lunes, 27 de febrero de 2023

En recuerdo de Don Juan Muñoz Martín

Ha fallecido Don Juan, mi admirado profesor de Lengua, Gramática le llamábamos nosotros, y de Latín.

Hacía las clases tremendamente divertidas y, como el que no quiere la cosa, nos iba imbuyendo el amor por la lengua, por la lectura, por el análisis, la redacción, la síntesis y, en una palabra, la expresión.

Por si acaso no eran suficientemente entretenidas, nos iba leyendo capítulos de Fray Perico y su borrico y de El Pirata Garrapata. Fueron los cursos 1961-62 y 1962-63 y, claro, la edición final de estos cuentos estaba muy lejos de aparecer.

Maravillosa su "Gramática Parda" que hacía que los libros oficiales de la asignatura limitaran su utilidad práctica a los capítulos de Platero, en el libro de primer curso y al relato titulado "El Cardo" más algunas poesías modernas en el libro de segundo.

Su ingenioso "Carnet de conducir", sin el que no podías entrar a las clases de latín en los cursos tercero y cuarto, te permitía resolver con pericia las traducciones del latín de la Guerra de las Galias que, después, casi seguro que te tocaban en el examen de la Revalida de cuarto.

Y finalmente, muchos años después, las conversaciones que mantuvimos por teléfono y en persona, que me demostraron su bonhomía y su amor por la enseñanza.

Precisamente en una de ellas, mantenida en abril de 2016, me contó una historia preciosa que me inspiró un pequeño relato, basado en la historia real de un niño que salió de un coma mientras su madre le leía Fray Perico, relato que ahora quiero unir a este recuerdo entrañable por mi querido profesor en el día de su muerte.

¡¡¡Muchas gracias Don Juan!!! Nunca le podré agradecer lo suficiente sus maravillosas enseñanzas, sus extraordinarios cuentos ni las entrañables conversaciones.

 

 

El milagro de Fray Perico

David corrió a dar la noticia a su padre en cuanto éste abrió la puerta a la vuelta del trabajo.

-  ¡Papá! ¡Papá! ¡¡¡Me han puesto un Bien como un castillo en lengua, y ha sido por mi comentario sobre Fray Perico y su borrico!!!

Daniel chocó las palmas con su hijo y le cogió en brazos. Había un brillo especial en su mirada que le hizo pensar que había algo más que la buena noticia de una nota muy especial, porque para David no era tan extraño recibirlas.

-  David, estoy muy contento de tu Bien como un castillo, así que ¡cuéntame cómo ha sido!, porfa

-  Pues nada, que el viernes la seño nos dio una nueva lista de libros para que eligiéramos las lecturas de este mes y entre ellos estaba Fray Perico y su borrico, y como tú me lo habías regalado y yo ya lo había leído, lo elegí el primero de los tres que me tocaban.

    El sábado me lo volví a leer porque si no, no vale elegir un libro que ya has leído, y me volvió a gustar mucho y el domingo hice la recensión. Ayer se la di a la seño, que se quedo bastante asombrada de que la hubiera hecho tan rápido, pero le dije que ya lo tenía y hoy me ha dado la nota, aunque antes de ponérmela me la ha hecho leer delante de todos y me parece que les ha gustado mucho.

-  ¿Me dejas que lea tu recensión?

-  ¡Claro papá! Aquí la tienes

Daniel, que así se llama el padre de David, se puso a leerla:

Fray Perico y su borrico es uno de los cuentos más divertidos que he leído. Trata de un fraile nuevo en el convento, que se llama Perico, que todo lo hace mal pero es muy bueno. Los demás frailes tienen unos nombre bastante raros que además riman con sus oficios: Fray Nicanor el Padre superior, Fray Olegario el bibliotecario, Fray Cucufate el del chocolate, Fray Bautista el organista, Fray Ezequiel el de la miel, y así todos.

Por suerte para Fray Perico, sin saber por qué, tenía enchufe con San Francisco, porque cuando hablaba con él le hacía caso y cuando se metía en algún lío él se lo arreglaba.

En una ocasión, el convento se había llenado de ratones y se organizó una batalla que copio del cuento:

"Los frailes tocaron a generala. Se armaron de escobas y zapatillas. El gato se afiló las uñas. Cada fraile se escondió detrás de una puerta. Fray Pirulero puso un trozo de tocino en medio del pasillo. Miles de ratones salieron de sus escondrijos oliendo a chamusquina. ¡La que se organizó! Escobazos por aquí, zapatillazos por allá, un fraile con un chichón, el gato dando saltos, los ratones dando chillidos."

Al final Fray Perico regañó a los frailes por matar a tantos ratones, curó a los heridos, preparó el entierro de los muertos y consiguió que los frailes y los ratones firmaran la paz y los ratones se fueron a vivir a otro sitio y sólo volvían al convento el día de San Francisco para saludarle meneando el rabo.

Este cuento me lo regaló mi papá por mi santo y me contó que su autor, que se llama Juan Muñoz, había sido su profe de lengua y estaba escribiendo ese cuento cuando él tenía diez años. Mientras lo escribía, lo leía en clase de lengua y mi papá y toda su clase se lo pasaban bomba escuchando las peripecias de Fray Perico. Y no me extraña porque yo, que ya lo he leído dos veces, me sigo partiendo de risa con las cosas que le pasan a Fray Perico."

-  Muy bien David, está muy bien. No me extraña que tu profesora te haya puesto tan buena nota. Ahora te voy a dar una noticia que te gustará, porque ¿sabes que Fray Perico, o su libro, ha hecho un milagro?

-  No Papá, no lo sabía. ¿Me lo puedes contar?

-  Claro David, pon atención que es interesante: hace unos meses leí el caso de un niño llamado David que estaba malito, se había quedado como dormido y no se despertaba. Sus padres se lo llevaron a casa para estar siempre con él y aprendieron a cuidarle para que siguiera viviendo, aunque sin despertarse.

    Su mamá le leía cuentos, los que más le gustaban y también algunos nuevos que le dejaban o que compraba. Le leía cada vez un ratito, entre un cuarto de hora y media hora, para no cansarle. Un día cayó en sus manos un ejemplar de Fray Perico y su borrico. Se lo había dejado una amiga, que se lo recomendó porque a sus hijos les gustaba mucho, y ella se puso a leerlo.

    Al cabo de unos días, cuando ya había leído más de la mitad del cuento notó que su hijo sonreía. Era la primera vez que le veía sonreír desde que cayó enfermo, pero ella siguió leyendo. Notó que la sonrisa era cada vez mayor y decidió continuar. De repente escuchó como su hijo soltaba una carcajada. La buena mujer no sabía qué hacer, si llamar a su marido y llevar al niño al hospital o seguir leyendo, pero era tal la cara de felicidad de su hijo que continuó hasta que terminó el cuento.

    Cuando terminó, miró a su hijo, que por fin estaba despierto, y se puso a llorar de alegría. David, el hijo, se la quedó mirando y le preguntó:

-  Mamá ¿por qué lloras? ¿es que no te gusta el cuento que me has leído?

-  Claro que me gusta hijo. Es el mejor cuento que te he leído nunca y lloro de alegría, no de tristeza, porque por fin te has vuelto a despertar.

Llevaron a David al hospital y los médicos le observaron y no notaron que tuviera nada mal y, por suerte, el niño se recuperó y pudo volver al cole. Casi nadie le dio demasiada importancia a que el cuento que estaba escuchando cuando se despertó fuera precisamente Fray Perico y su borrico, pero la mamá de David está convencida de que habían sido las trastadas de Fray Perico las que habían tenido el efecto de hacerle reír con tantas ganas que se puso a hacerlo a carcajadas y estas le hicieron despertar.

-  Papá ¿puedo contar esto en la clase?

-  Sí, si la profesora te deja. Pero pregúntaselo a ella antes de hacerlo.

Al día siguiente, David esperaba de nuevo impaciente la llegada de su padre, para contarle las novedades:

-  Papá ¿sabes qué?

-  No David -respondió Daniel- pero cuéntamelo y así lo sabré.

-  Se lo he preguntado a la seño y me ha dicho que sí, que lo contara si quería. Lo he hecho y al terminar todos los niños que no lo habían elegido, querían leer "Fray Perico y su borrico" y al final la seño les ha dejado cambiarlo.

-  ¿Y los compañeros que te han dicho a ti?

-  Algunos que tengo mucho morro por tener un papá que ha tenido como profe de lengua a un escritor de cuentos tan divertidos. Otros no se creían que fuera verdad, pero cuando les he enseñado el libro y han visto la dedicatoria que te puso tu profe, se lo han tenido que creer. Y Patricia, la niña que me gusta, me ha dicho que le había gustado mucho la recensión y aún más la historia de hoy, y que si el sábado podía ir a tomar una hamburguesa con ella.

-  ¡Ese sí que es un buen premio, eh pillín!

-  Si Papá, sí que lo es. ¿Me llevaréis Mamá o tú?

-  Sí, lo haremos, te lo mereces.