a ocurrir.

Continuaron su visita a Segovia y Vanessa, aunque puso los cinco sentidos fue incapaz de descubrir que personas les vigilaban. Por la tarde notó que Antonio le cogía la mano y tras unos segundos ella se soltó, pero lo hizo riendo y con cara de pícara, como si estuviera jugando con él. Más tarde, fue ella la que le cogió la mano y se juntó a él, induciéndole a que la cogiera por el talle, de forma que al cabo de un rato cualquiera que les viera les tomaría por una pareja. De vuelta a Madrid, Antonio se puso a contarle sus amores y desamores, pero cuando apenas llevaban cinco minutos de viaje, de repente le dijo:
- ¿Vanessa, recuerdas lo bien que lo pasamos en la primera visita a Segovia?
Vanessa recordó lo que unas horas antes le había dicho Antonio, le guiñó un ojo para que notara que lo había captado y le respondió:
- Sí Antonio, lo recuerdo muy bien. Lo pasamos estupendo, como hoy. Bueno, hoy quizás un poco menos, porque todavía no me has dado ningún beso.
Antonio se volvió hacia ella y le dio un beso prolongado que ella le aceptó cariñosa y cuando lo terminaron le dijo:
-  Ahora sí que está claro que hoy lo hemos pasado igual de bien que aquella primera vez.

Continuaron el viaje y Antonio le siguió contando sus experiencias con otras chicas. Vanessa supuso que le estaba contando la verdad, pero pensó que era mejor esperar para preguntárselo cuando no hubiera testigos presentes u ocultos. Cuando se montaron en el coche de Antonio éste hizo una llamada diciendo unos números en clave y la llevó a su oficina por un camino más que raro y cuando llegaron le dijo que había costado un poco pero que al final habían despistado a los que les seguían.

Tal como Antonio le había dicho, su equipo ya tenía preparados los borradores con la información; los comentaron y Vanessa hizo algunos cambios para dejar su impronta en los textos. Los copió en una memoria USB y le pidió a Antonio que la dejara en la fiscalía y que él se fuera a su casa y la esperara allí.
-  Ten, las llaves, pero recuerda que luego me tienes que abrir y si tienes ganas puedes prepararnos algo de cena. Cuando llegue ya te contaré como ha ido todo.

Antonio hizo lo que Vanessa le había pedido y, ya en casa de ella, decidió preparar la misma cena que ella le había hecho la primera vez y, como ella hiciera entonces, esperó a que llegara para hacer las tortillas. Como se imaginó que la cosa iría para largo, había pasado antes por su casa para ducharse, cambiarse y coger una botella de Ribera del bueno y otra de ron, de la misma marca del que Vanessa tenía, que había comprado para reponérsela .

A las once y media Vanessa llamó al timbre y él bajó a buscarla. Se la veía contenta, así que prefirió no preguntarle nada.
-  Vaya, parece que te has esmerado preparando todo - dijo al entrar y ver la mesa preparada- Aunque está claro que eres un copiota y un segurola. Supongo que de segundo harás unas tortillas ¿no?
-  Sí, por supuesto. reconozco que soy un copiota y un segurola y espero que me lo perdones. La verdad es que no estaba preparado para investigar y cuando he visto que tenías todos los ingredientes, no lo he dudado.
-  Pero ya lo tenías pensado, porque también has traído el vino.
-  Sí, en eso también tienes razón. ¿Nos sentamos a cenar en cuanto traiga las tortillas?
-  Vale, pero tarda un poquito, que me voy a duchar.

Cuando Vanessa salió de la ducha, se presentó en el comedor en pijama, lo que era una señal inequívoca de las ganas que tenía de salir después. Cenaron mientras Vanessa le contaba lo bien que había ido con la juez de guardia, que estaba asombrada de lo rápido que había preparado todo, ya que sabía que había pasado el día en Segovia con Gutiérrez y no perdió la oportunidad para comentarle que ya corrían voces del equipo tan bueno que hacían y rumores de que la relación era algo más que de equipo de trabajo. Ella le dijo, en plan confidencial, que también eran buenos amigos, con lo que consiguió zanjar el tema. Al despedirse la juez le dio las gracias, porque se iría a dormir tranquila, aunque le pidió que estuviera atenta a su llamada, por si necesitaba algo más.

Cuando terminaron la cena, Vanessa le ofreció el ron y cuando volvió con las copas y la botella le dijo que no hacía falta que hubiera traído una de repuesto, porque sólo tomarían una copa cada uno ya que no tenía ganas de trasnochar, aunque eso sí le agradecería que le explicara lo de la actuación en el tren y le dijera lo que había de verdad en lo que le había contado.
- Te dije que debía actuar sólo para que fueras consciente de que teníamos al lado a los espías, tan al lado que seguro que escucharían cada palabra, aunque te las hubiera dicho al oído, y por eso se me ocurrió comentarte lo bien que lo habíamos pasado en nuestra primera visita a Segovia. Por cierto, muchas gracias por decirme lo del beso y por permitirme que te lo diera, de esa manera creo que se habrán creído que hemos pasado el día de ligoteo. A estas horas me imagino que sabrán que estoy aquí, porque casualmente me he dejado el teléfono encendido al bajar a abrirte, y espero que eso sea suficiente para que los que les han contratado duerman esta noche tranquilos, sin saber que ya están pinchados con todos los permisos.
   Pero todo lo que te he contado es lo mismo que te habría contado de no estar ellos al lado. Créeme que no hay mejor actuación que cuando haces de ti mismo y lo haces sinceramente. Y el beso, que seguramente no nos habríamos dado sin su indeseada presencia, también ha sido totalmente sincero.
-  Así me lo ha parecido y estoy contenta de que todo haya sido sincero. Respecto al beso ya hablaremos, no porque no haya sido sincero también por mi parte, sino porque me lo tengo que pensar. La verdad es que no tenía previsto que la relación entre nosotros avanzara tan rápido en ese sentido y antes de consolidar este avance tengo que estar segura de que yo también lo quiero así. No sé si me explico, pero tengo la sensación de que las circunstancias nos han empujado hacia un tipo de relación que normalmente habría tardado más en llegar, si es que al final hubiera llegado. No creas que soy una mojigata, algún día te contaré más detalles de mis amores y verás que no lo soy, ni que me arrepiento de que nos hayamos besado, porque estoy contenta de que lo hayamos hecho, sólo que prefiero ser yo la que decida si hay próximo beso, y cuándo y cómo, si es que lo hay. No hace falta que me digas que por tu parte estarías encantado de que ya lo asumiéramos como normal, porque ya lo sé. Sólo te pido un poco de tiempo.
-  Como tú quieras Vanessa. Supongo que con estas últimas palabras me estás invitando a que me vaya a mi casa, y así lo haré, salvo que tú me digas que estoy equivocado.
-  No Antonio, no te equivocas. Muchas gracias por el día, tanto en la parte profesional como en la personal. Que descanses y hasta mañana.
-  ¿Hasta mañana? ¿Dónde y a qué hora, princesa?
-  Ya te llamaré. Perdona que no sea más explícita.
- Que descanses Vanessa. Hasta mañana.


XI
Antonio no había puesto el despertador, para dormir hasta donde el cuerpo le pidiera, pero no contaba con que a las ocho y media sonara su móvil. Era Vanessa quien llamaba y él no se lo esperaba, al menos tan temprano.
-  Buenos días Vanessa ¿que se te ofrece en esta mañana dominguera?
-  Buenos días Antonio. Espero que hayas descansado bien, porque me da que tendremos un día movidito. Siento haberte despertado, porque eso significa que hubieras dormido más, pero tenemos que estar dentro de una hora en el juzgado de guardia, porque así me lo pidió ayer la juez al darme las autorizaciones.
-  ¿Tenemos? ¿Desde cuándo los jueces piden simultáneamente a los representantes de la fiscalía y de la policía judicial que comparezcan juntos, salvo en las vistas orales?
-  Sí, Antonio. Tenemos, pero no es una comparecencia sino un quid pro quo. Y no creo que nos podamos quejar después de lo que aprobó ayer a toda prisa. Lo que quiere es saber los resultados obtenidos a la hora de dejar la guardia, para anotarlo en sus notas por si después le preguntan, que ya verás cómo lo harán.
-  Bueno, voy a buscarte lo antes posible. por cierto ¿cómo voy, en ayunas o desayunado?
-  Vente en ayunas y no tardes porque ya estoy poniendo la cafetera.
-  Vale, estaré allí antes de lo que te esperas.

Se duchó en un pis pas, se vistió con ropa limpia y llegó a casa de Vanessa en cosa de veinte minutos. Vanessa había comprado churros y el café estaba humeante cuando llegó. Se sentaron a desayunar con cierta tranquilidad, porque disponían de casi media hora antes de salir, y Vanessa se volvió a disculpar y le explicó que era bueno tratar bien a todo el mundo, pero especialmente a los que lo hacen contigo, y estaba segura de que más de la mitad de los jueces hubieran pasado de perfil ante la situación del día anterior.
-  Vanessa, estoy totalmente de acuerdo contigo en todo lo que me has dicho, lo único que me ha extrañado es que esa juez, o cualquier otra persona en su misma situación, te haya pedido que vayamos los dos. ¿Es posible que todos los jueces sepan que estamos juntos en este caso? y aunque lo sepan ¿qué sentido tiene que nos quieran a los dos para dar el informe oral de lo ocurrido ayer?
-  La juez lo sabe porque yo se lo expliqué y, para que lo sepas, se lo dije porque era un argumento más a favor de que considerara positivamente la petición. Por otra parte, ella no ha pedido que vayamos los dos, sino que ha sido idea mía que vengas y estés fuera como ayer, por si decide preguntar algo que yo no sepa. ¿Conforme?
-  Conforme Vanessa. Si tú lo ves adecuado, yo encantado de acompañarte a donde quieras. Además, si nos siguen espiando Hernández y Fernández, haremos que sigan pensando que continuamos el ligoteo.
-  Por cierto Pardeza, quiero que sepas que desde que me fui a casa ayer hasta que he llegado hoy no se ha movido ni una mosca, lo que significa que todos los nuevos vigilados piensan que por el momento están libres de vigilancia. De todas formas me imagino que a partir de las diez o diez y media comenzará de nuevo el baile de llamadas, mensajes y encuentros discretos.

A las nueve y veinticinco la fiscal Pardeza entraba en el juzgado y diez minutos después salía con la cara sonriente, señal de que todo había ido bien. Antonio propuso a Vanessa que volvieran a su casa y allí decidieran el programa dominical. Cuando llegaron, Vanessa se extrañó de que aparcara un poco alejado y, además, dejando mucho espacio con el coche de delante, pero insuficiente para que pudiera aparcar ni un Smart y le preguntó la razón.
- Es para que Hernández y Fernández, que más pronto que tarde reanudarán el espionaje, crean que he pasado la noche en tu casa.
-  Ya me puedes explicar eso. Primero quiénes son esos Hernández y Fernández, y no me digas que son los dos espías de ayer que eso ya me lo imagino, y después por qué razón quieres que alguien piense que has pasado la noche en mi casa.
-  No te sulfures Vanessa, que todo está previsto y si me equivoco entonaré el mea culpa. Los hermanos Hernández y Fernández son dos detectives privados de los mejores de Madrid y trabajan casi siempre para una agencia muy famosa, aunque cuando pueden también actúan por su cuenta, para sacar más dinero cuando la ocasión lo permite; y creo que ésta es una de esas ocasiones, porque mucho me temo que detrás de este caso hay gente muy importante que intentará que termine lo más enterrado posible. Quiero que piensen que he dormido en tu casa porque si se lo tragan dispondremos de algunas horas más de exceso de confianza por parte de los malos que ahora vigilamos, lo que con un poco de suerte nos dará unos cuantos nombres más, o sea más trabajo y más facilidades para documentar el caso ¿conforme?
-  Ya, son dos hermanos y tienen apellidos diferentes ¿no?
-  Sí, de verdad son dos hermanos que, como notarás cuando los veas, se parecen bastante y además siempre van vestidos igual, pero sus apellidos reales son Valcarcel Llorente.
-  Entonces ¿por qué les llamas Hernández y Fernández?
-  Pero Vanessa ¿no has leído nunca las aventuras de Tin Tin?
-  No, no las conozco ¿debería haberlas leído?
-  ¿Tampoco has visto nunca ninguna película de dibujos animados de esas aventuras?
-  No que yo recuerde ¿por qué?
- Porque si las hubieras visto o leído, seguramente recordarías que Hernández y Fernández son dos detectives que casi todo el mundo cree que son hermanos gemelos, hasta que alguien le hace notar que los apellidos son distintos. Dicen que el bigote es un poco distinto, pero yo nunca he sabido notar la diferencia. En cualquier caso los de Tin Tin son el desastre personificado, pero estos dos son, como te he dicho, lo mejor de lo mejor, a pesar de lo cual todo el mundo les llama así, incluso en su presencia, y ellos se divierten al oírlo.
-  ¿Qué planes tienes para ellos?
-  Como te puedes imaginar están siendo, a su vez, vigilados, pero de forma que espero que no se den cuenta hasta que decida darles esquinazo de forma que dejen el caso inmediatamente, lo que con un poco de suerte nos permitirá saber quien les ha contratado. Y ahora, vamos rápido a tu casa que en menos de diez minutos habrán llegado aquí.
-  ¿Cómo lo sabes?
-  Porque me acaba de llegar el aviso.

Subieron de nuevo a casa de Vanessa y Antonio le hizo hacer el paripé de que estaban terminando de desayunar y de preparar el domingo, por descontado hablando sólo de las actividades lúdicas. Vanessa le pidió explicaciones y él le rogó que le permitiera dejarlas para más tarde, cuando ya no estuvieran al alcance de Hernández y Fernández, y cerró el asunto diciendo:
-  Piensa que a partir de uno o dos minutos lo más probable es que escuchen y graben todo lo que digamos, así que dejamos por ahora el asunto y hasta que yo te diga que estamos libres, si hay algo que quieres preguntarme o decirme, lo haces escribiendo en este pequeño bloc ¿Vale?
-  Entendido Antonio.
   Bueno Antonio -añadió Vanessa iniciando el papel que tocaba hacer en aquel momento- ¿te parece que vayamos recogiendo el desayuno?
-  Claro Vanessa, que si no se nos hará tarde y perderemos media mañana. ¿Te apetece que vayamos a pasear al Retiro hasta que empiece a apretar el calor?
-  Vale, pero luego ¿qué quieres que hagamos?
-  Podríamos ir a tomar el aperitivo a algún bar de los típicos que todavía ponen vermut de cuba.
- Y luego ¿donde podríamos comer? En tu casa o en la mía, donde prefieras, que tenemos que mirar un poco lo que gastamos.
-  Mejor en la tuya.
-  Bueno, pues comeremos aquí algo rápido de hacer.
-  Vale, Vanessa, y si quieres luego nos podemos echar una siestecilla juntos.
-  Eso ya lo veremos, que te estás acostumbrando mal.
-  De acuerdo, si te parece lo podemos hablar en la comida.

Hicieron todo lo planeado y por más que Vanessa intentaba estar muy atenta, no consiguió ver a nadie que pudiera ser Hernández o Fernández y mucho menos a los dos juntos. Sólo en una ocasión Antonio se metió en el servicio, en el bar del vermut en el que, según le contó después, sólo cabía una persona, lo que le permitió, mientras orinaba de verdad, echar un vistazo a los mensajes y mandar un par de ellos super cortos.l cabo de un rato Antonio le hizo salir y pasaron por delante de los que debían ser Hernández y Fernández, que estaban hablando con otra persona y que parecieron ignorar que tenían delante a Antonio, al que sin duda conocían. Se fueron a casa de Vanessa y al llegar, después de pasar un aparato por todas las estancias de la casa, le dijo que ya eran libres de hablar lo que quisieran, aunque lo más probable es que el movimiento aumentara al cabo de una hora. Vanessa le preguntó si aquellos dos eran Hernández y Fernández y Antonio le dijo que sí y que el tercero era un guardia civil recién llegado de la academia y que empezaría sus prácticas, oficialmente, al día siguiente, aunque hoy había hecho su primer servicio a la perfección, anulando a los mismísimos Hernández y Fernández sin que ellos pudieran hacer nada por evitarlo.
-  ¿Me puedes decir cómo lo ha hecho?
-  Sólo en términos generales, y eso porque eres fiscal, que si no, ni eso te podría decir. Cuando ha recibido una señal que yo le he mandado, se ha acercado a ellos, que estaban en la barra perfectamente apostados, y les ha llamado por su nombre de guerra y, a continuación se ha presentado, ya que ellos no podían conocerle. Ellos han intentado una maniobra evasiva, pero el agente Cárdenas, que así se llama el novato, les ha dicho que si salían en aquel momento era para ir al cuartel, andando, esposados y custodiados por cuatro guardias civiles. Como era de esperar han preferido permanecer allí y cuando tú y yo nos hemos levantado para irnos, ellos han pedido a Cárdenas permiso para llamar a su jefe, para que él pudiera a su vez llamar a quien corresponda para acabar esa situación tan desagradable. Entonces él les ha dicho que sería él el que llamara al dueño de su empresa para darle la noticia del trabajo por libre que estaban haciendo y ellos han claudicado. Han preguntado cuál era la solución y han recibido como respuesta que comerían los tres juntos, él custodiaría todos sus elementos electrónicos y cuando acabaran de comer se los devolvería. Eso sí, si la primera llamada que hacían no era a la persona que les había contratado para decirle que habían sido detectados y, en consecuencia, abandonaban la tarea, entonces volverían a la primera casilla y serían detenidos, esposados y conducidos al cuartel. El final lo conoceremos más tarde, pero conociéndolos, estoy seguro de que harán lo que Cárdenas les diga.
-  Y nosotros ¿qué haremos ahora?
-  Lo que te había dicho antes, pero con una modificación. Si te parece iremos a comer a tu casa, pero la supuesta siesta, que no lo iba a ser en ningún caso porque lo dije para que lo escucharan los espías como supongo qué habrás imaginado, se convertirá en una sesión de trabajo para tratar los pinchazos que vayan llegando, que espero que sean muchos y muy interesantes y, si no tienes inconveniente lo haremos desde tu casa.
-  Veo que lo tenías todo previsto.
-  La verdad es que las cosas están saliendo hasta ahora como las había imaginado, pero a partir de ahora me parece que nos llevaremos unas cuantas sorpresas, porque creo que aparecerán nuevos actores con ideas que difícilmente podemos adivinar por el momento. Por todo ello creo que lo mejor es que esta tarde trabajemos juntos y a ser posible en tu casa, por lo menos durante unas horas.
-  ¿Temes algún problema?
-  Te lo diré cuando sepa a quien llaman Hernández y Fernández. Pero estoy convencido de que, más pronto que tarde, no solo nosotros sino también nuestros jefes seremos objeto de maniobras para quitarnos del caso.

La pareja se dirigió a casa de Vanessa, comieron y se pusieron a charlar para rehacer la conversación de la tarde anterior, cuando volvían en el tren y quitar todas las cosas que se dijeron porque sabían que estaban siendo escuchados. No les llevó mucho tiempo, pero pronto empezaron a llegar los mensajes de los escuchas. El primero fue el del destinatario de la primera llamada de Hernández y Fernández, que tuvieron la gentileza de dejar que Cárdenas escuchara, habiéndole dicho antes su identidad, que no era otra que Gregorio Martínez Miranda, el presidente de la patronal de la construcción, un directivo que la patronal había contratado aunque no tenía la menor experiencia en el sector, porque su habilidad fundamental era la de tener una completísima agenda de contactos en las administraciones contratantes y en las empresas que contratan obra civil por cuantías importantes y una capacidad de convencimiento poco común. En cuanto Antonio lo supo le dijo a la fiscal:
-  Vanessa, éste es el tercero para el que pido la aplicación del permiso provisional. Dentro de cinco minutos me llegará el borrador con la justificación, lo veremos a la vez, lo retocaré con los comentarios que puedas tener y espero tener la autorización tan rápido como sea posible.
-  De acuerdo Antonio. En cuanto lo haya leído, si es de la calidad habitual, tendrás el permiso, aunque a continuación se hagan los retoques que convengan. No tengo ninguna duda de la importancia de la rapidez en este caso.

Un cuarto de hora después, el equipo de escucha ya tenía pinchado el teléfono y en menos de dos horas ya habían grabado varias conversaciones en las que intervenían, como segundo interlocutor, varios directivos de empresas contratantes, de empresas constructoras y altos funcionarios de varias consejerías de una docena de comunidades autónomas.

Sin embargo, Antonio recibió una grabación mucho más importante, ya que en ella Martínez Miranda se puso en contacto con Eloy Chinarro Gandía, conocido en el hampa como "Rompepiernas", para pedirle que diera un susto contundente, pero que no dejara secuelas físicas, a la fiscal Pardeza. Acordaron el precio, 3000 euros que recibiría aquella misma tarde y 12000 más al terminar el trabajo.

Antonio llamó inmediatamente al teniente Tabarés, que le dio el visto bueno para montar el dispositivo correspondiente que constaba de cuatro piezas fundamentales: la grabación del pago del adelanto, la protección de la fiscal que, al menos durante los tres días siguientes estaría a cargo de cuatro agentes de paisano, el seguimiento de El Rompepiernas y de los esbirros que dedicara al asunto y el plan de aborto del secuestro que, casi con garantía, intentarían a la mañana siguiente cuando ella saliera de casa.
Una vez montado todo, puso a Vanessa al corriente, a la vez que Tabarés se fue a hacer el encontradizo con el juez Moreno para hacer lo propio, pero en persona, aplicando un protocolo de seguridad que tenían pactado.

Vanessa se quedó muy sorprendida, tanto por el giro que iban tomando las cosas como por la rapidez de la respuesta de la trama corrupta y la asombrosa eficacia de la Guardia civil para prevenir todos los flancos.
-  Vanessa, quiero proponerte una cosa que quizás no te guste, pero que creo muy conveniente para tu seguridad. Piénsalo bien, pregúntame lo que quieras y toma tu decisión, que será clave para determinar algunos de los aspectos de tu protección durante el intento de secuestro.
   Creo que lo más prudente es que me permitas pasar esta noche en tu casa, en el segundo dormitorio. Haremos creer a los malos que yo duermo en mi casa y que me habré ido a la oficina a las cinco de la mañana. De esta manera estaré aquí para protegerte, aunque saldré después de ti y no te preocupes que no pasaré la noche en blanco. Otros compañeros lo harán por mi y tu estarás monitorizada, si es que nos lo permites, todo el tiempo, lo que supondrá que en cuanto alguien se acerque a ti, yo lo sabré al instante. Cuando te secuestren, no te resistas y deja que te quiten la cartera y el bolso, en el que no llevarás más que el móvil, las llaves y cuatro cosas que tu uses habitualmente. En la cartera pondrás datos de algún caso ya juzgado, y cuando te digan que entres en un coche, hazlo sin temor, porque los dos ocupantes que habrá en él, además del conductor, serán agentes y el conductor estará esposado. En cuanto entres, el agente que estará a tu lado saldrá y te pedirá que lo hagas tú también. Acompáñale, porque te pondrá a resguardo, y antes de que te des cuenta yo estaré a tu lado.
-  ¿Crees que es la mejor manera de actuar?
- No lo dudes. Si ellos actúan como pensamos, los ocho implicados directamente serán detenidos y acusados, con todas las pruebas, no de intento de secuestro, sino de secuestro ya que te habrán obligado a entrar en su coche tras haberte quitado tu cartera y tu bolso. Eso no hace falta que te lo explique porque tú eres fiscal. Pero también nos permitirá incluir en el paquete a Rompepiernas por haber participado en él, gracias a la conversación telefónica y, cómo no, a Martínez Miranda como inductor, lo que creo que nos dará vía libre para completar el organigrama de la red.
-  ¿Corro algún riesgo?
-  Sí Vanessa, siempre hay algún riesgo. Pero no creo que sea relevante. Primero porque Rompepiernas ha recibido el encargo de que no sufras ninguna consecuencia física, y si su banda decide tomarse la revancha, lo hará contra Martínez Miranda, porque ese es su estilo; y segundo porque no se esperarán que estemos enterados, ya que si tuvieran la más mínima sospecha, abortarían la operación y se quedarían con los tres mil euros por las molestias, eso si no le obligan a pagar el resto de todas maneras.
-  Y después, ¿qué pasará?
-  No lo sé Vanessa. El caso se resolverá con mayor facilidad, de eso estoy seguro, pero las presiones para sacarnos de él a ti y a mí serán enormes y no sé si tendrán algún éxito. Por descontado mantendremos una vigilancia sutil, para que siempre estés segura, hasta que estemos completamente seguros de que la trama ha dejado de actuar.
-  Bien, de acuerdo acepto tu plan.
-  Entonces, déjame unas llaves del piso, ya que me voy a casa y volveré al cabo de un rato. Cuando llegue y me hayas visto, para lo que lo mejor es que estés en el comedor, no me digas nada y yo me iré directamente al dormitorio. La siguiente conversación la tendremos mañana, cuando todo haya acabado. procura dormir y estate tranquila, que todo está controlado.
-  Bueno, entonces hasta mañana Antonio.
-  Hasta mañana Vanessa. ¡Eres un sol!  
Ella se acercó y le dio un abrazo, él le dio dos besos en la cara y pensó que hasta el día siguiente no sabría si todo este ajetreo les uniría más o les alejaría. Actuó como le había contado a Vanessa y al llegar a casa le dio al agente que le suplantaría a la mañana siguiente las llaves de la casa y del coche y el móvil habitual y le dijo donde había aparcado. Un rato después recibió el aviso del compañero que le devolvería a casa de Vanessa, pero entrando por otro edificio contiguo, y cuando entró en la casa de Vanessa se miraron, ella le mandó un beso por el aire y cada uno se fue a su dormitorio.
  
XII
El lunes a las cinco de la mañana, el agente que suplantaba a Gutiérrez se levantó e hizo todo lo que Gutiérrez habría hecho si se hubiera levantado a esa hora para ir al trabajo. Cuando llegó a la oficina dejó todas las cosas de Gutiérrez en su mesa, le mandó a Gutiérrez la señal convenida que le indicaba que todo había ido según lo previsto,  y se fue a su puesto de trabajo, ya que para él la jornada oficial empezaba en ese momento.

A las siete y media Vanessa se levantó como todos los días, e hizo lo mismo que hacía cada día antes de ir a trabajar. La noche antes había preparado el bolso y la cartera con lo que Antonio le había indicado y salió a la hora habitual de su piso. Bajó, como siempre en el ascensor, y cuando ya estaba a punto de llegar a la puerta del edificio, alguien la cogió por detrás, le tapó los ojos con una cinta elástica que no le permitía ver nada y escuchó cómo le decía en voz baja pero firme:
-  Señora fiscal, esto es un secuestro, déjeme coger su cartera y su bolso y siga caminando con las manos por delante para abrir el portal. Cuando abra la puerta salga y siga caminando hasta que yo le avise. entonces entrará en un coche, en la parte trasera y no se preocupe que yo le ayudaré a entrar sin que se golpee. Haga todo lo que yo le diga y, si lo hace, esta tarde estará de nuevo en su casa sana y salva. En el coche iremos cinco personas y usted estará en medio. No diga nada hasta que yo se lo ordene. Ni se le ocurra gritar, porque si lo hace se despertará con un cierto malestar donde corresponda.
-  Vanessa hizo lo que le dijo aquel hombre y aunque se tropezó un par de veces, en unos segundos se encontró dentro del coche, pero no notó que entrara el secuestrador con ella. Notó que la persona que tenía a su derecha le quitaba la cinta mientras le decía:
-  Tranquila señora Pardeza, soy el agente Cordero de la guardia civil y ahora saldré del coche y usted me acompañará a un lugar seguro.

Así lo hizo Vanessa y apenas tuvo tiempo para ver lo que pasaba. El conductor estaba esposado con ambas manos por delante y unidas al volante. Otra persona, sin duda otro agente, estaba sentado delante. Fuera otros dos agentes se llevaban, también esposado, al que seguramente fuera su secuestrador. Delante del coche había dos coches y otro más detrás que sin duda habían servido para evitar la posible huida. Más atrás había más coches que seguramente ocupaban más agentes y fuera le pareció ver a algunos otros detenidos.

Cuando hubo cruzado la calle y caminado en el sentido de la marcha de los vehículos, de repente se encontró ante Antonio que la abrazó mientras le decía:
-  Ya está Vanessa, se acabó el mal trago. Todo ha salido a la perfección. Bueno sólo falta un detalle, el aviso de que Rompepiernas y Martínez Miranda hayan sido también detenidos, aunque ellos en sus respectivos domicilios. ¿Dónde quieres que te lleve?
-  Me gustaría subir a casa, coger los papeles que me quiero llevar al trabajo e irme a trabajar como todos los días.
-  ¿Te puedo acompañar?
-  Si, claro, pero te bajas antes de que entre en el garaje ¿Vale?
-  De acuerdo.
Cuando llegaron a la puerta del garaje Vanessa, contenta porque llegaba a una hora que entraba dentro de lo normal, se despidió:
-  Te llamaré a lo largo del día ¿podremos cenar juntos?
-  Por supuesto, aunque ya veremos quién marca la hora.
-  Seguro que es tu jefe el que la marca.
-  No me extrañaría -respondió Antonio mientras se bajaba del coche y se dirigía al vehículo que le esperaba para llevarle al cuartel-
Cuando llegó, su jefe le estaba esperando y le dijo:
-  Gutiérrez, buenos días y excelente trabajo. ¿Le ha dado tiempo a desayunar?
-  No mi teniente, aun no he tomado nada.
-  Pues vamos a mi cafetería habitual y mientras desayunamos me cuenta todo lo ocurrido en este fin de semana tan movidito.

En la cafetería, Antonio le contó todos los detalles que todavía no sabía el teniente, que eran solo detalles secundarios porque estaba al cabo de la calle de lo ocurrido aquella mañana y, en contrapartida, le comentó los detalles de las detenciones de Rompepiernas y Martínez Miranda.

Rompepiernas se había imaginado todo en cuanto los agentes entraron en su casa y le comunicaron los motivos de la detención. Se limitó a decir que colaboraría en la investigación sin ningún problema, pero que lo haría en presencia de su abogado, al que llamó desde su casa y le dijo el lugar al que le llevarían detenido. Todos sabían lo que ocurriría, porque Rompepiernas tenía muy claros sus criterios: reducir su pena y las de sus colaboradores al mínimo posible y fastidiar al máximo a quienes le habían metido en el follón, esto es a Martínez Miranda y a sus allegados, tarea de la que se encargaría su equipo en cuanto el abogado lo permitiera.

Martínez Miranda, por el contrario, puso todas las pegas que se le ocurrieron y se encontró con que cuando llegó su abogado le comunicaron los cargos y las pruebas existentes contra él, sólo en lo que se refería al secuestro de la fiscal, y le pasaron a disposición judicial. Antes de una hora estaba en prisión preventiva, sin fianza, no comunicada y bajo secreto de sumario, acusado de promover el secuestro de la fiscal Pardeza.

A media tarde, el teniente Tabarés recibió un mensaje del juez Moreno, que tenía un gran interés en que hablaran un rato, en privado. Poco después, fue llamado al despacho de su jefe que, con cara de un enorme disgusto, le comunicó que a partir del día siguiente el equipo dedicado al caso de la corrupción en las actividades de las constructoras estaría limitado a cuatro personas, ninguna de las cuales podría ser el cabo primero Gutiérrez. Esta orden no se refería ni al caso del secuestro de la fiscal Pardeza, ni tampoco al caso inicial de Obras civiles, en los que podría disponer de los efectivos que necesitara, incluido Gutiérrez. Cuando Tabarés se interesó por los detalles, recibió por respuesta que no le podía responder y cuando insistió en conocer si había habido algún aspecto que necesitara ser investigado por medios internos, el capitán le dijo:
-  Teniente, no le puedo dar detalles, pero esté tranquilo en lo que a su gente se refiere. Su trabajo ha sido excelente y su dedicación encomiable. Nadie tendrá un borrón en su expediente por este caso y, por el contrario, más de uno tendrá menciones de aprecio por el trabajo realizado.
-  ¿Ordena usted alguna cosa más, mi capitán?
-  No, ya puede retirarse.

Más tarde, supo por el juez que algo estaba pasando también en la judicatura. Le habían sugerido que dividiera el caso en piezas y, como se imaginaba que el motivo era ralentizar el de la trama de corrupción, idea que le corroboraba la orden recibida por Tabarés, decidió proponer la división en tres piezas, una para el caso original, limitada a la acusación de Alcubierre contra Obras civiles, otra, a la que daría prioridad absoluta, para el secuestro de Pardeza y una tercera para el resto. La propuesta del juez Moreno fue aceptada y le pidieron que diera una prioridad absoluta al secuestro y que pensara que quizás no podría tener tantos agentes de la policía judicial para el caso de la trama general de corrupción en la construcción. También recibió algunos elogios e incluso algunas invitaciones a presentar su candidatura para un puesto de Magistrado en la Audiencia Nacional.

Cuando Tabarés volvió a su despacho, vio que Antonio todavía estaba en su mesa, se acercó y le dijo que antes de irse pasara por su despacho. Antonio sabía que eso quería decir que terminara lo que tuviera entre manos y luego fuera a hablar y por la cara que tenía, no le parecía que las noticias fueran especialmente buenas. Terminó uno de los cuadros del organigrama de la trama, que era completamente nuevo y tenía algunos pesos pesados, guardó todos los papeles, como si estuviera recogiendo para irse y fue al despacho de Tabarés.
-  Buenas tardes mi teniente, estoy a lo que quieras que haga.
-  No tan buenas Antonio, siéntate, escucha y, por favor, no me lo pongas difícil.
-  A tus órdenes mi teniente, siempre a tus órdenes.
-  Hay novedades en el caso. La primera es que ya no es un caso, sino tres. Uno el pleito puesto por Alcubierre, pero limitado a lo que pone en los papeles entregados por la denunciante. El segundo el secuestro de tu amiga la fiscal Pardeza y el tercero el resto de la trama de corrupción.
   La segunda es que tú seguirás al cargo de los dos primeros y Pardeza seguirá representando a la fiscalía en el primero y en el tercero, aunque en el segundo no, por motivos obvios. Pero tú no seguirás en el tercero, y no es porque lo hayas hecho mal. En realidad la superioridad me ha pedido que os haga saber a todo el equipo que el trabajo ha sido excelente y que ninguno de vosotros merece el menor pero. Cuando sepas a cuantas personas se reducirá el equipo de esa tercera pieza, me parece que preferirás estar fuera, pero eso será mañana por la mañana. Si tienes algo importante que hacer respecto a esa tercera pieza, tienes hasta medianoche. A partir de esa hora asegúrate de que nadie trabaja en ello hasta que mañana os reúna.
   La tercera, como te puedes imaginar es que a partir de ahora se reducirán tus reuniones de trabajo con la fiscal, pero espero que eso no suponga ninguna traba en vuestras relaciones, ni profesionales ni personales. Hacéis muy buen equipo y quiero pensar que tendréis más oportunidades en el futuro.
   Por hoy eso es todo, no espero ningún comentario ni pregunta por tu parte, y ahora haz lo que más convenga, terminar algún fleco o recoger e irte para casa. Gutiérrez, has hecho un excelente trabajo.
-  A sus órdenes mi teniente. Siempre a sus órdenes.

Antonio se fue a su mesa y se puso a rellenar el último cuadro que le faltaba por elaborar. Después revisó todo el organigrama disponible hasta el momento y pensó que le sería de gran ayuda a quien retomara la tarea a partir de la mañana siguiente. Cuando quedó satisfecho por el análisis de coherencia, llamó uno por uno a los miembros del equipo y les dijo que a las doce menos un minuto tenía que cesar el trabajo hasta que por la mañana el teniente diera nuevas instrucciones, les dio las gracias por el excelente trabajo y les dijo que él daba por concluida su jornada laboral. Eran las nueve y cinco y llamó a Vanessa para preguntarle si estaba libre. Ella le dijo que estaba en casa y quedaron en verse en cuanto él llegara.
-  No te preocupes por la cena, que estará lista cuando llegues -se despidió Vanessa-
-  Pasaré por casa para coger el vino -respondió Antonio, que pensó que había un tono de amargura en la voz de la fiscal-

Efectivamente fue a su casa, se duchó y se cambió de ropa, cogió el vino y poco antes de las diez estaba llamando al timbre de su amiga. Ella le abrió la puerta y él notó una sonrisa franca que no era suficiente para ocultar una gran tristeza. se acercó para besarla en la mejilla y ella continuó con un sentido abrazo.
-  Antonio -le susurró- lo siento mucho. No hay derecho a que te traten así. Esta decisión hará mella en la fiscalía, y creo que también en la judicatura. Nadie la puede entender.
-  Vanessa, por favor no te preocupes por mí. Son gajes del oficio. En la Guardia civil es más sencillo: es una orden de la superioridad y la superioridad siempre tiene razones para decidir lo que decide, aunque a los de abajo nos cueste entenderlo; pero eso es porque no tenemos toda la información.
   Alegra esa cara, por favor. Yo me temía que estuvieras afectada por lo de esta mañana, y si lo has encajado medianamente bien, estaré más que contento. Te pasará factura, antes o después, y cuando eso ocurra, si quieres hablarlo conmigo, siempre que quieras me tendrás a tu lado, pero creo que deberías considerar hablar también con algún especialista que te ayude a pasar página; los hay francamente buenos.

Le hizo pasar al comedor y le preguntó si tenía sentido tomar vino en esa situación. La respuesta de Antonio, dada mientras le ofrecía la copa a medio llenar, fue sencilla aunque escueta:
-  Sí Vanessa, siempre tiene sentido que dos amigos brinden con una copita de buen vino para celebrar que han superado una experiencia muy difícil, como ha sido hoy nuestro caso.
   ¡Por nosotros Vanessa!
-  ¡Por nosotros Antonio!

Se sentaron y empezaron a cenar. Comprobaron que les habían dado las mismas informaciones y que les habían negado la menor explicación. Como todavía no eran las doce, Antonio le puso al día de los avances en la investigación y le dio un USB con el organigrama hasta donde se conocía entonces. Vanessa echó de menos que no le entregara ninguna petición adicional de investigación de contactos y Antonio se excusó diciéndole que eso ya era tarea de quien le sucediera. Después Vanessa quiso hablar de lo ocurrido por la mañana y Antonio se convenció aún más de que ella tenía la cabeza muy bien amueblada y al final de la conversación volvió a sugerirle que visitara a alguien experto. Ella no conocía a nadie que le ofreciera confianza y Antonio le dejó tres nombres, con sus teléfonos y le dijo que eligiera a uno de los tres, al azar o como quisiera, porque todos eran muy buenos. Ella se decidió por una de las dos mujeres y le dijo que a la mañana siguiente la llamaría. Terminaron la cena y ninguno quiso proponer tomarse una copa. Siguieron hablando sentados en el sofá y Vanessa le cogió la mano y le dijo:
-  Antonio, quiero que sepas que no tengo ninguna duda: eres mi amigo y estoy encantada de tu amistad. Lo de hoy ha sido tremendo, pero creo que ha creado entre nosotros unos lazos aún más fuertes. En cuanto a la amistad, aunque lo de hoy no hubiera pasado te lo estaría diciendo igual, porque ya hace días que lo pienso.
-  Y esta noticia ¿cómo la celebramos? Porque este día que para mí pintaba tan mal desde media tarde, creo que terminará muy bien.
-  La celebraremos como tú quieras. Hoy estoy dispuesta a hacer lo que prefieras, aunque sé que serás prudente.
-  Yo estoy muy cansado y tú estarás reventada, así que te propongo irnos a dormir juntos ahora mismo. Me gustará ver cómo será el despertar mañana.
-  Entonces, ayúdame a recoger y nos vamos a la cama.


XIII
A las siete y media sonó el despertador de Antonio y se llevó una grata sorpresa cuando Vanessa le pasó el brazo por encima y le dio los buenos días con dos besos en las mejillas y uno en los labios.
- Gracias Antonio, porque gracias a ti ha sido una noche tranquila. He dormido profundamente y aunque me he despertado un par de veces, todavía afectada por el secuestro, cuando he notado tu presencia me he vuelto a dormir llena de paz. Espero que podamos repetirlo de vez en cuando.
-  No lo dudes princesa, pero ahora toca levantarse. No estaría bien que hoy llegara tarde a la reunión en que oficialmente me comunicarán que estoy fuera del caso principal. Por suerte me quedarán los otros dos, aunque tendré que preguntar hasta que punto tengo que poner la muralla china entre tú y yo en el del secuestro. Espero que sean condescendientes dada tu condición de fiscal y de testigo principal.

Desayunaron y se fueron cada uno en su coche a su trabajo. Antonio se fue pensando a que dedicarse antes, si al secuestro o al caso Alcubierre, que había quedado temporalmente tapado por el resto de sucesos. Al final decidió pedirle consejo a Tabarés, con lo que, además, le aumentaría un poco el sentimiento de culpabilidad por la destitución.

Llegó a su hora habitual y, por primera vez en muchas semanas, sintió un poco de vacío por la falta de la actividad frenética habitual. No podía hablar con Tabarés hasta después de la reunión, y prefería no empezar nada en ninguno de los dos casos antes de ella. Al final decidió llamar a Genaro Encinas, el ex de Alcubierre, porque era algo que antes o después debería hacer y en nada afectaría al trabajo, al margen de lo que Tabarés le indicara. Le dijo que quería verle y que, a poder ser, estaría bien que fuera esa tarde. Encinas se excusó diciendo que no terminaría hasta las siete y media porque tenía mucho trabajo y Antonio le dijo que podían quedar a las ocho donde él le dijera; Encinas le sugirió una cafetería que no le iba mal si después se acercaba a casa de Vanessa.

A las diez de la mañana el teniente Tabarés reunió a todos los del equipo del caso que estaban presentes. Les dijo que sería una reunión breve, ya que se trataba de informarles de una serie de cambios que afectaban a la organización del caso. Les comunicó la división judicial en tres piezas separadas y las personas asignadas a cada una. Cuando todos conocían ya su función a partir de ese momento, llamó a su despacho a los cuatro componentes del equipo reducido del caso general y a Antonio, para asegurarse de que el traspaso de información se hacía rápido y completo y también de que todos supieran de primera mano que lo realizado hasta entonces había sido de excelente calidad en opinión de la superioridad y, por descontado, en la suya propia. Le pidió a Antonio que pasara al nuevo responsable toda la información y que estuviera un par de días a su disposición para consultas sobre lo realizado hasta el día anterior, y le invitó a quedarse unos minutos más, ya a solas, para hablar de sus tareas.
-  Antonio -le dijo Tabarés cuando se quedaron solos en su despacho- veo que te has tomado con deportividad el cambio y estoy seguro de que apoyarás a tus compañeros en lo que puedas, pero recuerda que tu colaboración se tiene que limitar a lo realizado hasta ayer. No me extrañaría que medios internos realice una investigación detallada para asegurarse de que todos cumplimos esa orden de forma milimétrica.
   Ahora tenemos que hablar un par de minutos sobre cómo enfocar las dos piezas de las que sigues siendo responsable. ¿Qué propones?
-  Propongo seguir el plan establecido, limitado al nuevo alcance de cada pieza, pero tengo dos dudas que me gustaría consultarte. La primera es cómo manejar el trato con Pardeza en lo del secuestro. Es lógico que otro fiscal lo lleve, pero ella es la testigo principal además de la víctima y yo, que soy el responsable de la investigación, también soy testigo directo. ¿Hasta qué punto puedo contarle los avances de la investigación sin perjudicar al caso? y la segunda es que no tengo claro a cuál de las dos piezas dar prioridad.
-  Vamos Antonio, no te hagas el novato para pasarme factura, que la decisión no ha sido mía. Sabes muy bien que la investigación la tienes que comentar con el fiscal que lleve el caso, y que nadie de la policía judicial se meterá en lo que la fiscalía quiera comentar o no con la víctima. En cuanto a la segunda duda, la respuesta está implícita en tu forma de plantearla: lleva los dos casos en paralelo y si en algún momento tienes que elegir, porque no puedas hacer dos cosas distintas en lugares distintos y al mismo tiempo, elige lo que permita que vaya más rápido el caso del secuestro. La policía judicial tiene tanto interés como el que más en que el secuestro de una fiscal, por motivo de sus actuaciones profesionales, sea tramitado de forma impecable y que los tribunales puedan juzgarlo lo antes posible e imponer las condenas que correspondan a los responsables de la tropelía.
   Ahora ya te puedes poner manos a la obra.
-  ¿Ordenas alguna cosa más, teniente?
-  Sí Gutiérrez, que no uses el planteamiento de supuestas dudas para tocarme las narices.
-  A tus órdenes teniente. Siempre a tus órdenes.

Antonio se fue a su sitio de trabajo, cogió el USB en que estaba toda la información del caso e hizo tres copias del mismo, preparó el formulario de entrega de información correspondiente y se fue hacia el nuevo equipo, que ya estaba tratando de la mejor manera de hincarle el diente. Entregó dos de las copias al nuevo responsable, el cabo Maroto, y se ofreció para darles su visión resumida del organigrama tal como se conocía al terminar el día anterior.

Maroto tenía muchas ganas de ejercer el mando, pero Antonio le inspiraba mucho respeto, así que decidió dejarle hablar con la idea de no plantearle ninguna pregunta y tomar las riendas cuando él se hubiera marchado. Los cuatro componentes del equipo, que habían colaborado en las escuchas, se quedaron maravillados cuando vieron la agrupación que había hecho Gutiérrez y los canales de relación, tanto los seguros, porque las escuchas así lo demostraban, como los hipotéticos, que tendrían que ser verificados aunque todos sabían que en la inmensa mayoría de los casos terminarían siendo evidentes.

Antonio se sorprendió solo parcialmente de la total ausencia de preguntas y pensó, para sí, que los que querían echar tierra sobre el caso ya habían ganado su primera batalla, porque con sólo cuatro personas y Maroto de responsable, la lentitud del proceso estaba más que garantizada. Una vez terminada la reunión volvió a su sitio y se puso a pensar qué hacer para el caso del secuestro. La situación le resultaba extraña, porque los principales responsables estaban en prisión preventiva, pero las pruebas eran contundentes a más no poder y a los delincuentes les podía caer una buena con el juez Moreno instruyendo el caso del secuestro de una fiscal, secuestro que se había decidido precisamente por haber ayudado a instruir, con rapidez y precisión, un caso del propio juez que, además, era un caso de corrupción.

Pero la fiscal, de la que tenía que reconocer que estaba enamorado aunque no se lo hubiera dicho a nadie todavía, no podría instruir el caso a pesar de conocerlo al dedillo, y eso le obligaría a él a empezar desde el principio con otro, u otra, fiscal. Lo único que le quedaba por hacer era intentar sacarle a Gregorio Martínez Miranda toda la información que pudiera sobre las personas de la trama con las que él trataba y especialmente de aquellas que eventualmente hubieran apoyado el secuestro de la fiscal Pardeza. Estaba seguro de que su jefe estaría de acuerdo, pero la realidad era que si lo intentaba y se hacía público, su salida del caso estaría cantada. Tampoco podía pedírselo directamente al juez Moreno ni indirectamente a través de la fiscalía, de modo que sólo quedaba una vía, compleja y complicada, que era hacerlo a través de la propia víctima, procurando que su presencia y actuación quedara totalmente en la sombra.

Llamó a Vanessa para interesarse por su estado y ella le sugirió que lo comprobara en persona, cuando el trabajo se lo permitiera, pero sin quedar en nada concreto. Pero su olfato le decía que era una maniobra de distracción dirigida a no sabía quién y se lo tomó como una invitación a presentarse en su casa sobre las nueve. Como había quedado a las ocho con Encinas, pasó antes por su casa para ducharse y cambiarse y, de esa forma, ganar un tiempo precioso para no llegar demasiado tarde a casa de Vanessa.
La entrevista con Encinas fue un poco tensa, pero él no estaba de humos para aguantar mentiras y le hizo un marcaje propio de un partido de rugby. En cuanto empezó a desarrollar la excusa de la escasez de trabajo, le sacó las actividades que había realizado la última semana y cuando se quejó de lo bajos que estaban los precios de la competencia, le sacó el importe que se había gastado en salir el fin de semana anterior. Al poco tiempo, Encinas claudicó y dijo:
-  Vale, de acuerdo, las cosas me van mejor y ahora dispongo de algo más de dinero.
-  Veo que por fin está usted entrando en razón, motivo por el que me permito recordarle que esa mejora la tiene que compartir de forma compensada con sus hijos.
-  Perdone inspector -respondió Encinas un tanto descolocado- que quiere usted decir con eso de que "la tengo que compartir de forma compensada con mis hijos"
-  Muy sencillo, que usted tiene que tratar de forma aproximadamente igual a cada uno de sus hijos, en los aspectos económicos, ya que es obvio que por ejemplo en el tiempo que pasa junto a ellos sería un objetivo imposible de alcanzar.
-  ¿Me está sugiriendo usted que aumente la pensión de alimentos a los dos que no viven conmigo?
-  Exactamente, ha entendido usted muy bien el mensaje.
-  ¿Y en cuanto piensa usted que debería aumentarla? 
-  Creo que sería razonable multiplicarla por cuatro.
-  Pero ¿se da cuenta usted de lo gravoso que será para mí?
-  Sí, a grosso modo, unos tres mil quinientos euros al mes, de los que unos setecientos cincuenta ya se los está gastando usted en la criatura más pequeña.
-  Perdone, pero no me salen las cuentas.
-  Pregúntele usted a su gestor cuanto tendrá que pagar de más por IVA e IRPF y verá que lo más probable es que yo me haya quedado algo corto. Pero no se queje, hombre, porque con la crisis que hay tendría que estar usted más que contento de que le vaya tan bien el trabajo.
-  ¿Y si yo prefiriera esperar a que mi ex mujer pida el aumento y consiga que se lo conceda el juzgado?
-  No se lo recomiendo señor Encinas, porque sólo conseguiría que usted y su familia biológica vivieran bastante peor y al final, aunque más tarde, acabaría teniendo que pagar pensiones más altas.
-  ¿Cuando debería empezar?
-  Como usted paga a su ex a mes vencido, más le vale hacerlo en el próximo pago. De esta manera usted podría cambiar la cantidad declarada a partir del tercer trimestre y, si tiene mucha suerte, no se verá obligado a hacer complementarias por los años anteriores.
- ¿Me lo puedo pensar?
-  Sí que puede, pero recuerde que si no aumenta el pago a sus hijos de forma inmediata, antes de que acabe agosto recibirá la primera comunicación de Hacienda, porque yo me encargaré de que así sea.
-  De todas formas me lo pensaré.
-  Me parece bien que lo haga, pero no se olvide de consultar con su abogado del divorcio y con su fiscalista. No hace falta que me comunique su decisión, porque yo me enteraré antes de lo que se imagina. Y ahora, permítame que me retire porque tengo otras cosas urgentes que resolver. Tenga usted buenas tardes señor Encinas.
-  Lo mismo le deseo inspector. Buenas tardes.

Antonio se dirigió a continuación a casa de Vanessa, a la que llegó poco antes de las nueve. Llamó al timbre, cuando se identificó Vanessa le abrió y cuando llegó al piso ella le esperaba en la puerta. Le dio los dos besos habituales y le dijo:
-  Date prisa que la cena se enfría, que hoy es plato de cuchara.

Efectivamente, al llegar Antonio comprobó que la mesa estaba puesta para dos y había una cazuela de lentejas humeantes de la que dieron buena cuenta sin parar de reír.
-  Hoy me has sorprendido Vanessa. ¿tan segura estabas de que vendría?
-  Se ve que voy aprendiendo cosas de ti, y ya sé decirte por teléfono lo que quiero que entiendas sin que nadie más lo pueda intuir fácilmente.   
-  ¿Cómo te encuentras Vanessa? ¿has pensado en lo que te dije? ¿has movido algún hilo?
- Anda, deja ya de ejercer tu oficio, que ahora no estamos trabajando, porque sólo nos queda en común el caso Obras civiles y lo resolverás en menos que canta un gallo.
-  Pues ya que lo sacas, hoy he charlado con Encinas, el ex de Alcubierre.
-  ¿Ya se le puede descartar?
-  Sí, Vanessa, sólo es un cara con sus hijos, en realidad sólo lo es con los que tuvo con Alcubierre, y también está en falso con Hacienda. Pero me parece que va a dejar de portarse como un padre mezquino de forma inmediata y que Hacienda también recibirá bastante más.
-  Bueno inspector, este tema lo dejamos para las horas de trabajo, que si no lo mismo nos lo quitan también, y, a partir de ahora, dedicaremos el tiempo libre que pasemos juntos a nuestras cosas particulares.
- Me parece muy bien, y espero que sea mucho tiempo el que pasemos juntos y, porfa, no te escabullas y cuéntame cómo lo llevas.
-  Vale, pesado, no creas que no lo quiero compartir contigo. Mientras estoy con gente, lo llevo de forma más o menos aceptable, pero cuando me quedo sola empiezo a darle vueltas a la cabeza y no consigo entender por qué me querían secuestrar. He llamado a la profesional que te dije que llamaría y he quedado con ella mañana. Me ha preguntado quién me había dado sus datos y le he dicho la verdad. Me ha preguntado por el tipo de relación que tenemos tú y yo, y cuando se lo he contado, por encima no creas, me ha dicho que tengo buen tino para seleccionar a mis íntimos, o quizás mucha suerte en este caso. Así que, mira por donde, hay gente que te valora muy bien.
-  Si que me aprecia, ya lo sé, y quizás algún día te cuente lo mucho que me ayudó hace unos años, pero no me pidas que lo haga ahora, porque estoy en fase baja, seguramente por cómo nos han tratado las respectivas superioridades.

Terminaron la cena y aquella noche decidieron compartir una copa de ron mientras seguían charlando de las experiencias de uno y otro a lo largo de la vida. Cuando llegó la hora de ir a dormir habitual para Vanessa, ésta le dijo:
-  Antonio, me harías un gran favor si te quedaras como ayer, y si te parece bien este tipo de relación, creo que sería bueno que te trajeras a mi casa algunas de tus cosas.
-  Vanessa, estaré encantado de repetir la experiencia tantas noches como tú quieras y mañana apareceré con una bolsa con lo mínimo para que los dos estemos más cómodos.
   
XIV
Cuando sonó el despertador, Antonio apenas tuvo tiempo de abrir los ojos antes de notar el abrazo de Vanessa y cuando él se giró un poco para devolvérselo, Vanessa se acercó mucho más para darle un beso por primera vez, exceptuando el del tren de vuelta desde Segovia, en la boca. Después se levantó y le hizo una señal con el dedo en los labios para que no preguntara nada. Empezaron a desayunar y ella, riendo, le dijo:
-     Inspector, tiene usted todo el día para descubrir el significado de ese beso. Lo hablaremos esta noche al cenar.
-      A sus órdenes mi fiscal. Siempre a sus órdenes.

Después de desayunar cada uno marchó a su trabajo, Vanessa para hacer frente a un montón de asuntos de la fiscalía y Antonio para pasar un día tranquilo, salvo que hubiera alguna novedad en el caso del secuestro. Antonio empleó buena parte de la mañana en darle vueltas a la manera de conseguir que Vanessa intentara indirectamente sonsacar a Martínez Miranda quienes eran sus socios en la red de corrupción, y llegó a la conclusión de que no tenía mucho sentido planificar nada mientras no se supiera quién sería el responsable del caso por parte de la fiscalía. Así que cogió el teléfono y llamó a la fiscalía, preguntando directamente por la persona responsable del caso del secuestro de la fiscal Pardeza, pero no tuvo suerte, ya que no se había hecho público, lo que probablemente significaba que la decisión todavía no estaba tomada. Pensó en hablar con Vanessa, pero creyó más conveniente esperar a verla en su casa, porque seguro que quedaría rastro de su llamada y, de esta manera, colaría que la intención era ponerse en contacto para avanzar con el caso lo más rápido posible.

Vanessa, por su parte, le preguntó al juez Moreno si se sabía algo y la respuesta fue que él no sabía nada.
-  Pero no te preocupes, porque seguro que pondrán a uno de los mejores,  porque la fiscalía, y también la judicatura, quieren que se marque un precedente que quite de la cabeza a todos los mafiosos el llevar a cabo este tipo de aventuras. En cuanto sepa algo, rumor o noticia, te lo diré y ahora ponte a lo tuyo que tenemos un montón de tajo.
-  Gracias señoría. Se lo agradeceré enormemente.

Pocos minutos después, Moreno recibió una llamada del juez Enrique Castejón, compañero de la época en que ambos preparaban las oposiciones y del que lo último que sabía es que estaba en un tribunal de lo social. Se imaginó que le llamaría para saber algo del secuestro de Vanessa, pero quería volver a hablar con él y se puso inmediatamente.
-    Buenos días Enrique, que alegría escucharte. ¿Cómo te va la vida?
-    Buenos días Eladio, la alegría es compartida. No me puedo quejar, mucho trabajo pero contento. Y tú ¿cómo estás?
-    También bien, pero preocupado por un suceso que supongo que conoces.
-    Sí, claro. Es tremendo que haya gente supuestamente honorable que crea que se puede influir en la justicia acojonando a los funcionarios. De todas formas me ha parecido impresionante la respuesta de la policía judicial. Si tienes un minuto, quería consultarte algo relacionado con ese asunto, aunque indirectamente y que no tiene nada que ver con el secuestro.
-    Pregunta, que si puedo ayudarte, lo haré encantado.
-    La cuestión es que ha caído en mi juzgado la demanda por despido de Matilde Alcubierre, que ella solicita que sea declarado nulo y basa la demanda de nulidad en que el despido se habría producido por haberse negado ella a admitir la modificación de una oferta en pleno proceso de evaluación.
-    Estoy enterado de ello, Enrique, porque ese argumento, todavía supuesto intento de modificación de la oferta, es también la base de la demanda penal que ha puesto, como me imagino que sabes. ¿Cuál es tu consulta?
-    Mi consulta te la hago porque estoy pensando en posponer la decisión en lo laboral hasta que salga la primera sentencia en lo penal y me quedaría más tranquilo si tú me pudieras dar tu opinión, sin que esa opinión prejuzgue en absoluto el sentido de la sentencia que en su día salga de tu juzgado.
-    Pues sin entrar en detalles, porque sabes que no debo, lo que si te puedo decir es que si yo estuviera en tu caso, pospondría la decisión hasta conocer la primera sentencia de la demanda penal.
-    Con eso me basta, Eladio. Muchas gracias por tu opinión y mucha suerte con este asunto.
-    Ya hablaremos cuando todo acabe, Enrique. Un abrazo.
-    Otro para ti y recuerdos a la familia.

Antonio tenía previsto salir a las seis y por poco tuvo que retrasar la salida, ya que esa tarde recibió dos llamadas, una de Alcubierre a primera hora, y la otra, cerca de las seis de Encinas, el ex marido de Alcubierre.

A finales de julio, Matilde Alcubierre se encontró en Benalmádena con Loli, una de las secretarias que trabajaban en la Dirección de Ingeniería de Obras civiles; siempre habían tenido buena relación y se fueron a tomar un café en una terraza. Después de preguntarle cómo les iba y de comentar por qué estaban allí de vacaciones, Loli le puso al día de las novedades en la empresa. Hizo hincapié, sobre todo, en una serie de cambios que se estaban produciendo en las áreas de Proyectos y de Construcción. Parecía que estaban experimentando alguna nueva técnica de reorganización que empezaba por los puestos de menor categoría, pero siempre en el ámbito de los titulados superiores, y que afectaba sobre todo a las personas que llevaban más años y que hasta entonces todos habían pensado que estaban en una posición muy sólida, porque eran muy fieles a sus jefes y que siempre estaban en las quinielas de ascensos que nunca se llegaban a efectuar. Un buen día llegaba un nuevo empleado, joven aunque con algunos años de experiencia, se sentaba al lado de uno de ellos y al cabo de un mes aproximadamente ocupaba sus funciones y al antiguo le trasladaban a un puesto de otra dirección que, curiosamente siempre le suponía ir a trabajar a otro edificio nada cercano y en ocasiones en otra provincia. Teóricamente no suponía ninguna rebaja pero era evidente que les sentaba muy mal. Loli se explayó contándole todos los casos y Matilde tomó nota mentalmente y cuando llegó a casa escribió todos los nombres y rápidamente llegó a la conclusión de que los trasladados o respondían a las iniciales de la página de cuentas corrientes o eran colaboradores directos de alguien que respondía a las mismas.

Como consecuencia de esa conversación, y tras comentarlo con su abogado penalista, Matilde se puso en contacto con Gutiérrez por iniciativa propia por primera vez desde que empezó el procedimiento,  y le llamó para tener una entrevista con él a ser posible el lunes siguiente, aprovechando un viaje que tenía previsto a Madrid.

En cuanto a la llamada de Encinas, por fortuna para Antonio fue muy escueto y se limitó a decirle:
- Buenas tardes inspector y gracias por atenderme. Seré muy breve, simplemente quería decirle que me he pensado lo que hablamos en la última ocasión y que he decidido hacerle caso, de forma que a partir del próximo pago mi mujer recibirá mensualmente 2000 euros en vez de quinientos y que mi gestor hará las cuentas de manera que esa cantidad se justifique.
-  Buenas tardes señor Encinas, yo también seré muy breve. Gracias por informarme. Creo que ha tomado la decisión que más le conviene. Hasta la próxima.
-  Hasta la próxima inspector.

De manera que Antonio, después de sopesar las probabilidades de que las dos llamadas la misma tarde fueran realmente una casualidad, salió a las seis, prueba de que no tenía mucho que hacer, y se imaginó que Tabarés tardaría poco en darle algún nuevo caso, pero aprovechó para ir a casa y preparar la bolsa con las cosas imprescindibles para no andar todo el día con la bolsa a cuestas. Le encantaba la idea de dormir a menudo con Vanessa, pero no quería perder su independencia.

Le dio vueltas al enigma del beso y no encontró ninguna respuesta razonable, más allá de que a Vanessa le apeteciera avanzar en la relación. No creía que fuera consecuencia directa del secuestro aunque estaba bastante convencido de que había supuesto un incentivo para adelantar los acontecimientos y al final prefirió dar una respuesta predecible, pero que le dejara a ella varias salidas, porque todavía no conocía sus sentimientos. Cuando terminó cogió la bolsa y una caja de seis botellas de vino del bueno y se fue a casa de Vanessa. Como todavía tenía las llaves entró y dejó las cosas a la vista y después se fue a tomar un café a la espera de que Vanessa le llamara, cosa que suponía que haría en cuanto llegara y viera las cosas. Antonio estaba pensando si pedir otro café cuando sonó el móvil:
-  Hola inspector ¿dónde estás ahora?
-  Muy cerca de tu casa fiscal, en la cafetería que se ha convertido en mi preferida, especialmente cuando estamos juntos.
-  Pues cuando termines el café, porque supongo que habrás pedido un café, vente por aquí y me ayudas a preparar la cena ¿vale?
-  Enseguida llego, porque ya me lo había terminado.

Cuando llegó al edificio, llamó por el interfono como hacía siempre que ella estaba y cuando salió del ascensor, ella le estaba esperando con una sonrisa más amplia que la del día anterior. Le dio un piquito antes de que entraran, le cogió de la mano y le preguntó:
-  ¿Qué, inspector, ya has averiguado el significado del beso?
-  La verdad es que no, Vanessa, más allá de la obviedad de que ha sido una muestra de afecto.
-  ¿Prefieres que lo hablemos ahora o mientras cenamos?
-  Mientras cenamos, que así tendremos más tiempo para prolongar la conversación.

Prepararon la cena, frugal y sencilla como de costumbre, y cuando terminaron Antonio le preguntó:
-  Vanessa, ¿abrimos una botella de vino del bueno?
-  Sí, ya que lo has traído y que ninguno de los dos tiene que conducir después, daremos buena cuenta de ella. Pero en cuanto la hayas abierto y le hayamos dado un primer tiento, espero que empieces a decirme lo que has pensado del beso.

Antonio abrió la botella y esperó unos minutos para que el vino se aireara mientras terminaban de poner la mesa. Lo sirvió, brindaron y se sentaron y mientras Vanessa empezaba a servir la crema de calabaza que había de primero, Antonio empezó a decir su opinión sobre el significado del beso:
-  Vanessa, antes de empezar a responder a tu pregunta quiero decirte que tu beso ha sido para mí una sorpresa muy agradable que, sea cual sea su significado, me gustaría que se repitiera con frecuencia. Muchas gracias por tu afecto, por el cariño con que me lo has dado y por haber tomado esta iniciativa.
   El significado que más me gustaría que tuviera es que hayas llegado a la conclusión de que te gustaría que empezáramos a ser una pareja, con el proyecto de en un futuro cercano ser una pareja estable. No sé si es el momento adecuado para decírtelo, pero la realidad es que estoy profundamente enamorado de ti.
   Ya sé que existe la posibilidad de que tus sentimientos no sean del mismo estilo, en cuyo caso el significado del beso será otro. Si tus sentimientos fueran de amistad, también sería un honor para mí que me cuentes entre tus amigos de verdad, y en ese caso el beso quizás sería el resultado del final de la tensión que hemos vivido juntos durante los últimos días.
En medio de esas dos posibilidades estaría la opción de que tú fueras partidaria de que empezáramos una relación de amigos con derecho a roce y que ese beso fuera una forma de empezar a plantear esa posibilidad. Como te puedes imaginar, si ese fuera el significado también estaré encantado de iniciar contigo una relación de ese estilo.
En resumen, como estoy tan enamorado de ti aceptaré el tipo de relación que tu prefieras aunque, como ya te he dicho, me encantaría que el significado del beso fuera el inicio de un proyecto de pareja estable. No sé si con eso respondo a tu pregunta de esta mañana y espero tus comentarios.
- Antonio, no quiero aprovecharme de la oferta tan abierta que me has hecho y empezar a analizar las distintas posibilidades empezando por la más lejana a mis deseos y acabando por decirte mi opinión. Así que te diré que tu vas más rápido que yo, pero que estoy dispuesta a intentar que nuestra relación sea un proyecto de pareja estable.
   No creo que todavía esté enamorada de ti, pero además de ser un buen amigo físicamente también me gustas mucho, por lo que si quieres podrá haber muchos más besos como el de esta mañana. Pero el significado del de esta mañana, yo tampoco lo tengo claro. Creo que tiene algo del final de la tensión del secuestro, pero también algo de agradecimiento por la seguridad que me has aportado durante ese proceso y muy especialmente durante las dos últimas noches. Además, sin duda alguna tiene mucho de atracción física y, para terminar, también tiene algo de intento de experimentar una relación más íntima.
   De manera que si te parece bien, te propongo que esta noche también la pases junto a mí, pero en esta ocasión sin compromiso de castidad. Ya veremos lo que surge.
-  Vanessa, me hace muy feliz lo que me has dicho y por descontado estoy de acuerdo en tu planteamiento. Sólo te pido que si alguna vez voy demasiado deprisa en algo, me lo digas para acomodarme a tu ritmo y si en el futuro se produce lo contrario, dímelo también para no mantener el freno pisado en exceso.
-  Pero antes de irnos a la cama, me gustaría hablar un rato con el inspector, porque espero que el inicio de esta relación no suponga que me apartes del conocimiento del caso que me afecta. ¿Puedes decirme algo de cómo va el caso del secuestro?
-  La verdad es que del caso propiamente dicho no hay ninguna novedad, pero no te negaré que estoy preocupado por algunos aspectos de nuestra relación, que si no andamos con cuidado nos podría suponer que me aparten también de este caso.
   Como sabes, yo no puedo hablar directamente contigo más que en relación a tu papel de víctima, pero por otra parte me encuentro con que no tengo con quien hablar del caso en la fiscalía. Y tengo la intuición de que la fiscalía podría ser muy útil para conseguir que Martínez Miranda declare quienes han sido sus colaboradores en la idea del secuestro. Yo, desde luego, no tengo nada que hacer en ese aspecto y tú, obviamente, tienes que estar fuera, pero el colega que te sustituya podría aportar muchísimo y tú quizás podrías darme algo de luz al respecto.
-  No será un colega, sino una colega, con la que además me llevo bien. Ya he despachado con ella para ponerle al día y traspasarle el caso y, mira por donde, tiene una idea parecida a la tuya respecto a Martínez Miranda. Yo no podré darte informaciones que ella no decida proporcionarte, pero procura leer entre líneas y lo mismo te llega algún rayo de luz. Al margen de que me parece que os llevareis bien y ahora, volvamos a ser la pareja de novios que inician su relación ¿vale?
-  De acuerdo Princesa. Además hoy es viernes, así que tenemos por delante todo un fin de semana para pelar la pava tanto como tú quieras.
-  O como tu aguantes. Eso ya lo veremos -añadió riendo Vanessa-  


XV
El lunes siguiente, cuando Antonio llegó al trabajo, Tabarés le hizo una seña para que fuera a su despacho, después de ir a coger un café si así lo deseaba:
-  Das tu permiso mi teniente.
-  Claro Gutiérrez, por algo te he indicado que vinieras. Siéntate y ponme al día de los dos casos.

Antonio le contó las escasas novedades, le dijo que esa mañana tendría una entrevista con Alcubierre y le preguntó si sabía algo sobre quien sustituiría a Pardeza en el caso del secuestro.
-  Antonio, ya sé que te han obligado a poner el freno, aunque seguramente sin quererlo, pero no puedes estar mano sobre mano. De manera que mientras entrevistas a Alcubierre intentaré saber si ya han decidido quien será tu contraparte en la fiscalía y si no lo han hecho, te encargaré un par de trabajitos para que no te aburras.
-  De acuerdo teniente. Ya sabes que a mí tampoco me gusta estar a ritmo bajo. A ver si hay suerte con lo de la fiscalía.
-  Seguro que sabes más que yo de eso. No hay más que verte la cara. Más vale que no te vean tan contento por arriba, porque me temo que querrán que baje tu grado de felicidad. Ahora a lo tuyo.
-  ¿Ordenas alguna cosa más, teniente?
-  No, de momento nada más.

A las once en punto, la hora concertada, Matilde Alcubierre se presentó en la oficina para hablar con el inspector Gutiérrez.
-  Buenos días señora Alcubierre. Supongo que hay un motivo para la llamada que me hizo el viernes y me gustaría que me lo dijera.
- Buenos días inspector. Espero que lo que le voy a contar le parezca suficientemente importante, aunque es posible que usted ya lo sepa, pero he preferido avisarle por si acaso no fuera así. El jueves pasado me encontré casualmente en la playa con una secretaria de Obras civiles que me contó la serie de cambios que se están produciendo en las áreas de proyectos y construcción, y me ha parecido que hay una relación muy estrecha con las personas que podrían responder a las iniciales que acompañaban a los números de cuenta.
- No le negaré que estoy al cabo de los cambios organizativos, pero le agradeceré que me exponga las relaciones que usted ve.

Matilde le explicó las relaciones que había encontrado y le entregó un esquema con las mismas. El inspector propuso tomar algo en una cafetería tranquila y aprovechó para tomar algunas notas. Cuando hubo terminado su tarea, se despidió de Matilde:
-  Muchas gracias señora. Ha hecho bien en llamarme, porque su información me permite ampliar la valoración de los cambios que ya conocía. Si en alguna ocasión tiene más información de este estilo, no dude en llamarme, porque a veces algún pequeño detalle que a usted le pueda parecer insignificante puede permitir avances importantes en la resolución del caso. Cambiando de tema, ¿Ha habido algún cambio relevante en su situación en los últimos meses?
-  Si inspector, mi situación económica ha mejorado, porque de golpe y sin previo aviso, mi ex marido ha aumentado en 1500 euros al mes la pensión de alimentos para mis hijos y, como se puede imaginar, ese aumento me permitirá terminar con las estrecheces que, muy a mi pesar, me he visto obligada a hacer extensivas a ellos, aunque siempre he procurado que lo notaran lo menos posible.
-  Me alegro de que eso sea así y espero que su vida transcurra con la máxima tranquilidad. Pase usted un buen día.
-  Lo mismo le deseo, inspector, y gracias también a usted por su interés en este caso, que para mí es tan importante.
-  Es mi trabajo, señora, y procuro hacerlo lo mejor posible. ¡Hasta la próxima!

De vuelta a la oficina, Antonio fue a hablar directamente con Tabarés, seguro de que le interesaría la información aportada por Alcubierre. Le contó también su intuición inicial de que lo más probable era que la coincidencia en el tiempo de las dos llamadas recibidas de los dos ex cónyuges realmente hubiera sido fruto de la casualidad, intuición que se había reforzado mucho al conocer los motivos de la entrevista con Alcubierre.
-  Lo mismo había una relación, aunque indirecta, ya que quizás Alcubierre haya venido a Madrid para hablar con su abogado del cambio de valor de la pensión.
- Pues habrá sido una suerte, porque imagínate lo que nos habríamos perdido si no me hubiera llamado porque no tuviera previsto ningún viaje.
-  Sí, estoy de acuerdo, pero creo que a la vez te debería servir para reflexionar sobre la importancia de mantener el contacto fluido con los testigos que son realmente colaboradores.
-  Como de costumbre tienes mucha razón, teniente. No lo olvidaré.
- Pues para empatarte en buenas informaciones, yo también tengo una buena noticia para ti. Ya hay sustituta de Pardeza en el caso del secuestro. Se trata de Diana López Ovejero, buena fiscal y a lo que parece buena amiga de tu novia.
-  ¿Cómo dices teniente?
-  Antonio, digo que parece buena amiga de tu novia. No hace falta que me des detalles, pero como puedes imaginar no se nos pasa nada.
-  ¿Debemos hablar de eso?
-  No por el momento. Si lo hiciéramos lo mismo pegaríamos otro frenazo al caso del secuestro y eso no lo quiere nadie. Pero recuerda comentármelo cuando el caso esté cerrado por nuestra parte.
-  De acuerdo teniente. Ahora mismo intentaré ponerme en contacto con la nueva fiscal.
- Sí, más te vale avanzar también en ese caso si no quieres verte involucrado en otros.
-  ¿Ordenas algo más teniente?
-  No Antonio, ponte al curro.

Antonio llamó inmediatamente a Diana, a la que no conocía, pero se encontró con una respuesta más que amistosa y quedaron a comer al día siguiente para hablar informalmente de cómo llevar el caso.

Ya por la noche, Vanessa le comentó mientras cenaban que había contado a Diana la relación que les unía y que, sin que ninguna de las dos hubiera dicho ni media palabra, ella entendía que colaboraría en todo lo que fuera razonable. Sin duda Diana también quería dar una solución al caso rápida, profesional y ejemplar. Antonio también le comentó lo que su jefe le había dicho respecto a la relación de los dos y Vanessa le dio poca importancia:
-  Así que ahora, para la Guardia Civil, somos novios ¿no?
-  Eso es lo que dice Tabarés, y aunque me fastidie reconocerlo, en esas cosas, al margen de la opinión oficial del Cuerpo, rara vez se equivoca.
-  Así que tú no quieres que seamos novios en la realidad, ¿no es eso?
-  No me tomes el pelo Vanessa. Sabes que eso no es ningún problema para mí. Si nuestra pareja sale bien estaré más contento que si no lo hace, y te dejo a ti que decidas en qué momento nosotros mismos pasamos a considerarnos novios. Lo que me fastidia es que él lo vea tan claro antes que nosotros, o al menos que yo, porque lo mismo tú también lo piensas, pero prefieres no decirlo todavía.
- Vale, no te preocupes; en realidad yo no sé todavía lo que pienso al respecto, pero cuando lo tenga claro y considere que es el momento adecuado, te lo haré saber. Pero dime ¿no hay algo más de esa conversación que te preocupa?
-  Sí que lo hay, porque me temo que cuando acabe el caso del secuestro Tabarés se empeñe en que se lo diga directamente, lo que supondrá que él tendrá que informar oficialmente y por arriba no faltará quien proponga que tú y yo no volvamos a trabajar en un mismo caso.
-  Así que te gusta trabajar conmigo, y no querrías que dejáramos de acerlo ¿no?
-  Sí Vanessa, me gustaba trabajar contigo antes de que me enamorara de ti y me sigue gustando después.
-  Si te hicieran elegir ¿qué preferirías?
-  Seguir contigo de pareja, aunque eso suponga estar menos tiempo juntos.
- Pues entonces no te preocupes. Yo pienso lo mismo que tú y aunque todavía no te he dicho nada, me parece que mi juez está intentando hablarme de lo mismo pero, como no es mi jefe, no sabe cómo plantearlo. Me da que los dos han hablado de esto y me parece que se resistirán a que los de arriba les impongan nuestra separación profesional; creo que a los dos les gusta que trabajemos con ellos y al juez le encanta que tú lleves los asuntos complejos. No conozco apenas a Tabarés, pero me parece que a él también le gusta mucho que la fiscalía no le ponga pegas a los permisos y eso los retrase, al menos en determinados casos, así que creo que los dos preferirán que oficialmente, o más bien oficiosamente, se sepa que somos pareja y que no se decida nada respecto a nuestro trabajo, como si estuviéramos destinados en dos lugares muy distantes.
-  Espero que tu intuición también sea buena en esta ocasión, pero yo no estoy tan seguro. O dicho de otra manera, no creo que Tabarés esté tan seguro, porque si no, me lo habría dicho de otra manera.
-  Tú no sabes lo que mandan los jueces en estas cosas. Parece que nunca hacen nada, pero no dan puntada sin hilo, te lo aseguro.

Al día siguiente Antonio se presentó en la fiscalía a las diez en punto, hora en que oficialmente le había citado Diana López Ovejero, la nueva fiscal del caso del secuestro de Vanessa. Las formas habían sido las habituales en estos casos, pero él esperaba que las formas fueran mucho más amigables.
-  Buenos días inspector. Le agradezco la puntualidad y el tiempo que va a dedicar a explicarme su opinión sobre el caso que nos ocupa. No nos conocemos, pero he oído hablar de usted tanto en la fiscalía como a su señoría y, a poco que sea cierto lo que se dice, estoy segura de su colaboración. No se le escapará que aquí todo el mundo desea una solución rápida pero muy bien documentada y razonada en derecho, por muchas razones pero una de las cuales, y no poco importante, es el deseo de dar una señal muy clara a los delincuentes de lo que les espera si deciden atentar contra miembros de la judicatura o de la fiscalía.

Pasaron un buen rato hablando del caso y, como le había dicho Vanessa, la nueva fiscal también pensaba que el eslabón fundamental para resolver el caso de la mejor manera era Martínez Miranda, porque no sólo era un actor fundamental, ya que a todas luces había sido él quien había contratado al mafioso Chinarro Gandía, pero era muy difícil de creer que el secuestro hubiera sido idea sólo suya y llevada a cabo por su cuenta. Además, como él no participaba en los negocios de la construcción, todo hacía pensar que sólo recibía su sueldo de presidente de la patronal, quizás algún sobre más de vez en cuando, pero nada muy relevante según se desprendía del análisis de sus gastos controlados y de su nivel de vida; y en esa situación, tras el juicio y la más que segura condena, se iba a quedar con una mano delante y otra detrás y sin nadie que le quisiera contratar y menos aún ayudar, de manera que no sería difícil contar con su colaboración. Además, el secreto del sumario y su prisión provisional e incomunicada impediría que nadie del entorno se pudiera poner en contacto con él y, en este caso en particular, estaba segura de que se habían tomado todas las medidas para que ésto fuera así, al menos hasta que él proporcionara nombres importantes, si es que los había, y esos nombres trascendieran.

Ambos creían, y sus jefes y el juez lo compartían, que lo mejor era que Diana llevara a cabo la conversación, pero con Antonio viendo y escuchando todo sin que Martínez Miranda lo supiera. También acordaron que no estarían en contacto, salvo cuando Martínez Miranda pidiera ir al servicio, cosa que ocurriría a poco que la entrevista se prolongara, especialmente si se le ponía a su alcance una cantidad de bebida relevante, dada su edad y la frecuencia con la que iba a orinar, y la fiscal le dejó muy claro que escucharía con atención sus comentarios, pero que la que dirigiría las entrevistas sería ella y que en caso de discrepancia, se haría lo que ella decidiera.

Como ya tenía todo previsto, le dijo que esa tarde a las tres tendría la primera reunión con Martínez Miranda en una sala de la prisión en que él estaba, que reunía todas las condiciones necesarias, lo que facilitaría que apenas nadie pudiera darse cuenta de que se llevaba a cabo. Por descontado, él iría antes para tener una entrevista en formato habitual con otro preso, lo que en principio debería evitar sospechas. Tabarés se había encargado de elegir con que persona se debía entrevistar y lo había hecho de manera que no tenía que decirle a Antonio el tema a tratar ni cómo hacerlo, ya que se trataba de proponer una aceleración del tercer grado a cambio de algunas informaciones del pasado.

Antonio se fue a su trabajo y en cuanto llegó, Tabarés le llamó a su despacho para encargarle oficialmente la visita a la prisión, sin darle ninguna instrucción nueva, ya que era algo que tenían previsto para más tarde, pero le recordó que no tenían ninguna prisa y que a la menor pega por parte del preso diera la entrevista por terminada. Después se fue a comer algo rápido y se trasladó a la prisión, con tiempo suficiente para terminar antes de las tres la entrevista que le serviría de pantalla.

Efectivamente, la entrevista fue bastante corta ya que el preso pensó que la Guardia Civil tenía mucho interés en su colaboración, ya que apenas habían pasado dos meses desde el momento en que podía acceder al tercer grado y Antonio zanjó el asunto en cuanto el preso sugirió que ellos eran los que tenían interés, diciéndole que era cosa suya si prefería retrasar el tercer grado para eliminar cualquier sospecha, como había decidido hacer, a ver lo antes posible y de forma cotidiana a su mujer y a sus hijos. Se levantó y se fue diciéndole que de esa manera no debía tener ningún temor a represalias, porque la falta de acuerdo sería obvia para todos.

A continuación se trasladó a la sala contigua a la de la declaración de Martínez Miranda, con tiempo de sobra para comprobar que todo funcionaba correctamente y de tomarse un café con la fiscal López Ovejero, que en esta ocasión estuvo mucho más amigable, dejándole claro que la pose de la mañana sería la pose oficial, destinada, sobre todo, a acallar rumores. Cuando Martínez Miranda ya llevaba cinco minutos sentado, Diana entró en la sala y empezó el interrogatorio. Ella mantuvo una actitud bastante dura, que justificó ante el interrogado, aunque no hacía ninguna falta que lo hiciera, por la gravedad del delito cometido contra una compañera, aunque a continuación le aseguró que, como siempre hacían, se respetarían todos sus derechos y que incluso le permitiría beber agua, de la que había unas cuantas botellas de cuarto de litro sin abrir, o café que había en un termo, y que si necesitaba cualquier otra cosa, que la pidiera porque si ella la consideraba necesaria o conveniente, se la facilitaría.

Empezó una larga charla explicándole la gravedad de los delitos cometidos y las penas previstas en la Ley para ellos. Una vez terminada esta parte de la entrevista le preguntó, para cada una de las acciones en que, según los datos en poder de la fiscalía, él había participado sin lugar a dudas, si las había realizado sólo o en compañía de otras personas y también quién, o quiénes, se las habían ordenado o encargado y de donde provenía la financiación. Inicialmente, la actitud de Martínez Miranda fue la de negar todo y cuando Diana le hizo escuchar algunas pruebas sonoras, optó por asumir en solitario la autoría y la realización. Diana le dio algunas vueltas de tuerca adicionales, poniéndole contra la pared con sus propias contradicciones, como por ejemplo al decirle que cómo podía haber localizado el teléfono de Rompepiernas y conseguir que hablara con él y que aceptara el encargo que le hizo, si no fue a través de alguien de su entera confianza.
A continuación pasó a preguntarle por otras posibles actuaciones que presumía que podría haber realizado, aunque para ellas todavía no tenía todas las pruebas judicialmente suficientes, y notó que su nerviosismo aumentaba. En esta situación, le pidió a la fiscal permiso para ir al baño, ya que no podría aguantar mucho más tiempo las ganas de orinar, y Diana llamó a los agentes para que le acompañaran. Mientras estuvo fuera tuvo una breve conversación con Gutiérrez y éste le dijo que lo veía muy maduro para empezar a cantar y le sugirió que le explicara lo que le podía ocurrir a él y a su familia si se mantenía en la postura de no colaborar.

Cuando volvió del baño, Diana inició el argumento sugerido por el inspector contándole la pena total que muy probablemente le caería por los delitos ya comprobados, simplemente para hacerle entender que, dada su edad, lo más probable sería que muriera en la cárcel. A continuación le explicó como la fiscalía podría mover los hilos para que él tuviera una pensión algo más reducida y que, en cualquier caso, sólo cobraría el salario mínimo, dadas las elevadas indemnizaciones que tendría que afrontar. Por si fuera poco, su mujer acabaría por perder la casa, ya que no podría hacer frente a la elevada hipoteca que tenía que pagar ni se le permitiría que la vendiera salvo que el importe íntegro de la venta fuera empleado para pagar las indemnizaciones. Le dijo que se lo pensara bien y que al cabo de unos días volverían a hablar si es que él decidía colaborar. Entretanto, ella empezaría a trabajar en la cuantificación de las indemnizaciones a proponer al tribunal que le juzgaría. Tal y cómo se lo planteó, a Martínez Miranda no le quedó claro si era ella la que tenía que decidir cuándo sería la reunión, o si él también la podía proponer.

En la reunión posterior el inspector se permitió aventurar que no pasarían ni tres días antes de que Martínez Miranda pidiera hablar y Diana respondió que ojalá tuviera razón.


XVI
El jueves por la mañana Antonio recibió la llamada de la fiscal López Ovejero que, tras darle los buenos días, le felicitó por su buen ojo ya que el día antes, a última hora de la tarde, recibió el aviso de que Martínez Miranda quería colaborar. Había tenido que hacer unas cuantas llamadas, pero al final había conseguido montar una buena pantalla para la entrevista, que sería en el mismo lugar que la primera, sólo que apenas dispondrían de algo más de media hora ya que la tapadera estaba en que Martínez Miranda iría a la enfermería, donde le darían una botella de agua para que bebiera y cuando tuviera ganas de orinar volvería para hacerse una ecografía de la próstata. Y ese plazo de tiempo sería el que tendrían disponible para el interrogatorio.
-  De manera que a las doce hay que estar allí -continuó Diana- y lo mejor es que vayamos juntos en mi coche, para que no tengas que buscarte otra excusa.
   Entraremos por el mismo camino que el Director de la prisión, que nos recibirá en el aparcamiento y nos evitará los controles rutinarios. Pero no vayas armado, para evitar papeleo inútil y que además deja rastro.
-  ¿A qué hora me paso por la fiscalía?
-  Mejor te paso a recoger yo, en la puerta de la cafetería en que sueles tomar café, y lo haré a las once y cuarto, para ir con tiempo para hablar antes a solas unos minutos.
-  Tengo un dato que quizás te interese para usarlo ante Martínez Miranda, pero no me llevará ni dos minutos dártelo.
-  De acuerdo. Por favor se puntual.
-  No te preocupes, que lo seré.

Tras haber comentado la operación con su jefe, Antonio se fue a tomar el café con tiempo y salió de la cafetería tres minutos antes de menos cuarto. Un minuto antes de esa hora, Diana estaba parada en el semáforo en rojo de la esquina de enfrente y vio como tras hacerle una seña que ella respondió, Antonio estaba sentado en su coche y con el cinturón de seguridad abrochado algunos segundos antes de que el verde les permitiera continuar la marcha.
-  Desde luego has sido puntual y rápido como el rayo. No creo que nadie te haya visto entrar. ¿Cuál es ese dato que me puede interesar utilizar?
-  Los nombres de los dos pájaros que le proporcionaron el contacto con Rompepiernas. Son Antonio González Mendiluce, director de contratos de Construcciones Mendiluce y Antonio Ferrandis, alias "Chanquete" director de Contratación de Construcciones Asturianas. El primero fue el que le dio el contacto a Fernández Miranda tras pedirle al segundo que hablara con Rompepiernas para que le atendiera bien.
-  No está nada mal, creo que será muy útil. Si no es secreto ¿de dónde proviene la información?
-  Del mismísimo Rompepiernas, directamente. Así que, casi con certeza, es totalmente fiable.

Siguieron comentando las novedades del caso y todo fue como estaba previsto. Diana empezó el interrogatorio preguntándole por los dos personajes que le habían facilitado el contacto y cuando notó que Fernández Miranda no quería descubrirlos, fue ella la que le dio los nombres y el papel de cada uno. Fernández Miranda, sorprendido, le preguntó para qué quería que le dijera lo que ya sabía y ella le respondió que eran preguntas de control y que si en adelante remoloneaba o daba alguna información falsa o inexacta, ella se encargaría de que él y su familia sufrieran el máximo rigor previsto en la Ley. A partir de ese momento, Fernández Miranda dio un montón de información que, en todo lo que conocían hasta entonces la fiscalía y la policía judicial, era veraz y en cuanto al resto, no tardarían mucho en poder comprobarlo. Cuando Fernández Miranda dijo que debía ir enseguida a hacerse la ecografía, la fiscal se despidió, no sin antes decirle que si recordaba algún nombre más o algún detalle, aunque no le parecieran importantes, que volviera a ponerse en contacto con ella para facilitar la máxima benevolencia en la condena, siempre dentro de los límites legales.

A la vuelta, comentaron las impresiones y Diana le dejó a un paseíto de diez minutos del trabajo. Cuando llegó, pudo hablar enseguida con Tabarés que le aprobó sin ningún pero el plan de actuaciones que había pensado. Lo primero era conseguir los permisos para pinchar a todos los que estaban en la lista facilitada por Fernández Miranda y también para escudriñar las cuentas en que estuvieran como titulares o autorizados, y esa parte sería, con toda probabilidad, la más sencilla, aunque habría que separar la información del caso que llevaba Maroto, para evitar que la misma apareciera en ninguno de los dos sumarios que seguían bajo la responsabilidad de Antonio. Después habría que investigar las responsabilidades en el secuestro de Vanessa y simplemente comprobar si aportaban algo las nuevas informaciones al caso Alcubierre, aunque esa posibilidad no parecía que tuviera muchas probabilidades de darse.

A las nueve Vanessa le llamó para preguntarle si tardaría mucho y la respuesta fue que sería mejor que él se fuera a dormir a su casa, salvo que ella prefiriera que apareciera entre las doce y la una, porque la entrevista de su amiga Diana había dado muy buenos resultados, lo que equivalía a un montón de trabajo, que retrasaría su salida.
-  Pues si no te importa, ven de todas maneras. Así mañana, mientras desayunamos, me pondrás al día en lo que puedas, porque estoy en ascuas. ¡¡¡Ah!!! y vete pensando en una comida que tendrás que preparar para tres el sábado y que tiene que salirte muy buena porque no puedo quedar mal.
-  ¿Quieres que te despierte cuando llegue?
-  No hagas nada por despertarme y si me despierto y tengo ganas de hablar, ya te lo haré notar.
-  Hasta mañana en el desayuno, entonces.
-  Hasta mañana. No te canses mucho.

A la mañana siguiente Vanessa le contó todo lo que sabía por Diana, que era la persona invitada a comer el sábado, y Antonio le dijo que él solo podía añadir que la investigación de la nueva información empezaría ese mismo día, en cuanto el juzgado concediera los permisos que le llegarían al juez antes de las diez, porque en esos momentos él debería tener ya todos los borradores en su cuenta de intranet y sería lo primero que haría nada más llegar.
-  Pues ya estás tardando en ponerte al tajo. Yo no sabré nada, porque nada me pueden decir oficialmente, pero a media mañana iré con Diana y otros fiscales a tomar café y según le vea la cara de ella me imaginaré si has hecho un buen trabajo o no.
-  Yo ya he terminado, así que si tú también lo has hecho, recogemos y nos vamos.
-  Deja, que me quiero tomar otro café. Deja tus cosas en la pila y ya lo termino yo.
-  Hasta la noche entonces.
-  A ver si hoy puedes terminar a una hora decente.
-  Lo procuraré Vanessa. ¡No sabes que ganas de fin de semana tengo!
-  No seas rollo, que seguro que no tienes más que yo.

A las nueve y media ya estaban terminadas las solicitudes de permiso para controlar las comunicaciones de todos los nuevos nombres aportados por Fernández Miranda y a las doce, más o menos, Tabarés recibió la llamada  del juez Moreno para decirle que ya estaban firmados los permisos y que podían pasar a recogerlos cuando quisieran, disculpándose por no poder enviárselos él inmediatamente como le habría gustado. Al despedirse le comentó que sería bueno que coincidieran al día siguiente a la hora del aperitivo, para poder darle las gracias personalmente. Inmediatamente mandó un agente para que recogiera los permisos y Antonio fue preparando todos los controles de manera que en cuanto comprobaron que todos los nombres tenían su autorización, el equipo correspondiente empezó su trabajo. El inspector estaba convencido de que aquel fin de semana, que prácticamente acababa de comenzar, conocerían un montón de datos interesantes y se preparó para estar listo para lo que surgiera a cualquier hora.

A fin de evitar posibles fugas, tras una breve consulta con Tabarés, su equipo procedió a la detención simultánea de González Mendiluce y de Chanquete en sus respectivas empresas, de las que salieron esposados ante el asombro de los presentes. Procedió a su interrogatorio y llegó a la conclusión inicial de que ellos habían sido los responsables de idear el secuestro de Vanessa y que Fernández Miranda había aceptado ponerlo en marcha. 

No descartaba todavía la posibilidad de que hubiera algún otro implicado, por acción o por encubrimiento, entre el nutrido grupo de directivos de empresas constructoras que formaban el núcleo de la red de corrupción que se había destapado a raíz del despido de Matilde Alcubierre, por lo que volvió a hablar con Tabarés, para pedirle instrucciones más que consejo, ya que era evidente la coincidencia con el caso que ahora llevaba Maroto.
-  Gutiérrez, has hecho un excelente trabajo y creo que lo más adecuado será pasar a disposición judicial a los tres implicados de los que estamos seguros este mismo fin de semana. Es evidente la coincidencia necesaria de los demás posibles implicados con el caso de Maroto, pero no lo es menos el interés prioritario de que todos los que tengan alguna responsabilidad en el secuestro pasen a disposición del juzgado competente. De modo que haré la llamada reglamentaria que permita que tú dirijas los interrogatorios, en compañía de Maroto, y que te apartes de cada uno de ellos en el momento en que tengáis claro que la persona interrogada no ha tenido nada que ver con el secuestro, de manera que sea el equipo de Maroto el que continúe con los aspectos del caso que tiene encargado. Sabrás cuando actuar en cuanto Maroto se ponga a tu disposición para iniciar los interrogatorios al ritmo que prefieras, incluido este fin de semana, por supuesto.

Media hora más tarde, Maroto le invitó a tomar un café, seguramente porque no le apetecía que nadie pudiera escuchar lo que hablaban. Como esperaba le comentó la orden recibida de Tabarés y le preguntó si podría esperar dos semanas, ya que esa misma tarde, en cuanto saliera, tenía previsto irse de vacaciones a la playa.
-  Maroto, lo siento en el alma pero esto es urgente. Debemos investigar rápidamente las posibles conexiones con el secuestro y no pasarán muchas horas antes de que toda la red se entere de las detenciones que acabamos de hacer, especialmente los miembros que eventualmente estén implicados también en el secuestro. Para ir lo más rápido posible, te propongo que nuestros equipos vigilen a aquellos que salgan precipitadamente de vacaciones y se enteren de sus destinos. Si alguno pretende salir al extranjero, se lo impediremos y los que viajen por España recibirán nuestra visita cuando hayan llegado a su destino. Este fin de semana interrogaremos al resto, a fin de ir descartando a los que corresponda y procuraré que la última visita sea la más próxima a tu destino de vacaciones, si es que después de lo que encontremos sigues pensando en hacerlas.
-  Ya veo que mis planes se han ido al traste. ¿Qué orden prefieres para los interrogatorios?
-  El que tú propongas, ya que eres el que mejor sabe quiénes son los más sospechosos de estar también implicados. En cuanto acabemos el café, prepara la lista con los que deban vigilar los de mi equipo y los del tuyo y se la enseñamos a Tabarés, para que sepa cómo lo estamos haciendo.
-  Como quieras. En cuanto la tenga paso a recogerte.

Maroto fue rápido, por una vez en su vida, tanto que el inspector pensó que la lista que le entregó la había hecho a boleo, seguramente porque no tenía ni idea de quienes estaban más implicados en la red. Pero le dejó que hiciera su papel y salieron del despacho de Tabarés con el plan aprobado. Los equipos hicieron rápido su trabajo con unos resultados que fueron poco más o menos los esperados. Más de la mitad de los implicados estaban ya de vacaciones, todos localizables en distintos lugares de España ya que, por fortuna, ninguno había ido al extranjero. El resto tenían previstas las vacaciones con salida en los próximos días, de manera que decidieron empezar por los que tenían previsto irse ese mismo día. Eran dos y ambos habían decidido irse poco antes de la hora de comer, de forma que cuando salieron en su coche de sus respectivas oficinas, se encontraron con la sorpresa de que un vehículo de la Guardia Civil les paraba, a una distancia prudencial de su empresa, y les invitaba a acompañarles en calidad de detenidos.

Ninguno de los dos tuvo la oportunidad de ver al otro en ningún momento y, gracias a que decidieron colaborar, pudieron salir al cabo de pocas horas. El interrogatorio de Gutiérrez les dejó bastante confusos, ya que sus preguntas parecían no tener mucho sentido. Los dos entendieron rápidamente las que se referían a la trama de corrupción, y tras unos breves momentos de intento de negarlo todo, ambos optaron por colaborar para poder salir de vacaciones sólo con un cierto retraso, que ante sus familias podrían achacar a una cuestión de trabajo muy urgente aparecida a última hora. Para Gutiérrez quedo bastante claro que no sabían de que les hablaba cuando las preguntas iban dirigidas a determinar sus contactos en las horas previas al secuestro y la aceptación del registro de las llamadas de sus móviles para acelerar su salida facilitó mucho las comprobaciones. Los equipos de Gutiérrez y Maroto hicieron un excelente trabajo que les permitió detectar las llamadas que habían borrado de los móviles, presuntamente borradas después de que se hiciera público el secuestro de Vanessa pero todas ellas ligadas a la trama de corrupción, lo que proporcionó una información que reduciría el trabajo del equipo de Maroto para encontrar las tramas más importantes de aquellas en que estaban implicados.

Una vez terminado cada uno de los interrogatorios, los dos inspectores decidieron dejarles marchar no sin antes recibir por parte de Maroto el mensaje de que volverían a verse cuando la investigación hubiera avanzado más, aunque todo apuntaba a que serían imputados en el caso. Gutiérrez le dijo a Maroto, cuando los dos pájaros ya se habían ido a pasar las que probablemente serían sus últimas vacaciones antes de ser oficialmente imputados y, con toda probabilidad, juzgados y condenados por sus actuaciones en la trama de corrupción, que eran todos suyos salvo que surgiera algo nuevo que les relacionara con el secuestro. Antes de despedirse por aquel día acordaron el orden en que irían interrogando al resto y Antonio disfrutó viendo a Maroto muy interesado en hacer todo el trabajo rápido y bien, única manera de que sus vacaciones pudieran empezar lo antes posible.

Antonio llegó a casa De Vanessa a una hora prudente y tuvo que decirle a Vanessa que tenía mucho trabajo para el fin de semana, aunque ya tenía previsto como cumplir el encargo de la comida del día siguiente. Haría la paella, como estaba previsto, ya que Maroto se lo había puesto en bandeja pidiéndole por favor cuatro horas de descanso precisamente a la hora de comer del sábado y se hizo el magnánimo ampliándolas a cinco, como premio a su diligencia en todas las operaciones de aquel día. Dejaría preparado todo lo posible entre aquella noche y la mañana siguiente, ya que habían decidido empezar a las nueve y media con el primero de la lista, a fin de que nadie recibiera la inesperada visita de la Guardia Civil antes de las nueve de la mañana, y llegaría a casa de Vanessa con tiempo suficiente para preparar la paella para que estuviera lista a las dos y media, las tres como muy tarde.

La comida fue un éxito y apenas comentaron nada del caso del secuestro. Sólo un comentario sutil de Diana comentándole a Antonio que corría el rumor por la fiscalía de que el caso del secuestro podría quedar muy pronto cerrado por parte de la Guardia Civil, comentario que tuvo una respuesta en tono de broma, que dejó muy tranquilas a las dos fiscales, ya que les dijo que en su cuartel corría exactamente el mismo rumor y se preguntó cuál de los dos rumores se habría corrido primero.

Llegada la hora más o menos prevista, Antonio recibió la llamada que le anunciaba la próxima llegada del siguiente de la lista a la sala de interrogatorios y se despidió de las dos amigas diciéndolas:
-  Lo siento princesas pero el deber me llama. Ha sido un placer compartir esta comida con vosotras y espero que se repita en un futuro no muy lejano. Ahora podéis continuar charlando de lo que queráis y espero que si es de mí no me dejéis demasiado mal. ¡Ciao!


XVII
El secuestro de Vanessa quedó cerrado, por parte de la Guardia Civil, un par de semanas después, ya que ninguna otra persona se añadió al grupo de los implicados. Tabarés estaba radiante, sobre todo después de una comida que tuvo con el juez Moreno, en un paréntesis que éste hizo de sus vacaciones, en la que ambos se congratularon de la rapidez y meticulosidad de la investigación. Moreno, por su parte, que por descontado había seguido al detalle el progreso de la investigación desde su lugar de vacaciones, pensaba terminar la instrucción a lo largo de septiembre y, con toda probabilidad, el caso quedaría visto para sentencia antes de Navidad, salvo que desde arriba se deseara retrasarlo, cosa que no parecía que fuera a ocurrir dada la cantidad de llamadas que iba recibiendo para asegurarse de que la investigación avanzaba a buen ritmo.

El caso Alcubierre también tuvo un desarrollo relativamente rápido, ya que a mediados de noviembre la empresa Obras Civiles llegó a un acuerdo con ella para terminar el asunto laboral, que suponía su readmisión inmediata por la aceptación de la nulidad del despido. En cuanto a la demanda penal siguió su curso como una pieza separada de la trama que investigaba Maroto, ya que aunque hubiera servido para iniciar las investigaciones, las conexiones eran muy tenues y, sobre todo, porque su alcance era mucho más limitado.

Antes de Navidad, cuando efectivamente el juicio del secuestro  había quedado visto para sentencia, Antonio y Vanessa comunicaron a sus respectivos jefes, por el conducto reglamentario, que eran una pareja estable y estuvieron unas semanas expectantes por las posibles reacciones, ya que ambos jefes habían recibido la comunicación con una total indiferencia aparente, pero no hubo ninguna señal, ni entonces ni después. Nadie les dijo nada, ni siquiera el juez Moreno a ella o Tabarés a él, de manera que nada les impedía seguir trabajando juntos en los casos que correspondiera, aunque ambos estaban seguros de que en cualquier momento podría volver a suceder que no les permitieran colaborar en alguno especialmente delicado.

Decidieron vivir juntos a partir de entonces, pero prefirieron que Antonio mantuviera su casa al menos durante unos meses y pasaron unas Navidades casi de luna de miel, el casi se refería a que seguían estando en Madrid, en casa de Vanessa y a que continuaban trabajando aunque, por fortuna para ellos, sin tener que prolongar la jornada más allá del horario habitual cuando no había ningún marrón pendiente.

Después de Reyes, Vanessa quiso tener una larga conversación con Antonio para poner en común todo lo sucedido durante los meses anteriores pero, sobre todo, para que él se diera cuenta de que el miedo que ella había pasado a raíz del secuestro había desaparecido, o al menos así lo percibía ella. Una vez terminada, sus conversaciones pasaron  a ser sobre ellos como pareja, dejando de lado tanto como podían sus actividades profesionales, ya que llegaron a la conclusión de que no sería bueno que cada uno conociera al detalle los casos en que el otro estaba implicado.

Evidentemente sería una excepción el caso que llevaba Maroto, pero aparentemente faltaban muchos meses para que se notara algún avance.