sábado, 10 de enero de 2015

Cómo no se deberían recortar los costes de la sanidad



He leído un artículo de Harvard Business Review titulado "How not to cut health care costs" y me ha sorprendido la enorme similitud entre las prácticas no recomendables y la forma adoptada en España para reducir los costes sanitarios por la mayoría de las Comunidades autónomas, y en particular por la Comunidad de Madrid que es la que mejor conozco porque es la que padezco.
 
El primer error es reducir el personal administrativo en lugar de optimizar su función, ya que cuando esa reducción afecta a la eficacia del personal clínico, se reduce la eficiencia global del sistema.

El segundo error es la reducción del equipamiento y/o de las instalaciones. En este aspecto, la solución a la española (mantener las instalaciones y el equipamiento, pero cerrándolos durante largo tiempo, parcialmente a diario y de forma más acusada en temporadas de vacaciones) es una aportación novedosa que magnifica el error, ya que no se produce el ahorro en la inversión que no se lleva a cabo, pero sí se consigue la reducción de la eficacia del sistema.

El tercer error es esforzarse en reducir los costes unitarios del material fungible, olvidando la mejora de los procedimientos para aumentar la eficiencia en sus uso, que sería la forma adecuada de conseguir un menor consumo sin afectar a la calidad de los tratamientos.

El cuarto error es la reducción del tiempo dedicado a cada paciente en particular, lo que supone un aumento del número de pacientes visitados por cada profesional lo que, superado el óptimo que siempre se debe buscar y que consiste en emplear el tiempo que se necesita pero no mucho más, inevitablemente lleva a un deterioro de la calidad de la atención.

El quinto error es no desarrollar mejor los procesos de estandarización de la atención mediante la extensión de las mejores prácticas. En España se ha preferido la extensión de procedimientos menos costosos por paciente tratado, sin importar que esos procedimientos sean menos eficaces, lo que lleva al agravamiento de las dolencias en una parte relevante de los casos que a su vez deriva a medio plazo en unos mayores costes para solucionar los nuevos problemas generados.

El artículo original, que debería ser de lectura obligada para todos los responsables de la sanidad pública, se puede encontrar en:

https://hbr.org/2014/11/how-not-to-cut-health-care-costs

jueves, 8 de enero de 2015

¿Cuánto durará la bajada de los precios internacionales del petróleo?



Los precios internacionales del petróleo son el resultado de la oferta y la demanda existente en cada momento.

Pero el mercado de petróleo no es un mercado en el que la competencia sea razonablemente buena, motivo por el que el precio al que estábamos acostumbrados en los últimos años no es el que habría resultado como consecuencia de la interrelación de la demanda con una curva de oferta basada en los costes de producción.

La puesta en operación de un nuevo yacimiento de petróleo requiere muchos años de trabajos previos: Obtención del permiso para investigar en una zona determinada, realización de la investigación, análisis de la viabilidad económica en caso de éxito (no todos los yacimientos que se encuentran pueden cubrir costes a los precios vigentes cuando se debe tomar la decisión de inversión para producir) y desarrollo de las instalaciones para proceder a su explotación comercial.

Por ese motivo, de acuerdo con la teoría económica, la sustitución de la capacidad de producción de los yacimientos en explotación, que decrece continuamente, por otros nuevos solo se realizará si el precio esperado del petróleo durante el periodo de explotación del nuevo yacimiento permite obtener la rentabilidad deseada por los inversores. Por tanto, en caso de competencia, el precio a largo plazo debería ser el que permitiera desarrollar yacimientos con capacidad de producción suficiente para atender la demanda que no podrá ser atendida en el futuro con los yacimientos en explotación.

No es fácil saber cual es este precio, ya que cada nuevo yacimiento tiene unos costes por unidad de producción que pueden ser realmente muy diferentes. Si hiciéramos caso de las compañías productoras, este precio sería del orden de los 100 dólares por barril, pero en la realidad son mucho más bajos, probablemente del orden de los 35-40 dólares por barril.

¿Por qué entonces el precio ha sido mucho mayor durante varios años? La respuesta es sencilla, el conjunto de los grandes productores (los países de la OPEP y las grandes petroleras) llegaron a la conclusión de que les valía mucho la pena tener ese precio, dada la baja elasticidad al precio de la demanda de petróleo a medio y largo plazo. para ello bastaba con que todos ellos aceptaran el precio propuesto por el líder de la producción (el conjunto de la OPEP) aunque para ello tuvieran que renunciar a una parte de su producción, pongamos un 10%, ya que la demanda será algo más baja a 110 dólares que a 50, porque siendo Ci la capacidad de producción de cada uno, obtendrían 110 x 0,9 x Ci (Esto es  99 Ci) en vez de 50 Ci vendiendo toda su capacidad al precio de 50.

El factor que ha terminado con la cómoda complicidad de los grandes productores ha sido el cambio ocurrido en Estados Unidos en dos aspectos fundamentales: el enorme aumento de la producción de petróleo por el desarrollo de la producción con fracking (algo que ya pasó hace unos años con el gas natural, con la repercusión ya conocida de la drástica reducción de los precios del gas en su área de influencia) y la desaparición de la prohibición de exportación del petróleo producido en Estados Unidos (sin esa desaparición, el efecto sobre los precios internacionales habría sido menor, ya que como mucho Estados Unidos habría dejado de importar petróleo)

También ayuda la decisión de Arabia Saudita, el principal exportador mundial con unos costes medios de producción que son del orden de tan solo 5 dólares por barril, que ha sido la de aceptar el precio de mercado que le permita mantener su cuota deseada calcada a la que tuvo en los primeros años 80, cuando cambió su política de ir reduciendo su producción para mantener el precio (entonces de unos 40 dólares por barril) por la de poner una cuota mínima de mercado de la que no estaba dispuesta a bajar, fuera cual fuese el precio al que tuviera que vender. Entonces el resultado fue un nuevo precio de equilibrio en el mercado mundial de unos 18 dólares por barril.

No es nada fácil saber cuál será el nuevo precio de equilibrio durante los próximos años, pero si cabe esperar que sea un precio razonablemente próximo a los costes de producción esperados para los nuevos yacimientos en Estados Unidos (con tecnología de fracking) y no parece demasiado arriesgado decir que estarán más cerca de los 50 que de los 100 dólares por barril.

¿Qué pasará con los precios de los productos petrolíferos y del gas natural en nuestro país?

Bajarán algo, probablemente, respecto a los que había hace un año, pero casi seguro que las empresas petroleras consolidarán el aumento de margen que han obtenido por la reducción de sus precios de venta antes de impuestos en una cuantía muy inferior a la reducción de los precios internacionales de los productos petrolíferos y el gobierno aprovechará para aumentar los impuestos de manera que el precio del gasóleo A sea del orden de 1,25 € por litro.

En cuanto al gas natural, probablemente dirán que su precio no está ligado al del petróleo (cosa que en el caso de España es totalmente incierta) y las empresas gasistas aprovecharán para aumentar también sus márgenes, aunque probablemente el Ministerio salga en defensa de los consumidores y logrará que la factura del desastre de Castor no suponga un incremento de los precios al consumidor.

En la parte positiva, todo el descenso de la factura de importaciones de petróleo y gas, que si que será real, supondrá un descenso equivalente del déficit de la Balanza de Pagos, que posiblemente sea del orden del 1% del PIB, y la coyuntura económica se verá favorecida por un aumento adicional del PIB, del empleo y una reducción de los recortes futuros, que no tendrán que ser tan intensos gracias al aumento de recaudación derivada del previsible aumento de los impuestos especiales sobre los hidrocarburos y también de la mayor actividad económica.