Cada vez llegan más noticias, de los orígenes más diversos, que dan una idea clara de que, desgraciadamente, está teniendo éxito el nefasto boicot a los productos catalanes.
Todavía es muy pronto para tener una idea cuantitativa de los efectos que está teniendo ese boicot y, hoy por hoy, no se ve que el proceso está remitiendo.
Me propongo hacer un análisis, que intentaré que sea lo más objetivo posible, sobre las causas, los efectos y las posibles soluciones a un problema que, desde el primer momento, me ha parecido muy grave, tanto que si no se ataja en un plazo breve, probablemente suponga un cambio cualitativo de la estructura social española.
1) Escenario socio-político preexistente.
El escenario político que tenemos en España, que todavía es una democracia con multitud de imperfecciones, tiene una serie de características que facilitan la aparición de un problema como el del boicot. Estas características son:
Una clase política que actúa dando prioridad a sus intereses personales, en segundo término a sus intereses de partido y sólo en último término, y en la medida en que le pueda resultar útil para obtener el poder (o mantenerse en él si ya lo tiene) los intereses de la sociedad en general.
Los efectos más importantes son los de la aceptación generalizada de la corrupción (en el mejor de los casos como medio para aumentar de forma opaca la financiación de los partidos político y en el resto también para lucrarse personalmente) y los de gobernar en contra de una parte importante de la población (la que vota o tiene la ideología de la oposición)
El sistema electoral, por otra parte, da un plus de representación a los partidos nacionalistas, por el hecho de tener los votos concentrados en unas pocas circunscripciones, y los partidos nacionalistas venden a precio de oro sus votos cuando el partido que forma gobierno no dispone de mayoría absoluta. El resultado es el de un sobrepoder de los partidos nacionalistas cuando no hay mayoría absoluta y el de un gobierno prepotente que actúa en contra de la parte de la sociedad que no comparte su ideología cuando dispone de ella. El cambio periódico del partido en el Gobierno lleva como efecto inseparable la inestabilidad de la legislación básica, de la que la legislación en materia de educación es el ejemplo más claro, por lo pernicioso que resulta para la sociedad.
Los partidos nacionalistas, por su parte, carecen estructuralmente de límites en sus reivindicaciones, que sólo pueden terminar con la independencia de su territorio, y para mantener su posición política tienen que poner de manifiesto la permanente existencia de trato discriminatorio, supuesto o real, en contra de su territorio.
Si el territorio tiene una renta superior a la media, defienden el concepto de que quién paga los impuestos es el territorio y como el sistema fiscal es progresivo y, por tanto, los que tienen más riqueza que la media pagan más impuestos a cambio de los mismos servicios, la reclamación es obvia: tienen que recibir servicios por el mismo importe que pagan sus residentes y si no es así, sufren un expolio manifiesto.
A su favor tienen la injusta excepción que la Constitución da al País Vasco y Navarra con su específico sistema fiscal que permite que el País Vasco reciba dinero, en términos netos, del resto de España (a pesar de tener una renta superior a la media) en tanto que Navarra aporta algo al resto pero en cantidad muy inferior a lo que le correspondería de acuerdo con su renta.
En el caso de que el territorio tenga una renta inferior a la media recibe, por definición, más servicios que lo que correspondería a los impuestos pagados por sus residentes y por este concepto no es fácil reclamar. Surge entonces la idea de la deuda histórica ya que es el resto de la sociedad española el que, a lo largo de siglos, ha expoliado a ese territorio y ha impedido su desarrollo. Debe ser compensado, por tanto, con cantidades ingentes de dinero para satisfacer esa reivindicación.
La suma de las peticiones de todos lleva, obviamente, a un imposible: las regiones ricas deben recibir más servicios hasta igualar los impuestos que pagan sus residentes y las pobres, que ya reciben más servicios de lo que pagan sus residentes, deben ser compensadas, para satisfacer la deuda histórica, con ingresos adicionales. Pero todos, absolutamente todos, sostienen que eso es posible sin subir los impuestos y sin perjudicar a los residentes de los demás territorios.
En consecuencia, parece resultar obvio, para ellos, que el Estado dispone de fuentes inagotables de financiación que no quiere utilizar para perjudicar a los que son diferentes.
Y todo ello se aliña con los ejemplos de aspectos reales, y ciertamente injustos, como son las carencias de infraestructuras comparables en determinadas zonas. Buen ejemplo de ello son los peajes de las autopistas, muy desigualmente repartidos en las distintas comunidades autónomas, o las diferencias de calidad de las comunicaciones por ferrocarril, con lo que no es díficil convencer a buena parte de los ciudadanos de que son tratados de forma discriminatoria por Madrid, ese ente extraño que no quieren definir como el conjunto de población que vive en esa comunidad ni como el Gobierno Central, pero que tiene una capacidad económica casi infinita y como objetivo indiscutible fastidiar todo lo posible a quien vive en las demás comunidades.
Aparece también la reivindicación de los partidos nacionalistas de que su comunidad tiene derecho a más autogobierno, ya sea por la vía de las transferencias o, simplemente, de disponer de más dinero, que el resto, reivindicación que se plasma en la exigencia de competencias que nunca puedan estar al alcance de las comunidades sin partidos nacionalistas.
2) la realidad económico-fiscal de las distintas comunidades
El sistema fiscal español dista mucho de ser justo, como ya he expresado en otra entrada del Cuaderno, pero es muy parecido en todo el territorio español.
Por tanto es innegable que para cualquier persona la presión fiscal es prácticamente la misma en todo el territorio si su nivel de renta, la forma en que la obtiene y sus ciscunstancias familiares son parecidas.
Asimismo me parece bastante claro que el nivel de servicios que se recibe del Estado es muy parecido en todas las comunidades autónomas. Es verdad que hay diferencias entre unos lugares y otros, pero creo que a menudo son más pronunciadas cuando el tipo de población en que se vive es muy diferente que cuando se trata de una u otra comunidad autónoma.
Las diferencias que más se notan, por razones obvias, son las de las infraestructuras, ya que la elevada movilidad permite a buena parte de la población detectar las diferencias que hay entre unos lugares y otros.
Y estas diferencias son bastante patentes en los aspectos de carreteras, autovías y autopistas y la existencia más o menos generalizada de tramos de peaje. También lo son en los servicios de metro, en las ciudades que disponen de él, y de ferrocarriles de cercanías.
Pero las reivindicaciones en este sentido nunca se plantean en planes de actuación para mejorar ese tipo de servicios, con proyectos concretos, plazos y estimación de costes y del esfuerzo que debería realizar cada administración para solucionarlo.
Hay otro aspecto poco conocido pero que tiene una importancia relevante en el día a día de los ciudadanos. Este aspecto es el conjunto de la legislación autonómica que cada vez influye más porque abarca a más aspectos.
Pareciera que los gobiernos autónomos crean que el juicio de los administrados sobre la bondad de su gestión depende del número de leyes que hayan aprobado en la legislatura. Y que, además, las leyes que desarrollen tienen que marcar diferencias con las demás comunidades autónomas.
El resultado es el de una creciente inseguridad para aquellos ciudadanos que se mueven habitualmente por más de una comunidad, ya que, a menudo, lo que cumple con las leyes en una no lo hace en otra, sin que sea fácil comprender la razón.
Sin duda hay comunidades que son más intervencionistas que otras y comunidades con más tendencia al amiguismo y/o con mayor grado de corrupción. Los resultados al cabo de los años se notan en forma de mayor crecimiento de la economía y del bienestar para aquellas comunidades que son menos intervencionistas, menos dadas a dar trato preferente a los amiguetes y con menor grado de corrupción.
Hay otro aspecto curioso: prácticamente ninguna comunidad autónoma acepta de buen grado que el crecimiento de su economía sea inferior a la media (la excepción más notoria ha sido la Comunidad Valenciana que durante muchos años ha preferido estar a la cola del crecimiento, sólo en los números ya que la realidad ha ido por otra parte, con el objetivo poco disimulado de mantenerse el máximo tiempo posible con la característica de región objetivo 1 en la Unión Europea para así disponer de mayor cantidad de transferencias de la UE)
Por descontado que si una comunidad autónoma tiene que aceptar en los registros oficiales un crecimiento inferior a la media y el partido gobernante en ella es nacionalista o diferente del que soporta al Gobierno Central la culpa es de Madrid o del partido que gobierna en la Moncloa.
Ni por asomo el gobierno de la comunidad autónoma puede tener la menor responsabilidad a pesar de que el presupuesto del conjunto de las comunidades autónomas es unas dos veces y media el del gobierno central.
3) Efectos de los aspectos anteriores.
Desgraciadamente, los efectos de los aspectos anteriores combinados son los de una situación que facilita el enfrentamiento entre los habitantes de unas comunidades con otras.
¿Quién no tiene motivos de queja? la comunidad que no tiene falta de agua no puede usar adecuadamente la que tiene, la comunidad que no es más rica que la media quiere serlo y la que lo es no quiere dejar de serlo y para los partidos nacionalistas sólo la independencia es la garantía del bienestar para sus habitantes.
Y por descontado no falta quien promueva el boicot a los productos de otras comunidades ya sea desde la recomendación, que algunos querrían poder convertir en obligación, de comprar sólo productos de la propia comunidad ya sea desde la llamada al boicot de los productos de las comunidades "malas"
Poco parece importarles las indudables ventajas que a todos proporciona el formar parte de un mercado propio más amplio. La creencia general es que sólo "los otros" se benefician del mayor tamaño del mercado cuando la realidad es que la riqueza del conjunto es apreciablemente mayor que la suma de las riquezas que tendrían cada una por separado si fueran independientes.
Y usan el argumento de que el mercado ya es global, al menos en el ámbito de la UE, como si todavía no fuera cierto (y no vaya a seguir siéndolo durante muchos años) que el mercado de un país es mucho más accesible para las empresas de ese país que para las de otros países, aunque también sean miembros de la UE.
Y, además, los partidos nacionalistas son partidarios de que exista el boicot y de que tenga mucho éxito. De esta forma podrán convencer a mayor número de personas de que la independencia es la única solución para librarse de esa "madrastra" que es España, o del expolio que de su riqueza realiza "Madrid"
Les avisan, eso sí, de que posiblemente haya que aceptar un periodo con una pequeña pérdida de renta para poder alcanzar el paraíso de bienestar social y económico que sucederá a la consecución de la independencia que, por si las moscas, debe procurarse a toda costa que no suponga la salida de la UE.
4) Posibles soluciones.
Es obvio que las posibles soluciones pasan por la limitación del poder político de los partidos nacionalistas al que corresponda al número de votos que obtengan. Y, además, sería muy conveniente una campaña promovida por ambos partidos que explicara claramente a todos los ciudadanos las ventajas que para todos tiene pertenecer a una nación más amplia así como el compromiso de llevar a cabo las inversiones necesarias para que desaparezcan las desigualdades que puedan existir respecto a la calidad de los servicios e infraestructuras que se disfrutan en todo el territorio nacional.
Para ello sería necesario un acuerdo político entre los dos grandes partidos nacionales, de largo alcance temporal e independiente de los resultados concretos en cada proceso electoral. Este acuerdo debería abarcar los siguientes aspectos:
a) Siempre debería gobernar el partido que hubiera obtenido el mayor número de diputados (en el caso improbable de empate a número de escaños, debería hacerlo el que hubiera obtenido mayor número de votos) para ello el partido que no formara gobierno actuaría de forma que el proceso de investidura culminara con la elección del presidente propuesto por el partido ganador.
b) El partido que formara gobierno podría buscar los apoyos parlamentarios que considerara oportunos y el partido que quedara en la oposición garantizaría que si el partido gobernante perdiera los apoyos como consecuencia de las politicas desarrolladas en los aspectos que se ennumeran en el punto siguiente, el partido en la oposición le daría los votos necesarios para la aprobación de la Ley de Presupuestos, de forma que no hubiera que convocar elecciones por ese motivo.
c) Las políticas de interés general afectadas por ese acuerdo serían: la estructura del Estado y su modificación, la política exterior, la política antiterrorista y la política de financiación de las comunidades autónomas y ayuntamientos.
d) La realización de un plan a medio y largo plazo que garantice la igualdad de la calidad de los servicios e infraestructuras en toda España.