Patricia
I
Miguel había terminado su
licenciatura en ADE y había decidido pasar cinco semanas en Scarborough
estudiando inglés, para mejorarlo de cara a su futuro profesional. Sabía que
los cursos de verano en Inglaterra tenían la fama, ganada a pulso durante
décadas, de ser muy poco efectivos, pero el anuncio de la International
Scarborough School incluía tres cuartos de hora de laboratorio de idiomas todas
las tardes de lunes a viernes y ese aspecto le decidió a elegirla. Además
Scarborough está casi en la frontera de Inglaterra con Escocia y quizás eso
reduciría el número de españoles por metro cuadrado en julio y agosto.
Se fue allí en coche,
compartiendo los gastos de gasóleo y peajes con otros tres jóvenes que se
quedarían en Londres y para la vuelta ya vería como se las apañaba. Llegó a
Scarborugh por la tarde, sin problemas para encontrar la casa en que se
alojaría gracias al GPS y cuando llamó a la puerta le abrió un niño de unos
diez u once años que directamente le preguntó si él era Miguel, el estudiante
español que esperaban. Mientras Miguel se presentaba a Sammy, que así se
llamaba el niño, apareció Pamela, Pam le pidió que le llamara, la madre del
niño y de las otras cuatro niñas que vivían en la casa. Fred, el marido de Pam
salió también a saludarle y le invitó a unirse al tea time que acababan de
empezar.
Miguel agradeció la
merienda, porque ya hacía rato que no probaba bocado y le pareció que, a pesar
de los negros presagios, en aquella casa no comería tan mal como había
previsto. Se presentó y conoció también a Margaret (Maggie), Linda, Michelle y
Martha, las cuatro hermanas de mayor a menor. Conectó bien con Pam y Fred,
seguramente porque se dieron cuenta de que se entendía bien con sus hijos. Les
notó un poco sorprendidos de que no hubiera hecho preguntas por el número de
hijos que tenían, y aún más cuando le oyeron decir que si ellos lo habían
querido así, seguro que sería una gran felicidad tener cinco chavales en casa.
Como estaba cansado por el
largo viaje, se fue a su habitación y quedó para desayunar al día siguiente a
las siete y media, que sería la hora habitual de lunes a viernes, ya que a las
ocho y media tenía que llegar a la escuela y no quería retrasarse.
Por la mañana, a las siete
y media en punto bajó y comprobó la algarabía que los cinco hijos de Pam y
Fred, dos adolescentes, Maggie y Linda, y el resto niños todavía, montaban en
cada comida. Pam le preguntó si le importaba llevar a la escuela en su coche a
una estudiante francesa que vivía con la familia de al lado, ya que si lo hacía
se ahorraría mucho tiempo y algún dinero. Miguel le dijo que sí, que encantado,
y Pam se fue corriendo a casa de la vecina para decírselo antes de que la
francesa se fuera para ir en transporte público.
Cuando Miguel vio a Patricia,
se encontró con una muchacha guapísima y más o menos de su edad que, por si
fuera poco, se dirigió a él en un español más que correcto, aunque aderezado con
un suave acento francés.
Se atrevió a responderle en francés y ella sonrió y le
dijo:
- ¡Vaya! un español joven que sabe francés. ¿No
es eso poco común ahora?
- Según me ha contado mi padre –respondió
Miguel- cuando él estudiaba la mayoría elegía el francés como lengua
extranjera, pero ahora todo el mundo estudia inglés y la segunda lengua no es
obligatoria, aunque yo elegí hacerla y que fuera el francés.
Se
montaron en el coche y ella le fue guiando, aunque también tenía la ayuda del
GPS. Le recomendó donde aparcar y, como iban con tiempo, no tuvo ningún
problema para hacerlo bastante cerca. Patricia le enseñó la escuela y le indicó
donde estaba el salón de actos y le adelantó el show que haría el director para
que memorizaran el teléfono de la escuela, por si algún niño tenía algún
problema. Quedaron en donde estaba el coche aparcado para volver a casa a comer
y Miguel estuvo encantado por la oferta que le hizo de ir y volver siempre
juntos, incluidas las salidas nocturnas, éstas últimas salvo que, algún día, alguno
de los dos avisara al otro de lo contrario.
El
show del director le pareció un tanto estrafalario y después de una hora de
rollo, se fue a la clase que le habían asignado para hacer una prueba de nivel,
según habían dicho. La prueba era super sencilla y luego pudo comprobar que era
un paripé, porque en realidad la distribución la hacían por edades. Por la tarde
se encontró con que estaba en la misma clase que Patricia, cosa que a ella no
le extrañó nada, porque la mayoría de los alumnos no estaban apuntados a las
clases de la tarde y todos los que habían contratado el laboratorio estaban en
la misma clase. Patricia le hizo una seña para que se sentara a su lado y
Miguel aceptó encantado.
Cuando
salieron de clase, Patricia le preguntó qué le había parecido la escuela y
Miguel le dijo lo que pensaba que, básicamente, era lo mismo que opinaba
Patricia. Llegaron a casa y quedaron para salir sobre las siete y media, ya que
el grupo con el que iba Patricia quedaba a las ocho en The Golden Apple, una
cafetería que no estaba ni mal ni bien. Miguel le dio las gracias por acogerle
en su grupo y ella le dijo que para ella había sido una suerte su llegada, no
sólo por el coche, que le ahorraría mucho tiempo, sino especialmente porque
esperaba que le ayudara a deshacerse de un parisino que le resultaba muy
pesado.
Una
vez en The Golden Apple, el grupo entró en una larga discusión sobre donde ir,
cosa que al parecer se daba casi a diario. Al final decidieron ir a una
discoteca que aquella tarde hacía un descuento a los alumnos de la escuela y
Patricia le pidió que por nada del mundo se separara de su lado. Miguel estaba
encantado de estar con ella, pero pensó que era mejor no hacérselo notar todavía.
Una
vez en la discoteca, Miguel hizo lo que Patricia le había pedido y estaba super
atento a sus señas, para hacer juntos lo que ella quisiera, bailar, sentarse y
charlar o ir a por una bebida, cosa que también hacían juntos para evitar que
el pesado metiera baza. Sólo en una ocasión, cuando empezaron una serie de canciones
lentas, se dirigió a ella para preguntarle si quería bailar; ella le dijo que
sí y le alabó su rapidez porque Philippe, el francés pesado, ya se estaba
acercando para adelantarse. Una vez en la pista, y comprobada la cara de cabreo
del franchute, se sinceró con ella y le dijo que en realidad él no le había
visto acercarse, sino que se lo había preguntado porque tenía ganas de bailar
con ella. Patricia le sonrió y por toda respuesta se acercó un poco más a él,
gesto que no le pasó desapercibido a Philippe, que se alejó entre la gente con
cara de muy pocos amigos y ya no le volvieron a ver en toda la tarde.
A
los pocos días Patricia y Miguel ya habían tenido unas cuantas conversaciones
sobre temas muy diversos, ya que siempre estaban juntos. Se habían contado lo
que hacían cada uno, ella estudiaba derecho y todavía le faltaban dos años para
terminar, porque a pesar de su madurez era dos años más joven que Miguel, y
cuando terminara, pensaba trabajar en la empresa de su padre, una agencia
inmobiliaria que empezaba a expandir su negocio en España. De todas formas
esperaba poder hacer un master para completar su formación. Para tranquilidad
de Miguel, no tenía pareja y, aparentemente, no tenía muchas ganas de tenerla.
Le
sorprendió que Miguel, que ya había terminado la carrera, no tuviera claro que
hacer a la vuelta del verano; se interesó muy de pasada por su situación sentimental
y se creyó a medias que no tuviera pareja. Hablaron
también sobre la lengua en la que hablarían en los ratos libres y al final
decidieron que, como ya tenían bastante con la inmersión en inglés, entre ellos
hablarían en francés un día y en español al siguiente, porque de esa manera los
dos podrían mejorar la otra lengua.
Más
difícil le resultó a Miguel resolver el tema de los gastos del coche, porque
Patricia quería pagarle a toda costa por el servicio de transporte: Miguel no
quería cobrarle nada y Patricia quería pagarle lo que no pagaba por el
transporte público. Miguel le explicó que él nunca cobraba a sus amigos por
viajes que él tenía que hacer de todas formas y al final lo zanjaron aceptando
que ella pagara de vez en cuando lo que tomaran en The Golden Apple.
Cuando
Miguel llevaba una semana, Patricia le dijo que esa tarde era la despedida de
Phillipe, que por fin volvía a Paris. Hizo una pequeña fiesta de despedida a la
que invitó a Patricia pero no a Miguel, al que obviamente no podía ni ver, pero
el resultado fue que no fueron ninguno de los dos, ya que Patricia prefirió que
Miguel y ella se fueran con el resto del grupo a la discoteca. Al empezar a
bailar la primera tanda de lentas, Patricia puso algo más de distancia de lo
habitual, que era que bailaran muy abrazados, y cuando Miguel se dio cuenta de
que lo hacía a propósito, le preguntó si estaba molesta con él por algo:
- No Miguel, no estoy molesta contigo por nada.
Piensa que me he venido contigo en lugar de ir a la fiesta a la que no estabas
invitado.
- Mejor que sea así, pero me parece que hoy
prefieres que no estemos tan juntos como de costumbre al bailar, y si eso es
así será por alguna razón.
- Sí, pero el motivo no es que yo esté molesta
contigo, piensa que Phillipe ya no estará más y, por tanto, ya no hace falta
que me hagas de escudero.
- Vaya, pensaba que bailábamos así porque nos
apetecía a los dos y no sólo para alejar a ese parisino borde y pesado.
- ¿Puedo preguntarte en que te afecta a ti que
bailemos más o menos juntos?
- Ya me lo has preguntado, y la respuesta es que
me afecta no tanto por el hecho de bailar un poco más o menos juntos, como por
que eso sea un signo de que quieras que tengamos l tipo de relación más
distante.
- ¿Y qué tipo de relación hemos tenido hasta
ahora, según tú?
- La relación es entre dos, y por eso yo te
puedo hablar de la que me gustaría a mí que tengamos en el futuro. Ten en
cuenta que hace sólo una semana que nos conocemos, y es poco tiempo para que la
relación esté asentada.
- Y, hoy por hoy, ¿qué tipo de relación te
gustaría que tuviéramos?
- La que creo que estamos teniendo hasta ahora.
Tú me gustas mucho, tanto que creo que me estoy enamorando de ti. Como pasamos
juntos la mayor parte del día, tenemos muchas ocasiones para hablar a solas y
de esa manera nos vamos conociendo mejor. Como me gustas, me encanta bailar
contigo tan juntos como tú desees y cuando te vayas a Montpellier te echaré de
menos y procuraré que sigamos manteniendo el contacto. Si al final tus
sentimientos y los míos coinciden, entonces me gustaría mucho que fuéramos una
pareja.
- Vaya Miguel, eso es toda una declaración. ¿A
cuántas chicas les has dicho lo mismo?
- Lo mismo no se lo he dicho a ninguna, porque
con ninguna he tenido una relación como ésta pero, como te puedes imaginar,
antes me han gustado otras chicas y a algunas se lo he dicho y a otras no,
aunque por unas u otras razones nunca he llegado a tener una pareja estable
durante mucho tiempo.
- ¿Cuál crees que será mi respuesta?
- No lo sé. Me gustaría que te parezca bien lo
que te he dicho y que también estés dispuesta a permitir que nuestra relación
evolucione hacia una pareja si es que las cosas van bien. Pero si no lo deseas,
entonces yo aceptaré el tipo de relación que desees tener conmigo. Lo que estoy
seguro que no tendrás que hacer es buscarte otro muchacho que haga el papel que
yo he hecho con Philippe, porque yo no te molestaré si tu prefieres no estar
conmigo.
- Miguel, no seas tonto que yo sí que quiero
estar contigo. Voy a ser igual de sincera contigo, así que sí, tú también me
gustas y me parece bien que nos sigamos conociendo para ver hasta dónde llega
nuestra relación. Pero me temo que no deseo ir tan rápido como tú. Prefiero que
sigamos siendo amigos, lo que significa que cada uno podrá ir con otras personas
sin necesidad de contárselo al otro, si prefiere no hacerlo. Cuando cada uno
esté en su casa, yo en Montpellier y tú donde encuentres trabajo o donde sigas
estudiando, podremos seguir en contacto a través de internet, pero sin
obligaciones de frecuencias ni de horarios. Tú me contarás lo que quieras
contarme y yo, por mi parte, haré lo mismo. ¿Te parece bien?
- ¡Me parece estupendo Patricia! ¡No te puedes
imaginar lo contento que estoy!
- Entonces ¿a qué esperas para besarme?
- Ahora ya a nada, antes tenía cierto reparo en
que te molestara si lo intentaba.
II
Las
tres semanas siguientes, las últimas de la estancia de Patricia en Scarborough,
se le pasaron a Miguel en un vuelo. Estaba contento porque su relación con
Patricia iba muy bien. Algunas tardes se quedaban con las familias que les
acogían, que eran bastante amigas entre sí y un día convencieron a Miguel de
que el domingo siguiente hiciera una paella. El sábado los dos fueron a comprar
los ingredientes y Miguel tenía miedo de no encontrar un arroz adecuado, pero
tuvo suerte y encontró uno que parecía ser como el que él solía usar. Más
difícil fue encontrar aceite de oliva español y al final se decidió por uno de
marca italiana pero en cuyo envase ponía embotellado en Italia, lo que le dio
esperanzas de que en realidad fuera español.
La
paella fue un rotundo éxito. La vecina, no se sabe cómo, consiguió una paellera
bastante grande y tanto ella como Pam y por descontado Patricia, estuvieron a
su lado todo el tiempo, con la excusa de hacer de pinches pero en realidad para
intentar conocer los secretos de la paella. Miguel fue el único que pensó que
no era de las mejores que había hecho, más bien al contrario, pero como el
resto no las habían probado estaban tan contentos porque, insistían, era la
mejor que habían probado nunca. Los niños era la primera vez que la tomaban y
todos coincidieron en que Pam debería aprender a hacerla para repetirla a
menudo. Miguel dudó mucho que lo hiciera, porque el tiempo que él le había
dedicado era mucho más del que ella estaba dispuesta a emplear en hacer una
comida.
A
medida que pasaban los días, iba saliendo más el tema de cómo harían para verse
en adelante. Un día Patricia le dijo que si él quería podrían verse a su vuelta
a España porque ella estaría pasando el mes de agosto en La Escala con sus
padres. Miguel le dijo que iría encantado y Patricia le comentó que sus padres
le invitaban a pasar con ellos los días que quisiera.
Para
acabar de redondear la vuelta, Jean, un compañero belga que terminaba la
escuela el mismo día que él y que vivía al lado de la frontera con Francia, le
había propuesto compartir los gastos si podía volver con él en su coche, con lo
que ir después a La Escala no le supondría prolongar el recorrido. El único
cambio en sus planes sería, a fin de cuentas, eliminar la estancia de dos o
tres días en Londres que tenía prevista y retrasar la llegada a casa unos
cuantos días más, los que él estuviera en La Escala.
Una
vez ajustados los viajes, los dos estaban contentos porque pasarían unos días
juntos en la playa. Miguel, a la vez, estaba preocupado porque no sabía cómo se
lo tomarían los padres de Patricia. Ella intentaba tranquilizarle, porque su
padre era hijo de españoles y su madre le conocería bien antes de que llegara,
porque ella se encargaría de eso.
- Eso
sí, tendrás que hacer paella un día y otro tortilla de patata. Lo único que mi
madre pondrá en duda, hasta que lo compruebe, es que sepas cocinar, porque
siempre dice que esta generación será la que tenga el triste mérito de ser la
responsable de la desaparición de la cocina tradicional, tanto en Francia como
en España.
- Por
eso no te preocupes. Allí no habrá problema con los ingredientes y ya me dirás
(pero sólo a mí, porfa) si notas diferencia o no con la paella de Scarborough.
A partir de entonces, Patricia cambió de tema de conversación estrella, porque estaba muy interesada en el futuro profesional de Miguel.
- Miguel,
si de verdad quieres que estemos cerca, lo mejor sería que buscaras trabajo en
Barcelona. Con el TGV, o el Ave como le llamáis en España, el trayecto dura
poquísimo y nos podríamos ver prácticamente todos los fines de semana, unos en
Montpellier y otros en Barcelona.
- Patricia,
me parece muy bien lo que planteas. Espero ser capaz de encontrar un empleo en
Barcelona, pero no sé si resultará tan fácil.
- Si
tú lo deseas, ya verás como sí que será fácil.
III
El
día previsto, sobre las diez de la noche Miguel llegó al chalet de la Escala en
que estaban Patricia y sus padres, que se llamaban Antonio y Chantal.
Aunque
era un poco tarde para ellos, le esperaban para cenar, ya que el Whatsapp le
había permitido ir diciendo su situación a Patricia de vez en cuando. Lo que no
le había dicho era que había salido de Bélgica a las cinco de la mañana, para
evitar al máximo los peajes, porque estaba sin blanca.
La
cena fue muy agradable. Hablaron en francés, porque Chantal hablaba muy poco
español, pero cuando él tenía algún problema con la lengua, Patricia o su padre
le echaban un cable. Miguel se quedó un tanto cortado cuando Patricia le llevó
a la habitación que ocuparía, que no era otra que la suya. Había dos camas
separadas pero, a pesar de eso, Patricia notó que estaba muy sorprendido.
- Miguel
¿por qué te extraña tanto que compartamos la habitación?
- Patricia,
no me negarás que resulta un poco fuera de lo corriente que tú y yo compartamos
habitación en la casa de tus padres, estando ellos y sabiendo, al menos tú, que
nunca antes lo hemos hecho.
- ¿Te
da vergüenza?
- No,
Patricia. No me gustaría que mi sorpresa de lugar a ningún malentendido. De
verdad te agradezco mucho, muchísimo, la confianza que me demuestras al
ofrecérmelo, y también se lo agradezco a tus padres. Y yo estoy más que feliz de
compartir la habitación contigo, pero por favor, no te cortes ni un pelo y dime
lo que quieres que haga y también lo que no quieres que haga.
- Tú
no te preocupes por nada. Estas dos camas se pueden juntar en una, si es que
así lo queremos y mis padres estarán contentos hagamos lo que hagamos, siempre
que me vean contenta a mí.
Ésta es la primera vez que un muchacho comparte conmigo la habitación en casa, pero a decir verdad, el hecho de que lo haga creo que supondrá para mis padres más un alivio que una preocupación. Ahora, si te apetece, date una ducha para quitarte un poco el cansancio y cuando salgas yo ya estaré en mi cama. Espero que te mentas en ella para hablar un buen rato y después, cuando de verdad vayamos a dormir, creo que será mejor que te pases a la otra.
Ésta es la primera vez que un muchacho comparte conmigo la habitación en casa, pero a decir verdad, el hecho de que lo haga creo que supondrá para mis padres más un alivio que una preocupación. Ahora, si te apetece, date una ducha para quitarte un poco el cansancio y cuando salgas yo ya estaré en mi cama. Espero que te mentas en ella para hablar un buen rato y después, cuando de verdad vayamos a dormir, creo que será mejor que te pases a la otra.
Así
lo hizo Miguel, y primero hablaron un buen rato de lo que habían hecho en los
días que hacía que no se veían. Mientras, las caricias se fueron sucediendo y
terminaron haciendo el amor. Cuando por la mañana Chantal les llamó a
desayunar, todavía estaban los dos en la cama de Patricia, aunque totalmente
dormidos. Se levantaron, se rieron de ver la cama de Miguel sin deshacer y se
fueron a desayunar.
Ni Chantal ni Antonio preguntaron nada a su hija cuando
Miguel se ausentó un momento para ir al baño, porque les bastaba con ver su
cara para notar lo feliz que estaba. Antes
de ir a la playa hicieron la habitación y unieron las camas en una. Miguel no
cabía en sí de felicidad, pero no las tenía todas consigo.
- Patricia
-le dijo a su amiga- ¿puedo hacerte una pregunta?
- Claro
que puedes ¿Qué te preocupa?
- Sólo
querría saber si anoche estuviste siempre a gusto y si la respuesta es que sí,
querría preguntarte que relación nos une ahora.
- ¡Mira
que llegas a ser tonto! ¡Claro que estuve a gusto! Y la relación que nos une
ahora es precisamente la de pareja que tú me dijiste en Scarborough que te
gustaría intentar.
Se fundieron en un abrazo mientras reían felices de que las cosas les fueran tan bien. Aquella noche Miguel hizo una tortilla de patata para cenar y a los dos días preparó la paella comprometida. En la sobremesa de la paella, Patricia no perdió la ocasión de pinchar un poco a su madre para que diera su opinión.
Se fundieron en un abrazo mientras reían felices de que las cosas les fueran tan bien. Aquella noche Miguel hizo una tortilla de patata para cenar y a los dos días preparó la paella comprometida. En la sobremesa de la paella, Patricia no perdió la ocasión de pinchar un poco a su madre para que diera su opinión.
- ¿Mamá,
qué te ha parecido la paella de un joven de la nueva generación?
- Me
ha parecido estupenda. Es la mejor que he comido hasta ahora y sí, Patricia, me
temo que voy a tener que cambiar de opinión, porque si en vuestra generación
hay unos cuantos que cocinen así, la continuidad de la cocina tradicional está
garantizada. De todas formas, Miguel me parece que en el futuro te pediré que
aprendas también a hacer algunos platos de la cocina francesa –terminó mientras
reía-
En
los días siguientes, Antonio empezó a preguntar a Miguel sobre sus planes de
futuro.
- Antonio,
la verdad es que cuando me fui a Scarborough para mejorar el inglés, todavía no
tenía claro si hacer un master para completar la formación o buscar un trabajo
y aplazar unos años lo del master para sacarle más provecho cuando lo haga.
Pero ahora, después de conocer a Patricia, creo que lo mejor será que busque
trabajo, a ser posible en Barcelona, para estar más cerca de ella.
- ¿No
crees que os conocéis desde hace demasiado poco tiempo como para hacer los
planes pensando en que sois una pareja?
- Es
cierto que hace sólo un mes y medio que nos conocemos, pero hemos estado juntos
mucho tiempo, hemos hablado de todo y yo estoy convencido de que Patricia es la
mujer de mi vida, y aunque eso siempre suponga un cierto riesgo, yo quiero
hacer todo lo posible para facilitar que nuestra pareja termine siendo una
familia y que sea muy duradera.
- Y
ella ¿qué opina?
- Por
lo que me ha dicho, los dos estamos de acuerdo en todas estas cosas.
- Miguel,
quiero que sepas que Chantal y yo estamos muy contentos de que eso sea así. Si
tú eres el hombre que ella ha elegido para compartir la vida, nosotros no
tenemos nada que decir, salvo que os deseamos que seáis muy felices y, respecto
a ti, que nos gusta mucho cómo eres.
Respecto
al trabajo, te diré algo que todavía no he hablado con Patricia. Como me
imagino que sabes, estoy empezando a expandir mi negocio inmobiliario en
España, en concreto en la Costa Brava, y lo hago apoyándome en una persona que
tiene una empresa muy implantada aquí y que, por su parte también está
intentando expandirse en Francia.
Tenemos
desde hace un par de años un acuerdo de mutua colaboración que está funcionando
muy bien, y me ha comentado que está buscando una persona joven para
incrementar su plantilla. Creo que tu formación cumple los requisitos que él
desea y, si tú quieres, puedo mandarle tu curriculum. Si crees que te puede
interesar, creo que sería bueno que antes te pusiera al día de cómo funciona
este sector pero, sobre todo, lo más importante es que tú lo intentes sólo si
este sector te atrae. Yo no le diré nada a Patricia mientras tú no me digas tu
decisión y te aconsejo que tú hagas lo mismo, para que puedas tomarla con total
libertad.
Los
días fueron pasando y cada vez Antonio y Miguel pasaban más rato hablando. Una
noche Patricia, cuando ya estaban en la cama le preguntó a Miguel:
- ¿Se
puede saber que os traéis entre manos mi padre y tú? Parece que le haces más
caso a él que a mí.
- Patricia,
no pienses eso. Es verdad que hemos hablado mucho, pero estoy seguro de que
cuando sepas el motivo, estarás muy contenta.
- ¿Cuándo
me dirás el motivo? si se puede saber.
- Ahora
mismo, si me dejas que te lo explique.
- ¡Pues
claro que te dejo! ¡No ves que lo estoy deseando!
Miguel
le contó la idea de su padre y que la inmensa mayoría del tiempo que habían
conversado, lo habían empleado en hablar del sector. La verdad es que su padre
se lo había explicado de una forma que le había enganchado y, después de
pensarlo bastante, se había decidido a probar. De momento, si salía bien,
tendría la ventaja de que estarían a escasos 300 km de distancia y, además,
sinceramente pensaba que le gustaría el trabajo. Le pidió que no hablara con su
padre hasta después del desayuno, para que él pudiera decirle lo que había
decidido.
Patricia
puso algo de morros para echarle en cara que no se lo hubiera ido contando
según pasaba, pero en el fondo estaba muy contenta. Estaba segura de que su
padre conseguiría que le admitieran en la empresa de Jordi Nono, y le gustaba
mucho que los dos hubieran congeniado tan rápido. Por descontado la máxima
cercanía era una ventaja importante y, además, lo que no sabía todavía Miguel
es que ella iría de vez en cuando a la empresa de Nono como enlace entre su
empresa y la de su padre.
Al
final se acurrucó a su lado y le fue haciendo caricias hasta que acabaron
haciendo el amor, como todas las noches.
A
la mañana siguiente Miguel le contó a Antonio su decisión, le pasó su CV, que
pudo rescatar desde su cuenta de correo, una vez puesto al día con el curso de
inglés y el certificado de aprovechamiento de la International Scarborough
School y, por consejo de Antonio escribió una carta de puño y letra, dirigida
al señor Nono, en la que se presentaba y explicaba su interés por el sector y por
trabajar en su empresa.
Poco
después Patricia se llevó a su padre a dar un paseo y ambos volvieron al cabo
de unos minutos con cara de satisfacción, y Patricia le dijo a Miguel que la
playa les esperaba y que él ya estaba tardando.
IV
A
finales de Septiembre Miguel se trasladó a Figueras porque el 1 de octubre
empezaría a trabajar en Fincas Nono. Le trataron bien a su llegada y le
propusieron que alquilara un apartamento por el que pagaría el precio de
mercado, pero que tenía la ventaja de estar bien equipado y mejor situado.
Tal
y como había planeado la joven pareja, a partir de entonces empezaron a pasar
juntos todos los fines de semana. Cuando era en Montpellier, Miguel iba a casa
de Patricia y cuando tocaba Figueras, ella se quedaba en su apartamento. Miguel
trabajaba mucho y aprendía rápido, motivo por el que pronto le fueron ampliando
las áreas de actividad. Nadie en la empresa entendía por qué razón le habían elegido
a él entre todos los candidatos, ya que había habido muchos con una formación
similar y, mira por donde, habían ido a escoger al único forastero. Pero a
medida que iban pasando las semanas, iban desapareciendo las dudas sobre el
acierto de la elección. Además, cuando acabaron por enterarse de que su novia
vivía en Montpellier, ya que, semana sí semana no, les veían juntos por la
calle, entendieron por qué razón él había querido trabajar en Figueras.
El
bombazo sonó cuando, ya cerca de Navidad, un lunes apareció Patricia en la
empresa. Casi todos la habían visto de vez en cuando con Miguel durante los
fines de semana, e incluso algunos habían hablado con ella alguna vez, pero
nadie sabía que era la hija del colaborador francés del señor Nono. De hecho
Miguel se enteró de lo que iba a pasar el viernes anterior, cuando Patricia
apareció con una maleta más grande de lo habitual y le explicó que era porque pasaría
allí toda la semana.
No
todos los compañeros de Miguel se lo tomaron bien, más bien al contrario. Él se
lo explicó a quien quiso escucharle, pero no pocos le pusieron la etiqueta de
enchufado. De todas formas, como Miguel no asistió a ninguna de las reuniones
en que participó Patricia y siguió haciendo su trabajo habitual, se fueron
dando cuenta de que su papel seguía siendo el del último que había entrado en
la empresa. Ni siquiera Patricia y Miguel comían juntos ni salían a la misma
hora, ni tampoco les vieron juntos por la calle, porque el poco tiempo libre
que les quedaba lo pasaban en casa.
El
sábado siguiente, Patricia invitó a los que eran más o menos de su edad y le
habían caído mejor, a cenar en casa de
Miguel y fue un acierto porque fueron casi todos los invitados y lo pasaron
bien. No se habló para nada del trabajo y el ambiente fue muy agradable, motivo
por el que al lunes siguiente Miguel no tuvo que soportar apenas malas caras. A
partir de entonces, cada dos meses Patricia pasaba una semana trabajando en
Figueras y todo el mundo pudo comprobar que el trabajo de Miguel seguía
evolucionando sin la menor muestra de favoritismo.
El
tiempo fue pasando y Miguel siguió trabajando en distintos puestos de base. A
él no se le escapaba que el señor Nono le estaba haciendo el favor de que
pudiera aprender cómo funcionaba todo en cada uno de los distintos
departamentos, sabiendo, como seguro que sabía, que más bien antes que después
él se iría a trabajar a la empresa de Antonio López. Por descontado en
Montpellier estaba sucediendo una cosa paralela y eso era así porque los dueños
de las dos empresas pensaban que salían ganando en conjunto.
En
verano, Patricia pasaba julio y agosto en el chalet de sus padres, aunque su
padre pasaba cuatro días en Montpellier y tres en La Escala y Chantal prefería
quedarse en la playa con su hija. Miguel iba cuando quería a pasar la noche con
Patricia que, por su parte, también se acercaba a Figueras de vez en cuando. La
pareja estaba feliz, más en verano que durante el curso, y ya nadie tenía
ninguna duda de que eran una pareja muy
estable.
Al
terminar el curso siguiente, Patricia terminó la carrera y decidió que valía la
pena continuar los estudios y las prácticas para consolidar su derecho a
ejercer ante los tribunales franceses. Esta decisión retrasó su traslado a
España, que se produjo una vez logrado su objetivo y, a la vez, Miguel se cambió
de una empresa a otra. Se inició una rápida expansión de la empresa Inmobiliaria
Francoespañola y la pareja empezó también su vida en común de forma continuada.
Pocos
años después llegaron los hijos, tres en total en un plazo de siete años, y la
pareja siguió feliz, trabajando mucho y con unos resultados empresariales más
que buenos. La pareja se fue haciendo cargo también del negocio en Francia,
aunque lo hicieron poco a poco ya que Antonio seguía manteniendo una actividad
relevante y ellos no quería forzarle a que la dejara en contra de sus deseos. Todos
ellos soñaban con que la siguiente generación continuara con la empresa, pero
sus hijos eran todavía demasiado jóvenes y no se habían decantado por lo que
deseaban estudiar.
Cuando
murieron los padres de Patricia, la pareja ya no era joven y se encontraron con
la disyuntiva de qué hacer con las empresas. Ninguno de sus hijos habían
querido continuar la empresa familiar y Patricia y Miguel decidieron venderla
cuando recibieron una oferta interesante desde el punto de vista económico.
Continuaron trabajando en la empresa durante dos años, como habían acordado con
los compradores, y pasado ese tiempo decidieron retirarse y disfrutar de la
vida viajando por todo el mundo, ya que su situación económica se lo permitía.
La
vida continuó y sus hijos les hicieron abuelos. Tuvieron siete nietos en total.
Uno de ellos, que también se llamaba Miguel y era bastante movidito, tuvo que
escuchar una reprimenda de su abuelo porque le había pillado provocando una
pelea con su hermano mayor. Como solía hacer en esos casos, el niño se refugió
en las faldas de Patricia y cuando esta le recriminó dulcemente y le recomendó
que no se peleara nunca con su hermano, se le ocurrió responderle de una forma que
sorprendió a Patricia:
- Claro,
abuela, a ti te resulta fácil decir que no me pelee con mi hermano, porque como
tú eres hija única nunca te has podido pelear con un hermano. Pero dime, ¿acaso
no te has peleado nunca con el abuelo, con lo regañón que es?
- Pues
no, Miguel, tu abuelo, que no es nada regañón a pesar de que tú lo digas, y yo
nunca nos hemos peleado ¿No nos ves lo felices que estamos juntos?
- Sí,
se os ve siempre contentos, pero yo pensaba que era porque habíamos venido a
veros.
- Cariño,
esa es otra razón muy importante para que estemos tan felices, así que no dejes
nunca de hacerlo y, ahora, ven que te voy a dar unos cuantos achuchones.
- ¡Eso,
eso abuela! ¡unos cuantos achuchones de los que tanto me gustan! ¿Le dirás al
abuelo que me perdone?
- No
hace falta que se lo diga porque seguro que ya te ha perdonado. ¿Y tú, harás
feliz a la abuela no peleándote más con tu hermano?
- Sí
abuela ¡Por lo menos lo intentaré!