lunes, 25 de agosto de 2014

¿Mejora la economía española? y la sociedad ¿cómo evoluciona? V El déficit de las Administraciones Públicas



El déficit de las administraciones públicas, básicamente la Administración Central, las Comunidades Autónomas (CCAA) y los ayuntamientos es uno de los problemas que han aparecido con mayor virulencia en esta crisis y que, por otra parte, ha tenido una peor gestión por parte de la clase política.

Durante los años del último periodo de bonanza, básicamente del año 2000 al 2007 (la crisis empezó en el cuarto trimestre del 2007, aunque oficialmente no se reconociera hasta julio de 2008) las administraciones públicas se encontraron con un flujo de ingresos fiscales de una magnitud nunca antes conocida. Los motivos eran básicamente tres: los impuestos derivados de una actividad económica boyante, los impuestos adicionales derivados de un aumento del endeudamiento externo que se gastaba y aumentaba la recaudación fiscal y la rebaja de impuestos llevada a cabo en aquellos años que, unida a la mejor actividad económica supuso una reducción de la economía sumergida, difícil de cuantificar pero sin duda relevante.

Los gobernantes de todos los colores e ideologías hicieron suyos dos conceptos erróneos: el dinero público es infinito y por lo tanto se puede disparar el gasto público, incluido el despilfarro más absurdo, sin límite, y el crecimiento de los ingresos públicos será imparable, con el consiguiente aumento del gasto público que de todas formas no impidió que en los años de mayor crecimiento las cuentas públicas presentaran por primera vez en la época actual varios años seguidos de superávit público. Estas actuaciones sentaron las bases de lo que después sería, y por desgracia continúa siendo, la peor crisis de los últimos sesenta años.

Cuando en el cuarto trimestre de 2007 se cerró de golpe, y casi totalmente, el grifo de la financiación externa (desde entonces la deuda externa total ha aumentado sólo el 8,4%, en seis años y medio cuando antes lo hizo al ritmo del 25% cada año) hecho que coincidió con una crisis financiera mundial que llevó a la contracción de la economía de la UE durante varios años, la economía española se encontró con la crisis más abrupta de la democracia y con una caída todavía mayor de los ingresos públicos.

Durante más de dos años, la respuesta de los gobernantes fue la de mirar para otro lado. Se trataba solo de una crisis como tantas otras del pasado que en unos tres años se corregiría y cuyos efectos se podían paliar con un aumento del déficit público que venía a compensar la mayor parte de la caída de ingresos públicos. Es cierto que se redujeron algunos gastos públicos, fundamentalmente de inversión y en alguna medida cortando algunos gastos suntuarios que nunca deberían haberse permitido.

Cuando la realidad obligó a un cambio drástico de política económica, que el Gobierno de Zapatero aceptó en mayo de 2010 a pesar de suponer lo contrario de lo que su ideología le dictaba, el conjunto de los gestores públicos optaron por la peor forma posible de reconducir el déficit público, ya que no sólo optaron por reducirlo en el menor grado posible para lo que han negociado sucesivas prórrogas para la vuelta al cumplimiento del requisito de Maastrich para este indicador (déficit público del conjunto de las Administraciones que en ningún año debería haber superado el 3% del PIB si se hubiera cumplido) sino que, además, las reducciones que han llevado a cabo lo han sido de la peor manera posible, ya que han acudido al recorte de las prestaciones sociales, con mayor incidencia en las personas más necesitadas, y a la reducción generalizada de los salarios de los trabajadores públicos (pero no de los políticos) en lugar de haber mejorado la gestión de todos los gastos, evitando los despilfarros y el pago de precios excesivos por las compras públicas, mejorando los procesos de prestación de los servicios y eliminando de raíz todos los privilegios de la clase política.

En la situación actual, el gobierno considera que con la vuelta al crecimiento del PIB, aunque sea todavía moderado, y la también tenue recuperación del número de cotizantes a la seguridad social, podrá cumplir los compromisos de déficit público para los próximos años que tiene (tenemos) con la UE y simultáneamente hacer una pequeña rebaja del IRPF para unos pocos contribuyentes con la que intentar hacer creer que el nivel impositivo está, poco más o menos, al mismo nivel que al inicio de la presente legislatura, cuando lo cierto es que para todos han subido el IVA, el IBI (este último de forma desmesurada) y también las cotizaciones de la seguridad Social (pagos más elevados a cambio de menos prestaciones ahora y en el futuro) y para la mayor parte de los trabajadores por cuenta ajena el IRPF.

Sin embargo, la situación del elevado número de personas que cobran un sueldo directa o indirectamente público por el mero hecho de ser próximos a alguno de los partidos políticos o sindicatos dominantes apenas habrá cambiado, ya que son las únicas que, al menos aparentemente, tienen asegurado el sueldo que reciben, en la mayoría de los casos sin hacer ninguna (o apenas ninguna) labor socialmente relevante. El número de estos privilegiados estará probablemente entre uno y dos millones de personas, lo que, si les añaden las personas directamente dependientes de ellos, dará lugar a unos votos asegurados de varios millones (entre tres y seis millones) a repartir entre los partidos con poder real, lo que asegura la poltrona a buena parte de sus dirigentes, motivo por el que, casi con certeza, seguirán apostando por el mismo sistema de gestión de la crisis.

martes, 19 de agosto de 2014

¿Mejora la economía española? y la sociedad ¿cómo evoluciona? IV Evolución de la Balanza de Pagos



La Balanza de Pagos es otro de los indicadores que tradicionalmente suponía un freno al crecimiento de la actividad. El mecanismo que se venía usando para evitar periodos largos de bajo crecimiento por este motivo era el siguiente: Cuando la balanza de pagos llevaba a una situación de escasez de divisas para pagar las importaciones, se recurría a la devaluación de la moneda, que provocaba de forma inmediata la reducción de los precios de nuestros bienes y servicios y el aumento de los precios de los bienes y servicios que importábamos, lo que permitía un aumento de la competitividad de nuestros productos tanto en el interior como en el exterior del que se derivaba un aumento de la actividad. 
 
Esta medida suponía un aumento de la inflación derivado del aumento de precios de las importaciones y, en consecuencia, una reducción de los salarios reales sin que la gente lo notara. Además, este incremento adicional de la inflación suponía un aumento de los ingresos fiscales con lo que todo parecían ventajas para los gobernantes, pero en la realidad, antes o después aparecía el problema de que la mayor inflación iba deteriorando poco a poco la competitividad de nuestros productos y se reducían las exportaciones y aumentaban las importaciones, con lo que el déficit de la balanza comercial (que incluye los bienes y servicios, pero no el turismo) aumentaba y cuando los saldos positivos de la entrada/salida de capitales de una parte y del turismo y remesas que enviaban los emigrantes de otra, no eran suficientes para compensarlo, se hacía necesaria una nueva devaluación.

Desde que estamos en el euro, los gobiernos no pueden recurrir a las devaluaciones y los ajustes de la competitividad se tienen que realizar por la vía de los costes de producción, que casi siempre se limitan a la reducción de los costes salariales, aunque a veces haya inversiones en equipos más eficientes que mejoran la competitividad

En esta crisis, para facilitar la reducción de los salarios se ha llevado a cabo la reforma laboral que, aunque era necesaria para eliminar algunos excesos que se producían con la legislación de la época franquista, se ha llevado a extremos exagerados de forma que las condiciones laborales son ahora en España bastante peores que en los países de nuestro entorno tanto si el puesto de trabajo está declarado como si no lo está (en cuyo caso las condiciones de trabajo pueden ser cercanas a la esclavitud)  

En el momento en que el PIB ha empezado a crecer algo, apoyado sobre todo en el aumento de las exportaciones y el descenso de las importaciones, la balanza comercial se ha vuelto a deteriorar, lo que supone que la compensación del déficit se tiene que realizar con el turismo (aumento de turistas que vienen y descenso del turismo español hacia terceros países) o con la balanza de capitales, que incluye tanto las inversiones en España de entidades terceros países como  la variación de la deuda exterior total.

El hecho de estar en la Unión Monetaria, que es sumamente positiva para nuestra economía, hace que algunas partes de la balanza de pagos quede difuminada, en particular todas las transacciones que se hacen en la UE sin que las dos partes sean empresas o autónomos, de la misma manera que la mayoría del turismo que proviene de la UE. Si además las relaciones están dentro de la zona euro, es todavía más difícil hacer una estimación ya que los pagos hechos en efectivo o con tarjeta de crédito quedan fuera del alcance de los que elaboran la estadística correspondiente que, en consecuencia tiene que recurrir a estimaciones para lograr una aproximación más o menos razonable.

La balanza de capitales, por su parte, está aportando una cantidad muy pequeña de entrada neta, motivo por el que es previsible que se prolongue varios años más el estancamiento de los salarios, si no es que se vuelve a una nueva reducción de los mismos.

viernes, 15 de agosto de 2014

¿Mejora la economía española? y la sociedad ¿cómo evoluciona? III Evolución del PIB



Cada vez hay menos dudas de que la caída del PIB ha tocado fondo y que podríamos haber iniciado una etapa de crecimiento que, aunque todavía es muy bajo, podría ser sostenido en un futuro próximo.

Acaban de publicarse las estimaciones de Eurostat de la variación del PIB en el segundo trimestre de 2014 respecto al primer trimestre de este año.

Los datos para la UE no son ninguna maravilla, crecimiento del 0,2 en el conjunto y sin variación en la zona euro. Por países, entre las economías mayores destacan los crecimientos del Reino Unido (0,8%) y España (0,6%) el estancamiento de Francia (0,0%) y la caída de Italia (-0,2%)

El dato de España ya ha permitido lanzar las campanas al vuelo al partido del gobierno que ya ha convertido a nuestro país en la locomotora de la zona euro. Sin embargo, aunque el dato sea bueno porque supone un pasito más  en la senda de la recuperación, la insuficiencia del PIB no ha terminado, ni de lejos, porque nos falta mucho para llegar a un nivel de producto que sea equivalente al de antes de la crisis incluso si a éste se le quita la parte correspondiente a haber vivido por encima de nuestras posibilidades durante una década.

El empleo irá aumentando suavemente, aunque sea a costa de una situación de salarios más bajos y de mayor precariedad, y todavía pasarán unos cuantos años antes de que la cifra global de parados sea asumible.

Los ingresos fiscales aumentarán un poquito y entre ese aumento y la reducción de los intereses a pagar por la deuda pública, el gobierno tendrá un pequeño respiro que le permitirá, a duras penas, reducir el déficit público a las cotas que exige la UE.

Por otra parte, el que Alemania crezca menos y Francia se estanque no es ninguna buena noticia porque a estos países va dirigido el grueso de nuestras exportaciones.

En resumen, dato positivo pero que mantiene muy alejada en el tiempo la perspectiva de una salida efectiva de la crisis, que cuando acabe septiembre cumplirá los diez años y es la más larga desde que se inició la transición (en realidad la más larga desde que terminó la guerra civil)

martes, 12 de agosto de 2014

¿Mejora la economía española? y la sociedad ¿cómo evoluciona? II La Inflación



La inflación, que fue el punto débil continuado de nuestra economía mientras los sucesivos gobiernos tuvieron la posibilidad de devaluar la moneda, está ahora contenida, lo cual es una excelente noticia (excepto para los políticos que desearían que fuera mayor para tener menos problemas)

Aunque es obvio que el nivel de precios no constituye ningún problema en la actualidad (al contrario es muy positivo) cada cierto tiempo salen noticias que nos avisan de los graves riesgos de la deflación, que coinciden con la publicación de datos estadísticos que muestran la reducción del nivel de precios, que intentan convencer a la población de que lo deseable es tener una inflación del orden del 2% anual, que coincide con la previsible previsión que nos ofrece año tras año el Banco Central Europeo. En realidad lo más favorable es tener una variación media del nivel de precios próxima a cero, de forma que variaciones anuales del nivel de precios comprendidas entre una bajada del 2% y una subida del 2% son las mas mejores para el conjunto de los ciudadanos.

Los supuestos riesgos de la bajada de precios se explican por la reducción del consumo de cualquier producto que supuestamente se produce cuando todo el mundo espera que ese producto baje de precio en el futuro. Esta afirmación sólo se sostiene con algunos tipos de bienes (casi nunca de servicios) que tienen que cumplir uno o varios de los siguientes criterios: Un precio muy elevado para el poder adquisitivo de los potenciales compradores (como por ejemplo las viviendas) y la posibilidad de retrasar su compra por un periodo largo de tiempo sin que ello afecte de forma relevante a la calidad de vida del potencial comprador (el caso más habitual son, para la mayor parte de los consumidores, las novedades tecnológicas de productos no fundamentales, normalmente dedicados al ocio)

Para el resto de los productos, la convicción de reducciones de precio futuras que sean relativamente moderadas no afectarán de forma muy relevante a la demanda. Los ejemplos más claros para los consumidores son los equipos informáticos y de comunicación social que siguen una senda de reducción de precios continuada desde hace décadas. Por ejemplo, yo compré mi primer PC en 1989 (de 64 K de memoria RAM y 10 megas de disco duro, no es un error, sistema operativo MS DOS 3.0) que acompañado de una impresora me costó 150.000 pesetas (900 euros) algo menos del precio, en moneda corriente, que hoy me costaría un PC con una capacidad varios cientos de veces mayor, y por supuesto en los 25 años transcurridos me he ido comprando sucesivos equipos de prestaciones cada vez mayores pero con un precio que machaconamente ha estado en el entorno de los 900 euros y no parece que la industria informática haya reducido sus ventas en número de unidades vendidas, muy al contrario sus ventas han crecido de forma espectacular.

Otro caso no tan exagerado en cuanto a la reducción de precios en moneda corriente acompañada de un aumento tan espectacular de las prestaciones es la venta de turismos, cuyos precios medidos en número de meses de sueldo (después de impuestos) necesarios para pagarlo también se ha ido reduciendo progresivamente a la vez que aumentaban las prestaciones de los vehículos vendidos.

¿Por qué razón, entonces, los políticos prefieren un aumento del nivel de precios, siempre que éste no sea exagerado?

La razón no es una, sino varias y muy poderosas, que tienen la característica común de permitirles gastar más dinero público sin que la población se de cuenta.

La primera es que la inflación lleva asociada un aumento de los tipos impositivos efectivos sin necesidad de cambiar los tipos nominales, lo que lleva a un aumento de recaudación que los responsables de las haciendas públicas conocen como aumento de la fiscalidad en frío. Este aumento de la fiscalidad es, obviamente, tanto mayor cuanto más elevada sea la inflación, motivo por el que en épocas de una inflación más elevada no es infrecuente la modificación a la baja de los tipos impositivos del impuesto sobre la renta, modificación que en realidad lo único que hace es que el aumento de la fiscalidad no sea tan elevado. Además, este impuesto adicional, que todos pagamos en mayor o menor medida, tiene la característica de castigar con mayor dureza a los económicamente más débiles de forma que, aunque ningún político lo diga en público, es un impuesto tremendamente regresivo.

La segunda es que cuando se anuncian los aumentos de las pensiones o de los sueldos de los trabajadores públicos se produce una ilusión de aumento del poder adquisitivo que dura lo que la inflación y el aumento de los tipos fiscales efectivos tarda en comerse los aumentos nominales.
La tercera es que la deuda pública de cada país se suele expresar en términos de tanto por ciento del PIB, motivo por el que los gobiernos pueden tener un déficit igual a la inflación sin que se note que la deuda pública aumenta, y eso permite a los gobernantes disponer de más dinero público para gastar para intentar asegurarse sus poltronas cuando lleguen las siguientes elecciones.

Por esos motivos los políticos desean, aunque no lo digan, una inflación del orden del 5% anual que es una cifra que sin ser escandalosa les permite obtener los mejores resultados para sus intereses, a costa del empobrecimiento de los ciudadanos, especialmente de los que tienen un menor poder adquisitivo.

Otro aspecto que los políticos nunca comentan es que en el IPC no entran los aumentos de los impuestos y tasas (a excepción del IVA), ya que los servicios públicos que se pagan de esta forma no se cuentan como consumo, y por tanto parece que el aumento de estos no afecta al poder adquisitivo aunque en la realidad si que lo hace, como sabemos todos los ciudadanos.

Por fortuna para los países del sur de la UE, como el nuestro, en Alemania le tienen auténtico pavor a la inflación, y por ese motivo nunca admiten que la previsión de inflación supere el 2% lo que es una excelente vacuna para que nuestra inflación no se acerque al soñado, por los gobernantes, 5% (pero temible para los ciudadanos)

Tortilla a la francesa con microalgas

Esta nueva receta es, probablemente la más sencilla de todas, ya que sólo lleva huevos, aceite y microalgas, pero el resultado es el de un plato muy rápido de preparar, con gran capacidad alimenticia y a la vez muy barato y rico, que aporta un suave sabor a mar al cambiar la sal por las microalgas.

En este caso he usado las microalgas en pasta (80% agua y 20% alga)

En los próximos días iré completando el recetario de tortillas con otras algo más elaboradas, que aportan nuevos sabores.

La receta se puede bajar en pdf de:


https://www.safecreative.org/work/1408121745708-tortilla-a-la-francesa-con-microalgas


Este registro en su versión para no profesionales limita la posibilidad de bajar las obras a un año, pero se puede solicitar una copia en pdf a:

fjalcaide@consultant.com