Los precios
internacionales del petróleo son el resultado de la oferta y la demanda
existente en cada momento.
Pero el mercado de
petróleo no es un mercado en el que la competencia sea razonablemente buena,
motivo por el que el precio al que estábamos acostumbrados en los últimos años
no es el que habría resultado como consecuencia de la interrelación de la demanda
con una curva de oferta basada en los costes de producción.
La puesta en operación de
un nuevo yacimiento de petróleo requiere muchos años de trabajos previos:
Obtención del permiso para investigar en una zona determinada, realización de
la investigación, análisis de la viabilidad económica en caso de éxito (no
todos los yacimientos que se encuentran pueden cubrir costes a los precios
vigentes cuando se debe tomar la decisión de inversión para producir) y desarrollo
de las instalaciones para proceder a su explotación comercial.
Por ese motivo, de acuerdo
con la teoría económica, la sustitución de la capacidad de producción de los
yacimientos en explotación, que decrece continuamente, por otros nuevos solo se
realizará si el precio esperado del petróleo durante el periodo de explotación
del nuevo yacimiento permite obtener la rentabilidad deseada por los inversores.
Por tanto, en caso de competencia, el precio a largo plazo debería ser el que
permitiera desarrollar yacimientos con capacidad de producción suficiente para
atender la demanda que no podrá ser atendida en el futuro con los yacimientos
en explotación.
No es fácil saber cual es
este precio, ya que cada nuevo yacimiento tiene unos costes por unidad de
producción que pueden ser realmente muy diferentes. Si hiciéramos caso de las
compañías productoras, este precio sería del orden de los 100 dólares por
barril, pero en la realidad son mucho más bajos, probablemente del orden de los
35-40 dólares por barril.
¿Por qué entonces el
precio ha sido mucho mayor durante varios años? La respuesta es sencilla, el
conjunto de los grandes productores (los países de la OPEP y las grandes
petroleras) llegaron a la conclusión de que les valía mucho la pena tener ese
precio, dada la baja elasticidad al precio de la demanda de petróleo a medio y
largo plazo. para ello bastaba con que todos ellos aceptaran el precio
propuesto por el líder de la producción (el conjunto de la OPEP) aunque para
ello tuvieran que renunciar a una parte de su producción, pongamos un 10%, ya
que la demanda será algo más baja a 110 dólares que a 50, porque siendo Ci
la capacidad de producción de cada uno, obtendrían 110 x 0,9 x Ci (Esto
es 99 Ci) en vez de 50 Ci
vendiendo toda su capacidad al precio de 50.
El factor que ha terminado
con la cómoda complicidad de los grandes productores ha sido el cambio ocurrido
en Estados Unidos en dos aspectos fundamentales: el enorme aumento de la
producción de petróleo por el desarrollo de la producción con fracking (algo que ya pasó hace unos
años con el gas natural, con la repercusión ya conocida de la drástica
reducción de los precios del gas en su área de influencia) y la desaparición de
la prohibición de exportación del petróleo producido en Estados Unidos (sin esa
desaparición, el efecto sobre los precios internacionales habría sido menor, ya
que como mucho Estados Unidos habría dejado de importar petróleo)
También ayuda la decisión de Arabia
Saudita, el principal exportador mundial con unos costes medios de producción
que son del orden de tan solo 5 dólares por barril, que ha sido la de aceptar el
precio de mercado que le permita mantener su cuota deseada calcada a la que tuvo
en los primeros años 80, cuando cambió su política de ir reduciendo su
producción para mantener el precio (entonces de unos 40 dólares por barril) por
la de poner una cuota mínima de mercado de la que no estaba dispuesta a bajar,
fuera cual fuese el precio al que tuviera que vender. Entonces el resultado fue
un nuevo precio de equilibrio en el mercado mundial de unos 18 dólares por
barril.
No
es nada fácil saber cuál será el nuevo precio de equilibrio durante los
próximos años, pero si cabe esperar que sea un precio razonablemente próximo a
los costes de producción esperados para los nuevos yacimientos en Estados
Unidos (con tecnología de fracking) y no parece demasiado arriesgado decir que
estarán más cerca de los 50 que de los 100 dólares por barril.
¿Qué pasará con los
precios de los productos petrolíferos y del gas natural en nuestro país?
Bajarán algo,
probablemente, respecto a los que había hace un año, pero casi seguro que las
empresas petroleras consolidarán el aumento de margen que han obtenido por la
reducción de sus precios de venta antes de impuestos en una cuantía muy
inferior a la reducción de los precios internacionales de los productos
petrolíferos y el gobierno aprovechará para aumentar los impuestos de manera
que el precio del gasóleo A sea del orden de 1,25 € por litro.
En cuanto al gas natural,
probablemente dirán que su precio no está ligado al del petróleo (cosa que en
el caso de España es totalmente incierta) y las empresas gasistas aprovecharán
para aumentar también sus márgenes, aunque probablemente el Ministerio salga en
defensa de los consumidores y logrará que la factura del desastre de Castor no
suponga un incremento de los precios al consumidor.
En la parte positiva, todo
el descenso de la factura de importaciones de petróleo y gas, que si que será
real, supondrá un descenso equivalente del déficit de la Balanza de Pagos, que
posiblemente sea del orden del 1% del PIB, y la coyuntura económica se verá
favorecida por un aumento adicional del PIB, del empleo y una reducción de los
recortes futuros, que no tendrán que ser tan intensos gracias al aumento de
recaudación derivada del previsible aumento de los impuestos especiales sobre
los hidrocarburos y también de la mayor actividad económica.