I
Matilde llevaba dos días pensando
que hacer. A sus treinta y cinco años había visto como todo se hundía a su
alrededor. Hacía dos años que se había divorciado, se había quedado con los dos
hijos, Ramón que entonces tenía tres años y Carol que acababa de cumplir uno,
pero también con la hipoteca del piso de ochocientos euros al mes y una pensión
de alimentos por parte de su ex de tan solo quinientos euros, porque aunque él ganaba
mucho más de lo que declaraba, lo tenía bien montado y no había manera de
demostrar que sus ingresos anuales fueran mayores de 15000 euros.
Y el viernes había recibido la
carta de despido de Obras civiles S.A. en la que con muy mala baba le
comunicaban el despido por su manifiesta deslealtad con la empresa, aunque en
el párrafo siguiente reconocieran que era un despido improcedente, y le
adjuntaban un cheque por 30000 euros, un importe algo superior a la
indemnización máxima que podría conseguir en los tribunales.
¿Cómo podría hacer frente a los
gastos de la familia? Sólo había una manera, que era encontrar un trabajo en el
que como poco le pagaran 2500 euros netos al mes, cosa prácticamente imposible
para una mujer divorciada con dos críos y que había sido despedida por supuesta
deslealtad.
Después de dar muchas vueltas a la
cabeza, de haber llamado a todos sus contactos profesionales, que en el mejor
de los casos le habían deseado suerte, de haber dicho que no a no pocas
propuestas de ayuda acompañada de una relación sentimental y de haber llorado
todo el tiempo en que sus hijos dormían, de forma casi mecánica llamó a Carlos,
su amigo desde preescolar, que era el único apoyo con el que estaba segura de
poder contar:
- ¡Hola Mati! ¡Qué alegría escucharte! ¿Sabes
que ha vuelto a funcionar la telepatía entre nosotros? Pues sí, aunque no te lo
creas, de repente he sentido la necesidad imperiosa de verte y acababa de coger
el teléfono para llamarte cuando ha aparecido tu llamada en la pantalla.
- Hola Carlos, al final conseguirás que me crea
que a veces puede haber telepatía entre nosotros. Te he llamado porque yo
también necesito hablar contigo, pero te aviso que no te va a gustar nada lo
que vas a oír y que te tendrás que esmerar para consolarme porque, en pocas
palabras, me han despedido y estoy hundida.
- Mati, ¿quieres que vaya a verte ahora mismo?.
Mañana tengo que ir a Madrid de todas maneras, así que si quieres me pongo en
marcha ya, reservo el hotel y en tres o cuatro horas me tienes a tu lado.
- Sí, por favor, ven ahora si no es mucha
molestia. Pero no reserves hotel. Será mejor que te quedes a dormir en casa,
porque me temo que la charla se prolongará hasta bien entrada la madrugada.
- Pues me voy a la estación del Ave y en cuanto
esté en el tren te llamo para que me empieces a contar en detalle lo ocurrido.
Lo malo es que no sé si tendré tiempo de comprar chuches para Carol y Ramón.
- No te preocupes por eso, que ya sabes que no
soy partidaria de que coman chuches. Cuando estés en el tren dime a qué hora
llega y te pasaremos a buscar los tres a la estación de Atocha, donde siempre.
Espero tu llamada.
Matilde miró el reloj y se
imaginó que Carlos, con un poco de suerte, llegaría sobre las dos, así que,
después de preparar el desayuno, se dirigió a la habitación de sus hijos, les
levantó y les anunció la llegada del tío Carlos, que así le llamaban los niños
desde siempre, con lo que los niños se pusieron en marcha rápidamente, ansiosos
por que llegara la hora de ir a recogerle.
Echó un vistazo a la despensa y
se fue con los niños para comprar el pan y las cuatro cosas que le faltaban
para preparar la comida. Cuando llegó a casa recibió la llamada de Carlos, que
ya estaba en el tren, y que le dijo que llegaría a Madrid a las dos y diez.
Matilde le contó lo ocurrido,
había sido despedida por no acatar la orden de cambiar unas páginas de una
oferta que era, según le había dicho su jefe directo "la que la empresa había decidido que tenía que ganar" y
que ya se podía dar con un canto en los dientes porque hubieran aceptado
cambiar los aspectos técnicos que "a
pesar de ser insignificantes, era discutible si cumplían o no lo establecido en
el pliego de condiciones" aspectos técnicos "que no se sabía por qué razón ni quién los había incluido",
porque según él, que era quien en realidad los había puesto, y con razón, "era muy discutible que fueran
necesarios o convenientes".
Carlos, que por suerte para
Matilde era un excelente abogado penalista, le dijo que era mejor que lo
hablaran en su casa y que preparara todo lo que tuviera que pudiera justificar
lo ocurrido. Matilde, que esperaba que su amigo la escuchara durante todo el
viaje, temió por un instante que también él la dejara en la estacada.
Cuando llegó la hora, se fueron los
tres a la estación, aunque se quedaron, como de costumbre, aparcados en la
calle Méndez Álvaro, cerca de la salida de peatones que tiene en ella la
estación. A las dos y veinte Carlos entraba en el coche y tras las carantoñas
habituales a los niños se pusieron en marcha hacia el piso que Matilde tenía en
Majadahonda.
Al llegar comieron, porque aunque
los niños estaban muertos de hambre habían preferido, como siempre, esperar
para poder comer con el tío Carlos, que no entendían por qué razón tenía que
vivir en Málaga que estaba tan lejos. Después de comer y de jugar un rato, los
niños se quedaron dormidos y Matilde le pudo explicar con todo detalle lo
sucedido.
Después de contarle lo pasado, no
pudo evitar echarse a llorar como una Magdalena, situación que ya había vivido
Carlos en no pocas ocasiones, especialmente cada vez que ella había tenido un
percance amoroso. También le expresó sus temores por la situación económica, ya
que con el paro y la pensión de alimentos apenas le daba para pagar la
hipoteca, los gastos del piso y la compra de alimentos, y se temía que en pocos
meses se gastaría en el resto de las cosas la indemnización recibida.
Carlos hizo una llamada a José
Luis, el colega laboralista y amigo con el que solía trabajar, y éste le dio
unas pautas preliminares de actuación. Por suerte Matilde aún no había
ingresado el cheque recibido, ya que se lo dieron el viernes a las tres menos
cuarto de la tarde, lo que facilitaría su depósito en el juzgado laboral, ya
que, en principio, había motivos para solicitar la nulidad del despido con
bastantes posibilidades de ganar el proceso.
Así que Matilde no podría contar
a corto plazo con la indemnización, pero su cara de susto cambió cuando Carlos
le dijo que no se preocupara por los aspectos económicos. Lo malo fue que la
cara de susto volvió a aparecer, más intensa aún, cuando le dijo que tenía que
cambiar de residencia inmediatamente, porque además del conflicto laboral
debería interponer una demanda penal por los delitos de corrupción,
malversación de fondos y estafa en que habían incurrido las personas implicadas
en el intento de cambio de papeles en la oferta.
- Lo más conveniente para ti es venirte a vivir
con los niños a mi apartamento de la playa, alquilar tu piso lo antes que
puedas y dejar de utilizar tu tarjeta de crédito y tu teléfono móvil, y también
tu cuenta corriente, excepto para recibir los ingresos oficiales y para pagar
los recibos domiciliados. Y sobre todo, ni se te ocurra decirle a nadie donde
estáis. Ya sé que te parecerán precauciones exageradas, pero no sabemos quienes
pueden estar detrás de todo el embrollo ni los medios que podrían tener para
amargarte la existencia.
- Pero Carlos, ¿qué voy a hacer con los niños y
cómo voy a estar disponible si me llaman desde la oficina de empleo?
- No te preocupes por eso. Te vienes con los
niños en cuanto Ramón acabe el curso y en cuanto al paro, yo te acompañaré
cuando vayas a solicitar la prestación y espero poder arreglarlo. Pero tienes
que tener en cuenta que vas a desaparecer durante una temporada y te vas a
tener que fiar de mí a ojos cerrados, pero ya verás como al final todo saldrá
bien y estoy seguro de que cuando vuelvas a sonreír, porque todo esté
arreglado, me dirás que he sido un exagerado con tantas precauciones.
- Y la parte económica ¿cómo la resolveré?
- Muy sencillo, como te he dicho lo primero que
tienes que hacer es alquilar el piso, de manera que cubra al menos la hipoteca
y si puede ser un poco más, mejor. Con eso ya tendrás para dar la apariencia de
que puedes hacer frente a todo y si te falta algo, ya sabes dónde estoy. Por
descontado mientras estéis en casa todos los gastos corrientes corren de mi
cuenta y cuando avance el verano, ya pensaremos a que cole mandarás a Ramón el
próximo curso.
- ¿De verdad será todo tan fácil?
- No, no será tan fácil, pero si lo hacemos bien
conseguiremos más de lo que te puedas imaginar ahora.
Pasaron el resto de la tarde
analizando toda la documentación que Matilde tenía respecto al asunto de la
oferta y al despido y Carlos fue preparando un dossier digital con todo lo que
le pareció relevante, correos electrónicos, documentos de la oferta y papeles
recibidos. Volvió a hablar con su colega José Luis, para elegir los documentos
que el consideraba oportuno emplear en la demanda laboral y después de haber
hecho cuatro copias electrónicas de toda la documentación, se dedicó a
formatear repetidamente el disco duro del ordenador portátil que Matilde usaba
para su trabajo que, por fortuna, era de su propiedad y al que no se conformó
con formatear una vez, sino que lo hizo varias, volviendo a cargar previamente
los programas habituales, usando para ello el disco espejo de la configuración
inicial al que añadió toda la información estrictamente personal que quedaría
definitivamente en el ordenador. Una vez que le pareció que sería difícil que
pudieran rescatar los archivos grabados, borrados y formateados, dejó el
ordenador listo para el uso personal de su amiga y para que fuera investigado,
si es que alguien lo solicitaba. Usó el ordenador para acceder a la cuenta de
correo de la empresa y fue leyendo los archivos más relevantes que le
interesaba que pudieran ser rescatados posteriormente en el proceso entre los
que, desde luego, estaban todos los que había incluido en el dossier digital,
ya que Matilde tenía autorización para acceder a su correo profesional desde su
portátil y él creía que podría ser útil en algún momento.
Mientras, Matilde estaba con los
niños y Carlos se unió a ellos para la merienda-cena. Una vez que se fueron a
dormir, terminó lo que le quedaba por hacer y se fue a charlar con su amiga de
otras cosas. Ella estaba sorprendida de la actividad que continuaba haciendo y
no entendía el motivo de tantos formateos e instalaciones que en cuanto
terminaban y funcionaban, él volvía a formatear de nuevo, pero por primera vez
desde el despido se sintió tranquila y convencida de que estaba en buenas
manos.
Más o menos a la una, Carlos le
dijo que creía que ya era hora de ir a dormir y que seguramente se tendría que
quedar alguna noche más para poder dejar todo listo para las demandas. Matilde
le dijo que se quedara en su casa y el volvió a sacar el eterno tema de la
supuesta pareja:
- Vale Mati, me quedaré con vosotros pero, para
variar, te tendrás que encargar tú de mantener ante los compis, la próxima vez
que nos veamos, que no somos una pareja.
II
Al día siguiente, poco antes de
la hora de comer Carlos llamó a Matilde para decirle que por la tarde tenía que
ir al notario para hacer varias escrituras: poderes para los dos pleitos, el
laboral y el penal, para la procuradora y para los abogados (José Luis para el
laboral y él mismo para el penal) y otra escritura de depósito de una de las
copias digitales, para su posterior remisión a los tribunales en caso
necesario.
Cuando estaban juntos en la
notaría, Carlos le explicó que al día siguiente, martes, si le daba tiempo,
pondría la demanda penal y que en cuanto se supiera en que juzgado se
tramitaría, se pondría la laboral, ya que en ella se haría mención especial a
la penal.
También le preguntó que cuando
acababa el curso Ramón y ella le dijo que el jueves hacían la fiesta de
despedida. Pues prepárate para irnos el viernes y no les digas nada a los
niños. Lo presentarás como una sorpresa, porque no sería bueno que lo
comentaran con nadie.
- ¿Y cómo haré para alquilar el piso si ni
siquiera tendré tiempo de recoger todas las cosas?
- De eso no te preocupes. Carmen, la secretaria
que me atiende en Madrid se encargará de todo y ya verás lo eficiente que es.
Tú solo tendrás que firmar el contrato de alquiler y después verás los ingresos
en tu cuenta.
- Carlos, ¿cómo te podré pagar todo lo que estás
haciendo por mí?
- Ya sabes que no me tienes que pagar nada. Lo
hago encantado y sólo espero volver a ver tu sonrisa dentro de no mucho tiempo.
- Mi sonrisa ya la has vuelto a ver ayer, cuando
jugábamos con los niños.
- Pero esa no es todavía tu sonrisa de verdad.
Yo entiendo que no te salga todavía, porque la verdad es que te la han hecho
muy gorda, pero será mejor que vuelva pronto, para que los niños no noten tu
preocupación.
Al día siguiente, Carlos le pasó
el borrador de demanda y le pidió que leyera muy bien todos los argumentos
expuestos en ella y que repasara que cada referencia a un documento concreto
fuera correcta. Era muy importante no dejar fisuras a las que se pudiera
agarrar la parte demandada, porque seguro que contratarían abogados muy buenos
y no repararían en gastos para salir bien parados.
Cuando habían revisado todos los
detalles, Matilde le dijo que estaba asombrada de lo bien que había preparado
la demanda. estaba todo expuesto con claridad, de forma muy fácil de seguir y
con los documentos de apoyo perfectamente ordenados. Carlos le dio las gracias
y le dijo que para él este caso era el más importante de su carrera:
- Y no creas, Mati, que sólo es así de
importante porque tú seas la protagonista principal, que ya sería motivo
suficiente. De verdad es un caso que si sale bien es probable que se haga
famoso y, aunque te parezca raro, si lo ganamos me dará mucho prestigio. ¡Ya lo
verás!
- ¡Ojalá tengas razón Carlos!
El jueves a primera hora presentaron
la demanda en los juzgados y por la tarde Matilde y sus hijos fueron a la
fiesta del cole de Ramón.
El viernes por la mañana
prepararon el equipaje y, antes de salir para Mijas, fueron a la oficina de
empleo a gestionar la prestación de desempleo, en la que Carlos consiguió que
además de mandar los mensajes al móvil de Matilde también lo hicieran al de
Carlos y después se fueron a la playa. Al llegar descargaron todo en el
apartamento de Carlos y se instalaron allí, poco después fueron a dejar el
coche de Matilde en una nave cerca de Málaga y volvieron con el coche de Carlos.
No sería fácil que nadie encontrara el coche de Matilde, ni tampoco que la
encontraran a ella o a sus hijos, ya que desde el momento de salir el móvil de
Matilde se dejó desmontado, con la pila separada para que no fuera posible detectar
su posición.
Unos días más tarde Carlos le dio
dos noticias a Matilde, el piso ya estaba en alquiler y, lo que era más
importante, la demanda había caído en un juzgado en el que el juez era conocido
por su nula complacencia con los delitos de corrupción.
A la semana siguiente continuaron
las buenas noticias. El piso había sido alquilado, amueblado, con lo que sólo
había que retirar los efectos personales que Carmen ya había enviado a la nave
que Carlos usaba como almacén, a la que Matilde tendría fácil acceso para coger
lo que quisiera. Además la demanda penal había sido admitida a trámite con
tiempo suficiente para incluir la admisión en la documentación de la demanda
laboral, que también había presentado ya José Luis.
No tardaron mucho en ponerse en
contacto con José Luis los abogados laboralistas de la empresa en que había
trabajado Matilde. Le hicieron la oferta de readmitirla si aceptaba retirar la
demanda de despido nulo y se retractaba de la demanda penal, lo que para él era
una buena señal, ya que nunca lo habrían hecho si no les hubiera parecido
sólida, pero obviamente declinó la oferta y les dijo que tenían una solución
fácil que era allanarse a la demanda recibida y aceptar que el despido había
sido nulo y no improcedente.
Al día siguiente, cuando Matilde
intentó entrar en su correo de la empresa para comprobar si tenía algún mensaje
de algún compañero, se dio cuenta de que ya la habían dado de baja en el mismo.
III
El juicio de la causa laboral no
fue nada mal. El juez acordó demorar la sentencia hasta que se pronunciara el
tribunal penal. Para José Luis, eso significaba que si la primera sentencia era
favorable a la demandante, el despido sería nulo, al margen de que hubiera
recurso o no y de su resultado final. En caso contrario no estaba claro lo que
pasaría, pero ella tenía poco que perder.
Sin embargo la denuncia penal era
más complicada. Como esperaba Carlos, la fiscalía pidió una investigación más
profunda que fue encargada a una unidad especializada de la Guardia Civil. Por
suerte para Matilde, los investigadores, tras tener una larga entrevista con
ella, llegaron a la conclusión de que su colaboración podía ser muy importante,
dado que conocía bien a muchos de los empleados, tanto a los que pudieran estar
involucrados como a los que no. Entendieron perfectamente los motivos de su
"desaparición" y se comprometieron a no dar ninguna pista sobre su
paradero y, gracias a sus informaciones, pudieron avanzar muy rápido.
Desde luego había sido muy útil
la fotocopia que había hecho de una página olvidada por su jefe en la
fotocopiadora, durante la hora de una comida, un par de días después de la
primera conversación en la que le pidió que diera el cambiazo a la oferta.
Cuando antes de irse a comer Matilde fue a hacer unas fotocopias, se encontró
con que había un atasco. Vio que la hoja responsable era una página con unos
cuantos números de cuenta bancaria, cada una precedida de unas iniciales,
algunas de las cuales podrían referirse a personas de las direcciones de
Ingeniería y de Construcción, otras a algunos directivos de otras áreas y le
entró la sospecha de que pudieran ser cuentas a las que fuera a parar dinero
pagado por algunas empresas contratistas. Hizo una fotocopia de la página con
los números, después las suyas y finalmente colocó la página en la fotocopiadora,
poco más o menos como se la había encontrado.
Se llevó todo al coche, se fue a
comer y después pasó por su casa para dejar allí la página antes de volver al
trabajo. Al llegar notó que había pasado algo raro y esperó a escuchar los
comentarios en la máquina del café. Efectivamente, la gente estaba extrañada de
que su jefe hubiera vuelto de comer mucho antes de lo habitual y que hubiera
ido directamente a la fotocopiadora antes de ir a su despacho. Nadie supo
explicar lo ocurrido, pero las que le habían visto entrar decían que parecía
nervioso, aunque cuando volvió de la fotocopiadora ya parecía más tranquilo.
Al final alguien dio una posible
explicación un poco chusca, atribuyendo el episodio a alguna bronca que habría
recibido de su mujer mientras comían y que él habría finalizado volviendo al
trabajo de forma precipitada, como si tuviera alguna cosa muy importante que
resolver.
Esta página resultó de gran
utilidad a los inspectores, ya que efectivamente eran números de cuentas
bancarias (era obvio porque tenían o 20 o 24 dígitos y las de 24 empezaban por
dos letras, casi siempre ES) que, gracias a las iniciales, pudieron conectar a
los titulares con los empleados a los que servían de tapadera. En algunos casos
eran los cónyuges y en otros familiares más lejanos, de sangre o políticos.
También les resultaron muy útiles las informaciones para imaginar el papel que
tenían en la red cada uno de los aparentemente implicados, ya que la pudieron ir
analizando empezando por los más débiles, que lógicamente eran los menos
implicados y, en general, los mejor dispuestos a colaborar.
Carlos pudo imaginarse el grado
de avance de la investigación, por la vía de los contactos que intentaban hacer
los abogados de la parte contraria. Llegó a tener, incluso, ofertas suculentas
de trabajo que llegaron hasta la opción de entrar en algún bufete de cierta
relevancia directamente como socio. No entendían que todo el pleito tuviera
para él como objetivo ganar una simple demanda de despido y, de forma
indirecta, intentaron sonsacarle donde estaba la denunciante que, por suerte
para los dos, nadie imaginaba que tuviera con él una relación personal.
De vez en cuando, Matilde debía
ir a Madrid y, cuando lo hacía, nunca se quedaba a dormir. Iba en el AVE, con
billete sacado en la taquilla y pagado en efectivo por una tercera persona y
cuando iba se las apañaba para conectar su teléfono el mínimo tiempo necesario
para comprobar si tenía llamadas o mensajes, y también para conectar su
ordenador y comprobar los correos de su cuenta personal.
Realmente se dio cuenta de lo
sola que estaba. Ninguno de los supuestos amigos de la profesión se había
dirigido a ella ni por teléfono ni por correo y sólo tenía mensajes del grupo
del Instituto muy de vez en cuando, que ella prefirió no responder, ya que en
la hipótesis de que pasara algo importante, Carlos se lo diría. Finalmente su
ex siguió con su práctica de no interesarse nunca por los niños, cosa que ella
agradecía enormemente en esta situación. Tampoco tuvo ni un solo mensaje de la
Oficina de empleo, cosa que tampoco le molestaba en absoluto.
Cuando llegó el mes de septiembre
se tuvo que plantear donde vivir y donde llevar a los niños al cole. Lo habló
con Carlos y llegaron a la conclusión de que lo mejor era quedarse donde
estaba, aunque Carlos se iría a su piso de Málaga como de costumbre. Él se
encargó de que aceptaran a Ramón y a Carla en la escuela pública más cercana sin
necesidad de que se empadronaran ni ella ni los niños, ya que había plazas de sobras.
El proceso penal, por muy rápida
que fuera la instrucción, llevaría su tiempo y ella estaba preocupada por lo
que pasaría cuando se le acabara el paro. Carlos le dijo que no se preocupara,
porque cuando eso ocurriera, lo mejor sería que ella se pusiera como autónoma y
realizara una actividad moderada, pero suficiente para justificar el estar de
alta. De esta manera ella y sus hijos mantendrían la atención sanitaria y no
tendría que saberse donde realizaba su trabajo.
En
octubre, cuando terminó una de las sesiones con los inspectores, uno de ellos,
apellidado Gutiérrez, que era el que le había realizado las primeras
entrevistas que habían incluido el análisis detallado de su situación personal
y familiar, le dijo que en breve tendría una buena noticia por parte de su ex:
- Yo no la he dicho nada, ni volveré a comentarle
nada de esto, pero cuando reciba la noticia de que su ex se ha vuelto mucho más
generoso respecto a los hijos que ha tenido con usted, quiero sepa que la única
razón es que se ha comprometido a tratarles, en los aspectos económicos, igual
que trata a la hija que hace poco ha tenido con su pareja actual.
Una semana después comprobó que
la transferencia de su ex había pasado ese mes de 500 euros a 2000. Se puso en
contacto con la abogada que le había llevado el asunto y ésta le dijo que no
sabía cómo ni por qué, pero había recibido una propuesta de modificación del
acuerdo de medidas en la que su ex le proponía aumentar la pensión de alimentos
de cada hijo a 1000 euros, cantidad que mantendría mientras su situación
económica, que había mejorado notablemente, se lo permitiera. Cuando pudiera debería pasarse por su
despacho para firmar el acuerdo y ella aprovechó su siguiente viaje a Madrid
para hacerlo.
IV
El tiempo fue pasando y al verano
siguiente un día se encontró en Benalmádena con Loli, una de las secretarias
que trabajaban en la Dirección de Ingeniería de Obras civiles, siempre habían
tenido buena relación y se fueron a tomar un café en una terraza. Después de
preguntarle cómo les iba y de comentar por qué estaban allí de vacaciones, Loli
le puso al día de las novedades en la empresa. Hizo hincapié, sobre todo, en
una serie de cambios que se estaban produciendo en las áreas de Proyectos y de
Construcción.
Parecía que estaban
experimentando alguna nueva técnica de reorganización que empezaba por los
puestos de menor categoría, pero siempre en el ámbito de los titulados
superiores, y que afectaba sobre todo a las personas que llevaban más años y
que hasta entonces todos habían pensado que estaban en una posición muy sólida,
porque eran muy fieles a sus jefes y que siempre estaban en las quinielas de
ascensos que nunca se llegaban a efectuar. Un buen día llegaba un nuevo
empleado, joven aunque con algunos años de experiencia, se sentaba al lado de
uno de ellos y al cabo de un mes aproximadamente ocupaba sus funciones y al
antiguo le trasladaban a un puesto de otra dirección que, curiosamente siempre
le suponía ir a trabajar a otro edificio nada cercano y en ocasiones en otra
provincia. Teóricamente no suponía ninguna rebaja pero era evidente que les
sentaba muy mal.
Loli se explayó contándole todos los casos y Matilde tomó nota
mentalmente y cuando llegó a casa escribió todos los nombres y rápidamente
llegó a la conclusión de que los trasladados o respondían a las iniciales de la
página de cuentas corrientes o eran colaboradores directos de alguien que
respondía a las mismas.
Por primera vez desde que empezó
el procedimiento, se puso en contacto con Gutiérrez por iniciativa propia y al
día siguiente tuvo una entrevista con él, caminando al borde de la playa.
- Buenos días señora Alcubierre. Supongo que hay
un motivo para esta llamada y me gustaría que me lo dijera.
- Buenos días inspector. Espero que lo que le
voy a contar le parezca suficientemente importante, aunque es posible que usted
ya lo sepa, pero he preferido avisarle por si acaso no fuera así. Ayer me
encontré casualmente en la paya con una secretaria de Obras civiles que me
contó la serie de cambios que se están produciendo en las áreas de proyectos y
construcción y me ha parecido que hay una relación muy estrecha con las
personas que podrían responder a las iniciales que acompañaban a los números de
cuenta.
- No le negaré que estoy al cabo de los cambios
organizativos, pero le agradeceré que me exponga las relaciones que usted ve.
Matilde le explicó las relaciones
que había encontrado y le entregó un esquema con las mismas. El inspector
propuso tomar algo en una terraza tranquila y aprovechó para tomar algunas
notas. Cuando hubo terminado su tarea, se despidió de Matilde:
- Muchas gracias señora. Ha hecho bien en
llamarme, porque su información me permite ampliar la valoración de los cambios
que ya conocía. Si en alguna ocasión tiene más información de este estilo, no
dude en llamarme, porque a veces algún pequeño detalle que a usted le pueda
parecer insignificante, puede permitir avances importantes en la resolución del
caso. ¿Ha habido algún cambio relevante en su situación en los últimos meses?
- Si inspector, mi situación económica ha
mejorado, porque la pensión de alimentos para mis hijos ha aumentado en 1500
euros al mes y, como se puede imaginar, ese aumento me ha permitido terminar
con las estrecheces que, muy a mi pesar, me he visto obligada a hacer
extensivas a los niños, aunque siempre haya procurado que lo notaran lo menos
posible.
- Me alegro de que eso sea así y espero que su
vida transcurra con la máxima tranquilidad. Pase usted un buen día.
- Lo mismo le deseo, inspector, y gracias
también a usted por su interés en este caso que para mí es tan importante.
- Es mi trabajo, señora, y procuro hacerlo lo
mejor posible. ¡Hasta la próxima!
V
Habían pasado más de tres meses
desde la conversación con el inspector Gutiérrez cuando un día Carlos le dijo a
Matilde que habían llegado noticias que parecían muy buenas.
- ¿cómo de buenas son esas noticias y de quien
vienen? preguntó Matilde.
- Vienen de José Luis y aunque hay que comprobar
que van en serio, son las mejores. Parece que Obras civiles se allana y acepta
la nulidad del despido.
- Y ¿eso que supone para mí?
- Supone que podrás elegir entre seguir en la
empresa, en las mismas condiciones en que estabas o irte con una indemnización
que habría que negociar, aunque como mínimo sería el cheque que recibiste y en
cualquiera de las alternativas, cobrarás todos los sueldos del tiempo
transcurrido, incluyendo todos los conceptos.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- José Luis me ha dicho que el presidente de la
empresa quiere reunirse contigo para hablar de tu posible vuelta, y da por
supuesto que, si quieres, irás acompañada de tus abogados.
- Y vosotros ¿qué opináis?
- Que debes pensarte bien lo que quieres y
aceptar la reunión. Para evitar una posible encerrona, sería mejor que al menos
José Luis te acompañara, aunque si también quieres que vaya yo, por mí
encantado.
- De acuerdo, iremos los tres y si sale bien lo
celebraremos juntos ¿no?
- Desde luego. ¿Qué día te viene bien de la
semana que viene?
- El que vosotros prefiráis.
El jueves siguiente, a las diez
de la mañana se presentaron en las oficinas de Obras civiles y la recepción fue
amistosa. El director de recursos humanos, el mismo que le dio la carta de
despido, estaba esperando en la recepción sin disimular lo más mínimo, se
acercó con su sonrisa de conejo, seguramente porque no debía ser capaz de poner
otra, e intentó recibirla con dos besos que Matilde paró a distancia, limitando
el saludo a un débil apretón de manos.
- Lo siento Matilde, entiendo que no estés muy
contenta con lo ocurrido pero espero que pronto te tengamos de vuelta y que con
el tiempo me perdones mi actitud en tu despido.
Ahora, si no les importa, les acompañaré al
despacho del presidente que les está esperando.
Mientras fueron al ascensor se
presentó a Carlos y a José Luis y les empezó a hacer la pelota comentando la
solidez de sus escritos. Cuando llegaron al despacho del presidente, éste ya
estaba en el antedespacho, esperándoles con una sonrisa bastante amigable.
Se presentó, les ofreció algo
para beber delante de su secretaria, que tomó nota, despidió al director de
recursos humanos y les acompañó al centro que tenía ofreciendo un sillón a
Matilde el sofá a los dos abogados y él se sentó en el que parecía su sillón
habitual mientras les decía:
- Muchas gracias por haber venido, es para mí un
placer tenerles aquí, especialmente a usted, Matilde, porque aunque no la
conocía personalmente y las primeras noticias que tuve de usted fueron las de
su despido, el tiempo, y también las diligencias de la policía judicial, me han
permitido hacerme una idea de lo mucho que usted vale como profesional y de su
total integridad moral.
Por ese motivo, hace unos días decidí poner
fin al penoso pleito que nos enfrentaba y hoy espero que podamos cerrar este
asunto con un acuerdo que la satisfaga plenamente. Sólo querría pedirle una
cosa y es que el acuerdo incluya su
vuelta a la empresa, aunque ocupando un puesto de mayor responsabilidad, el de
Directora General de proyectos y construcción, lógicamente con las condiciones
de alta dirección que corresponden a ese puesto.
En cuanto a la regularización de sus ingresos
por el tiempo transcurrido hasta ahora, en el momento oportuno haré volver al
director de recursos humanos que le hará una oferta que yo no conozco todavía,
aunque él sabe que quiero que sea lo más generosa posible.
No quiero evitar mi responsabilidad en todo
este asunto, porque nada más leer el contenido de sus demandas debí entender
que toda la razón estaba de su parte, aún en el caso de que la oferta de marras
hubiera sido la más conveniente para la empresa, que no lo era., pero espero
que entienda que resultaba difícil oponerse a una opinión de un grupo numeroso
de directivos.
¿Qué opinan ustedes de mi oferta?
- Nos complace mucho el cambio de actitud de su
empresa y estamos dispuestos a negociar el acuerdo que usted propone -contestó
José Luis- nosotros velaremos por los intereses jurídicos y económicos de
Matilde pero, como se puede imaginar, la decisión de volver a la empresa o no
le corresponde a ella en exclusiva, aunque nuestro consejo es que en esta
reunión se pongan sobre la mesa todos los detalles y que ella dé su respuesta
definitiva el próximo lunes.
- De acuerdo, así lo haremos -respondió el
presidente al ver que Matilde asentía con la cabeza-
Si les parece empezaré por explicar el puesto
que le ofrezco y después de haber aclarado todas las dudas llamaré al director
de recursos humanos para que plantee su propuesta de pago por el tiempo
transcurrido.
- De acuerdo -respondió Matilde tras observar
los gestos de aceptación de sus amigos- explíqueme por favor las
características del puesto.
- Supongo que usted conoce el contenido del
puesto, porque no he pensado que deba cambiar en lo fundamental. En principio,
el organigrama será el mismo, al margen de las personas que lo ocupen que serán
las que usted desee, aunque le agradecería que pudiéramos hablarlo previamente
y que usted escuchara mis comentarios, si es que los tengo, antes de tomar su
decisión. El único aspecto que para mí es crucial es que usted, personalmente,
supervise todos los procesos de adjudicación, control y pago de todas aquellas
partidas que supongan un valor relevante, cuyo importe mínimo usted misma
decidirá. Quiero estar tranquilo de que la corrupción desaparece de esta
empresa y que a partir de ahora se convierta en un referente de ética en el
sector.
En lo que se refiere a sus ingresos, serán
los mismos que tenía su predecesor, salvo que usted los considere insuficientes,
en cuyo caso escucharé su oferta.
Ahora, me
ausentaré unos minutos para que ustedes puedan hablar tranquilamente con la
máxima intimidad.
Salió de su despachó y se fue,
aparentemente, al del director de recursos humanos.
- Bueno Matilde, está claro que has ganado la
partida - comentó José Luis- ¿qué te parece la oferta?
- No me la puedo creer ¿Pensáis que debo aceptar
el puesto?
- Eso depende de ti -respondió Carlos- pero yo
creo que difícilmente encontrarás una oferta tan generosa. Si te apetece el
puesto, yo no lo dudaría.
- Yo opino lo mismo -añadió José Luis- pero si
aceptas, no lo digas ahora y cuando lo digas, déjame que yo negocie el
contrato, aunque tú eres la que debes aceptar o proponer las cifras económicas.
-
De acuerdo, así lo haré, aunque todavía no estoy decidida del todo, porque los
niños están tan bien en Mijas que me preocupa un nuevo cambio.
-
Piénsalo detenidamente y el lunes hablamos si te parece.
Matilde se levantó y ellos lo
hicieron también para hacer ver a la secretaria que ya habían terminado. Ella
llamó al presidente y enseguida aparecieron los dos en el despacho.
- ¿Por qué aspecto desean ustedes que
continuemos la conversación? preguntó el
presidente?
- En primer lugar -respondió José Luis- nos
gustaría conocer en detalle su propuesta sobre el importe a recibir por Matilde
como consecuencia del despido y el proceso correspondiente en los tribunales,
después podríamos entrar en detalle de todos los aspectos laborales y
económicos de la eventual reincorporación de Matilde en el puesto ofrecido y para
terminar, deberíamos hablar del importe de la indemnización a recibir en el caso
de que ella optara por no volver a trabajar en la empresa. Una vez cerrados
todos estos aspectos, terminaríamos la reunión y Matilde se tomará unos días
para pensar bien la opción que más le interese.
- ¿Estás de acuerdo Celestino? -preguntó el
presidente al director de recursos humanos, que así se llamaba-
- Lo estoy si tu también lo estás, Presidente
-Respondió Celestino- en un tono totalmente servil y con su más hipócrita
sonrisa.
- De acuerdo entonces. Celestino ya puedes
empezar por el primer punto y a ustedes les ruego que me llamen Joan, o
Mercader, como prefieran.
Celestino Borrajo describió la
oferta que había preparado anunciando que era la oferta más generosa que nunca
había hecho en una situación similar, por lo que esperaba que fuera aceptada sin
pretender ninguna modificación cuantitativa.
- Por descontado, los conceptos a los que me
refiero se entienden aplicables desde el día siguiente al del despido, último
que cobró Matilde, hasta el día previo a su reincorporación o al día en que
firme su renuncia a la misma.
Recibirá el importe integro de todo lo que
hubiera cobrado si hubiera seguido trabajando. A partir del primero de enero de
cada año posterior, se asumirá un aumento de sueldo por un porcentaje que será
la media que se haya dado a los empleados de su misma categoría en ese año y
también recibirá los incentivos en la cuantía máxima que hubiera podido obtener
con las condiciones aplicables al puesto que tenía. Asimismo recibirá el
importe que habría abonado la empresa por sus rendimientos en especie, coche,
seguro médico y seguro de vida, aumentados en la cantidad necesaria para que
sean netos de IRPF aplicando el marginal máximo de cada año. Creo que con ésto
quedan compensados todos los perjuicios económicos que le ha supuesto este
desdichado despido.
Joan Mercader pidió la palabra
para hacer unas puntualizaciones y añadió:
- Soy consciente de que con esta propuesta no se
compensan todos los perjuicios económicos, de manera que deseo que el aumento
anual del sueldo no sea la media, sino el más elevado que se haya dado en la categoría
de Matilde, que además se aumente el pago en la cuantía del incentivo plurianual
vigente desde el uno de enero del año 2015 hasta el momento de la
reincorporación o de la separación definitiva, ya que no lo podrá percibir si
vuelve con nosotros, dadas sus reglas de aplicación para los que lo firmen con
fecha posterior. La cuantía será la prevista para el cumplimiento máximo de
objetivos ampliada en un 25% para compensar la mayor tributación. Por otra
parte, y aunque no sea un dinero que Matilde vaya a recibir directamente, la
empresa incluirá en el acuerdo que se firme el pago de las minutas de ustedes
dos -lo dijo mientras señalaba a José Luis y a Carlos- que les pido que
facturen por el importe que habrían cobrado a Obras civiles por unos servicios
equivalentes. con fecha del día en que se firme el acuerdo.
Teniendo en cuenta que ya son las dos y
cuarto, les propongo que paremos aquí la reunión para ir a comer y la
reanudemos cuando terminemos, si es que aceptan mi invitación, o a las cuatro y
media si prefieren, y entenderé que así sea, ir a comer por su cuenta.
Matilde agradeció la invitación,
pero se excusó diciendo que prefería poder comer a solas con sus abogados para
conocer sus opiniones detalladas sobre lo tratado y sobre lo que faltaba, pero
que estarían encantados de aceptar su invitación, si la mantenía, para el día
en que firmaran el acuerdo que fuera.
En la comida Matilde escuchó la
opinión de sus amigos, muy positiva por la oferta y también por la actitud de
Mercader, pero la avisaron, para el caso de que decidiera volver a trabajar, de
que tuviera mucho cuidado con Celestino, ya que no había podido disimular su
rabia contra ella. Lo que no eran capaces de deducir era si estaba, o no,
implicado directa o indirectamente en la red de corrupción. Por ese motivo Luis
le avisó de que debería ser muy exigente en el blindaje del contrato ya que, a
poco que pudiera, se volvería a deshacer de ella si cambiaban al presidente y
el permanecía, porque, en pocas palabras, su lenguaje corporal transmitía que
sentía que ella le había humillado ante su superior.
A las cuatro y cuarto volvieron a
la oficina del presidente que les recibió inmediatamente, aunque Celestino aún
no había llegado. Mientras tomaban un café charlaron de cosas de actualidad
hasta que él llegó y reanudaron las conversaciones del segundo punto acordado.
En los aspectos del contenido del puesto, de las atribuciones y
responsabilidades y de la remuneración no hubo problema alguno ya que el
planteamiento era adecuado y Matilde estuvo de acuerdo con tener una
retribución equivalente a la de su predecesor. Celestino quiso evitar que
Matilde tuviera la última palabra en la organización y, sobre todo, en la
capacidad de tener la decisión final sobre las personas que ocuparían cada
puesto, pero al final Mercader propuso un método al que no se pudo negar:
Recursos humanos propondría un organigrama, sin nombres, que Mercader trataría
con Matilde, lo que le permitiría proponer los cambios que considerara
oportunos y Mercader trasladaría a Celestino su propuesta final que podría
incluir nombres de personas en cualquiera de los puestos. A continuación
recursos humanos llenaría los huecos con los nombres que propusiera y Mercader
y Matilde acordarían los cambios que consideraran necesarios.
Era evidente que Celestino se
encontraba muy incómodo, porque sentía que se invadían sus competencias.
Mercader les pidió que se ausentaran un cuarto de hora para quedarse a solas
con Celestino y cuando volvieron Celestino les dijo que aceptaba la propuesta
del presidente sin ningún pero. Lo que Matilde no supo, hasta muchos años
después, es que la alternativa a su acuerdo total y sin reservas habría sido
que la Dirección de Recursos Humanos pasara a depender directamente de Matilde,
lo que supuso el fin de sus pegas.
José Luis insistió en tratar en
detalle el contenido del contrato y Celestino tuvo que aceptar un blindaje que
no le gustó nada, ya que un eventual despido de Matilde, incluso aunque fuera
considerado procedente por los tribunales, llevaría aparejada una indemnización
muy cuantiosa. Mercader entendió rápidamente el objeto del blindaje y no le
dejó apenas cancha a Celestino, que no se atrevió a poner en cuestión los
aspectos jurídicos planteados o aceptados por Mercader.
Finalmente llegó el turno a la
indemnización para el caso de que Matilde prefiriera no volver a la empresa y
rápidamente llegaron a un acuerdo económico que añadía a lo ya acordado para el
plazo desde el despido hasta el acuerdo cuarenta y cinco días por año trabajado
del último sueldo en términos anuales.
José Luis y Celestino quedaron en
pasarse los documentos a firmar cuando Matilde tomara la decisión y Mercader se
despidió de Matilde en un aparte en el que le dijo que esperaba que decidiera
trabajar con él y que si era así, podía tomarse el tiempo que necesitara para
arreglar sus asuntos.
VI
Matilde se decidió finalmente a
volver a Obras civiles. Era la opción que profesionalmente más le interesaba
porque, en realidad, no tenía ninguna otra oferta de trabajo apetecible.
Meses más tarde fueron a pasar
las Navidades con Carlos a su apartamento de la playa, de forma que Ramón y
Carla pudieran pasar buenos ratos con sus amiguitos.
Matilde y Carlos conversaron
largo y tendido sobre el asunto, que al final se había convertido en un caso
conocido por la opinión pública, ya que la Guardia Civil había tirado del hilo
inicial y se había encontrado con una red de corrupción mucho más amplia que incluía
a varias empresas y no pocos funcionarios. Matilde estaba muy contenta con su
trabajo y su relación con Mercader era muy buena aunque, como le habían
anticipado sus abogados, Celestino estaba siempre maniobrando para hacerla
quedar mal en los aspectos de recursos humanos.
Una noche, cuando los niños
estaban ya durmiendo comentaron la cena que estaba prevista para después de
Reyes con la panda del Instituto. Carlos le cogió la mano a Matilde y le dijo:
- Mati, ya verás lo que van a decir cuando sepan
que hemos pasado aquí juntos las Navidades. Seguro que vuelven a las andadas y
alguien nos preguntará, a ti o a mí según sea chica o chico, si seguimos siendo
pareja.
- Eso es seguro -respondió Matilde- y creo que
serán muchos los que lo pregunten. Ya sabes que nunca se han creído que seamos
sólo amigos.
- Bueno, en realidad yo tampoco creo que seamos
"solo amigos". Al menos en mi caso no hay otra persona en el mundo a
la que me una una amistad parecida a la nuestra.
- Desde ese punto de vista estamos de acuerdo
pero hay una duda que siempre he tenido, y no vale que me pases la pregunta a
mí sin haberla contestado tú antes: ¿nunca te has planteado si te gustaría que
fuéramos más allá de la amistad?
- ¡Claro que me lo he planteado! y no una, sino
muchas veces. ¿y tú?
- Yo lo mismo que tú. Cuando éramos adolescentes
y tenía algún desengaño amoroso, siempre pensaba que lo más fácil sería pedirte
que fueras mi pareja, porque en esa situación estaba segura de que no te
negarías. Pero luego pensaba que si no estábamos enamorados antes o después la
relación haría aguas, con el riesgo de que nos alejáramos definitivamente, así
que prefería que fueras tú el que dijeras algo, o no dijeras nada, que es lo
que en realidad pasó, y aquí estamos.
- Mati, la verdad es que hasta en eso hemos
pensado siempre igual. Cuando te hiciste novia de Genaro y vi que la cosa iba
en serio, sentí que algo se había roto entre nosotros. Por fortuna no fue así
y, además, muy pronto me di cuenta de que lo vuestro no duraría. Luego cuando
te dejó, de nuevo se me ocurrió que quizás sería una buena idea que
estuviéramos juntos, pero yo ya vivía en Málaga y tu trabajo estaba en Madrid,
así que, como de costumbre, pensé que sería mejor seguir como siempre.
- Pues cuando me despidieron fue la vez que me
pareció más adecuado que nos juntáramos y cuando tú me sugeriste que nos
fuéramos a vivir a tu apartamento pensé que de entonces no pasaría. Cada día
estaba más segura, especialmente porque veía lo bien que estábamos los cuatro.
Nunca te podré agradecer suficientemente el apoyo que me has dado, y eso al
margen de lo bien que llevaste, que llevasteis, los asuntos judiciales.
- Más de una vez yo estuve tentado de proponerte
dar un paso adelante, pero en el fondo sigo sin estar seguro de que lo que yo
siento por ti sea no amor, que seguro que lo es, sino un cariño suficientemente
intenso para pasar el resto de la vida juntos.
- Y ahora que ya ha pasado todo este problema,
que los dos estamos bien en nuestro trabajo y contentos con nuestra vida,
seguramente yo más que tú porque tengo a mis hijos, ¿cómo crees que debemos
seguir nuestra relación?
- Como tú quieras Mati. Yo siempre estaré
contento de verte, estaré encantado de que vengáis a casa en vacaciones y
también de ir a veros cuando vaya a Madrid por trabajo.
- Entonces ¿te parecería bien quedarte a dormir
en casa siempre que vengas a Madrid por cualquier motivo? ¿te apetecería que
pasáramos juntos bastantes fines de semana, aquí o allí según convenga? ¿no
temes que ésto te limite tus posibilidades de otras relaciones?
- Sí Mati, siempre estaré encantado de estar con
vosotros y no te preocupes porque no me estropearás ninguna relación. Lo
haremos como tu prefieras.
- Y si algún día me apetecen unas caricias ¿te apetecerá
que las tengamos?
- Sabes que sí Mati. No sé si recuerdas la
conversación que tuvimos al respecto cuando teníamos catorce años. Estábamos de
vacaciones de verano y los de la panda que estaban emparejados estaban
acostumbrados a los besos y las caricias. Tu habías tenido una decepción
amorosa con el tonto de Emilio, tonto porque te dejó escapar después de haber
conseguido que te enamoraras de él, y cuando yo intentaba consolarte me
preguntaste si yo estaría dispuesto a besarte si tú me lo pedías.
- Sí que lo recuerdo, y tu respuesta fue la
mejor que me pudiste dar, me dijiste que sí, porque tú eras mi amigo y porque,
además, yo era muy guapa. Te pedí que me besaras y me diste un beso muy largo
en la mejilla...
- Hasta que me dijiste que no fuera tan cortado
y que te besara en la boca. Fue nuestro primer beso...
- Y también el último ¿por qué nunca me has
vuelto a besar? ¿es que dejaste de encontrarme guapa?
- No, siempre te he encontrado muy guapa y
tampoco ha sido porque haya dejado de ser tu amigo. Sencillamente ha sido
porque nunca más me lo has vuelto a pedir y yo entendí en aquella conversación
que sólo podía besarte cuando tú me lo pidieras.
- ¡Vaya morro que tienes Carlos! ¡con la de
veces que me habría gustado que lo hicieras!
- En eso también estamos empatados, pero tú me
llevas ventaja porque sólo tienes que pedirlo cuando te apetezca.
- Por cierto, algún día me tendrás que explicar
por qué razón te empeñaste en que "desapareciera" al poner los
pleitos. Tal y como han transcurrido las cosas ¿no te parece que fueron una
precauciones exageradas?
- No, no creo que fueran exageradas. De todas
maneras, si quieres lo volveremos a hablar cuando termine el culebrón de la red
de corrupción de la que la de Obras civiles no era más que una pequeña pieza.