sábado, 25 de febrero de 2006

OPA de E.on sobre Endesa, accionistas consumidores y competencia

E.on sorprendió el 20 de febrero a la sociedad española, empezando por el Presidente del Gobierno, con una puja en la OPA por Endesa que supone un aumento muy relevante del precio y en efectivo.

¿Quienes ganan en el envite? Sin duda alguna los accionistas de Endesa y su equipo directivo, así como los consultores y bancos de inversión involucrados, y, con interrogantes, los consumidores de gas y de electricidad, la competencia en estos sectores y los accionistas de E.on

¿Quienes pierden? con seguridad los accionistas de Gas Natural y su equipo directivo, el Gobierno de España y el de la Generalidad de Cataluña y que decir de los organismos “independientes” (CNE, CNMV y Tribunal de Competencia) y, con interrogantes, la competencia en ambos sectores, los accionistas de las empresas energéticas reguladas y los de E.on.

Las dudas sobre los que pueden ganar o perder dependen de la actitud que tenga el Gobierno en la regulación futura de los sectores energéticos.

Del aviso dado ayer por el Presidente del Gobierno al Consejero Delegado de E.on cabe deducir que si E.on se hace con Endesa (¿sólo si E.on se hace con Endesa?) la regulación será más estricta y permitirá menos beneficios (tarifas menos generosas con los distribuidores de gas y electricidad y mayores exigencias de calidad) Esta hipótesis sería sin duda beneficiosa para los consumidores y mala para las cuentas de resultados de todas las empresas reguladas.

Un aspecto poco destacado hasta ahora en los medios de comunicación es el aumento de competencia que cabe esperar en el sector gasista español como consecuencia de esta operación: Eo.n es mucho más fuerte en gas que en electricidad (en 2005 ha vendido 925 TWh de gas natural, 2,5 veces la demanda española del mismo año). Gas Natural debería prepararse para una dura competencia en España con un operador con el que las relaciones tardarán en recomponerse, más fuerte económicamente y con una escasa cuota de mercado en el país, lo que le podría inducir a una política de precios más agresiva .

¿Tendremos que agradecer a una empresa alemana que sea la promotora de que el Gobierno se ponga a trabajar para proteger a los consumidores de los sectores regulados (actividad siempre postergada por los distintos gobiernos que se han dejado convencer sistemáticamente por los lobbies eléctrico y gasista) y también que sea la que introduzca en ellos la sana competencia, tantas veces anunciada en falso y que tanta falta hace?

viernes, 10 de febrero de 2006

Los tibios en las dictaduras y en las democracias, artículo de Manuel Jiménez de Parga

Reproduzco a continuación, integramente, el artículo de Manuel Jiménez de Parga "Los tibios en las dictaduras y en las democracias" publicado en la tercera de ABC el 10 de febrero de 2006

Sólo resaltaré aquí una parte del artículo que me parece fundamental:
[ ...los tibios han seguido proliferando en la civilización cristiana, tanto en las dictaduras, frecuentes por desgracia en nuestro mundo, como en las democracias. Sin una abundancia de tibios no se entiende la duración de los regímenes de sumisión; por otra parte, los tibios facilitan la continuidad entre las mayorías de signo distinto en los regímenes de libertad.
Por esta última función, en los sistemas democráticos, los conformistas han sido destacados, elogiados incluso, por algunos teóricos de la buena política. Se asegura que el conformismo es un factor poderoso de uniformidad social. Gracias al conformismo dominante en las sociedades modernas, los comportamientos de los gobernados son homogéneos y hay poco espacio para las originalidades y los caprichos individuales.Pero no hay que olvidar que el conformismo fue el mejor sostén de las peores tiranías. Ahí está, entre nuestros recuerdos, lo que ocurrió en Alemania durante el nacionalsocialismo.]

Y añadir que toda esta reflexión escrita sobre los sistemas políticos, sean democracias o dictaduras, también es aplicable en la actualidad a otros aspectos de nuestra sociedad: grupos de amigos, asociaciones, familias y, con especial incidencia en el apartamiento de los discrepantes, empresas.
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Los tibios en las dictaduras y en las democracias Por MANUEL JIMÉNEZ DE PARGA

ESCRIBE el apóstol San Juan al obispo de Laodicea: «Sé de tus obras: que ni eres frío ni caliente: ojalá fueses frío o caliente. Mas porque eres tibio, que ni eres frío ni caliente, te comenzaré a vomitar de mi boca» (Apocalipsis, cap. III).

A pesar de esta durísima condena, los tibios han seguido proliferando en la civilización cristiana, tanto en las dictaduras, frecuentes por desgracia en nuestro mundo, como en las democracias. Sin una abundancia de tibios no se entiende la duración de los regímenes de sumisión; por otra parte, los tibios facilitan la continuidad entre las mayorías de signo distinto en los regímenes de libertad.
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Por esta última función, en los sistemas democráticos, los conformistas han sido destacados, elogiados incluso, por algunos teóricos de la buena política. Se asegura que el conformismo es un factor poderoso de uniformidad social. Gracias al conformismo dominante en las sociedades modernas, los comportamientos de los gobernados son homogéneos y hay poco espacio para las originalidades y los caprichos individuales.
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Pero no hay que olvidar que el conformismo fue el mejor sostén de las peores tiranías. Ahí está, entre nuestros recuerdos, lo que ocurrió en Alemania durante el nacionalsocialismo. Cuando inicié mis estudios en Heidelberg, allá por el año 1952, me di cuenta de que un alto porcentaje de los alemanes ni habían sido fieles entusiastas de Hitler ni tampoco enemigos de la dictadura. Colaboraron al mantenimiento del III Reich con sus actitudes tibias: ni a favor ni en contra; ni frío ni calor.
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Luego, en París, experimenté algo parecido con los franceses que eran considerados «colaboracionistas» por haberse sometido al gobierno pronazi que presidió el mariscal Pétain, cuya sede estuvo en la ciudad de Vichy. Fueron la encarnación de los tibios de aquel momento. Un número extraordinariamente elevado. En la resistencia militaron pocos franceses, sin que debamos admitir la versión propagandística que ha pretendido encubrir lo allí sucedido entre el 17 de junio de 1940 y el verano de 1944.
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Se me dirá -y la objeción está bien fundada- que no fue lo mismo la tibieza en el régimen nazi que en la Francia ocupada. Los atentados a los derechos humanos registraron diversa intensidad y fueron más graves en una situación y en la otra. Sin embargo, lo difícil es marcar la línea que el tibio no debe atravesar: desde el conformismo se puede considerar aceptable que los poderes establecidos se extralimiten. ¿Cuánto? ¿Cuándo?
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El juez Abe Fortas, del Tribunal Supremo de Estados Unidos, admite las dificultades que entraña oponerse al cumplimiento de las leyes que la mayoría ha aprobado. Pero en sus consideraciones sobre la desobediencia cívica introduce estas reflexiones: «Si yo hubiese vivido en Alemania en la época de Hitler, abrigo la esperanza de que habría rehusado llevar un brazalete, de gritar «Heil Hitler» y de ayudar al genocidio... Si yo hubiese sido un negro que habitara en Birmingham, en Little Rock o en Plaquemines Parish en Luisiana, tengo la esperanza de que habría desobedecido las leyes del Estado que me prohibían entrar en la sala de espera de las estaciones de ferrocarril reservada solamente a los blancos ... Yo me hago la ilusión de que habría tenido el coraje de desobedecer, aunque las normas de segregación hayan sido tenidas por legales hasta que fueron declaradas inconstitucionales».
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Evidentemente, los héroes para el juez Abe Fortas fueron Martin Luther King, con su predicación contra las leyes segregacionistas del hombre blanco, y el Mahatma Gandhi, con las movilizaciones a favor de la independencia de la India. Ni Martin Luther King ni Gandhi fueron tibios. Convocaron a la desobediencia cívica, si bien en supuestos distintos y con unos propósitos diferentes.
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Porque Martin Luther King no se alzó contra la democracia norteamericana, a la que reconoció sus virtudes, sino contra unas leyes concretas que menospreciaban a un sector de la población, o sea los hombres y mujeres de raza negra. Gandhi, en cambio, combatió el colonialismo británico en su conjunto, una forma injusta de relacionarse los pueblos.
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Quiero subrayar con esta distinción que la desobediencia cívica tiene encaje en un sistema democrático. El Estado de Derecho puede ampararla.
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Una cierta inquietud entre los constitucionalistas produjo la reforma de la Ley Fundamental de la República Federal Alemana, de 24 de junio de 1968, por la que se acogió en el Ordenamiento el siguiente precepto: «Todos los alemanes tienen el derecho de resistir contra quien emprenda la destrucción de este orden (el liberal y democrático), cuando no exista otro remedio». Es la moderna consagración constitucional del derecho de resistencia, con su modalidad de desobediencia cívica, olvidado en la mayoría de los textos vigentes.
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Los historiadores del derecho español recuerdan la consigna «obedézcase, pero no se cumpla» que, a partir de las Cortes de Burgos de 1379 y de las de Briviesca de 1387, así como de una Pragmática de Enrique III de 1397, se generalizó en Castilla. Las disposiciones de gobierno contrarias a Derecho deben obedecerse, pero no cumplirse. La obediencia implica acatamiento respetuoso a la voluntad del rey, pero el no cumplimiento es una suspensión de la aplicación de la ley hasta que el monarca, informado del hecho, resuelva en definitiva. Diversas leyes castellanas incluidas en la Nueva Recopilación de 1567 reconocían este derecho.
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Los historiadores extranjeros no atienden, por lo general, a los antecedentes españoles y señalan, como primeros documentos en los que se incluye el derecho de resistencia, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, de 4 de julio de 1776, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Constituyente de la Francia revolucionaria el 26 de agosto de 1789 y, finalmente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, formulada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
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No vale la pena entrar ahora en la polémica entre los historiadores. Lo que quiero destacar aquí es que no eran tibios los impulsores de esos movimientos de rebeldía, acatando las leyes pero no cumpliéndolas. Y hay que tener presente que han sido ellos, los desobedientes, quienes en ciertos momentos han hecho avanzar la historia.Personalmente, he respetado siempre a cualquier adversario que haya sostenido con firmeza ideas contrarias a las mías, mientras que no me merecen consideración los tibios, ni frío ni caliente. No se me olvidan las palabras del Apocalipsis. Los españoles de mi generación sabemos, además, que los tibios apoyan las dictaduras y que los tibios paralizan las democracias.

martes, 7 de febrero de 2006

Hipotecas a cincuenta años

El plazo de las hipotecas ha aumentado desde la entrada de España al entonces Mercado Común. Antes del ingreso, con tipos de interés entre el 15 y el 20% anual (11% para la protección oficial) eran inviables las hipotecas a más de 15 años.

La caída de los tipos de interés derivada de la integración comunitaria permitió aumentos de los plazos a 20, 25 y 30 años, plazos que resultan razonables si los tipos de interés a largo plazo se espera que no superen el 5%, tasa compatible, a su vez, con una inflación a largo plazo del 2% o inferior.

En España los tipos de interés son prácticamente iguales a los del resto de la UE, y los de las hipotecas algo inferiores por la mayor competencia entre las entidades financieras. Como la inflación en España es más alta, y lo seguirá siendo al menos mientras continúe el proceso de convergencia económica con la UE, los tipos reales pagados son muy interesantes para los consumidores españoles, aspecto que tiene la negativa repercusión de derivar en un aumento adicional de los precios de la vivienda.

Para el sector financiero, los problemas a medio plazo son los siguientes: el consumidor que compra un piso, especialmente si es para vivienda habitual, contrata la hipoteca a tipo variable, porque a corto plazo es mucho más barata, y tiende a comprar el piso más caro que puede pagar con sus ingresos actuales y los tipos de interés, asimismo, actuales.

Para ello, contrata la hipoteca al mayor plazo que puede y corre el riesgo, que a medio plazo es una certeza, de tener que pagar en el futuro tipos de interés más elevados, por lo que no es seguro que pueda hacer frente a la hipoteca si el aumento del tipo de interés supera un cierto valor.

El sistema financiero se prepara para atenuar la morosidad cuando suban los tipos de interés mediante la oferta a los clientes que lo necesiten de la prolongación de los plazos. (con ello la reducción de la cantidad amortizada cada mes compensa, al menos en parte, la mayor cuantía de los intereses) de forma que si tiene que subir el recibo mensual de la hipoteca, lo haga en la menor cuantía posible, para que no sea una carga que los clientes no puedan atender.

Por este motivo ya se empiezan a contratar hipotecas con un plazo inicial de 50 años, cuando la subida de los tipos de interés apenas se ha iniciado.

¿Cómo se adaptarán estas hipotecas a la posterior subida de tipos de interés? El límite está en la hipoteca indefinida, en la que mensualmente sólo se pagan los intereses de la deuda y la amortización se realiza libremente. Pero a medida que el plazo de la hipoteca es mayor, la repercusión de una nueva ampliación del mismo en el recibo mensual es menor.
De ahí la preocupación del Banco de España sobre la generalización de esta práctica. No es que les preocupe que sean los hijos, o los nietos, de los compradores iniciales los que terminen de pagar la hipoteca. Les preocupa (y con razón) que, ante un aumento relativamente moderado de los tipos de interés, una vez agotadas las posibilidades de ampliación de los plazos de amortización, un número importante de familias se encuentren en una situación de ingresos insuficientes para pagar la hipoteca, incluso habiendo reducido al mínimo los demás gastos y obtenido la máxima ayuda posible del resto de la familia cercana (que en España suele ser muy solidaria ante ese tipo de situaciones) Porque afectaría de forma notable al consumo de las familias pero, sobre todo, porque sería el origen del pichazo de la burbuja inmobiliaria que, a su vez podría provocar una crisis muy grave en el sistema financiero.