Manuel
había terminado la selectividad con nota suficiente para obtener plaza sin
problemas en la Facultad que deseaba para estudiar Periodismo y se había ido a
Sitges a pasar un verano tranquilo y a la vez movido. Tranquilo porque no tenía
que estudiar nada y movido porque esperaba salir mucho y pasárselo muy bien.
Por
segundo verano iría a los mismos apartamentos, lo que tenía la ventaja de que
ya tenía una panda con la que podría salir a diario. No todos los del año
pasado volverían y esperaba que, con un poco de suerte, faltaran los y las bordes.
En cualquier caso, seguiría con su política de no hacerles ni caso, ni siquiera
cuando proponían algo apetecible y en cuanto a ellas, una distancia prudente en
todo momento.
Cuando
llevaba sólo tres días, apareció en el jardín una chica nueva. No era
especialmente guapa, lo que haría que al principio casi ninguno de los chicos
le dedicara mucho tiempo, pero tampoco era fea en absoluto, lo que significaba
que más tarde o más temprano alguno se le acercaría cuando hubiera perdido toda
esperanza con las más guapas. A Manuel le gustó especialmente su sonrisa, que
acusaba el rasgo de ojos achinados que tenía. Parecía que ya había conocido a
algunos de la panda, porque se dirigió directamente al grupo, y cuando, al cabo
de pocos segundos, vio que se había quedado sola, se aproximó a ella para
presentarse.
- Hola,
soy Manuel y me parece que es la primera vez que nos vemos –le dijo mientras le
alargaba la mano, a modo de saludo-
- Hola
Manuel, encantada. Me llamo Josiane y no sé decir casi nada en español
–respondió ella con un acento francés muy marcado, a la vez que le daba la mano
y le daba tres besos-
- Manuel
sacó de la memoria sus oxidados conocimientos de francés y le dijo, como pudo y
en su muy especial versión de la lengua de Moliere, que él tampoco sabía mucho
francés, pero que si quería, podían intentar entenderse en las dos lenguas y
usar el inglés cuando no les quedara más remedio.
Josiane sonrió de nuevo y
decidió continuar en francés hablando lo más lento posible y vocalizando como
si estuviera leyendo en clase de lengua en voz alta. Pasaron la tarde hablando
a trancas y barrancas y el resto de la panda no les hizo el menor caso, cosa
que a ellos les pasó totalmente desapercibida porque ponían toda su atención en
intentar comprender al otro y hacerse comprender, según estuvieran hablando o
escuchando.
Hablaron de los estudios y
de la familia, y Manuel dedujo que Josiane era dos años más joven que él,
porque le faltaban dos cursos más antes de ir a la universidad. Tenía dos
hermanos más pequeños: una chica, Isabelle, a la que llamaban en casa Bebelle,
y un chico que se llamaba Bruno, a los que tenía que atender, sobre todo,
cuando por las mañanas estaban en la playa. Su familia pasaría los meses de
julio y agosto en Sitges, aunque su padre sólo estaría en agosto, que era el
mes en que hacía las vacaciones. A las diez se despidió de todos hasta el día
siguiente porque, aunque apenas acababa de anochecer, era la hora que su madre
le había puesto como límite.
Durante los días
siguientes Manuel fue el miembro de la panda que más tiempo pasó hablando con
Josiane, porque a pesar de sus escasos conocimientos de francés, era el que más
francés sabía de todos. También porque Josiane le gustaba y, por tanto, ponía
mucho interés en comprenderla y hacerse comprender.
Una tarde toda la panda
fue a una discoteca que hacía ese horario para los más jóvenes y Manuel vio
como, por primera vez, otros chicos de la panda se dirigieron a Josiane para
bailar con ella. De todas formas, en una ocasión en que se quedó sola Manuel le
propuso que bailaran y ya no se separaron más hasta que a las once menos cuarto,
aquel día su madre le había dado una hora más, se fueron y la acompañó hasta el
portal. No había nadie y le dio un beso en los labios que ella respondió
después de asegurarse de que nadie les veía.
Para la panda, aquella
tarde había quedado muy claro que Josiane y Manuel hacían pareja, no porque
nadie les hubiera visto besarse en los labios, sino por la forma tan diferente
de bailar que Josiane había tenido con él en comparación con los demás. Pocos
días después ya era vox populi en los apartamentos y la madre de Josiane, que no
se sabe cómo también se había enterado, le preguntó a su hija qué tipo de
relación tenían los dos.
- Mamá, estamos enamorados. Nunca me habría
imaginado que el amor sería así; siempre felices, siempre contentos. ¿Es
siempre así el amor, Mamá?
- Suele ser así la primera vez, Josiane, especialmente
si te pasa con quince o dieciséis años. Pero después de un tiempo las cosas
empiezan a cambiar, porque vas conociendo mejor a tu pareja y empiezas a darte
cuenta de sus defectos y, otras veces, también porque empiezan a surgir
diferencias de opinión en aspectos que a veces son importantes para uno de los
dos o para ambos. Eso suponiendo que los dos estén de verdad enamorados, porque
en no pocas ocasiones uno en realidad no lo está y hace teatro por múltiples
razones. Por eso es importante que te asegures de que tú y él realmente estáis
enamorados.
- Mamá
¿Cómo puedo asegurarme de eso?
- La
certeza tardarás mucho tiempo en tenerla, pero hay algunos pequeños detalles
que te pueden ayudar al principio, sobre todo para darte cuenta de que él no lo
está, si ese es el caso. Una parte muy importante será tu intuición, pero
también es importante que te fijes en su estado de ánimo, si es variable, o
como se toma el que tú le pidas hacer algo que a él no le gusta o no le apetece
en ese momento. No te fíes si pretende que seas tú siempre la que cedas cuando
tengáis opiniones y deseos diferentes, muy especialmente si te pide que hagas
alguna cosa que él sabe que tú no deseas.
- ¿Tú
crees que la diferencia de lengua será un problema importante entre nosotros?
- Podría
serlo, pero no se defiende tan mal en francés y, por lo que me dices, no parece que te hable mucho en
su lengua. Pero creo que si sigues con él deberás estudiarla para, poco a poco,
conocerla tan bien como puedas. De todas maneras, cuando pienses que haya
podido haber algún malentendido a causa del escaso conocimiento de la lengua de
uno o del otro, procura aclararlo repitiendo lo que te llame la atención y
diciéndolo de nuevo con otras palabras o más explicaciones y sobre todo,
evitando el argot juvenil.
- ¿Crees
que sería bueno darle celos con algún otro chico?
- No,
Josiane, de ninguna manera. No lo hagas porque si lo haces seguro que te saldrá
mal. Pero si notas que es celoso sin que le hayas dado ningún motivo, más te
valdrá alejarte totalmente de él. ¿Has notado que lo sea?
- No,
en absoluto. Te lo he preguntado porque otras chicas lo hacen, especialmente
cuando están empezando a salir con un chico.
- Pues
ya sabes que no te aconsejo que lo hagas.
- ¿Qué
crees que pensará Papá cuando se entere?
- No
creo que le guste nada. Piensa que aún eres una niña y que falta mucho para que
te enamores. Tenemos dos opciones, y haremos la que tú prefieras: yo se lo
puedo ir insinuando, con lo que en algún momento él te lo preguntará o también
puedes decírselo tú directamente. Si eliges esta segunda opción, lo mejor es
que aproveches un día cuando vuelvas a cenar, aunque ese día seguramente no
podrás volver a salir, ya que te hará preguntas y se te hará tarde, pero antes
de decirle nada, pregúntame a mí como está de humor, no vaya a ser que sin
saberlo elijas un mal día.
Josiane se lo pudo pensar,
porque su padre no llegaría hasta el dos de agosto y al final acordó con su
madre que fuera ella la que le planteara el tema poco a poco y que un día que
estuviera de buen humor, le avisara para decirlo mientras cenaban. también, le
avisó a Manuel que una noche seguramente no podría bajar después de cenar,
cuando le contara a su padre que estaban saliendo, pero que no podría saber con
anticipación que día se lo diría.
Manuel se fue preparando
mentalmente para el tercer grado que seguramente le haría el padre de Josiane y
se fue entrenando con las preguntas que le iba haciendo la madre, muchas
mañanas, cuando estaban en la playa o por las tardes cuando estaban en el
jardín. Pero seguía tan contento con su relación con Josiane y no se preocupaba
por lo que pudiera decir su padre.
Una semana después de la
llegada del padre de Josiane, Manuel se imaginó que había llegado el día porque
Bebelle había bajado sola después de cenar y le había dicho que Josiane se
había quedado hablando con sus padres. Él se quedó con el resto de la panda
hasta pasada la medianoche y después se fue a casa convencido de que Josiane ya
no bajaría aquella noche.
Al día siguiente por la
mañana fue, como todos los días, a la playa y cuando vio llegar a Josiane se
temió que la cosa no había ido demasiado bien. Su impresión había sido
acertada, y Josiane le contó que su padre estaba muy enfadado con ella, y
también con su madre por haber consentido que su relación avanzara. Al final
había cedido en tener una conversación con él, los cuatro, pero ya les había
avanzado que su idea era no dejar que los dos estuvieran juntos salvo cuando él
personalmente les pudiera ver en todo momento.
Manuel se fijó en los
alrededores y se dio cuenta de que efectivamente el padre de Josiane no les
perdía de vista. Intentó tranquilizarla, aunque no lo consiguió, y le dijo que
iría a la reunión con la intención de convencerle de que su relación era una
relación normal entre dos jóvenes de su edad.
Aquella tarde, quedaron a
las cinco en casa de Josiane y Manuel se presentó puntual y lo mejor vestido
que se le ocurrió. Saludó al padre primero, a la madre después y, finalmente, a
Josiane. El padre de Josiane empezó la conversación con cara de muy pocos
amigos:
- Así
que usted tiene la intención de salir con mi hija Josiane ¿es así?
- Sí,
señor Berger, así es.
- ¿Puede
usted decirme por qué razón quiere usted salir con ella?
- Por
decirlo en pocas palabras, señor Berger, porque estoy enamorado de ella y ella
comparte mis sentimientos.
- ¿En
su país no es costumbre pedir permiso al padre antes de salir con una señorita?
- No,
señor Berger. Esa costumbre existió hace tiempo, pero desde hace casi cien años
ya no existe en España.
- ¿Cuándo
se enteran aquí los padres de que una pareja está saliendo?
- No
existe una norma concreta, señor Berger, pero lo más habitual es que cada
miembro de la pareja se lo diga a sus padres cuando piensa que la relación es
una relación estable y duradera.
- ¿Se
lo ha dicho usted ya a sus padres?
- Sí,
señor Berger, mis padres ya lo saben.
- ¿Qué
opinan sus padres?
- Están
contentos, señor Berger, porque ven que estoy enamorado y que soy más feliz que
antes de estarlo.
- ¿Se
han enterado antes que yo?
- Sí,
señor Berger, se han enterado hace tres o cuatro semanas.
- ¿Qué
habría hecho usted si sus padres le hubieran dicho que no aprobaban su
relación?
- Señor
Berger, no me resulta fácil imaginarme que motivos podrían tener para no
aprobarla, pero si eso hubiera ocurrido, yo no les habría presentado a Josiane
hasta que hubieran cambiado de idea.
- ¿Pero
habría seguido saliendo con ella?
- Sí,
señor Berger, habría seguido saliendo con ella. Sin ninguna duda.
- ¿Y
si le hubieran prohibido salir con ella?
- Señor
Berger, con todo respeto, debo decirle que hace ya varios años que mis padres
no me prohíben hacer nada, porque respetan mi libertad y estoy seguro, además,
de que me consideran una persona sensata.
- ¿Tiene
usted alguna hermana?
- Sí
señor Berger, tengo dos hermanas, una mayor que yo y otra más pequeña. Nos
llevamos unos dos años cada uno.
- ¿Y
sus padres dan la libertad a sus hermanas a la misma edad que a usted y con el
mismo alcance?
- Sí,
señor Berger, mis hermanas tienen la misma libertad que yo y, si acaso, la
consiguieron un poco antes que yo.
- Pues
sepa usted que en esta familia las cosas son muy distintas de como son en la
suya. Mis hijas tienen que tener mi permiso para salir con un chico y Josiane
no lo tiene para salir con usted. ¿Qué le parece eso a usted?
- Como
entenderá señor Berger yo no soy quien para opinar cómo organiza usted su
familia, pero sí puedo decirle que siento mucho que usted no apruebe nuestra
relación. Josiane y yo tendremos que tener paciencia hasta que usted cambie su
opinión.
- ¿Debo
entender que usted no hará caso de mi desaprobación?
- Señor
Berger, no creo haber dicho nada que indique que no haré caso de su
desaprobación. No estoy en condiciones de pasarla por alto, pero me imagino que
usted será consciente de que mis sentimientos hacia su hija no variarán por esa
dificultad. Son los que son y el único motivo que se me ocurre que podría hacer
que variaran sería que su hija dejara de estar enamorada de mí y no creo que
eso vaya a ocurrir en un futuro próximo.
- Y
si yo no permitiera salir a mi hija hasta que ella me asegure que ya no sigue
saliendo con usted ¿qué haría usted?
- Señor
Berger, me parecería una decisión muy negativa para su familia. Y, por mi
parte, le diría a Josiane que yo la esperaré hasta que tenga una edad
suficiente para que legalmente ella pueda tomar sus decisiones y si, llegado
ese momento, ella me siguiera queriendo, entonces iniciaríamos nuestra vida en
común, al margen de su opinión.
- ¿Cómo
se atreve a juzgar si una decisión mía es buena o no para mi familia?
- Señor
Berger, usted me ha hecho una pregunta clara y directa y me imagino que lo que
desea obtener es una respuesta clara y que responda a lo que pienso. Ya sé que
a veces expresar la opinión sincera, puede no ser lo que se dice una actitud
políticamente correcta, pero me parece que sería una mala base para nuestra
relación futura que desde la primera conversación seria yo me dedicara a
responder lo que creo que a usted le gustaría oír, al margen de cuál sea mi
opinión real. De todas maneras si usted, señor Berger, prefiere que yo le
responda sólo con corrección política, no tiene más que decirlo y yo lo haré.
- ¿Por
qué piensa usted que tendremos algún tipo de relación en el futuro?
- Señor
Berger, con todo respeto ¿desea usted una respuesta sincera, o prefiere una
respuesta políticamente correcta?
- Deme
primero una respuesta políticamente correcta y luego su opinión sincera.
- Señor
Berger, la respuesta políticamente correcta es que considero que con el tiempo
Josiane conseguirá que usted escuche sus razones y sus ruegos y que, cuando vea
que nuestro amor es sincero y real, usted terminará por aprobar nuestra
relación.
- ¿Y
la opinión sincera?
- Señor
Berger, estoy seguro de que usted quiere mucho a su hija y, si estoy en lo
cierto, no soportará mucho tiempo ver cómo ella se va alejando afectivamente de
usted como consecuencia de su absurda negativa a aceptar que ya es una mujer y que
tiene derecho a elegir a su pareja.
- ¿Y
si no estuviera usted en lo cierto?
- Entonces,
señor Berger, me temo que lo más probable sería que usted perdiera el cariño de
su hija y, antes o después, su relación con ella.
- Veo
que es usted un muchacho impertinente que se cree que puede hablar de igual a
igual a un hombre bastante mayor que, por otra parte, es el padre de la
muchacha con la que usted desea salir.
- Señor
Berger, me veo obligado a insistir en que ésta es una conversación que
considero muy seria y, precisamente por ese motivo, creo que es muy importante
que yo le responda con total sinceridad. Pero insisto, si no desea que lo haga,
no tiene más que decirlo.
- Lo
único que deseo decirle es que mi hija Josiane no tiene mi permiso para salir
con usted y que, por tanto, le ruego que la deje en paz y espero no verle nunca
más junto a ella. Ahora, haga el favor de salir de mi casa
- Siento
que no podamos estar de acuerdo señor Berger. Buenas tardes a todos. Josiane,
te quiero.
Manuel saludó con la mano
diciendo adiós y salió del apartamento, cuando la puerta se iba cerrando, hubo
un momento en que su mirada se cruzó con la de Josiane y como estaba seguro de
que nadie, excepto ella, le veía, le mandó un beso a distancia y le hizo la
seña que habían convenido para decirle que la estaría esperando en el lugar
cercano, pero oculto para quien no se fijara mucho, que habían decidido que era
el mejor para el caso en que pasara lo que había pasado.
Una hora más tarde, vio al
padre de Josiane que merodeaba por los alrededores del apartamento, seguramente
para comprobar si se le veía y, al cabo de unos minutos, apareció Josiane que
se separó del grupo de la panda que iban caminando hacia el paseo marítimo.
Se abrazaron y Josiane le
contó, llorando, lo que su padre le había dicho. Ella había preferido no
responder nada, porque era la mejor manera de decirle que no estaba de acuerdo
con su postura. En resumidas cuentas, no sabía lo que pasaría, pero se temía
que no le dejara salir más que cuando él también lo hiciera. Aunque el hecho de
que tras un rato de charla secreta su madre le dijera que se podía ir hasta las
nueve con la panda, siempre que Manuel no estuviera, quizás podía ser el
principio de una situación más suave.
Había estado charlando con
Mari Tere, una amiga que cómo era de esperar se había puesto inmediatamente de
su parte y le había ofrecido su tableta para que la usara para conectarse
cuando quisiera, lo que les permitiría estar conectados bastante a menudo.
Por otra parte, Josiane
estaba casi segura de que por las tardes su padre intentaría estar a solas con
su madre, lo que dejaría un tiempo razonable para que ellos también pudieran
estarlo. A fin de cuentas, las tres semanas que quedaban podrían no ser tan
malas como parecía.
Dedicaron el tiempo que
tardó Mari Tere en volver a buscarla a hacerse todas las caricias que pudieron,
y aunque se les había pasado en un vuelo, Mari Tere volvió a las nueve y cuarto
para que el padre de Josiane las viera volver juntas. Efectivamente, él estaba
observando desde la terraza, pero amagado, y se quedó tan tranquilo cuando vio
aparecer a la pareja de chicas que volvían solas.
Cuando Josiane llegó al
apartamento, su padre le preguntó sonriente:
- ¿Qué
tal Josiane? ¿Cómo lo has pasado sin tu enamorado?
- Mal
Papá, ya te lo puedes imaginar.
- ¿Por
qué no me cuentas lo que has hecho, hija?
- No
tengo ganas de hablar de nada, Papá
- ¿Cómo
es que habéis vuelto solas dos chicas?
- Porque
es muy temprano y después de lo que ha pasado ningún chico quiere que me veas a
solas con él. Sólo Mari Tere se ha ofrecido a acompañarme, aunque también para
ella es temprano, porque dice que no es aconsejable que una chica vaya sola
cuando ya ha anochecido, porque hay gamberretes que se divierten asustando a
las que lo hacen. ¿Me puedo ir a mi cuarto?
- ¿No
piensas cenar, Josiane?
- No
papá, no tengo ganas de cenar, sólo de llorar y preferiría que no me veas
cuando lloro.
Al día siguiente, cuando
se levantó sus ojos mostraban que había llorado mucho y dormido poco. Así que
cuando terminaron de desayunar su padre se acercó a ella para hablar a solas,
pero ella le volvió a decir que no tenía ganas de hablar. Tampoco quiso ir a la
playa y, a cambio se quedó ayudando a su madre en las tareas de la casa. Cuando
acabaron su madre se fue a la playa, donde ya estaban el padre y los hermanos
de Josiane, y ella se quedó con la excusa de leer un rato uno de los libros que
se había propuesto terminar durante las vacaciones, aunque estuvo meditando lo
que le había dicho su madre.
Su madre estaba de su
parte, eso ya lo sabía desde antes que su padre y Manuel tuvieran la
conversación, y la ayudaría en todo lo que pudiera. Le había sugerido que
mantuviera su imagen de tristeza y falta de ganas de hacer nada, pero que
cuando su padre la invitara a salir por las tardes, lo hiciera, porque sería la
oportunidad de ver a Manuel. Ella se encargaría de que estuviera entretenido y
si los primeros días no lo hacía, pronto notaría que no había otra hora en el
día para estar juntos en la cama y acabaría sucumbiendo.
Pero no hizo falta.
Aquella misma tarde, cuando comprobó que Josiane seguía con cara de una gran
tristeza, leyendo su libro, que era tan grueso que parecía que nunca lo podría
terminar, al llegar la hora de salir les dijo a los tres que bajaran al jardín
y que no volvieran hasta las nueve y media.
Cuando la panda salió a
dar el paseo habitual, Josiane lo hizo con ellos y se apartó cuando ya estaba
suficientemente lejos del alcance de la vista de los que miraran desde el
apartamento.
El padre de Josiane se
imaginaba que se estarían viendo en alguna parte, pero por más que lo intentó,
no consiguió que nadie le dijera nada. Los chicos de la panda huían de él,
incluso cuando estaban por las mañanas en la playa, y los adultos, que los
primeros días habían estado más amables y comunicativos, se limitaban a saludar
y a decir que no entendían nada si él les decía algo. Parecía que todo el grupo
de los apartamentos había hecho causa común con Josiane y eso no le gustaba
nada.
Una tarde, Manuel recibió
un mensaje de Mari Tere en el que les avisaba que el padre de Josiane había
salido, seguramente para buscarla. Quedaron en la ruta que seguiría la panda
para que ella se incorporara a la salida de la cafetería discreta y sin luz en
la que cada tarde se metían para pasar las tres horas de libertad de que
disponían. Todo salió bien y cuando al volver una esquina la panda se encontró
de golpe frente al padre de Josiane, todos los de la panda, menos ella, se
alejaron a gran velocidad.
El padre de Josiane se
quedó sorprendido y le preguntó a su hija que por qué se habían ido tan rápido
y ella le dijo:
- Papá
¿no te das cuenta de la impresión que les has dado? Seguro que piensan que les
estás vigilando y eso seguro que no les gusta nada. Ahora, si ya has visto lo
que querías ver, lo mejor es que volvamos a casa, porque yo ya no sé dónde
estarán y, aunque lo supiera, tampoco querría ir para aguantar sus críticas y
sus bromas.
- Josiane,
yo no quería que esto pasara. Pero comprende que tengo que asegurarme de que no
veas a ese chico.
- Pues
entonces, lo que tienes que hacer es no dejarme salir de casa. Así estarás
seguro de que no le veo, pero yo seguiré pensando en él. ¿Cómo es posible que
ya te hayas olvidado de cuando tú salías con Mamá en contra de la voluntad del
abuelo? ¿Eres tan injusto como para pensar que lo que tú podías hacer entonces
no lo pueda hacer yo ahora?
- Anda
hija, vamos para casa. Lo que yo hice entonces no estuvo bien y por eso no
quiero que tú lo hagas ahora.
Volvieron al apartamento
sin decir nada más y al llegar Josiane se plantó en el sofá y abrió el libro en
el que, poco a poco, el marca páginas iba avanzando. Su mujer, cuando vio que
su hija estaba allí le pidió a su marido que le explicara lo que había ocurrido
y cuando, a pesar de las excusas y vueltas que él le daba para justificarse, se
hizo una idea de lo que había pasado, le dijo que ella también se iba al
comedor para estar con su hija y acompañarla en su tristeza.
Terminaron las vacaciones
sin más incidentes y la relación entre Josiane y Manuel se había mantenido.
Incluso llegaron a hacer el amor varias veces en la cama de Mari Tere, una
serie de tardes en que ella estaba sola. La pareja se reía pensando que los
padres de ella también lo estarían haciendo, pero seguro que ni se les
ocurriría que en el mismo edificio Josiane y Manuel les imitaban.
Cuando Josiane estaba en
Francia, su padre dio por terminado el castigo a su hija y como él tenía que ir
a su trabajo, el número de horas para charlar por Skype aumentó muchísimo. La
madre, pasados unos meses, le preguntó a su hija como iban las cosas con Manuel
y ella se lo contó con todo lujo de detalles. No pudo evitar que se le saltaran
unas lágrimas cuando supo que su hija ya había hecho el amor, pero no le dijo
nada a su marido para evitar problemas mayores.
La Semana Santa cayó aquel
año un par de semanas después del cumpleaños de Josiane y cuando un mes antes, un
sábado por la tarde, su padre le hizo la pregunta ritual sobre el regalo que le
apetecería por su cumpleaños, su respuesta dejó sin habla a todos.
- Papá,
si de verdad quieres que yo tenga un cumpleaños inolvidable, lo que puedes
hacer es invitar a Manuel a que pase la Semana Santa con nosotros.
- Pero
hija ¿Te das cuenta de lo que me pides?
- Sí,
Papá. Me doy cuenta de que te estoy pidiendo que aceptes que tu hija ese día ya
tendrá diecisiete años, que ya es una mujer y que tiene todo el derecho a
elegir a la persona con la que quiere compartir la vida. Incluso aunque luego
se equivoque en la elección.
- Josiane
¿me dejas que me lo piense y te dé la respuesta mañana?
- Claro
Papá. ¡Especialmente si sirve para que digas que sí!
Manuel
fue invitado a pasar la Semana Santa en casa de Josiane y al verano siguiente
todo el mundo en los apartamentos estuvo encantado con el nuevo rumbo de las
cosas.
Pero
la relación sólo duró cuatro años más, ya que justo el verano en que Manuel
había terminado su master y por tanto el último en que tendría unas largas
vacaciones durante varias décadas, Josiane decidió romper la relación con él,
porque se había enamorado de otro muchacho.