Quizás los dos únicos
aspectos que comparta la mayor parte de la gente, una vez que se aclare la
situación en Cataluña, serán la pena y la frustración. La pena por la cantidad
de daños que sufriremos la mayor parte de nosotros, y la frustración porque
casi todos quedaremos descontentos por el resultado de la pésima gestión de los
políticos.
Intentaré reflexionar
sobre algunos aspectos, los que considero más relevantes, incluyendo las
opiniones de las dos partes. No me situaré en una posición de equidistancia, porque
soy partidario de la democracia y por tanto del cumplimiento de la legislación
vigente en los países democráticos, pero sí que intentaré ponerme en el lugar
de aquellos independentistas que también son demócratas, que creo que son
muchos más que aquellos para los que la democracia es prescindible si se opone
a sus intereses, que son los que tratan de imponer una dictadura
hipernacionalista.
Penas
Pena por la fractura
social.- Pena que será mucho mayor para los habitantes de
Cataluña, porque la sufren de forma más intensa, directa e indirectamente y a
diario, en su propia persona y en la de sus próximos. Una fractura que llega a
la marginación social, en todos los ámbitos, de las personas que si no aceptan esos
criterios por convicción, al menos no aparentan aceptarlos. En no pocos
círculos muy próximos, como familias y núcleos de amigos, se ha impuesto el
tabú de no hablar del asunto, salvo cuando todos los presentes piensan en el
mismo sentido, como única manera de evitar las rupturas afectivas que nadie, o
casi nadie, desea. En el ámbito educativo, incluida la educación primaria,
comienza a establecerse el acoso a causa del no independentismo, con la
terrible novedad de que se incorporan como acosadores algunos profesores y de
que en no pocos casos las direcciones de los centros prefieren mirar para otro
lado o incluso acusar a las víctimas de mentir, sin antes haberlas tan siquiera
escuchado. No somos pocos los habitantes de otras zonas de España que también
sentimos pena por la fractura social que supone la aplicación de prejuicios
desfavorables a la generalidad de los habitantes de Cataluña por parte de los vecinos
de otros lugares y viceversa.
Pena por el deterioro de
la economía.- Pena que también será más acusada para
los catalanes, aunque la mayoría de ellos no se lo esperaran hasta hace muy
pocos días, porque la propaganda oficial lo negaba rotundamente y había
impuesto el criterio de que no habría consecuencias negativas. Desgraciadamente
ya son muchos los residentes catalanes que empiezan a temer por su puesto de
trabajo o por su negocio, y mucho me temo que esta situación seguirá empeorando
en los próximos meses. Pena menos acusada en los residentes en el resto de
España, seguramente porque también piensan que a ellos apenas les afectará
negativamente; pero la realidad será implacable y dentro de no mucho tiempo
todos sabremos que el deterioro de la economía también se ha extendido al resto
de España, aunque no sea tan profundo como en Cataluña. No es cierto que lo que
unos pierdan lo ganen otros; en este caso, la realidad será que perderemos
todos, unos más y otros menos, en realidad casi todos porque, para variar,
habrá una pequeñísima minoría que se beneficiará económicamente de la
situación.
Pena por el deterioro de
las libertades.- Esta pérdida se producirá en todos los
casos, sea cual sea la solución política que al final se aplique, aunque la
pérdida de libertades sería mucho mayor en Cataluña si triunfara la
independencia, porque el riesgo de que el nuevo régimen no cumpla los mínimos
de una democracia medianamente aceptable es muy elevado, dado el criterio de
los promotores actuales de que la ley no les afecta a ellos ya que en cada
momento pueden decidir incumplir impunemente cualquier ley, si no les gusta en
ese instante o en ese caso concreto. Pero no será nada sorprendente que en el
resto de España también se aproveche la situación para dar una nueva vuelta de
tuerca y reducir una vez más las ya mermadas libertades de los ciudadanos de a
pie.
Frustraciones
Frustración por el fracaso
político.- Para los independentistas supondrá una enorme
frustración el previsible fracaso del "procés" y sea cual sea la
solución, o no solución, política que se adopte, será una frustración que
durará décadas, probablemente hasta el próximo intento que, previsiblemente,
sucederá en la segunda mitad de este siglo. En el caso de que el intento actual
triunfara, la frustración desaparecería para ellos durante unas pocas semanas,
quizás algunos meses; el tiempo necesario para que tomen conciencia de los
gravísimos daños sociales y económicos que se estarán produciendo.
Frustración por el
deterioro de la economía.- También en este aspecto la
frustración muy probablemente será mayor para los habitantes de Cataluña,
incluso en el caso de que el intento fracase. Frustración que para no pocos de
los partidarios de la independencia se verá acusada por la falta de beneficios
en forma de privilegios, a cambio de la paz social durante unos pocos años (aquellos
que están convencidos de que, en caso de fracaso del intento, Cataluña
conseguirá un trato de favor respecto al resto de comunidades del régimen común,
tanto en materia de financiación como de nuevos privilegios políticos).
En caso de éxito del
intento, la frustración por este motivo será aún mayor y se producirá aún antes,
porque la salida inmediata de la UE supondrá una tremenda caída de las ventas
al resto de España, a los otros países de la UE y también a los países terceros
con los que la UE tiene acuerdos de reducción arancelaria. Por si fuera poco,
la caída de renta que se derivará del éxito de la independencia, llevará
también a una caída relevante de las ventas en Cataluña.
En el resto de España,
también se producirá una caída de la actividad económica, aunque de menor
intensidad. A pesar de lo que muchos anticatalanes desearían, la caída será más
acusada en caso de éxito del intento, porque la economía catalana se deteriorará
más intensamente. En realidad, guste o no guste, este proceso es
desgraciadamente un proceso del tipo "Todos pierden" o mejor dicho
"todos perdemos"
Frustración por el
deterioro de los servicios sociales.- Como ya sabemos por todas las crisis
anteriores, los servicios sociales pueden mejorar, aunque no necesariamente lo
hagan, cuando la economía va bien, pero en caso de que vaya mal, siempre se
deterioran y en caso de recesión, como muy probablemente pasará en Cataluña, el
deterioro es aún mayor.
Dificultad
casi insuperable de encontrar una solución política, fruto de un diálogo
constructivo y generoso por ambas partes.
La postura políticamente
correcta consiste en apelar al diálogo político como única forma de encontrar
una solución aceptable para la mayoría. Los más atrevidos añaden que en todo
diálogo constructivo ambas partes deben estar dispuestas a ceder algo.
La enorme dificultad está
en que cada una de las partes tiene muy claras sus líneas rojas, a las que no
están dispuestas a renunciar.
Por parte de los
independentistas la principal línea roja es la de obtener la independencia a
través de una votación que se produzca cuanto antes mejor y en la que no
pudieran participar el resto de los españoles.
Por parte de los
unionistas la principal línea roja es la exigencia del cumplimiento de la ley,
que exigiría una reforma constitucional de amplio calado que incluyera la
renuncia al concepto de que la soberanía nacional reside en el conjunto de los
españoles para que esa votación se pudiera llevar a cabo.
Por si fuera poco complejo
que se acuerde entre los principales partidos políticos una reforma de ese
tipo, al final del proceso de reforma constitucional, ésta tendría que
aprobarse por referéndum vinculante, entre todos los españoles.
Tampoco sería fácil una salida
de pasteleo, en la que se le diera a Cataluña toda una serie de privilegios
blindados, tanto de tipo económico como político, a los que no tendrían derecho
el resto de comunidades de régimen común, pasteleo que, en caso de que se diera,
no supondría para los independentistas más que una nueva etapa de "hoy
paciencia para tener mañana la independencia"
Si finalmente se aplica el
artículo 155 en los términos aprobados por el Consejo de Ministros del 21 de
octubre de 2017, lo más probable es que el problema de legalidad quede
razonablemente solucionado tras las elecciones autonómicas previstas en un
plazo más breve que largo, pero el descontento de la población catalana, y por
tanto su frustración, quedará anclada durante varias décadas.
Selección
de "perlas falsas" de los argumentarios de este proceso
Una Cataluña independiente
no es viable económicamente.- Falso de toda falsedad. Una
Cataluña independiente sería sin ninguna duda viable y si fuera miembro de la
UE sería una economía con una renta superior a la media de la Unión. Sin
embargo una Cataluña fuera de la UE, siendo económicamente viable, tendría una
renta muy inferior durante unas cuantas décadas.
Una Cataluña independiente
dispondría de más recursos públicos.-
Falso de toda falsedad.
Esta afirmación se basa en la hipótesis de que una Cataluña independiente
tendría al menos el mismo PIB que ahora y que en consecuencia, si se mantuviera
el mismo esfuerzo fiscal, también dispondría del dinero que ahora termina en
otras comunidades autónomas.
Pero la caída del PIB
reducirá los ingresos de impuestos y la realidad se encargará de poner en su
lugar la magnitud real del mal llamado "déficit fiscal"
Una Cataluña independiente
tendría mejores servicios sociales.-
Falso de toda falsedad.
Los servicios sociales de una Cataluña independiente, como los de cualquier
país, sólo podrían mejorar si mejorara la economía, pero si la economía se
deteriorase, como ocurriría en caso de éxito, los servicios sociales se
deteriorarían.
Una Cataluña
independiente, en caso de separación unilateral, tendría una situación
patrimonial mucho más saneada.-
Falso de toda falsedad. Esta
hipótesis se basa en la hipótesis de que en caso de separación unilateral,
Cataluña se quedaría con todos los activos, pero no aceptaría ninguno de los
pasivos. El problema está en que un país nuevo, que nazca por segregación
forzada de un país anterior, sólo puede aspirar a ser reconocido
internacionalmente si acepta quedarse tanto los activos como los pasivos que
territorialmente le correspondan.
Una Cataluña independiente
tendría una capacidad mucho mayor de pagar pensiones más altas.-
Falso de toda falsedad. La capacidad de pagar mejores pensiones no depende de
tener un mayor PIB por persona, sino de la relación entre ingresos por
cotizaciones sociales y pagos de pensiones contributivas y la realidad es que
Cataluña, como también pasa en la actualidad en Madrid o el País Vasco, tiene
una diferencia negativa de mayor cuantía entre los ingresos por cotizaciones
sociales y los pagos de pensiones contributivas que el déficit del conjunto de
España.