viernes, 25 de junio de 2010

El circulo vicioso de la profunda crisis económica

Cuando falta poco, un trimestre, para que se cumplan tres años del inicio de la crisis económica más profunda de lo últimos setenta años, ya no queda nadie que dude que la situación es muy mala y que se necesitará bastante tiempo para mejorarla.

Sin embargo, no hay una explicación global de las causas que han llevado a esta situación tan compleja ni mucho menos un planteamiento de cual es la mejor manera de actuar para limitar en lo posible los efectos perversos de la crisis, probablemente porque nadie quiere reconocer lo que ha hecho mal, ni mucho menos lo que sigue haciendo mal, y además, todos los estamentos sociales pretenden que la crisis no les afecte, aferrándose a la idea infantil de que es posible superar la crisis sin sacrificios.

La dureza y la duración de la crisis y la evidencia de qué está siendo más profunda en nuestro país que en los otros países de nuestro entorno se explican si se admite que, en realidad, estamos padeciendo tres crisis diferentes, cada una de las cuales, por sí sola, habría dado lugar a una crisis de las que ocurren cada cinco-diez años. Además, ha dado la casualidad de que habrían tenido lugar en momentos temporalmente próximos, pero la aparición de los síntomas iniciales de los otros dos problemas ha inducido que se junten aún más en el tiempo.

La primera de las tres crisis, por haber aparecido un poco antes y también porque su carácter es global, es la crisis financiera, que habríamos sufrido en todo caso y cuya causa última está en la falta de una regulación internacional que impida que los procesos especulativos de tipo piramidal se desarrollen de forma exponencial hasta que la situación se hace insostenible y se produce el derrumbe de la pirámide que afecta, sobre todo, a la base, esto es a una gran parte de la población de ingresos bajos o medios. No sería razonable hacer responsable a nuestro gobierno de esta crisis, porque se habría desarrollado de forma prácticamente idéntica al margen de la política económica y financiera seguida en España.

La segunda crisis, netamente española, aunque también se ha producido de forma similar en otros países, es la inmobiliaria, derivada también de un proceso especulativo de tipo piramidal que, en este caso sí, es responsabilidad exclusiva de los sucesivos gobiernos que hemos tenido. La base del problema está en la elección de un sistema perverso para la definición de los lugares en que se puede construir, que se puede definir como “prohibido construir excepto donde la autoridad administrativa lo permita específicamente y en el modo en que ésta lo permita” en lugar del más lógico en una economía de mercado “permitido construir en todo el territorio excepto donde la autoridad administrativa lo prohíba específicamente, aunque esté regulado el modo en que se puede y se debe construir”

El modelo vigente en España permite multiplicar por cifras increíblemente altas el valor de los terrenos que las Administraciones competentes tienen a bien calificar como edificables y, al tratarse de decisiones parcialmente arbitrarias, se ponen todos los elementos para que haya un reparto poco transparente de la enorme plusvalía generada entre los distintos actores. Es más que conocido el mecanismo mediante el que los Ayuntamientos consiguen una parte relevante, aunque minoritaria, de la plusvalía derivada de las recalificaciones, sistema que ha permitido cubrir una parte importante de los gastos de los Ayuntamientos; se habla del 30% como media.

La tercera crisis, también netamente española, es la derivada del final de la práctica de gastar más de lo que se ingresa recurriendo al crédito internacional, aprovechando los bajos tipos de interés existentes. Esta práctica tenía que tener un límite que se alcanzó cuando la deuda externa total de España (privada y pública) llegó al 150% del PIB y lo peor de esta práctica es que la mayor parte del incremento se empleó en consumo y no en inversiones productivas. Este mayor consumo, basado en el aumento de la deuda con el exterior, llevó a cifras elevadas del incremento del PIB y aún más elevadas de la recaudación fiscal, con lo que todo el mundo estaba contento (hasta el Presidente se creyó que habíamos superado a Italia y que como el modelo era estable estábamos a punto de igualar a Francia en PIB por habitante)

La coincidencia en el tiempo de las tres crisis nos ha llevado a un círculo vicioso del que no será fácil salir. Los elementos principales de este círculo (el orden no implica su mayor o menor causalidad) son:

1) Caída muy importante de la actividad constructora de viviendas, actividad que no debería volver a alcanzar nunca más cifras parecidas a las de los años previos a la crisis, porque el país no necesita tantas viviendas (muchas de ellas se construyeron exclusivamente por motivos especulativos, pero es difícil que nunca tengan una ocupación mínimamente relevante) Esta caída de la actividad supuso también una caída relevante de los precios que en muchos casos hace imposible poder vender los terrenos comprados en los últimos años sin incurrir en unas pérdidas muy relevantes, lo que en último término supone un grave problema para las instituciones financieras que dieron los préstamos para la compra de esos terrenos.

2) Serias dificultades de las entidades financieras para poder dar nuevos créditos, tanto por la creciente dificultad de acceder a los mercados financieros internacionales (lo que se ha paliado con los préstamos del BCE) como por la situación objetiva de sus balances (que nunca conoceremos, pero que en la mayoría de los casos hubieran llevado a la quiebra a muchas entidades financieras si se hubieran aplicado las normas contables aplicables a cualquier tipo de empresa, que obligan a reconocer las pérdidas en las cuentas cuando se tiene el convencimiento de que son inevitables, aunque no se hayan vendido los activos.

3) Caída importante de la actividad, no sólo en los sectores de la construcción y relacionados con ella, sino también en muchos otros, como consecuencia de la reducción del flujo monetario total y, sobre todo, de la reducción o anulación del crédito a la mayoría de las PYMES y autónomos.

4) Caída importante del empleo, derivada de la caída de la actividad.

5) Importante deterioro de las cuentas públicas derivado del enorme descenso de la recaudación, del mayor coste de las prestaciones sociales, que aumentan a ritmo aún más rápido en situación de crisis, del aumento del gasto público decidido por el Gobierno para paliar los efectos de la crisis y de la ausencia de recorte relevante del gasto corriente superfluo de todas las administraciones, derivada de la aceptación general de que la crisis era suave y de escasa duración.

Las interrelaciones entre los distintos elementos del circulo vicioso son claras, y todas ellas negativas, por lo que si no se llevan a cabo las políticas adecuadas para romper el circulo por uno de los elementos, o mucho mejor por varios de ellos a la vez, la crisis se resolverá de la peor forma posible (mayor caída de la actividad, mayor endeudamiento, mayor caída de las prestaciones sociales, mayor crecimiento del desempleo y mayor duración de la etapa de baja actividad) las principales interrelaciones son:

a) La caída de la actividad constructora ha sido excesiva, y en algún momento deberá recuperar el ritmo que el país necesita, pero para ello es necesario que los precios del suelo vuelvan a valores razonables (en el límite, en la mayoría del territorio el precio del suelo debería ser el precio del suelo no urbanizable más los gastos de urbanización) Cuando esta recuperación se produzca, la actividad económica aumentará de forma directa e indirecta, lo que influirá en mayor empleo y mayor recaudación fiscal. Cuanto más tiempo se retrase esta recuperación, como consecuencia del mantenimiento de unos precios del suelo imposibles de pagar para la mayoría de la población, más tiempo se necesitará para que la economía mejore.

b) La falta de crédito disponible para la mayoría de las personas físicas y jurídicas reduce la actividad inversora, básica para mejorar la competitividad de la economía española a corto plazo y, por tanto, para el incremento de las exportaciones y la reducción de las importaciones, única manera de tener una recuperación relativamente rápida de la actividad. La política financiera seguida es, de lejos, la que mejor ha realizado el Gobierno; pero le falta un ingrediente fundamental, la separación real de las decisiones de las Cajas de Ahorros de los deseos de los políticos que las controlan. Como país, tenemos que asumir que no es posible aumentar más la deuda externa total y que sería muy deseable que ésta se fuera reduciendo.

c) Mientras no vuelva a estar disponible una capacidad crediticia razonable para PYMES y autónomos, será muy difícil que se reduzca de forma relevante el desempleo y, en consecuencia, que se vuelvan a equilibrar las cuentas de la Seguridad Social y aumente la recaudación fiscal.

d) La continuidad del déficit público por encima del 3% del PIB en términos anuales tiene efectos negativos sobre la disponibilidad de créditos para el sector privado, sobre el desempleo, ya que dificulta su reducción, sobre la inversión pública, que a medio plazo disminuye si hay más déficit, y sobre la actividad y el consumo interno, ya que la presión fiscal tiende a aumentar más todavía.

El mayor problema es que al ser impopulares las políticas necesarias para corregir la situación antes y mejor, los políticos que adopten esas políticas perderán votos en las siguientes elecciones y, por desgracia, el lema general de los políticos de nuestro país es obtener el poder, o mantenerlo donde ya se tiene, cueste lo que cueste.