Para que los pensionistas puedan
tener una vida digna, una pensión suficiente es un elemento muy importante,
pero no el único ya que hay unos cuantos servicios básicos que, si tuvieran que
ser íntegramente pagados por ellos cuando la pensión sea su principal, y muchas
veces única, fuente de ingresos sencillamente estarían fuera de su alcance.
De esos servicios básicos
hay unos cuantos que en un país moderno y socialmente desarrollado deben ser
prestados, en su totalidad o en su mayor parte, por el sector público. Los
principales son:
- Vivienda digna,
para lo que debería actuarse en dos vías complementarias: asignación de viviendas
sociales, con un alquiler compatible con sus ingresos, a aquellas personas que carezcan
de vivienda propia y limitación a un importe razonable, por ejemplo el 5% de
sus ingresos totales, del importe total de tasas e impuestos municipales a
pagar por la vivienda habitual cuando sean los propietarios
- Alimentación
suficiente, para ello debería establecerse una cesta de servicios básicos, cuyo
importe se actualizara anualmente que sirviera de referencia para establecer el
complemento a mínimos, de manera que todos los jubilados tuvieran al menos esos
ingresos anuales.
- Sanidad de
calidad, para ello debería renunciarse a la práctica cada vez más extendida de
usar las colas para pruebas e intervenciones que no son consideradas urgentes y
prohibir la discriminación por edad avanzada para la realización de pruebas
preventivas, como ocurre ahora, por ejemplo, con las mamografías que dejan de
hacerse a las mujeres de más de 70 años sólo para ahorrase el coste, la que la
probabilidad de que aparezca cáncer de mama después de los 70 no decrece con la
edad si la base de comparación es el número de mujeres que tienen esa edad. Por
descontado, debe mantenerse el copago máximo mensual por medicamentos en una
cuantía que no pueda inducir a no comprar las medicinas por su coste a las personas
de menor renta.
- Atención a la
dependencia. Este es el aspecto, junto al establecimiento de un ingreso mínimo
suficiente, que mayor coste adicional tendrá para la sociedad, debido al
elevado porcentaje de personas que no lo tienen en la actualidad y no estaría
de más el volver a analizar la conveniencia, desde todos los puntos de vista,
de promover siempre que sea posible que la atención la presten personas del
entorno de quien la recibe. No sólo es más efectiva, en la mayoría de los
casos, sino que a la vez resulta mucho menos gravosa para la sociedad.
- Movilidad a su
alcance, mediante la disponibilidad generalizada de tarjetas de transporte
público de precio muy moderado como por ejemplo la existente en la Comunidad de
Madrid para mayores de 65 años. La posibilidad de trasladarse a precio moderado
abre muchas posibilidades de actividades de todo tipo que redundan en una mayor
calidad de vida.
- Servicios
sociales varios. En casos específicos, la asistencia social a los mayores es la
única manera de garantizarles unas condiciones de vida dignas. Estos servicios
existen en muchos ayuntamientos, pero deberían generalizarse.
Además de los servicios
básicos, hay un aspecto genérico que la sociedad debe cambiar radicalmente: los
jubilados no tienen por qué ser (salvo por motivos de salud) una clase social
pasiva, sino que al contrario deben disponer de total libertad para hacer lo
que prefieran, incluido el derecho a realizar actividades laborales a cambio de
una remuneración, tanto por cuenta propia como por cuenta ajena, que sean
totalmente compatibles con la percepción íntegra de la pensión contributiva que
les corresponda. Para eso es necesario que la sociedad en su conjunto asuma que
la pensión contributiva es un salario diferido derivado de la suma de
cotizaciones pagadas por el trabajador y, en su caso, por las empresas para las
que ha trabajado a lo largo de su vida laboral y que, por tanto, es justo que quien
haya cotizado el doble que otro a lo largo de su vida laboral reciba, en
igualdad del resto de condiciones, una pensión que sea asimismo el doble. El
pago del impuesto sobre la renta del conjunto de ingresos que obtenga y del IVA
de aquellos bienes y servicios que consuma serán las vías para que se produzca
la deseable y necesaria redistribución de la renta que permita mejorar de forma
equilibrada las condiciones de vida de las capas de la sociedad menos
favorecidas.
Finalmente, hay otros
aspectos que corresponde atender al entorno más próximo de los jubilados que,
por fortuna, en nuestra sociedad se suele atender de forma satisfactoria. Es la
presencia recurrente de familiares, amigos y vecinos que impide que la soledad
castigue a aquellos que se van quedando solos por la edad y por motivos de
salud y que también les proporcionan un sinnúmero de pequeños servicios que les
hacen la vida mucho más confortable.
Como la parte de la
población que supera la edad media de jubilación es cada vez mayor, la sociedad
se debe esforzar en facilitar a los jubilados unos medios de vida razonables en
un entorno de actividad creciente, pero de forma totalmente voluntaria. Si esto
no se consiguiera, la sociedad en su conjunto sería no sólo menos justa sino
que además sería más pobre en todos los sentidos.