martes, 18 de noviembre de 2008

Acuerdos de la cumbre del G20 en Washington

El 15 de noviembre de 2008 es posible que pase a ser una fecha histórica en la economía mundial aunque también hay algunas probabilidades de que pronto nos olvidemos de ella si las expectativas creadas no se confirman en la realidad.

Los aspectos positivos de la cumbre, que no son pocos, son los siguientes:
- A pesar de la heterogeneidad de los participantes, han sido capaces de acordar una declaración institucional que tiene un contenido relevante.
- La declaración incluye un análisis de las causas de la actual crisis económica global que incluye todos los aspectos más importantes.
- Enumera un conjunto de medidas que deben constituir la base de la respuesta conjunta para abordar la crisis.
- Desarrolla los principios básicos para la reforma de los mercados financieros mundiales y de los organismos económicos internacionales.
- Encarga una serie de tareas a los ministros y expertos que deben desarrollar el detalle de las medidas a adoptar.
- Apuestan por un mercado mundial globalizado, basado en la economía de mercado y en el respeto a la ley y las normas internacionales.
- Mantiene el compromiso de afrontar los retos de la seguridad energética y del cambio climático.
- Desarrolla un plan de acción en el que algunas de las medidas deben tomarse no más tarde del 31 de marzo de 2009.

Pero también tiene algunos aspectos negativos que se derivan de la falta de concreción de algunos aspectos relevantes que, si no llegan a definirse en un futuro próximo, evitarán que buena parte de las reformas propuestas tengan el efecto deseado en su plenitud. Los principales aspectos negativos son en mi opinión:
- Ausencia de una denuncia clara de la responsabilidad de los máximos dirigentes de las empresas, corporaciones, organismos reguladores, organismos supervisores, instituciones internacionales y gobiernos que, por acción u omisión han permitido que se hayan desarrollado prácticas abusivas de todo tipo que están en el origen de la crisis actual.
- Ausencia de definición de las nuevas responsabilidades penales, que deberían incluirse en los ordenamientos jurídicos de todos los países que se adhieran a los acuerdos a que se llegue finalmente, a los que deberían enfrentarse los que en el futuro volvieran a incurrir en las actuaciones descritas en el punto anterior, única manera de tener una cierta garantía de que sea una realidad el deseo declarado en el párrafo 2 de la declaración, que dice textualmente {... debemos sentar las bases de unas reformas que contribuyan a garantizar que una crisis global como la que nos ocupa no vuelva a producirse jamás.}
- Ausencia de una propuesta de compromiso para erradicar la corrupción, propuesta que se echa en falta en el conjunto de párrafos dedicados a las medidas para asegurar la continuidad y la mejora de los procesos de ayuda a los países en desarrollo.
- Ausencia de compromiso efectivo en la mención a la ronda de Doha ya que el texto acordado es {Además, nos esforzaremos por alcanzar un acuerdo este mismo año en relación con la Agenda para el Desarrollo de Doha, de la OMC}
- Ausencia de un compromiso claro de cambio en los métodos de elección de los componentes de los órganos directivos de los entes implicados, espacialmente de los públicos, semipúblicos e internacionales, de forma que se aumente de forma relevante la exigencia de profesionalidad, independencia y de un régimen de incompatibilidades que dificulten la actuación, por acción u omisión, a favor de intereses distintos de los generales.

Empezaremos a ver los resultados en los próximos meses, aunque para los aspectos más complejos pueden necesitarse incluso años, pero la clave está, sin duda alguna, en el grado de compromiso real de los responsables políticos de los países y zonas representados en la cumbre para llevar a cabo las reformas, ya que cabe esperar que la resistencia, activa y pasiva, de los miles de afectados que corren el riesgo de perder su situación de privilegio, sea formidable.

martes, 4 de noviembre de 2008

Pésimos datos de empleo

Hoy se han hecho públicos los datos de paro registrado del mes de octubre. Creo que ni los más pesimistas habrían imaginado unos datos tan malos, más de 190.000 personas han engrosado en un mes el colectivo de los parados, lo que supone la extensión del drama económico a otras tantas familias.

La improvisada rueda de prensa de ayer del Presidente del Gobierno era una señal de que los datos serían malos y el comentario de algún político, conocedor ya de la cifra, de que estarían en línea con la última encuesta de población activa, acrecentó los temores de un dato muy malo.

Alguien de su confianza debería decir al Presidente del Gobierno que la situación, siendo muy mala, va a peor a un ritmo endiablado. Y debería añadir que la política de no hacer nada, o de tomar sólo algunas medidas aisladas que, aunque siendo buenas en si mismas, apenas tienen efectos en la economía en su conjunto, nos llevará inexorablemente a una etapa profunda de recesión, primero, y estancamiento, después, que descargará sus peores consecuencias sobre los más débiles.

También sería bueno que alguien de su confianza le recomendara que mandara a casa a la corte de aduladores que le rodea y le impide ver la realidad, y que pusiera en su lugar a un grupo de profesionales sólidos y honrados (seguro que el PSOE cuenta con muchos más de los necesarios) que dirigidos por el Vicepresidente Económico elaboren un plan de actuación que minimice el alcance y la duración de esta parte tan negativa del ciclo económico.

Estaríamos de suerte si la oposición dejara de limitarse a ver como la situación económica se deteriora y, en consecuencia, aumentan sus probabilidades de pasar al poder en la próxima legislatura, e hiciera una propuesta de plan económico integral para luchar contra la crisis.

Es hora de que los políticos profesionales dejen a un lado sus mezquinos intereses personales o de partido y se pongan de parte de la mayoría de la población.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Solvencia y necesidad de fondos del sistema financiero español

En los últimos días se habla de la aparente contradicción derivada de la afirmación, no contestada por nadie, de que el sistema financiero español tiene una solvencia superior a la de los países de nuestro entorno y de la simultánea necesidad manifiesta de “inyectar” ingentes cantidades de dinero a las entidades financieras españolas.

Pero no hay contradicción alguna, ya que es cierto que la solvencia de las entidades españolas es mayor que la de las entidades financieras de los países de nuestro entorno y también es cierto que las entidades financieras españolas necesitan grandes cantidades de liquidez.

La mayor solvencia de las entidades financieras españolas deriva de la política, callada pero constante, que han mantenido todos los gobernadores del Banco de España desde la crisis bancaria de los primeros años ochenta.

Se ha ido provisionando, con dinero de las entidades financieras, el fondo de garantía de depósitos del que saldrían las eventuales cantidades a pagar en el caso de suspensión de pagos de cualquier entidad. Este fondo, considerado durante años innecesario por las autoridades monetarias europeas, pero tolerado como un capricho español, ya que no hacía daño ni requería fondos públicos, tiene un doble efecto positivo, porque no sólo permite disponer de forma inmediata de una cantidad de dinero relevante, que además no afectaría a las cuentas de resultados de las entidades financieras ya que ha sido previamente provisionado, sino que, también, promueve que la mayoría de las entidades financieras hagan un análisis de los riesgos de su cartera más riguroso, ya que en caso de fallo de alguna entidad es el conjunto de ellas el que pagaría.

La necesidad de liquidez viene derivada, a su vez, de dos fenómenos distintos: la contracción del dinero bancario interno de España, derivada de la menor confianza que la crisis financiera internacional ha trasladado inevitablemente al interior y también del menor ahorro derivado de la crisis económica existente desde hace ya más de un año (aunque el Gobierno lo haya reconocido hace sólo unos meses) y también de la mayor dificultad que está teniendo la economía española para obtener créditos del exterior.

La sociedad española viene gastando en su conjunto unos 100.000 millones de euros anuales más de lo que produce y, a pesar de la crisis, todavía no ha tomado conciencia de la necesidad de ajustar el consumo a los que se genera. Hasta ahora este exceso de gasto se venía financiando con fondos del exterior, pero con la crisis financiera internacional el sistema financiero está incrementando el riesgo que percibe de los préstamos a España. La consecuencia es clara, ya que cuesta mucho colocar nueva deuda española en el exterior, tanto si es pública como privada, y los bancos y cajas españoles se las ven y se las desean para poder renovar los créditos que les vencen, de forma que si no consiguieran por una u otra vía el dinero necesario para pagar los vencimientos se verían abocados a la suspensión de pagos (hoy llamada concurso de acreedores)

Por eso se da la circunstancia de que los 150.000 millones de euros que el Gobierno ha puesto a disposición del sistema financiero no se traducirán, salvo quizás una pequeña parte, en mayor disponibilidad para aumentar el crédito a las empresas y familias. Primero se emplearán en devolver a su vencimiento los créditos obtenidos en el exterior, lo que se llevará la inmensa mayoría de los fondos previstos.

Difícil papeleta la del Gobierno, que simultáneamente debe asegurar la viabilidad de las entidades financieras y pilotar una reducción de la masa crediticia existente sin estrangular la actividad económica, todo ello pretendiendo mantener la idea de que la crisis no tiene también una parte relevante de origen interno.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Economía real versus economía financiera

La idea de que la economía financiera no forma parte de la economía real es un error introducido por los primeros ideólogos marxistas, cuya aplicación tuvo como consecuencia la falta de homogeneidad, y por tanto de comparabilidad, de las cuentas nacionales presentadas por los países de las dos zonas económicas.

Durante la guerra fría, la diferencia favorecía estéticamente a los países de economía de mercado, que podían presentar una diferencia de renta superior a la que en realidad existía, pero también era un argumento propagandístico de primera para que los países de economía planificada acusaran de hacer trampas en las cuentas a los países de economía de mercado y así esconder las diferencias de renta que, en la realidad, eran bastante notables.

Incluso en España durante algunas décadas se detrajo artificialmente de la Contabilidad Nacional una parte muy relevante del valor añadido del sector financiero, lo que obligó, una vez incorporados al entonces llamado Mercado Común, a aumentar nuestro PIB.

La economía de una zona, sea ésta del alcance geográfico que sea, sólo puede ser real, y para estar bien medida tiene que incluir todos los bienes y servicios prestados, o recibidos, independientemente de su procedencia o destino y, por tanto, debe incluir la totalidad de los servicios financieros.

El problema financiero, que está en la base de los problemas actuales de la economía mundial, tiene algunos componentes de economía real (el más básico, generalizando, es que el sistema financiero ha accedido a prestar dinero, de forma masiva, a personas y empresas que, en buena lógica, NO podrían devolver las deudas contraídas) y otros de economía irreal (el intento vano de convertir en préstamos de alta calidad los anteriormente citados, con el mecanismo, complejo en la ejecución pero sencillo en la idea, de introducirlos en cajas negras, para impedir que se conociera su calificación objetiva, y envolverlos convenientemente con un nombre ampuloso y una etiqueta de una marca solvente que, por descontado, no se haría cargo de los previsibles impagos)

Considero que los créditos con alto riesgo de impago forman parte de la economía real porque el servicio financiero se ha prestado, ya que los créditos se han concedido y los beneficiarios han recibido su importe y lo han empleado en actividades económicas reales. Su posterior impago también forma parte de la economía real porque el tenedor final de los créditos deja de recibir los intereses acordados y la devolución del principal, una vez que se dejan de pagar las cuotas a su vencimiento.

Considero que el paso de la calificación objetiva de alto, o muy alto riesgo, a la de bajo, o muy bajo riesgo, por el mero hecho de empaquetarlos y pasarlos por una sucesión de cesiones, que sólo tiene por objeto que el comprador final haya perdido la trazabilidad del crédito que compra y su única información sea la calidad de quién pone la etiqueta, es parte de la economía irreal porque en todo ese proceso no varía un ápice el riesgo para el comprador final, que en no pocas ocasiones ha sido incluso engañado respecto al contenido de lo que compraba.

Como sostiene el dicho frecuentemente empleado en política, es posible engañar a unos pocos durante mucho tiempo, incluso durante toda su vida, y también es posible engañar a todos durante un periodo de tiempo limitado, pero NO es posible engañar a todos durante mucho tiempo.

Trasladado a la economía, es posible introducir en la economía real unos pocos elementos de economía irreal durante mucho tiempo, pero NO es posible introducir de forma masiva elementos de la economía irreal en la economía real durante mucho tiempo. Lo que no es óbice para que unos pocos se hayan enriquecido escandalosamente mientras ha durado el engaño.

Lo que ha fallado estrepitosamente no es la economía real, ni la economía de mercado, ni el mayor grado de liberalización ni la globalización, lo que ha fallado es la supervisión a todos los niveles, consecuencia de la pérdida de valores derivada de que el dinero haya pasado a ser el único objetivo de la mayoría, que ha tenido como consecuencia que aquél que no esté de acuerdo en mirar para otro lado, cuando se topa con las operaciones que benefician a los política o económicamente poderosos, sea expulsado fuera del paraíso del bienestar.

Los políticos tienen ahora la necesidad de corregir lo que tanto daño está haciendo, y el primer afán de la mayoría de ellos es alejarse de la responsabilidad que les corresponde en el asunto, para poder continuar en sus puestos. El segundo objetivo será que los poderosos no queden descontentos, también para que los políticos puedan continuar en sus puestos, y el tercero, si es que queda sitio para un tercero, será corregir la situación para que el conjunto de la sociedad sufra algo menos las consecuencias, no vaya a ser que, a través de las votaciones, les dejen compuestos y sin escaño.